No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
_____________________________________________

jueves, 27 de febrero de 2014

13 - Quiero ir sola




[…]
Yo: - Jazmín es un personaje adorable, aunque tiene su mal genio, según los días. Me encanta cuando juega a la doctora Juguete. Tiene el maletín con todos los instrumentos, recetario, frasco para preparaciones magistrales y una cuchara medida, entre muchas cosas. Dice: “Te voy a revisar”. Entonces se calza el estetoscopio, te ausculta y pone cara de escuchar, entender y deducir. Es increíble. Tengo que mirar mejor el dibujo animado para ver si lo está copiando, no puede ser de otra manera. Usa un tono de voz bajo y algo dramático y te dice: “Estás muy mal”. ¿Sí, doctora Juguete? ¿Qué tengo? Ella te contesta en un tono como si fuera a decirte que tienes cáncer de páncreas. Dice: “Tototitis”. ¿Tototitis, doctora? Sí. ¿Estoy grave? Sí. No te preocupes, yo te voy a curar.
Prepara un remedio, lo sirve en la cuchara y te lo da a tomar. A veces agrega una inyección. Entonces, exclama: “Estás curado/a”. Hay que abrazarla y decirle gracias.
Una tarde me curó a mí, dos veces a la abuela y, al ratito, apareció la gata con dos curitas en el lomo, sacudiéndolo para sacárselas de encima.

- ¡Ja, ja! ¿Cuántos años tiene?

- Tres años y medio. Pero sospecho que es una enana disfrazada de nena.

- ¡Ay, me muero por conocerla!

- Es un poco difícil, porque no me la dejan a mí solo. Los martes al atardecer estamos con Lia en la plaza, podrías conocerla allí. Pasea en pony, va a la calesita, juega a las escondidas (“Yo «conto» [cuento], tú escóndete”), es loca por la hamaca y le encanta que la corran.

- Pero, con Lia, ¿no le caerá mal que me acerque?

- No creo.

- Podría pensar que soy tu novia.

- ¡No! No es anciana de la congregación.

- ¡Ja, ja! ¡Qué malo que eres! ¡No hables mal de los hermanos!

- Los hermanos piensan mal de mí. Yo no hablo mal de ellos. Me quejo porque los padezco.

- ¡Carlos!

- Además, si Lia pensara que eres mi novia debería aplaudirme. Sería una hazaña, casi un milagro.

- ¡Ay, quiérete un poco! Pero, aún si fuera un milagro, podría ponerse celosa, de todas formas.

- ¡Hace unos cuatro meses que me dijo que está con otro! Y lleva como un año con él, quienquiera que sea. Yo hace casi nueve años que no tengo una alegría. Para colmo, me sacaron la única compañía que tenía y ya sabes que era una compañía inobjetable. Veintisiete años que la conozco. La amistad comenzó estando casado con Lia y ella nunca se quejó. Nunca fueron amigas, pero se conocían. No fue algo oculto. Ella se fue, ella tiene una pareja. ¿De qué podría quejarse si hoy estuviera con otra?

- Resulta sugestivo que no fueran amigas.

- No. A mí no me sorprende. Ella continuó con sus amigos y amigas y yo me integré a ellos. A muchos ya los conocía de antes, a otros los conocí después de ponerme de novio con ella. Sin embargo, ella no hizo nada por acercarse a mis amigos o amigas. No demostró el más mínimo interés por nadie.

 - Bueno, supongo que le darían celos por el extenso pasado que tienen juntos. A vos tampoco te veo muy cómodo hablándome ahora de que está con otro.

- Sí. Pero yo no la dejé y te dije que volvería con ella. Aunque eso fue antes de saber que estaba con otro. De todas formas la perdonaría si volviera. Pero no es fácil que eso suceda. En general, las mujeres no hacen nada precipitadamente. Debe haber meditado unos dos años antes de tomar la decisión. En esas circunstancias un hecho aparentemente trascendente como que se acueste una vez conmigo podría no significar nada. Según las normas teocráticas, si tengo una sola relación sexual con ella significa que la perdoné y que el matrimonio continúa. Pero ella podría estar conmigo uno o dos meses y luego decir que ya no es lo mismo, que ya no siente lo de antes. Tendría que esperar a que ella consiguiera otra pareja para quedar libre.
He sufrido mucho, estoy muy cansado y no me quedan demasiadas fuerzas.

- Complicado y serio asunto. Lo lamento. ¿Por qué crees que sería un milagro que estuviera contigo?

- Tienes cuarenta. Pareces de treinta. La máquina nueva, sin uso. Gorduritas bien repartidas y en los lugares justos. Más veinticinco años de hambre acumulada.
No solo sería un milagro que te conquistara. Resultaría un milagro mayor que durara más de dos meses como tu esposo, ¡terminarías enviudando irremediablemente!
Eso sí, me gustaría verles las caras a los de la funeraria. No sé cómo se las arreglarían para borrarme la sonrisa de oreja a oreja. ¡No habría muerto más simpático en el cementerio!

