No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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jueves, 12 de diciembre de 2013

«ELÍ, ELÍ, ¿LAMÁ SABAKHTHANÍ?»



¿Cómo aprende a cruzar la calle un ser humano?


Algunos contestarán que, cuando el niño o la niña tienen unos cuatro o cinco años, el padre o la madre toman su mano (“Dale la mano a papá, o a mamá”) y comienzan a explicarle que hay que mirar para ambos lados de la calle, fijarse que no viene ningún automóvil o que está lejos, que no es prudente correr y arriesgarse, etc. Si respondieran esto, estarían equivocados. El aprendizaje comienza mucho antes.

Cuando el hijo todavía no sabe caminar, en muchas culturas se recurre a una estimulación temprana, generalmente cantando una canción. En nuestra tierra es popular una en la que el padre, o algún otro familiar cercano, levanta su mano y la hace oscilar rotando la muñeca, a la vez que canta: “¡Qué linda manito que tengo yo! / Graciosa y chiquita / Que Dios me dio”.

El bebé mira, observa, al principio inerte. Pero su sistema cognitivo es una esponja ávida que absorbe todo lo que puede de su entorno. En algún momento reacciona, levanta su mano y trata de responder al estímulo por imitación. Es la primera referencia a la mano que aprende.

Más tarde, su sistema nervioso llegó a un grado de madurez que le permite ensayar traslaciones; hasta que aprende a caminar. Al principio causa gracia y mucha ternura ver la torpeza de sus movimientos; hasta que el cerebro ajusta el equilibrio fino. Parece un borrachito. Pero progresa rápido. Durante esta etapa va adquiriendo un lenguaje, comprende más de lo que puede expresar y entiende muchas cosas simples. Es cuando uno le pregunta: ¿dónde está tu mano? Y levanta una. O bien, ¿dónde está tu nariz? Y la señala o la toma entre sus dedos. No podría “darle la mano a papá” si no supiera dónde está su mano.

Pero, todavía no cruza la calle ni siquiera de la mano; a menos que sea un lugar muy tranquilo, de muy poco tránsito. Al principio uno no se arriesga a que tenga un traspié justo cuando lo llevamos sobre la calzada. Por seguridad lo alzamos y cruzamos la calle con el hijo en brazos. Aunque él o ella están aprendiendo, pese a la pasividad.

Después, cuando la seguridad de sus movimientos y su experiencia de vida resultan suficientes, es cuando uno se atreve a explicarle lo que hacemos al llevarlo de la mano, que es la respuesta errónea del principio. Generalmente esto ocurre cuando comienza su educación primaria o muy poco antes. Posteriormente uno le dice: “papá te mira, avísame cuándo vas a cruzar solo y yo te digo si está bien”. Esto, es claro, en una calle de poco tránsito.

Así, de a poco, va logrando independencia. Un día podrá cruzar sin supervisión a hacer una compra y, no mucho después,  la avenida atestada de vehículos.

Es un proceso gradual y lento. Jamás podríamos encerrar a nuestro hijo en una burbuja de cristal tibia y confortable, llevarle la comida y toda la educación seglar que le haga falta, sin que tenga ningún contacto con este peligroso mundo, y esperar que, cuando cumpliera la mayoría de edad, saliera de la burbuja al mundo sin que peligre su vida. Sería la mejor manera de asesinar a quien pretendemos proteger. Uno no le explica a un aspirante a piloto cómo se maneja un avión e inmediatamente le exige que haga alta acrobacia aérea. Primero aprende a volar, acompañado, guiado. Luego vuela solo. Más tarde se le enseña la acrobacia elemental para que pueda tener un mínimo de recursos ante alguna emergencia con su avión. Y, solo después, si él quiere, (porque arriesga innecesariamente su vida) está en condiciones de hacer “cosas grandes”.

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el título principal, con las palabras de Jesús en el madero, como registra Mateo? (Mateo 27: 46)


Un juicio universal, que asienta jurisprudencia eterna.

Hace algo más de seis mil años que venimos viviendo y atestiguando en un juicio de importancia universal. Satanás se rebeló contra Jehová con mucha inteligencia. No planteó una cuestión de fuerza, de poder. No, puso en tela de juicio la integridad y la generosidad de Dios mismo con sus creaciones. Sugirió que Dios no daba todo lo que podía dar a sus criaturas. Más tarde, hasta se atrevió a poner en duda la lealtad de los que aman a Dios diciendo que lo hacían por interés y que lo maldecirían en su propia cara si les quitaba su favor. ¡Pobre Job, le tocó bailar con la más fea! Pero, ¡qué bien bailó! ¡Cómo le cosió la boca al Mentiroso! (Aunque el Mentiroso es obstinado y libró su boca más tarde,  para seguir acusando un tiempo más)

De eso se trata. De juicio, de testigos. Testigos de Jehová y testigos de Satanás. El mundo muestra el resultado de la rebelión y los leales a Dios los frutos de vivir de acuerdo a las normas divinas. El contraste es evidente. Los testigos demuestran quién decía la verdad y quién fue el mentiroso asesino. Todos los testigos, los que están con Dios y los que le ignoran o le desprecian. Nuestras acciones fundamentan el juicio. Las acciones de toda la humanidad.


Los testigos deben dar testimonio independiente.


Un testigo comprado no sirve. Un muñeco de ventrílocuo, tampoco. Un testigo con validez legal, para que el juez pueda basar su decisión judicial de acuerdo a derecho, debe ser espontáneo y veraz. Quizás aporte una parte de la verdad. Quizás tenga cierto punto de vista. Pero debe ser independiente y veraz. El testigo habla por sí mismo, no sirve si otro habla a través de él.

En algún momento, aunque Dios es un Padre que nos lleva de la mano,  vamos a tener que cruzar la calle solos.

El testimonio no es una demostración de fuerza o de habilidad. Es, más bien, una manifestación de voluntad, de lo que hay en nuestro corazón.

Dios no nos pide que hagamos cosas imposibles para un ser humano. Espera espontaneidad y Él pone el resto, lo que no podemos hacer.

David no salió contra Goliat porque Dios lo empujó. Un muchacho insignificante, sin entrenamiento militar, sin armadura, salió con la furia y la decisión de un león contra un gigante, cuando el rey y el ejército de Israel estaban inertes, sin saber qué hacer. El corazón de David hizo que enfrentara con arrojo a quien había ofendido y desafiado a su más grande Amor, Dios mismo, el Dios de David, Jehová. ¿Potenció Dios la fuerza de la piedra? Probablemente. Pero el testimonio no lo dio la piedra.

Cuando los levitas que portaban el Arca debían cruzar el Jordán, crecido y torrentoso, era humanamente imposible que llegaran a la otra orilla. Pero ellos tuvieron que entrar sus pies en el agua para que Dios después abriera el paso sobre el lecho seco. Dieron testimonio de fe inquebrantable a Jehová entrando en el río sin saber qué iba a pasar. Una vez que atestiguaron, Dios les allanó su senda. Pero empezaron a cruzar sin ayuda. Mostraron qué había en sus corazones. Dieron testimonio a favor del Dios de Israel.

Así como a Jesús le retiró Su espíritu cuando llegó el momento supremo, nosotros también debemos esperar que en algún momento de la tribulación tengamos que valernos solos, por nosotros mismos. A fin de cuentas, debemos dar el testimonio final, y tiene que ser independiente y veraz.


¿Qué conclusión saco?

Sobreproteger  al rebaño no es bueno; abandonarlo, tampoco. ¿Qué hacer?

Humildemente, pienso que lo mismo que con un hijo. Primero de la mano, después viendo desde atrás y, alguna vez, solo. Un poco de experiencia previa  antes de la carrera final. Entrenamiento. Vivir sin miedos, atreverse a caminar en las sendas de Jehová, pero sin esperar que siempre sea el pastor quien elija el bocado de pasto que nos vamos a llevar a la boca. Somos ovejas, pero Dios nos dio libre albedrío. Aprendamos a caminar solos, pero con Jehová en el corazón, para que salvaguarde nuestros pasos.

Es preferible tropezar ahora y aprender, que caer después en la tribulación, para siempre. Alguna vez vamos a tener que caminar, cruzar o volar solos.

¿La fórmula? Conocimiento, amor y equilibrio.



martes, 26 de noviembre de 2013

Piénsalo


Todos quieren volver a la naturaleza, solo que no a pie.

                            Petra Kelly

Pesa sobre el hombre esta especie de maldición: que siempre necesita saber lo que ignora, y nunca tiene ocasión de hacer uso de lo que sabe.
                          
                             Johann Wolfgang von Goethe

La ausencia hace disminuir las posesiones pequeñas pero aumenta el valor de las grandes, de la misma manera que el viento extingue una pequeña llama, pero aviva un voraz incendio.

                            La Rochefoucald


jueves, 21 de noviembre de 2013

Dr. Jekill and Mr. Hyde







Alguna vez fue una nenita encantadora. Dulce, tierna, inocente, de sonrisa hospitalaria, muy cariñosa. Yo le decía "mi Osita Koala" porque me abrazaba colgándose de sus brazos y rodeándome con sus piernas, como los ositos koala a los árboles.

Después fue creciendo y yo madurando (que es un eufemismo por envejeciendo). De vez en cuando me daba alguno que otro abrazo como los de antes, pero sin las piernas, es claro. Además, no hubiera estado seguro de poder soportarla; sobre todo ahora, que estoy tan maduro que diría que "a punto de pudrirme".

Hoy es una joven mujer que sigue siendo dulce -como la miel-, tierna, inocente, cariñosa, romántica y soñadora. Hace rato que ya no me abraza como una koala, ya tiene otro árbol que ella eligió.

Cosas de la vida. Este "maduro" hombre sigue caminando solo la vida y con un abrazo menos. En realidad no estoy solo: somos dos que caminamos por el mismo rumbo. Uno es un hombre que la ama y quiere que sea feliz; el otro, es un monstruo egoísta que quisiera que no hubiese crecido para que no se fuera. Dr. Jekill and Mr. Hyde, ni más ni menos.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿PARA QUÉ SIRVE EL PSICOANÁLISIS Y QUIÉN FUE EL MEJOR PSICOANALISTA?




El psicoanálisis sirve para hablar y construir una imagen de uno mismo sin la distorsión de nuestra engañosa conciencia. El psicoanalista sirve de "espejo", ayudándonos a comprender nuestras propias flaquezas y desatinos.

Algunas personas logran con ello perdonarse algunas cosas propias, porque en toda comprensión de la razón de una conducta hay un principio de perdón. Pero lo que todos logran alguna vez, si persisten, es perdonar a los demás sus propias debilidades, a través del conocimiento de las propias. Hay rasgos de nuestra personalidad que nunca cambiarán en este viejo sistema, pero la comprensión puede ayudar a limarle los bordes filosos que dañan a los demás y nos alivia para poder convivir lo mejor posible con lo que no podemos cambiar.

Generalmente lleva bastante tiempo lograr algún avance en ciertas cuestiones; los seres humanos no somos simples como para que otro hombre o mujer, por capaz que sea, pueda lograr algún progreso inmediato.

"Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, 4 dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5 Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?». 6 Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. 7 Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». 8 E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. 9 Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, 10 e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?». 11 Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante». (Juan 8 : 3-11; Levoratti-Trusso)

Nunca nadie colocó un "espejo" delante de tantas personas en tan poco tiempo. Esto, para mí, convierte a Jesús de Nazaret en el mejor psicólogo de todos los tiempos. ¿Usted qué opina?

domingo, 17 de noviembre de 2013

Empezar a ser




El amor es lo más destacable de todo cuanto existe, desde el mismo momento en que la Palabra Inspirada dice: “8 El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor.” (1ª de Juan 4: 8) y, también, “Dios es amor” (1ª de Juan 4: 16, 2º párrafo, ab initio)

La Sociedad bien ha enseñado que Dios no creó todo por necesidad, sino por amor. Jehová es el Creador y la fuente de vida, de forma que no solamente es el Creador, sino el Sostenedor de todas las cosas. Las cosas son y se mantienen por Amor.

El papel destacado del amor fue enseñado por Jesucristo: “35 Y uno de ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: 36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» 37 Él le dijo: «”Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” [Deuteronomio 6: 5]. Este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a él, es este: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo” [Levítico 19: 18]. 40 De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas».” (Mateo 22: 35-40)

Más tarde, por inspiración, las Escrituras, registran: “8 No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido [la] ley. 9 Porque el [código]: «No debes cometer adulterio, No debes asesinar, No debes hurtar, No debes codiciar», y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: «Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo». 10 El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.” (Romanos 13: 8-10) Ver: 1ª a los Corintios 13: 1-8.

Pero entonces, ¿no somos todos pecadores? ¿No es el corazón traicionero? Sí, somos pecadores y el corazón es traicionero (Romanos 3: 23;  Salmos 51: 5;  1ª de Juan 1: 8;  Jeremías 17: 9)  ¿Por qué peca una persona? Tanto que sea perfecto como imperfecto: por falta de amor. Adán pecó por falta de amor.

La única esperanza de no pecar se basa en poder llegar a amar al máximo, hasta las lágrimas, hasta el dolor, hasta el sacrificio, de todo corazón, con cuerpo y vida, con el gozo de dar. Sea a Dios o a los seres humanos, hombres o mujeres, da lo mismo. La única garantía que podemos llegar a tener es el amor. Si amamos santificamos al objeto de nuestro amor, sacralizamos la relación: madre, padre, hermanos, hijos, amigos, esposos. “El amor no obra mal”.

Dios puso amor y la capacidad de amar en nosotros. Fuimos creados a su imagen y semejanza. También se nos dio un talento de amor. Algunos, como el esclavo indolente, temen desagradar al Amo y entierran su amor por temor a perderlo “negociando” [Mateo 25: 24-30]. ¿Qué dice el Amo? “18 No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor ejerce una restricción. En verdad, el que está bajo temor no ha sido perfeccionado en el amor.” (1ª de Juan 4: 18) Nosotros somos imperfectos y pecadores; pero no hay límite para nuestra capacidad de amar. Si no fuera así, estaríamos perdidos. Ni el rescate podría salvarnos. Porque para que el rescate sea efectivo, debemos conocer, amar y ejercer fe. Pero si traslado montañas y no tengo amor, nada soy. (1ª a los Corintios 13: 2)

El que ama imperfectamente, con una restricción, con reticencia, tiene más posibilidades de pecar que el que ama sin tapujos, con libertad y entrega. Por eso Dios dice: “Contra el amor no hay ley.” El que ama sin medida, sin más medida que no ofender a Dios ni al amado, cumple con la ley, porque la ley es un código de amor. (Vea Gálatas 5: 22 y 23, la deducción es automática. Vea, también, que pone al amor en primer término) [1]

¿No corremos el riesgo de llorar? ¿No es osado el compromiso íntimo, profundo, sentimental? Sí, cuando se crean lazos se corre el riesgo de llorar. La vida es riesgo. No por eso dejamos de vivir. Inquieran a Jehová si no “lloró” por nosotros.

¿Qué hizo Jehová con Caín? Le advirtió y lo dejó hacer. No puso un ángel con una espada flamígera alrededor de Abel; no le prohibió acercarse a su hermano. Dios le dio libre albedrío al hombre. Jehová se respeta a sí mismo y respeta a sus creaciones. Lo dejó hacer (porque "[el amor] tod[o] l[o] espera"  [2] (1º a los Corintios 13: 7). Caín hizo un desastre. Pero nada que Dios no pueda arreglar a su debido tiempo.

Los hombres no pueden ser más que Jehová. Un consejo, una advertencia, no es una orden, mucho menos, una ley. Jehová no actúa de esa manera. Los consejos se aceptan o no, no se obedecen. Las leyes y las órdenes sí deben ser observadas. Como vimos, amar es una obligación. Lo demás es vida, lo demás es riesgo.

Si amamos con todo, cuerpo y vida, corazón y espíritu, el riesgo se minimiza o desaparece. Está escrito: si no podemos amar, nada somos. Solo se trata de vivir, solo se trata  de empezar a ser



Ramos Mejía, 31 de octubre de 2013.


Por si no lo pensó:

[1]  El pueblo de Israel tenía la ley grabada en piedra. Sin embargo, el profeta de Dios dijo, en su Nombre, que Dios alistaría un pueblo que tendría la ley grabada en el corazón. El corazón, metafóricamente hablando, simboliza la personalidad del hombre en su estado más profundo, la fuente de sus deseos, sus valores y metas, lo que lo mueve a actuar y buscar. Este corazón es uno solo. El "corazón traicionero" de Jeremías 17: 9 es el mismo de Jeremías 31: 33 y el de Mateo 22: 35-40. ¿Grabaría Jehová la ley en nuestros corazones para que luego la traicionáramos? ¡Un rotundo NO! La única manera de conciliar estas dos expresiones es considerando que el corazón y la personalidad se pueden convertir. ¿Cómo? Por amor, es claro. La secuencia sería: Conocimiento de la verdad, fe, amor, arrepentimiento y conversión. Pero, sin amor no puede haber arrepentimiento y, sin él, tampoco conversión. Aún así, el amor y la conversión no nos quitan la calidad de pecadores. ¿Cómo evitar pecar contra el prójimo [3]? Nuevamente amando. Porque pecar contra otro implica automáticamente que no lo amo como a mí mismo. Si lo amo menos que a mí estoy siendo injusto, inicuo. [in: partícula negativa; aequus: igual. Que no trata por igual; que no observa la equidad; desparejo; injusto. Vea Lucas 11: 13].

«31 “¡Mira! Vienen días —es la expresión de Jehová—, y ciertamente celebraré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; 32 no uno como el pacto que celebré con sus antepasados en el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, ‘el cual pacto mío ellos mismos quebrantaron, aunque yo mismo los poseía como dueño marital’, es la expresión de Jehová.”
33 “Porque este es el pacto que celebraré con la casa de Israel después de aquellos días —es la expresión de Jehová—. Ciertamente pondré mi ley dentro de ellos, y en su corazón la escribiré. Y ciertamente llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo.”
34 “Y ya no enseñarán cada uno a su compañero y cada uno a su hermano, diciendo: ‘¡Conozcan a Jehová!’, porque todos ellos me conocerán, desde el menor de ellos aun hasta el mayor de ellos —es la expresión de Jehová—. Porque perdonaré su error, y no me acordaré más de su pecado.”» (Jeremías 31: 31-34)

«6 Pero ahora [Jesús] ha obtenido un servicio público más admirable, de modo que también es mediador de un pacto correspondientemente mejor, que ha sido establecido legalmente sobre mejores promesas.
7 Porque si aquel primer pacto hubiera estado exento de falta, no se habría buscado lugar para uno segundo; 8 porque él encuentra falta en el pueblo cuando dice: “‘¡Mira! Vienen días —dice Jehová— y celebraré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; 9 no según el pacto que hice con sus antepasados en [el] día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, porque no continuaron en mi pacto, de modo que dejé de interesarme en ellos’, dice Jehová”.
10 “‘Porque este es el pacto que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días —dice Jehová—. Pondré mis leyes en su mente, y en sus corazones las escribiré. Y yo llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo.
11 ”’Y de ningún modo enseñarán ellos cada uno a su conciudadano y cada uno a su hermano, diciendo: “¡Conoce a Jehová!”. Porque todos ellos me conocerán, desde [el] menor hasta [el] mayor de ellos. 12 Porque seré misericordioso en cuanto a sus hechos injustos, y de ningún modo recordaré más sus pecados.’”
13 Al decir él “un nuevo [pacto]” ha hecho anticuado al anterior. Ahora bien, lo que se hace anticuado y envejece está próximo a desvanecerse.» (Hebreos 8: 6-13)

«19 Y ciertamente les daré un solo corazón, y un nuevo espíritu pondré dentro de ellos; y ciertamente removeré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, 20 para que anden en mis propios estatutos y guarden mis propias decisiones judiciales y realmente las ejecuten; y realmente lleguen a ser mi pueblo y yo mismo llegue a ser su Dios”’» (Ezequiel 11: 19-20)

«26 Y ciertamente les daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré dentro de ustedes, y ciertamente quitaré el corazón de piedra de su carne y les daré un corazón de carne. 27 Y mi espíritu pondré dentro de ustedes, y ciertamente actuaré de modo que en mis disposiciones reglamentarias anden, y mis decisiones judiciales guarden y realmente ejecuten.» (Ezequiel 36: 26-27)


[2] Jehová no usó la presciencia para saber si Caín iba a matar a Abel; simplemente le advirtió, lo amó, respetó su libre albedrío y esperó que él reflexionara y corrigiera su rumbo. De haber usado la presciencia, hubiese faltado a su palabra (Isaías 55:11 -Él le otorgó libertad de elección al hombre-) y también habría sido partícipe del pecado de Caín, pero eso es imposible: es impensable que Dios falte a su palabra y que incurra en pecado.

[3] Prójimo es un concepto, etimológicamente cognado con próximo, que puede utilizarse como sinónimo de semejante, cercano o vecino. En lingüística histórica, se llama cognados o dobletes a aquellos términos con un mismo origen etimológico, pero con distinta evolución fonética. El vocablo se deriva del latín cognatus, de co- (con) y -gnatus, natus, participio del verbo latino nascì "nacer". Su traducción literal sería consanguíneos, con un mismo antepasado, o relacionado por una misma naturaleza, característica o función análoga. [Copiado de Wikipedia]

martes, 5 de noviembre de 2013

Las primeras lecciones


Hay muchas cosas que los seres humanos damos por sentadas, o que no nos tomamos el trabajo de analizar y valorar debidamente.

Una de ellas es el calibre de la relación entre un hijo (o hija) y su madre. Mientras uno está en el vientre materno no hay distinción entre ambas personas. El hijo no percibe que él y la madre son dos seres
diferentes. Se halla cómodo, en un lugar cálido y a resguardo. No necesita respirar mecánicamente, porque el oxígeno que precisa le llega a su sistema circulatorio a través de la placenta y del cordón umbilical. El anhídrido carbónico se va de la misma manera y tampoco tiene hambre; lo que necesita está siempre en su sangre (a menos que la madre esté padeciendo una necesidad extrema, pero lo que precisa -si queda algo- lo quita de la madre). En una situación normal, un ser humano en gestación no necesita nada, porque todo le viene servido. Ignora lo que es necesidad hasta que nace. Él forma parte de su entorno y el entorno es él. Su madre y él son uno solo.

Pero por fin viene un día en el que tiene que salir fuera de su madre. Todo cambia y mucho. No importa que hayan tratado de aumentar la temperatura del lugar de alumbramiento: falta la contención, faltan la intimidad, el contacto estrecho, la media luz rojiza o la oscuridad, ese latir familiar que, cual música, le acompañó en su hospitalaria estancia. De pronto, pierde el abrazo del cuerpo de su madre que, hasta ahora, era él mismo. Él no sabe qué es un cuerpo, ni qué es un abrazo; hasta, quizás, tampoco sepa qué es una madre. Pero todo eso le falta. Es como si el universo en que vivía se hubiese hecho infinito en un instante, aunque él no sabe lo que es un instante, ni un universo, ni el infinito. Pero lo siente. Súbitamente se agrega que su sangre perdió contenido de oxígeno y éste ya no llega más como antes. Él tampoco sabe nada de esto, pero algo lo obliga a reaccionar de la manera adecuada: llora, grita. Vacía sus pulmones de algún resto de líquido y los llena de aire. Hace un rato, apenas, que acaba de nacer y ya ha terminado de rendir su primer examen y de aprender su primera lección en su nueva vida: que necesita, que tiene que pedir. Y esto aunque no sabe  nombrar el concepto, ni escribir su nombre, ni puede explicarlo a otros. Ya vendrán nuevas lecciones. Por ahora, en el más profundo y primitivo rincón de su cerebro siente algo que después sabrá cómo llamar, pero que nosotros reconocemos que es la necesidad, y que si expresa su presencia con el llanto esta sensación desaparece y el equilibrio se restablece, todo viene a ser un poco más parecido a lo que perdió. Un poco, nada más. Un poco parecido.

Lo colocan sobre la madre y... ¡ah! ¡Ese latir tan familiar otra vez! Y calor... vuelvo a sentir algo alrededor mío. Aquí está, de nuevo... Pero hay algo distinto...

Ante una nueva sensación desagradable, otra queja y un pecho tierno dejará salir un líquido tibio que saciará la demanda, trayendo nuevamente la calma. Pero sus ojos verán algo que nunca antes habían mirado. La imagen no puede estar en foco y no lo estará hasta cumplido el primer año de vida, pero paulatinamente se irá haciendo cada día más clara. En poco tiempo ensayará torpes caricias a ese pecho que le trae paz, mientras fija sus ojos en los de su madre.

Durante este proceso, él aprende, con dolor, que entre la sensación desagradable de la falta y la respuesta restauradora transcurre una espera. Es su primera lección acerca del tiempo y también esto le dice que él y la madre no son uno. Pero hay mucho que aprender todavía. Algunos nunca lo logran.

En algún momento de su existencia él debería darse cuenta que por un tiempo largo no necesitó pedir nada. Todo lo tenía, no había carencias, como en un nirvana. Después le hizo falta pedir y fue saciado. Por último, comenzaron a pedirle a él y debió saciar a otros.

Uno debería darse cuenta que comenzaron dándonos todo sin tener siquiera que pedirlo. Es una deuda que adquirimos aun antes de ver el mundo de afuera. Recibimos sin que se nos pidiera nada a cambio.
Deberíamos responder dando todo sin esperar respuesta. Solamente como acto de justicia, porque nos dieron. Antes de hacer nada por alguien.

Pero, después, nos enseñaron a pedir, para aprender que todo no era uno mismo y que existen otros que también tienen necesidades, aunque satisfagan ocasionalmente nuestras demandas. Solo después se nos pidió dar a nosotros. ¿Cómo respondimos?

Hay mucho que aprender: que, del cielo para abajo, no hay nadie que ame como puede hacerlo una mujer, especialmente si es madre. Y más: esta maravillosa mezcla de un  proceso biológico y una escuela de vida, ¿se hizo por la casualidad ciega? ¿O es obra de un Ser sabio, justo, inteligente y que, además, es la fuente de vida y es Amor? ¿Quién programó todo para que supieras que no eres todo cuanto hay, sino que hay otros y que tienes necesidades y puedes cubrir las de otros?

Hay mucho que preguntar, mucho que responder, mucho que meditar. Y una sola certeza: Alguien nos amó primero.

 

sábado, 12 de octubre de 2013

Doy gracias de ser apenas un hombre.



Tenía yo veintinueve, treinta años, cuando formé parte del equipo de auditores e inspectores de un importante banco nacional.

Entre los inspectores estaba Mario. Un excelente profesional que tenía lo que podría llamar un vicio, una compulsión o una manía: era un mujeriego incurable. Cuando Mario llegaba a una localidad, los escoceses, por las dudas, usaban pantalones. Tenía el don de absorber cantidades industriales de alcohol sin perder el buen gusto ni el equilibrio. Los muchachos de Auditoría lo habían apodado "el Pájaro Loco". Pocas veces un nombre ha sido tan bien puesto.

Mario era muy simpático, arrojado, seductor. De buenos modales y buen nivel cultural, económicamente desahogado, seguro, joven y apuesto, ganaba siempre.

Una noche, en una de las tantas poblaciones que visitábamos en el interior de nuestro país, asistió a un baile. En una mesa estaba sentada una joven mujer muy bella. Nadie la sacaba a bailar, lo que aquí llamamos "planchar"; planchaba ropa de manera inexplicable. ¿No veían los demás hombres qué linda mujer estaba a la mesa?

Por fin, cansado de hacerse preguntas, decidió ir directamente  "al frente", sin rodeos. Valor le sobraba. Con el piloto automático y todos los giróscopos al ciento por ciento, fue hasta la mesa y la invitó a bailar. La joven dijo "no" de veinte maneras diferentes, pero Mario no era de los que se rendían; de manera que terminó saliendo a la pista con él. Bailaron. Conversaron, rieron.

Cuando la velada estaba por finalizar él le propuso dormir juntos. Ella hizo todo lo que pudo por que eso no llegara a suceder, pero Mario no aceptaba un "no" como respuesta. Si tuviera que describirlo de una manera algo jocosa, pero exacta, diría que Mario era un hombre que violaba a las mujeres con su consentimiento. Terminaron en un  motel con la luz apagada.

Claro, yo no estuve ahí. Me lo contó Mario y le creí todo. No era de los que mentían, ni necesitaba mentir.

Cuando nos relató lo que había pasado hizo gala de su humor negro. Desde ya, nosotros no sabíamos nada. Hubo una vez una mujer hermosa a la que nadie miraba, que terminó bailando con nuestro jefe y se fue con él. Mario contó que todavía el alcohol lo estaba dominando cuando la tuvo desnuda en la cama. Fue entonces cuando quiso acariciarle las piernas y no encontró nada. "¡Baaaahh, igual tuve coito con ella! ¡Con el pedo (1) que tenía!"

Cuando volvió la calma. Ella lloró y le contó que había tenido un accidente y le amputaron ambas piernas. Su novio la dejó y nunca nadie le volvió a prestar atención. Ella le dio las gracias por haberla hecho sentir mujer otra vez. No volvieron a verse.

Mario estaba como un caballo desbocado riendo y expresando cosas con un humor negro que nos daba vergüenza ajena:
- "Yo decía: ¡qué bien baila esta mina! (2) ¡Claro, con las ortopédicas, yo la sostenía de la cintura y ella iba en el aire!"
- "¡No podés ser tan hijo de p..., Pájaro!"

Cuando daban ganas de matarlo, el Pájaro aflojó, tocó el freno, bajó un cambio y dijo, más calmo:
- "Sin quererlo, le hice un favor..."
Nadie pudo decir nada. El que calla otorga.

Nuestro jefe y compañero era casado. Cometió adulterio con esa mujer. Ella fornicó y fue partícipe de adulterio.

Si usted hubiera sido Dios, ¿cuál hubiera sido su juicio con ella? ¿La hubiera condenado? ¿Y él, qué juicio merecía?

¿Sabe una cosa? Apenas soy un hombre y no juzgo a nadie. ¡Gracias a Dios! Le doy gracias a Dios por no ser dios, ni juez de nadie. No sabría qué hacer.



(1) Pedo: en el Río de La Plata, borrachera.
(2) Mina: una mujer. Cuentan que en tiempos pasados, cuando había esclavos, traían personas de una tribu africana que se llamaba "Mina". Las mujeres tenían cuerpos esculturales. Los "señores" decían: "Mira la mina que tengo", pavoneándose con su nueva propiedad. En un principio el término se extendió a mujeres libres y blancas, pero que no eran ni la madre, ni la hermana, ni la esposa; tampoco una monja. Hoy, en el lunfardo local, casi todas las mujeres son "minas".

jueves, 26 de septiembre de 2013

Profundo



El que comete un mal y tiene temor de que se sepa, posee todavía una semilla de bueno dentro de su maldad; pero el que hace un bien y está ansioso de que se enteren, tiene todavía una raíz de mal en su bondad.
                                                           Proverbio chino.


Muy al norte de la tierra de Svithjod, yérguese una roca que mide cerca de ciento sesenta y seis kilómetros de altura por otros tantos de espesor. Cada milenio acude a ella un pajarillo que afina el pico en la piedra. Cuando, desgastada por este roce desaparezca, habrá transcurrido un día de eternidad.

                                                         Visión hindú.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El tiempo no pasa frente a este texto.


Leí el texto que sigue cuando tenía diecisiete años, el mismo año de la muerte de su autor. Cuarenta y cinco años después, todavía me produce la misma sensación al llegar a su final. 

Encontrar otro mundo no es únicamente un hecho imaginario. Puede ocurrirle a los hombres. Y también a los animales. A veces las fronteras se deslizan o se confunden: basta con estar allí en aquel  momento. Yo presencié cómo le ocurría esto a un cuervo. Este cuervo es vecino mío. Jamás le he hecho el menor daño, pero tiene buen cuidado en mantenerse en la copa de los árboles, volar alto y evitar la Humanidad. Su mundo empieza donde se detiene mi débil vista. Ahora bien, una mañana, nuestros campos se hallaban sumidos en una niebla extraordinariamente espesa, y yo caminaba a tientas hacia la estación. Bruscamente, aparecieron a la altura de mis ojos dos alas negras y enormes, precedidas de un pico gigantesco, y todo se alejó como una exhalación y con un grito de terror como espero no volver a oír otro en mi vida. Este grito me obsesionó toda la tarde. Llegué hasta el punto de mirarme al espejo, preguntándome qué habría en mí de espantoso...



Por fin comprendí. La frontera entre nuestros dos mundos se había borrado a causa de la niebla. El cuervo, que se imaginaba volando a su altura acostumbrada, vio de pronto un espectáculo sobrecogedor, contrario para él a las leyes de la Naturaleza. Había visto a un hombre que andaba por los aires, en el corazón mismo del mundo de los cuervos. Había presenciado una manifestación de la rareza más absoluta que puede concebir un cuervo: un hombre volador...



Ahora, cuando me ve desde arriba, lanza unos pequeños gritos, y yo descubro en ellos la incertidumbre de un espíritu cuyo universo se ha desquiciado. Ya no es, ya no volverá a ser jamás como los demás cuervos...


                                                                     Loren Eiseley (03-09-1907, 09-07-1977), antropólogo estadounidense.

Verdades populares leídas por ahí.


La infancia es como una gran borrachera: todo el mundo recuerda lo que hiciste, menos tú.

Cuando te casas, la novela termina y la historia empieza. (Proverbio francés)

jueves, 15 de agosto de 2013

Una letra de tango hecha a mi medida.

Sin piel
Tango
Música: Eladia Blázquez
Letra: Eladia Blázquez.
¡Ya sé! Llegó la hora de archivar el corazón...
De hacer con la ilusión, que no me va a servir
un lindo paquetito con una cinta azul,
guardarlo en el baúl y no volverlo a abrir...
Es hora de matar los sueños,
es hora de inventar coraje
para iniciar un largo viaje
por un gris paisaje...
¡sin amor!

Voy a aprender a llorar sin sufrir,
sin detenerme a mirar una flor,
a encallecer lentamente
¡igual que la gente sin alma y sin voz!
Voy a entender que se puede morir,
y latir... al compás del reloj;
como una máquina fiel
igual que un robot...
¡sin piel!


Después de haber sentido hasta el dolor.. a los demás,
de darme sin medir, de amar sin calcular,
llegó la indiferencia metiéndose en mi piel
pacientemente cruel, ¡matando mi verdad!
Saber que no me importa nada...
de alguna vibración pasada;
y caminar narcotizado
por un mundo helado...
¡sin amor!



miércoles, 14 de agosto de 2013

Nadie es perfecto


Una mujer: - Si encontraras un hombre guapo, rico, sensible, simpático, que le gustasen los niños y supiera cocinar, ¿qué harías con él?

Otra mujer: - Un documental.

Yo no soy rico. Nadie es perfecto.

jueves, 18 de julio de 2013

Un toque de buen humor.


Esta imagen la hurté de un sitio de una joven llamada Adriana. Me causó mucha gracia. Espero que no me demande judicialmente.


viernes, 10 de mayo de 2013

La niña desnuda


Hace unos cuantos años atrás, en un verano muy caluroso, una vecina tenía en su casa al hijo de otra. Este niño, de alrededor de tres años de edad, estaba completamente desnudo y corría alegre por toda la casa.

Por aquel entonces, esta vecina mía tenía una hija de nueve o diez años. Hoy es una mujer casada y con hijos de menos de cuarenta.

La anfitriona le dijo al niño que fuera al patio a mojarse con su hija. Una puerta se abrió, el niño pasó como el viento por ella y se paró en frente de la niña, que tenía una bombachita (1) de tiro corto (2) blanca, muy pegada a su cuerpo mojado. Ella lo mojó con la manguera y no se dio cuenta de que yo la estaba viendo.

Estaba por bajar la vista cuando la expresión de su rostro cambió. Pero no porque me hubiese visto a mí observándola; ella miró al niño de otra forma. Su expresión facial tenía significado; aunque un hombre común no puede acceder a los pensamientos de otra persona y, por eso, no puedo decir a ciencia cierta qué pasó por su mente. No bajé la mirada, había algo que no tenía que dejar de ver, que no era precisamente la semidesnudez de ella. Por un instante infinitesimal ella dirigió sus ojos a su propio cuerpo y volvió a mirar al niño. Su mirada se enterneció y comenzó a bajar su bombacha hasta que quedó floja y la dejó caer al suelo. Quedaron los dos, frente a frente, desnudos. El pequeño no dio señas de que nada cambiara y ella siguió mojándolo y mojándose en un juego inocente.

Soy de los que creen que la vida nos da lecciones magistrales a cada segundo. Terminé mi observación indiscreta con una extraña sensación de respeto y con una incógnita. Verdaderamente: ¿Qué había pasado? ¿Qué me enseñaba eso?


Ese día no lo supe. Tampoco, creo, al día siguiente. No puedo decir cuándo aprendí la lección, pero fue mucho más tarde.

Los niños no sienten vergüenza de la desnudez hasta pasados los cinco años. Después, todo cambia. Desnudos nos sentimos expuestos, vulnerables. La desnudez pone al descubierto nuestra culpa. Pero los niños son inocentes, viven la vida con candidez. No son perfectos, son como nosotros, nacen pecadores. Sin embargo, dos niños se pelean "a muerte" a cierta hora y dos minutos más tarde juegan juntos de nuevo, como si nada hubiera ocurrido. Se besan, se abrazan, se pegan, se gritan como les surge de su interior. Se muestran tales como son, en total desnudez, aunque estén gruesamente abrigados en el más crudo invierno. Ellos siempre van desnudos, son transparentes, se ve a través de ellos.

Esta niña de nueve años había entrado en la etapa de los pudores, de las culpas. Aunque sola en el patio, había dejado una última barrera a "lo de afuera": su bombacha mojada, que dejaba traslucir el rosa de su piel. Cuando cambió su manera de observar al niño desnudo que tenía en frente, yo supongo que fue porque se percató de una injusticia, de una desigualdad, de una falta de reciprocidad. Ante tanta sinceridad, inocencia, inofensividad, era una injusticia y una falta de respeto no estar a su altura. Inmediatamente corrigió su error: dejó caer la última barrera, para emparejar las cosas. Recobró su dignidad frente al que se mostraba tal cual era, sin miedos.

Esa era la lección. (La Biblia. Primera Carta de Juan 4: 18, de Jehová, Dios)

Nosotros no solo nos cubrimos con ropas. También edificamos otras barreras, corazas, líneas fortificadas, para que el otro no llegue a nuestro lado vulnerable. Nos aislamos. Pero quedamos solos y dejamos solos a los demás.

¿Se acuerdan de ese Ser, tan impopular hoy, que algunos dicen que no existe? ¿Cómo nos creó Él?: DESNUDOS. Y, también, dijo: "No es bueno que el hombre esté solo".

¿Qué me enseñó esto a mí?

Cuando veo que una persona necesita ayuda, me desnudo ante ella. No me quito la ropa que me cubre, levanto o derribo las barreras de mis culpas y temores. No le digo: "cuénteme". Comienzo abriéndole mi corazón y contándole mis cosas. Le muestro mis cicatrices, las heridas que sangran todavía, mi corazón herido, pero latiente, fiel, que me sostiene. Fiel: aunque, a veces, me haga hacer cosas que no quiero, late para mí. Le cuento de mis miserias y debilidades. Destruyo todas las líneas de defensas, quedo a su merced. ¿Y qué hace la persona? Como la niña, tarde o temprano también se quita la ropa.

"Cuando se crean lazos, se corre el riesgo de llorar" (El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry). Pero amar vale la pena y el riesgo. ¡Vaya si vale la pena!


(1) Braga, pantaleta.
(2) Que no llega a la línea de la cintura.

lunes, 1 de abril de 2013

Una paloma, un recuerdo


Un día, hace algunos años, decidí ir a dar de comer a las palomas en la Plaza de los Dos Congresos. Llevé una bolsa de maíz pisado. Una vez que encontré un banco vacío, me senté en él y abrí la bolsa. Dejé caer un puñado a mis pies y comenzaron a llegar palomas desde distintos sitios alrededor.

De pronto, una paloma vino volando y se posó en mi hombro izquierdo. Apenas giré la cabeza para echarle un vistazo. Ella no reaccionó ante mi atención. Antes bien, comenzó a mirarme sin disimulo, como si me estudiara exhaustivamente. Me causó gracia y mucha ternura ver cómo me observaba con un solo ojo desde distintos ángulos, con candidez. Para ese entonces tenía los pies cubiertos por un batallón de palomas, más las piernas, ya que había llenado mis dos manos con maíz y las tenía abiertas sobre mis rodillas. Pero ella seguía en mi hombro.

Despacio, saqué una mano con maíz de entre el montón de palomas que comían confiadas y lo acerqué a mi huésped. Miró el maíz, pero no lo probó. Giré nuevamente la cabeza, esta vez más cerca que antes, y le susurré: "¿qué pasa, no tenés hambre?" Tuve ganas de darle un besito, pero no me animé a romper el hechizo.

Dejé el maíz sobre mis piernas y retiré las manos. Todas las del montón comían como si fuera la última vez. Tomé a una del medio entre mis manos y la subí hasta ponerla en frente de mi cara. Las demás ni se dieron cuenta, o no les importó. Pero la que había tomado temblaba: ¡BRRRRRRR! De pronto me dio pena que se asustara y volví a dejarla en donde estaba. Siguió comiendo ni bien la apoyé y la liberé.

Mientras tanto, la que estaba sobre mi hombro presenció la escena sin hacer nada.

Cuando el maíz se acabó empezaron a volar y la última en dejarme fue mi amiga, la del hombro. No comprendí hasta un tiempo después lo que había sucedido. De alguna forma, esta paloma que no comió había sido designada para cuidar al resto, era una paloma de guardia. Por eso no se distraía comiendo.

El conjunto confiaba a ella su seguridad, pudiendo, entonces, alimentarse despreocupado. Seguramente esta guardia comenzó antes de que se posara en mi hombro. Las palomas que me rodeaban y cubrían no confiaban en mí, sino en ella. Ante la menor señal de peligro ella haría algo para que volaran lejos de la amenaza. Pero, cuando tomé a una del montón ella no les avisó. No sé cómo comprendía que no les haría daño. Entre ella y yo sí se estableció un lazo de confianza y actuó en consecuencia. Cumplió con su deber de cuidar, pero no hizo nada cuando tomé a su compañera, porque sabía que nada había que temer.

No dijo adiós cuando dejó mi hombro. No volví a verla, ni debe ser ya. Pero quedó conmigo.