- (Riéndose) ¡Ay, Carlos! No sé si decirte gracias o pegarte un puñetazo en el plexo solar. ¡Atrevido!

- No. ¿Por qué? Me preguntas y te digo la verdad. Es más: duraría dos meses con la luz apagada. Te me apareces en la noche de bodas con un baby doll de gasa negra y quedo seco allí. Y tú casada, viuda y virgen, en minutos. Con la luz apagada: ojos que no ven corazón que no siente. Pero, al mes de casados recibiría un doctorado “magna cum laude” en braille, otorgado por Harvard.

- ¿Me estás diciendo que te gusto?

- Nena, no te estoy proponiendo nada. Tengo un hijo un año menor que tú. No soy tu amigo para acercarme a una mujer que me excita. Soy un amigo sincero, pero tengo ojos y veo que eres joven y bien formada. No te convengo. Con ese cuerpo y tu ser interior bien podrías conseguir algo mucho mejor que yo. Por eso hablo de milagro. No estás para un premio consuelo como yo.

- Bueno, cambiemos de tema. No me gusta que te llames a ti mismo “premio consuelo”. Supe que les has contado a algunas personas del barrio lo que te ocurrió con Graciela.

- Sí, se lo conté a algunos. Otros se habrán contado entre sí. Muchos nos vieron juntos y dejaron de vernos. Preguntaron. En otros casos necesité desahogarme.

- Eso no es bueno. Podrías estar alejando personas de la verdad.

- Curioso. Hablas de la verdad y debo esconder lo que pasó. Graciela repite como un lorito la letra que le dan. Dice: “Vos sabías a dónde me llevabas”. Si yo debo saber, los demás también deben saber a dónde van. No soy un estafador, yo les leo la letra chica, no quiero engañar a nadie. Jehová es el Dios veraz, él también juega con las cartas sobre la mesa. ¿Por qué sus adoradores habrían de hacer algo distinto?
Si hay algo que ocultar, hay culpa, gato encerrado. No condice con “la verdad”.

- Me duele eso que dices. Hay cosas que los de afuera no pueden entender fácilmente.

- ¿Soy tu enemigo por decirte la verdad? Además, yo estoy adentro y no lo entiendo. Ni lo voy a entender, porque no tiene base bíblica. Es un error caprichoso de los hombres, que falsamente hacen a Dios pecador.

- ¿Por qué Dios pecador?

- Porque dicen que es la voluntad de Jehová. Todo lo que dice el esclavo no es la voluntad de Jehová, no si no hay base bíblica; ellos no son inspirados ni reciben una revelación. Además no son infalibles, lo que es equivalente a decir que son falibles, que fallan, que se equivocan. Decir que todo lo que viene del esclavo es la voluntad de Dios raya en la idolatría. ¿Qué se llevaba el chivo expiatorio?

- Los errores del pueblo.

- Perspicacia dice que error y pecado son sinónimos en ciertos contextos, o desde cierto punto de vista. Más exactamente, error es un aspecto parcial del término más general “pecado”.

- Sí, es cierto.

- El esclavo pide espíritu en oración. Cuando se equivoca, ¿el espíritu yerra también?

- No.

- No, es claro, porque de esa forma Dios estaría pecando y eso es imposible. Dios no peca. Entonces, no puede ser la voluntad de Jehová si hay error. Por algún motivo no siempre reciben el espíritu. Eso lo sabe Dios, no yo, el motivo lo sabe Dios. Pero puedo llegar a conocer si el espíritu estuvo o no por sus frutos. En general, el espíritu está, la grandiosa obra que están haciendo sería imposible sin ese espíritu. Dios bendice la obra en general, pero hay detalles que desafinan. Apenas detalles, que en mi caso me han hecho mucho daño.

- Pero, si estás dañado, podrías haberte desahogado con un hermano.

- ¿Sí? ¿Me desahogo con un hermano que piensa o repite sin pensar que una relación íntima de amistad con una mujer es inmoral? ¿Hicimos algo inmoral nosotros dos?

- No, Carlos, nada. Por favor, perdóname, pero me voy a casa. No te enojes conmigo, te amo. Pero quiero irme.

- Supongo que no quieres que te acompañe.

- No, no te enojes, quiero ir sola.

- No me enojo, querida amiga, bendiciones. Por favor, cuando estés dentro de tu casa envíame un “ring” a mi teléfono para saber que estás bien. No necesitas hablarme, sólo un flash para estar tranquilo.

- Hasta pronto. (Ella me dio un beso en la mejilla)

- Te quiero, hasta cuando quieras. No te olvides del flash.

No hay comentarios: