No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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jueves, 11 de diciembre de 2014

domingo, 19 de octubre de 2014

Me gustas cuando callas. Pablo Neruda

Me gusta cuando callas

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

lunes, 21 de julio de 2014

17 - El fiel de la balanza



[…]

Yo: - Una misma acción puede tener distintas naturalezas. Hay que ver más allá de lo evidente para comprender de qué se trata y cuándo hay que preocuparse.

Ella: - ¿Cómo es eso?

- Veamos un ejemplo que toca un tema recurrente para nosotros: la diferencia entre querer y amar y cómo a veces en el amar hay algunos “quereres” inevitables, pero no nocivos.

- Te escucho.

- Ya te he dicho antes que, para mí, querer es para uno y amar es para el otro. Un hombre con un deseo puramente sexual codicia a una mujer e intenta acercarla a sí para concretar su deseo, que expresa con vehemencia. La quiere egoístamente, para él. Un hombre que no tiene un interés erótico puede desear entregarse a una mujer para hacerle todo el bien que esté a su alcance sin reclamarle nada, por el gozo y la necesidad de servirle; pero también necesita que esa mujer esté próxima para poder ayudarla. Ambos pudieran ejecutar el mismo acto de abordar a esa mujer, pero hay un abismo entre ambas acciones, similares superficialmente. La diferencia está en lo que no se ve, lo esencial es invisible a los ojos.

- Nosotras percibimos muchas veces esas diferencias y no ofrecemos resistencia cuando discernimos las intenciones del corazón del que tenemos en frente. Hay expresiones de cariño o de deseo que sabemos que son inocentes y otras que, claramente, no lo son.

- En efecto, el hombre del primer caso quiere, desea. Tiene una necesidad primitiva y busca satisfacerla. Toma al objeto de su deseo y no le importa nada más que saciar su hambre. Ella es para él, la usa, si puede hacer que consienta. El segundo no la desea para sí, sino que quiere brindarse a ella, darle, no recibir. Si él sabe que ella tiene un problema y su único deseo es ayudarla, necesita ser el prójimo, tiene que estar cerca de ella para enterarse de lo que le está pasando y poder así intentar serle útil. A su vez, ella debe confiar en él y volcarle su corazón para que el deseo altruista encuentre un camino de concreción. Hay un “querer” no perjudicial en eso; quiero acercarme, y que te acerques a mí, para que me uses, para serte útil, para ti, no para mí.

- Pero, ¿hay que enterarse de que alguien tiene un problema para intentar un acercamiento? ¿Los que no tienen problemas no pueden ser amigos? ¿No pueden ser prójimos?

- Pichoncita, vos [tú], por ejemplo, no tenés [tienes] los problemas de Graciela, ¡gracias a Dios! Pero te acercaste a mí. ¿Por qué?

- Yo te conté que necesitaba la contención de un hombre, que no me bastaba con mis amigas, necesitaba un refugio humano, una plaza fuerte, más fuerte que los brazos de mis amigas

- Bueno, no era un problema enorme, pero sí una necesidad; una necesidad insatisfecha, que te dejaba un vacío. Además, ¿quién no tiene problemas? Pero no hace falta saber que alguien necesita ayuda. Uno se acerca por algo, por una afinidad casi nunca explicable. Para ver qué pasa. Esa persona te atrae por algo y te acercas, eso es todo. Te conté de mi amiga. Dudaste, no me creíste completamente. Te pareció un cuento de hadas. Pero te mojaste los pies, apostaste, te pusiste a riesgo.

- Y gané, Carlos. ¡Estoy tan contenta y agradecida con esto!

- ¡Me vas a engrupir[1]!

- ¡No se envanezca, hermanito!

- (Abrazándola ligeramente por la cintura) No me envanezco, pero esta “apretadita” es un digno broche de oro para tantas flores de tu parte.

- Es la manera que encuentro de decirte gracias.

- No me agradezcas, las gracias a Dios, que es la fuente de todo lo bueno. ¡Quién te viera y quién te ve! Diste un millón de vueltas, hiciste un montón de preguntas, algunas repetidas hasta el cansancio. “Astuta como serpiente...” ¡Una convención de serpientes! ¡Caramba, que era difícil la palomita!

- (Con una sonrisa amplia y risa contenida) Y sí… costó llegar a tener el agua hasta el cuello. Los pies con miedito, pero eran los pies. Llegar a estar rodeada de agua fue otra historia. Ahora me atrevo a bucear, es un mar calmo y acogedor. Lo disfruto, me siento bien, libre, confiada.

- Yo también disfruto tu compañía, de “ver” tu libertad y sentir la mía. Amar sin miedos es la única manera de amar. Cualquier otra cosa es una farsa.

- Primera de Juan 4: 18.

- Sí, señorita.

- ¿Viste cómo aprendí? Vos me enseñaste.

- Ya lo sabías.

- Conocía en texto, pero no medía su trascendencia. Vos me enseñaste.

- Yo no te enseñé; los dos aprendimos. Las personas son todas distintas. Cada cual es único e irrepetible. Cada uno requiere un aprendizaje. Los dos aprendimos a crear lazos entre nosotros, a confiar, a esperar, a dar a la medida del otro, a dar por el camino y con el estilo que el otro requiere, con su protocolo. Para que te metieras hasta el cuello en el agua tuve que aprender a calentarla hasta tu medida justa y quedarme quietito, sin hacer olas, hasta que te sintieras a gusto. Después tuve que memorizar el tipo de baño que te agrada, para repetirlo sin darme cuenta y para que entraras al agua sin recaudos, inconscientemente, desapercibidamente, como algo cotidiano, como respirar. Tuve que aprender, tuve que aprenderte.

- ¡Qué misterio el amor, Carlos!

- Sí tiene una parte de misterio, insondable, como Dios. Después de todo, la  Biblia dice que Dios es Amor, es su cualidad más importante. Jehová también tiene una parte de misterio, por su misma Altura y Divinidad. Podemos conocerlo, aprender sus caminos, explicar sus leyes, pero hay una naturaleza superior a la que no podemos ascender, que nunca vamos a comprender del todo. ¿Para qué saber qué es el amor, no es mejor vivirlo?

- Sí, claro. Amor es esto que me pasa. ¿Y por qué? No lo sé, pero me pasa y es hermoso.

- Y no tienes empacho en decirlo.

- No. Siempre hablamos de amor por la hermandad mundial y cosas por el estilo. Siempre tuve en mi corazón la intención de dar hasta la vida por esa hermandad. Pero nunca me imaginé diciéndole a un hombre, que no fuera mi marido, “te amo”. Aunque me siento realmente libre contigo, a veces me asusto un poquito y trato de pensar qué clase de amor tengo por ti.

- ¿Para qué quieres ponerle etiquetas? ¿Necesitas darle un “nombre” a tu amor para estar tranquila?

- Los griegos distinguían cinco tipos diferentes de amor: el amor hospitalario, que se daba a los peregrinos y a los nómades; el amor por los hijos; el amor sexual o erótico;  el amor filial, por los amigos, y el amor por principios, el agape, el más sublime de todos. Y sí, es cierto, cada tanto trato de “etiquetar” el amor que te tengo.

- Entonces, todavía no eres completamente libre. El amor es uno solo. La distinción que hicieron los griegos es en cuanto al entendimiento que hace quien escucha una expresión nuestra acerca de un amor particular. Por ejemplo: yo tengo dos hijos varones. Mi esposa y yo perdimos un tercer hijo que no sabemos qué sexo tenía. Fue muy temprano y salió en pedacitos. De haber nacido, hoy tendría unos treinta y cinco años y, si hubiera sido mujer, se llamaría, casi seguramente, Vanina. En español, podría decirle a alguien que no supiera mucho de mí: “Amo a Vanina”. Ese alguien pudiera preguntarme: “¿Quién es Vanina?” o “¿De qué manera amas a Vanina?”. Y yo le respondería: “Vanina es mi hija”. Entonces, quien me está escuchando sabrá inmediatamente qué clase de sentimiento y relación tengo con ella, suponiendo que soy un hombre sano; porque si sintiera alguna atracción erótica hacia mi hija no sería un hombre mentalmente sano. Si hablara de ti y dijera: “Amo a Julieta”, ante la misma pregunta podría responder: “Julieta es una hermana por elección, como si nos hubiera parido una misma mujer” o: “Somos amigos entrañables”.  En el caso de los griegos, éstos usaban palabras diferentes para cada caso en particular; de manera que se ahorraban muchas preguntas. Pero el amor es uno solo. Y como busca siempre el bien ajeno, aunque es uno, la manera en que se expresa y lo que es bueno hacer o dejar de hacer depende de quién sea el objeto de nuestro amor y de las circunstancias particulares del caso. Pero, como sería en el caso de una hija, hay cosas que salen naturalmente, sin esfuerzo, no es que uno se tenga que estar mentalizando.


- No es que esté en desacuerdo con lo que dijiste, pero, ¿podrías darme alguna razón para asegurar que el amor es uno?

- Sí. Dios es la personificación del amor y es “un solo Jehová”; es único, una sola persona. Es un Dios de amor, justicia, orden y rectitud. Él es siempre el mismo y trata a todos de la misma manera. En Él no existe la variación del giro de la sombra, como dicen las Escrituras.

- ¡Vaya! No lo había pensado. Pero Él no puede desarrollar un amor erótico…

- No, desde ya que no. Pero tiene hijos; desgraciada e inmerecidamente, tiene enemigos; tiene amigos a los que ama con profundos sentimientos y a otros los ama por principios, no sentimentalmente. Tampoco hay peregrinos para Dios. De todas formas, hace salir su Sol sobre justos y pecadores, les permite vivir y hace que haya alimento para todos. ¿No enseñó Jesús que amáramos a los que nos persiguen para que fuéramos perfectos como el Padre? Además, fue Él el que, cuando nos creó, nos hizo a su imagen y semejanza y puso en nosotros la capacidad de amar y la necesidad de recibir amor. Nuestro amor es reflejo del Amor de Dios.

- No solamente en nosotros. Estuve viendo los vídeos que subiste a tu blog. La gatita que abraza a su hijito. ¡Qué ternura! ¿Y el león? Yo esperaba ver algo así en el nuevo mundo y, sin embargo, ya pasa en éste. Le pusiste muy bien que es la firma de Dios. No cabe duda de que Dios ha embebido de amor a sus creaciones; el que no vea eso es ciego.

- Sí, ellos aman, aunque no saben que aman. Y es notable cómo responden al amor, como fue el caso con ese león.

- ¿Qué pasó con ese león?

- Según he leído, el león era un cachorro que estaba mal alimentado, sucio y mal tratado en un circo. La mujer que viste en el vídeo lo descubrió y, de alguna forma que desconozco, lo rescató de su calvario. Al principio lo llevó a su casa, lo curó, alimentó y mimó. Pero el minino creció y ya no pudo tenerlo en su hogar. Va a visitarlo al zoológico y ya viste cómo la recibe. Emociona.

- A veces comparo a los animales con la humanidad y nosotros salimos perdiendo.

- La rebelión ha hecho mucho mal. Hasta los animales están padeciendo nuestros pecados. No solamente por la destrucción ecológica del mundo, sino también porque la degradación humana ha obligado a que se nos permita comer a algunos de esos animales y todo tuvo que ser trastocado para encontrar un nuevo equilibrio. El temor que sienten los animales por el hombre fue puesto por Dios como una defensa y una protección a la dignidad de la vida que esos animales tienen. Ellos fueron creados para que confiaran en nosotros y originalmente había paz entre las diferentes especies animales superiores y entre esas especies y el hombre. Pero el pecado hizo que la creación fuera sujeta a futilidad. (Romanos 8: 20)

- La imperfección hace que pequemos y nos esclaviza al pecado.

- ¿Sabes que eso que has dicho no es del todo cierto?

- ¿Cómo es que no es del todo cierto?

- Nacer imperfectos facilita el que sigamos pecando; pero la imperfección no es la que causa el pecado, la causa es otra.

- Me interesa y mucho, ¿puedes explicarlo?

- ¿Cómo era Adán antes de pecar?

- Un hombre perfecto.

- Bien. ¿Cuándo comenzó a ser imperfecto?

- Una vez que hubo pecado, cuando concretó su pecado.

- Correcto. Entonces, antes de concretar la acción pecaminosa que lo sumergió en la imperfección y en la degradación, era perfecto. La imperfección no pudo ser la causa de su pecado; fue una consecuencia de su mal proceder.

- Cierto. Entonces, ¿qué originó su pecado fatal para él y para nosotros?

- La falta de amor.

- La falta de amor… No amó a Dios como era necesario que lo hiciera y esa falta de amor hizo que no lo tomara en cuenta, que actuara por las suyas. Estoy sorprendida. Déjame ir a buscar mi Rbi8-S, quiero que veamos algo.
Acá está, Romanos 13: 8-10:
“No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido [la] ley, 9 Porque el [código]:«No debes cometer adulterio, No debes codiciar», y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: «Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo». 10 El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.”

Y este otro texto:
“35 los fariseos, después de oír que había hecho callar a los saduceos, se juntaron en un grupo. 35 Y uno de ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: 36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». 37 Él le dijo: «”Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. 38 este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a él, es este: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. 40 De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas».”  (Mateo 22: 34-40)

Carlos, esto es oro puro, un tesoro.

- Sí. No es la imperfección la que origina el pecado, sino la falta de amor. Satanás también era un querubín ungido creado por Dios, perfecto, completo. Pecó por falta de amor, no por imperfección. Lo mismo para la tercera parte de las estrellas del cielo que lo siguieron después en su rebelión.

- Entonces,  no es necesario que esperemos a alcanzar la perfección para no pecar contra el prójimo; bastaría con que lo amáramos.

- Cierto. Aunque la imperfección nos juega en contra y hace eso más difícil. Sin embargo, no es acumulando reglas y restricciones como vamos a lograr evitar el pecado; tampoco aislándonos o escondiendo la cabeza bajo tierra como el avestruz. No desarrollar el amor, poner límites y distancias, como un mecanismo de defensa ante nuestra imperfección y con el fin de evitar conductas indebidas, solo hace que se retrase el mal. (El que se aísla busca su propio deseo egoísta; o termina buscándolo) Únicamente amando con todo el corazón al otro es como podemos disminuir o eliminar los dos pilares sobre los que se afirma el pecado: egoísmo y orgullo, los motores de las conductas inicuas.

- ¿Puedes decirme más de esto?

- Sí, creo que sí.

- Aquí tienes mi Biblia, para lo que haga falta.

- Gracias. En principio, voy a tratar de explicarte ciertos mecanismos acerca de cómo pueden funcionar la Ley y el Nuevo Pacto. Vamos primero a los mecanismos y luego vemos cómo aplican en cada caso. Lo que intento decirte no está escrito explícitamente en la Biblia, pero creo que será de fácil aceptación.

Conoces la palabra inicuo. Está formada por dos raíces latinas: la primera, es una partícula negativa; la segunda, tiene por raíz a la palabra latina equus, que significa igual. Literalmente, significa “no igual”, “desparejo”. Suele aplicarse a los terrenos escabrosos, difíciles de transitar; lo contrario al llano. También al trato no igualitario, injusto.

Hay otro principio, no conocido popularmente, que recibe el nombre de “principio de Curie”. El principio dice que para que se produzca cualquier fenómeno debe existir una asimetría previa. En un medio completamente homogéneo e isótropo no puede ocurrir nada. Es la asimetría la que hace posible el fenómeno. Usé una palabrita “rara”: isótropo. Significa que “que se comporta la misma manera” en todas sus partes, hacia todas partes, en todas las direcciones.
Te doy un ejemplo de asimetría: agua hirviendo y agua fría. Si las pongo en contacto, la más caliente se enfriará, calentando a la más fría. El fenómeno ocurre hasta que las dos masas de agua llegan a la misma temperatura y se detiene allí, porque la simetría no permite que una se caliente enfriando a la otra, si ambas tienen la misma temperatura.

¿Comprendes hasta aquí?

- Sí, comprendo, aunque no entiendo todavía a dónde quieres llegar.

- Tenme un poco de paciencia, intento llegar a algo profundo. Bueno, sigo:

Ahora, piensa en una balanza de dos platos. Si los dos platos están vacíos, la balanza está en equilibrio y el fiel marca el cero. Ambos platos están en un mismo nivel, a la misma altura respecto de la base de la balanza. Supón que ahora tengo dos frascos de vidrio iguales y llenos con la misma cantidad de agua. Ambos tienen a la misma altura un tubito de salida y una válvula que abre o cierra el paso de agua. La salida de cada frasco está acoplada a uno de los extremos de una manguera de látex y las válvulas cerradas. Aunque las válvulas están cerradas, previamente se llenó la manguera de agua. Ponemos un frasco en cada plato y repartimos la manguera uniformemente entre los dos platos. Luego abrimos las llaves de paso y dejamos a esos frascos comunicados por la manguera. El frasco de la izquierda se llama “yo” y el otro “tú”. ¿Puedes decirme qué pasa?

- Si hicimos todo cuidadosamente, no pasará nada. Los dos frascos pesan lo mismo y tienen la misma cantidad de agua. La balanza quedará en equilibrio y no habrá flujo de agua de un frasco al otro, porque los niveles son iguales.

- Bien, bien, ¡muy bien! Ahora agrego una pesa de un kilogramo al plato en el que está el frasco “yo”. ¿Qué pasa?

- El plato en el que está el frasco tuyo baja y el otro, en el que estoy yo, sube. Como las válvulas están abiertas, pasa agua de mi frasco al tuyo. El tuyo se llena más, hasta podría vaciar el mío.

- ¡Excelente!

- Gracias, pero sigo sin entender qué me quieres decir.

- El agua que está en cada frasco es algo que tenemos dentro de nosotros, lo que sea. El peso simboliza la importancia que nos damos a nosotros mismos y al otro; o bien, el amor que tenemos por nosotros mismos y por el otro. Dios nos hizo iguales, los frascos son iguales, y nos llenó en forma equitativa. Inicialmente, la balanza estaba equilibrada.
¿Podrías seguir traduciendo el significado simbólico de la metáfora?

- Sí, claro… Sí, sí, sí que puedo. Cuando pusiste la pesa en tu plato, significó que habías puesto más amor por ti mismo que por mí; entonces, desequilibraste la balanza, tu plato bajó y el mío subió. Me sacaste el jugo, lo que había en mí fue hacia ti y no porque yo te lo diera; forzaste la situación para que yo me vaciara en ti y me dejaras seca o pobre de contenido. Me robaste lo que había en mí, me usaste. Tuviste un amor inicuo, injusto, desparejo, no igualitario, desequilibrado, hacia ti, egoísta. No te importé y me hiciste daño, me vaciaste, pudiste pecar contra mí.

- Perspicaz mi amiga. ¿Y cuando no había pesa?

- Nada pasaba. No me hacías daño.

- Es un placer estudiar cosas espirituales contigo. La Ley tiene un primer mandamiento ineludible, excluyente, que es amar a Dios. Después hay un mandamiento con promesa: “Honra a tu padre y a tu madre para que te vaya bien”. Los demás mandamientos son precedidos o encabezados  por la palabra “no”: “No matarás, no codiciarás no darás falso testimonio, no fornicarás”. La Ley es pasiva; refleja el “no hagas a otros lo que NO te gusta que te hagan a ti”. Es como dijiste: No pasa nada, no le haces daño al otro. ¿Y todo cómo, de qué manera? Amando a Dios con toda tu alma y al prójimo como a ti mismo. Es un plan de mínima: si amas al otro como a ti mismo, no le harás ningún daño.
¿Quieres decirme, ahora, qué es o qué significa si pongo la pesa en tu plato?

- Quiere decir que me amas más que a ti mismo. Entonces, la balanza baja de mi lado y de ti sale lo que tienes para mí. Y no es porque yo te lo saque. Así como no podía evitar que me extrajeras el jugo, ahora tampoco puedo parar el flujo de líquido desde ti hacia mí, de buenas acciones. Los dos fueron actos voluntarios tuyos; uno para perjudicarme y el otro para hacerme el bien. Si me amas más que a ti mismo no puedes pecar contra mí y, no solo eso, quieres hacer algo por mí.
¡Es el nuevo mandamiento de Jesús! (Juan 13: 34-35; Juan 15: 12-13) Es la Ley positiva de hacer al otro lo que nos gusta que nos hagan. (Mateo 7: 12)
¡Ay, Carlos! ¡Ay, Carlos! ¡Cuánto gozo! ¡El corazón me explota y quiere salir de mi cuerpo! ¡Gracias! ¡Gracias!

- Las gracias a Jehová, de él viene todo lo bueno.

- ¡Y a vos también! ¡Me hiciste ver algo muy profundo!

- Lo vimos juntos, fue un trabajo que hicimos juntos. Me dijiste muchas cosas vos solita.

- No me hubiera dado cuenta de no ser por tu metáfora.

- Y yo, ¿cómo me di cuenta? Estas cosas vienen de Dios, no son obra nuestra. Apenas fui el mensajero. No entiendo por qué yo, de verdad, no lo entiendo.

- Sí, gracias a Jehová, desde ya. Siempre le agradezco lo bueno que recibo. Pero un poquito a vos también. Aún por ser el mensajero.

- A los abrazos estoy acostumbrado. Pero me llenaste la cara de besos.

- Fue una explosión, no pude contener semejante gozo.

- Espero no haber quedado embarazado…

- No seas malo, viejito. No lo hice con un propósito así

- Está bien, pendejita, no te reto más.

- ¿Se terminó? ¡Quiero más, por favor! ¡Dale, por fi!   [¡Vamos, por favor!]

- A ver qué invento… ¿Viste cómo se refregaba el león contra la señora?

- Sí, como un gatito. Emociona ver tanta ternura en lo que se supone que es una fiera e impresiona por el tamaño.

- En cuanto a los gatos domésticos, dicen que el frotarse contra el otro es una manera de marcarlo con su olor; una manera de hacerlo suyo. Pero también recibe sobre sí el olor del otro, de forma que ambos comparten olores y se sienten próximos. Me recuerda a la costumbre del “hermano de sangre” de cierta tribu de nativos norteamericanos.

- Sí, llegué a ver alguna película vieja con una escena al respecto: un indio cortaba ligeramente su pulgar y el del otro, o sus muñecas, las juntaban y uno decía: “Ahora ser hermanos de sangre”. Sellaban, así, un vínculo muy estrecho.

- Nosotros no solamente sentimos el amor, sino que podemos ser conscientes y hablar del tema, escribir una poesía o una prosa, dar una conferencia, recordar sin un estímulo externo. También mezclamos algo más que olores; compartimos intangibles, cosas invisibles, inodoras. Dar nuestro tiempo y atención a otro es dejar en él una parte de nuestra vida. El tiempo que le dedicamos no vuelve más; lo invertimos en él y excluye cualquier otra experiencia. Mientras me dedico a ti no puedo hacerlo con otra persona, ni tampoco conmigo mismo. En espíritu, dejamos sobre el otro nuestro amor y la vida que lo hace posible. No hace falta morir en sacrificio para dar la vida por otro.
Las mujeres vienen equipadas de fábrica con el amor abnegado. Piensa en tu madre. En las noches que no durmió para velar tu sueño cuando estabas enferma o con algún problema grave. En las cosas que resignó para ser madre. En que te puso en primer lugar, antes que ella.
Compartimos experiencias, diálogos, lágrimas, risas, travesuras, disparates, gestos. Dejamos sobre la piel del otro nuestro ser y dentro de su corazón también. De la misma forma el otro  nos deja algo de sí, de manera que somos un poco más el otro y un poco menos nosotros mismos.
Atahualpa Yupanqui decía que un amigo es uno mismo en otra piel. Hermosa imagen.
Como amigos vamos edificando un nosotros sin dejar de ser, del todo, uno y otro.

¡Uy, che! ¡Es la una y treinta de la madrugada! ¡Cómo pasó el tiempo! Discúlpame, no me di cuenta.

- Lo disfruté tanto, Carlos, no me pidas disculpas.

- Estoy en tu casa. Mañana trabajas. Eres precursora, debes predicar algo más de dos horas como mínimo y yo restándole tiempo a tu descanso. Además, voy a salir a una hora imprudente de tu casa.

- No me importa. De veras, no me importa. La pasé muy bien y asumo la falta de descanso con alegría. Benditas estas horas en las que hablamos como nunca.

- Chau, pichona, Dios te bendiga.

- No, Charly, toma un último café conmigo.

- Debo irme, no debo quedarme más, no debí quedarme tanto.

- Lo sé. Dame unos minutitos más, por favor. No me dejes ya.






[1] Vas a hacer que me la crea, que me valore más de lo que corresponde. “Grupo” es una mentira, un engaño; propio o ajeno.

jueves, 22 de mayo de 2014

Justo y responsable

- Por favor, deme 1 kg de lomo para el perro y 1 kg de bofe para mí.
- Disculpe, debe ser al revés: 1 kg de lomo para usted y 1 kg de bofe para el perro.
- No, no me equivoqué. Es un kilogramo de bofe para mí y un kilogramo de lomo para el perro. Él no tiene la culpa de las decisiones que tomé.

viernes, 9 de mayo de 2014

El canto

Ah m'hijo cuando usted sepa
lo mucho que puede andar.
Cuando sepa la verdad de lo que el mundo atesora,
verá que el que canta llora y el que llora, canta más.

José Larralde - de: "Herencia pa' un Hijo Gaucho".



Un pájaro no canta porque tenga una respuesta. Canta porque tiene una canción.

Proverbio chino.

domingo, 20 de abril de 2014

16 - ¡Cómo te quiero, mi prohibidito!




Ella: - Me contó un pajarito que te estás congregando con otra comunidad. Me puse muy contenta. Es un buen signo de tu parte. No soportaba verte en una actitud suicida. No podía obligarte y no sabía muy bien qué hacer. Tienes a Jehová en tu corazón, después de todo.

Yo: - Sí, es verdad, ya fui cinco veces, incluido el Memorial.

- ¿Cambió algo con Graciela?

- Sí, pero después de comenzar a reunirme.

- ¿Cómo?

- Después de asistir al Memorial, Graciela le pidió permiso a un anciano para que fuera a la casa a arreglarle el baño principal. Ya me había anticipado que iba a solicitar autorización cuando le llevé unos teléfonos para que buscara trabajo, hace como tres semanas atrás. No pensé que fueran a decirle que sí. El anciano le dijo que mientras fuera para trabajar no había problema, estaba en su derecho de llamarme.

- Te habrás sentido bien, ¿no es cierto? Una de tus grandes angustias era pensar que necesitaba ayuda y que no te dejaban dársela.

- Sí, lo tomé como una bendición enorme, un consuelo, una caricia. Sentí que Jehová había empezado a arreglar las cosas, a responder a mis oraciones y –quizás-  a las de Graciela también. Era una injusticia mayúscula, no podía continuar.

- Me alegro, me alegro tanto… Estás un poco mejor de semblante.

- Es un alivio poder entrar a hacer algo por ella. Me conformo con eso. Después de tanta hambruna, un pan duro es un manjar. No tengo a la amiga de antes, pero lo principal es estar cerca y saber qué le hace falta. Ya me las arreglaré para auxiliarla, con la ayuda de Dios. ¡Hay tanto que hacer! Voy a estar muchas veces en esa casa trabajando. Casi siempre sin ella, porque se va a su labor. Mejor así, para que no tengan nada que decir ni de qué dudar.

- ¿Recuperaste el gozo perdido?

- Más que gozo, es una esperanza; se ve una luz al final del túnel oscuro en el que estaba. He llorado mucho en estos días posteriores a mi entrada en la casa. Tengo mucho dolor acumulado. También es por agradecimiento y emoción, no esperaba este regalo de Dios. Ahora necesito que Dios me provea los medios para hacer todo lo posible por levantar esa vivienda y que Graciela pueda invitar a algunas hermanas sin sentir vergüenza. Abruma ver todo lo que es; sin embargo, estoy seguro que voy a hacer todo lo que ella necesite. No sé si merezco que Dios me dé este privilegio, pero ella necesita que alguien se ponga a su servicio. “Aquí estoy yo, envíame a mí”.

- Quisiera acompañarte y hacer algo también.

- No, gracias. Lindo de tu parte. Graciela no te conoce y se sentiría molesta por como está todo. Además, es trabajo de albañilería, plomería, electricidad, hasta hacer un techo que se voló con una tormenta. Muy pesado. Tendrías que dejar el precursorado si fuera posible que hicieras algo de todo ese trabajo. No es una actividad que debas abandonar, ni siquiera por amor. Sigue siendo precursora, es lo mejor. Cuando todo esté más dentro de lo normal, te presento a mi amiga y te acercas a ella para darle cariño y amistad. Eso también es una forma no menos importante de ayuda.

- Voy a conocer a la persona cuya historia escuché hace un tiempo. Por saber esa historia me acerqué a ti, al principio con recelo. Debería romperla a abrazos tan solo porque saber de su amistad contigo me animó a intentarlo.

- Bueno, cuando se haya acostumbrado a tus abrazos podrías sugerirle que nos abrazáramos los tres. Economía de abrazos, que le dicen; hay crisis energética: ahorre abrazos, cuide sus fuerzas.

- ¡Ja! ¡Trato hecho, amigo! Es mi madrina en amistades prohibidas.

- Shhhh, silencio, no levantes la perdíz.

- ¡Ja, ja! ¡Como te quiero, mi prohibidito!


domingo, 13 de abril de 2014

15 - Bastará con una mirada




Ella: - Sabes, tengo ganas de que me aclares algo que dijiste hace tiempo.

Yo: - Sí, ¿de qué se trata?

-  Me dijiste que nosotras, las mujeres, somos especialistas en hacer preguntas que nos hacen daño, no importa qué nos respondan. ¿Podrías aclarármelo?

- Sí, supongo que sí. Funcionamos de manera distinta. Es como si necesitaran una continua reafirmación, parece inseguridad, pero no estoy seguro. La cosa es que son complejas en la forma de ver las cosas, todo lo traducen a sentimientos y –lo que es peor- nos asignan una complejidad que no tenemos; tienden a vernos –o a tratar de entendernos- como si fuéramos mujeres. Los hombres somos más simples, casi diría niños, muy lúdicos, sin vueltas. Antes de responder a eso de las preguntas femeninas, no vendría mal un ejemplo de la diferente forma en como vemos las cosas de la vida.

- Dale (Sigue), te escucho. Me interesa.

- Supongamos que la actividad sexual de un matrimonio pasa por un período de baja actividad. Surge del varón proponerle a su esposa que deberían cambiar algo, salir de la rutina. Él sugiere que adopten algún papel cada uno; por ejemplo: que él es un indio y ella una cautiva. Él la raptó y la posee por la fuerza. Ella accede y la cosa sale bien. Ambos la pasaron muy bien. Pero un típico pensamiento femenino sería: “Mira las cosas que tengo que hacer, parece que ya no me quiere como antes”. En cambio, él diría: “¿La pasaste bien?” Ante el sí de su esposa (que realmente la pasó bien, pese a sus pensamientos), probablemente le pregunte: “¿Y el viernes de qué nos disfrazamos?” ¡Ella querrá que la trague la tierra!
En el caso nuestro –me refiero a los cristianos- , hasta podría agravarse con otros pensamientos: “Estuvimos jugando a la violación y a la fornicación; él hizo de salvaje pagano”. Pero si hubiesen jugado a ser el matrimonio cristiano que volvía del Salón del Reino, ¿de qué rutina salían?
Un juego es eso: un juego. Por supuesto, hay cosas que nunca haría, como, por ejemplo, hacer de blasfemo o de paidófilo. Pero podría ser Tarzán… o un pirata…

- Con ese abdomen, no te veo de Tarzán… pirata, podría ser.

- ¡Gracias, sos una amiga!

- ¡Ja, ja! ¿Soy tu enemiga por decirte la verdad?

- No. Panza tengo, es cierto. Voy “cuesta abajo en la rodada”, joven amiga. Ya te va a llegar. O quizás no, el fin está cerca y no envejecerás. Yo también iré rejuveneciendo hasta quedar como uno de treinta. Y no te voy a dar más bola por lo que me dijiste hoy.

- ¡Vengativo!

- Dejémoslo ahí. Respondo a tu pregunta. Vos, mi amiga, me preguntás cuál fue la mejor relación sexual que tuve con mi mujer. Yo te respondo que fue en el primer año y medio de casados, un sábado al anochecer. Como esa, ninguna otra. La mejor. ¿Te afecta mi respuesta?

- No, ¿en qué sentido?

- Si te produce alguna inseguridad, o una preocupación. Si genera algún sentimiento desagradable, de zozobra, algo que no te guste.

- No.

- Ahora ponte en lugar de mi esposa. Eres mi esposa y me has hecho la misma pregunta. No importa cuál sea mi respuesta, de cualquier forma te va a producir algún problema; es una pregunta que no deberías haber hecho.

- Explícate. Además, sabes que no tengo experiencia como pareja de nadie, ni siquiera como novia.

- Una mujer típica empezaría a atormentarse con cuestiones como: “Hace treinta años que estamos casados y su mejor relación fue en el primer año y medio. ¿Por qué no sintió nada parecido después? ¿Ya no me quiso como antes?”. O cualquier otro embrollo perjudicial.
No hay nada de eso. Es todo muy simple. Yo llegué a ella virgen y ella a mí. Sexualmente, quería hacer las cosas bien. Mi interés era que ella gozara al máximo y no sufriera, sobre todo, en su primera vez. Leí un libro que había en la biblioteca de mis padres. Se llamaba “El Matrimonio Perfecto”, de un médico alemán. Hasta se hizo una película basada en ese libro, que vimos con Lia cuando estábamos de novios, si no recuerdo mal (No puedo precisar en qué año fue). Yo gozaba de las relaciones, pero siempre estaba pendiente de aplicar todo lo que había aprendido con el propósito de que ella la pasara lo mejor posible; lo mío era secundario, solo después de verla satisfecha. Con tal carga mental, con ese auto-encargo de hacer las cosas bien, no podía dejarme llevar por la situación, abandonarme a mis sentimientos.
En ese día particular que recuerdo, la relación fue precedida por una ingesta considerable de alcohol. No estaba borracho, pero el alcohol desinhibe. Así, me olvidé de ella y me abandoné a mis sentidos. En el momento fundamental era ella la que estaba en mis brazos, lo sé. Fue maravilloso. Ella era todo: el universo, la vida, todo. No había otra cosa. La apreté fuerte, ¡no me la saquen! ¡No te vayas! No quería otra cosa, no había otra cosa más que eso que tenía en mis brazos. Nunca sentí nada igual a esa vez. No quise volver a usar el alcohol para no ser egoísta, prefería cuidar de ella. Fue maravilloso.
No tiene nada que ver con amar más o menos. ¿Comprendes?

- ¡Qué tierno! No solo las mujeres nos damos enteras. Parece que los hombres también. O, por lo menos, tú. ¡Qué poco nos comprendemos!

- Si no nos relacionamos y conversamos. Si no nos conocemos. ¿Cómo vamos a comprendernos?

- No importa quién sea alguna vez mi hombre, yo sé que esta amistad que vivimos juntos me va a ayudar mucho. Es como haber ido a una escuela. Conocí el corazón de un hombre sin haberme comprometido con él, sin haber ido a la cama. De verdad, es algo que agradezco a Dios y a ti. Cuando ocurra que mi corazón me impulse a compartir una vida con un hombre, voy a ir mejor preparada por haberme acercado a ti. Es como ocurre con la Biblia, permite aprender sin tener que pagar por ello. He aprendido contigo, y no tuve que pagar ningún precio doloroso. Tan solo he disfrutado de una sana compañía. Fue y es un placer estar juntos.

- Suena a despedida, me asusta.

- No, por ahora no. Pero nunca se sabe. Las cosas hay que decirlas cuando hay tiempo de hacerlo. Después puede ser tarde. Ya lo dije, ya te lo dije, ya lo sabes. Si alguna vez nos separan, bastará con una mirada…


sábado, 22 de marzo de 2014

Reír llorando



 
Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra,
el pueblo al aplaudirlo le decía:
Eres el más gracioso de la tierra y el más feliz.
Y el cómico reía.

Víctimas del spleen los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
-Sufro -le dijo- un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -Tanto he viajado
-Las lecturas buscad -Tanto he leído-
Que os ame una mujer - ¡Si soy amado!
-Un título adquirid - Noble he nacido.

¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas
- ¿De lisonjas gustáis? - ¡Tantas escucho!
-¿Que tenéis de familia?...- Mis tristezas
-¿Vais a los cementerios?... - Mucho, mucho.

¿De vuestra vida actual tenéis testigos?
- Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

-Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrick podéis curaros.

-¿A Garrick? -Sí, a Garrick...La más remisa
y austera sociedad lo busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡tiene una gracia artística asombrosa!

- ¿Y a mí me hará reír?- Ah, sí, os lo juro!;
él, sí, nada más él...Mas qué os inquieta?...
-Así -dijo el enfermo- no me curo:
¡Yo soy Garrick! Cambiádme la receta.

¡Cúantos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el autor suicida
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!..
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro rie!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestras plantas pisa
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto;
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.


Poesía de Juan de Dios Peza (29/06/1852 - 16/03/1910), diplomático, político, periodista, poeta y escritor mexicano. 

David Garrick (19/02/1717 - 20/01/1779): Descollante figura actoral del teatro inglés del siglo XVIII. Estudió derecho y literatura con Samuel Johnson. En 1741 debutó como actor interpretando Ricardo III, de William Shakespeare. Actor multifacético, su repertorio abarcó comedias, tragedias y farsas. Solía deleitar al público recitando poemas cómicos.

domingo, 16 de marzo de 2014

Mi único pecado (a mi amiga muerta especialmente para mí)


   
Dijiste que debería bastarme con Jehová. No sé quién te enseñó eso, pero Jehová dijo otra cosa. Le habló a su único Hijo y le expresó: “No es bueno que el hombre continúe solo. […]”. (Génesis 2: 18) Ese hombre no era un pecador como nosotros, era un hombre perfecto que hablaba directamente con Dios, lo escuchaba. Dios sabía que Él no le bastaba. Por eso le dio un complemento, una ayudante y a toda la humanidad en ella. (Génesis 3: 20) Las dádivas de Jehová son perfectas; no le dio una esposa, le dio toda la humanidad. Por eso la llamó Eva.

A mí se me ha dicho que no hay ningún registro bíblico de una amistad profunda e íntima entre dos seres de distinto sexo. Solamente hay ejemplos de dos hombres o dos mujeres. Sin embargo, del que no haya registro no es posible deducir nada, ni bueno ni malo. No hay registro, no dice nada. Pudo haber sido porque no era relevante o porque en esa época las costumbres sociales no lo hacían común ni frecuente.

El único principio bíblico que los ancianos me opusieron fue el que se registra en Jeremías 17: 9: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?” También citaron Mateo 10: 37: “El que le tiene mayor cariño a padre o a madre que a mí no es digno de mí; y el que le tiene mayor cariño a hijo o a hija que a mí no es digno de mí.”

Vayamos primero al corazón. El profeta Jeremías, inspirado, escribió: “Porque este es el pacto que celebraré con la casa de Israel después de aquellos días —es la expresión de Jehová—. Ciertamente pondré mi ley dentro de ellos, y en su corazón la escribiré. Y ciertamente llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo.” (Jeremías 31: 33)  El profeta Ezequiel fue más explícito: “Y ciertamente les daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré dentro de ustedes, y ciertamente quitaré el corazón de piedra de su carne y les daré un corazón de carne”. (Ezequiel 36: 26) Israel tenía el corazón duro como piedra y Jehová prometió que lo iba a cambiar por uno “blando” de carne. Jesús, el Hijo de Dios, explicó la esencia, el fundamento, el motor de la ley: “Y uno de ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: 36 “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. 37 Él le dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente’. 38 Este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’. 40 De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas” ”.  (Mateo 22: 35-40)

Ahora, te pregunto: ¿Es tonto Jehová?

Nadie se atrevería a decir que sí y, además, no sería cierto. Las cuatro cualidades fundamentales de Jehová son: Amor, Justicia, Sabiduría y Poder. ¿Por qué, entonces, la pregunta?

Si el corazón fuese irremediable y peligrosamente traicionero y desesperado, ¿por qué grabar la ley en el corazón? ¿No estaría todo condenado al fracaso?

No. Y Jehová lo explica: “8 No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido [la] ley. 9 Porque el [código]: “No debes cometer adulterio, No debes asesinar, No debes hurtar, No debes codiciar”, y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. 10 El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.” (Romanos 13: 8-10)

La Ley se graba en el corazón y es eficaz solamente si amamos de todo corazón a Dios y al prójimo. Si no amamos con todo el corazón el pecado es inevitable; pero cuando el amor abunda, el pecado huye. El otro nos importa más. (Juan 13: 34 y Juan 15: 12-13) [Un nuevo mandamiento, un nuevo espíritu. (Ezequiel 36: 26)]

¿Cuántos corazones tenés? Figurativo, uno, por cierto. Con ese mismo corazón es tu deber amar a Dios y al prójimo. ¿Qué pasó hace unos cuatro años atrás? Caíste en una crisis terminal en la que sentiste que Dios te había soltado la mano. En el fondo de un abismo, sin Dios y sin esperanza, mandaste a tu hijo Mariano a buscarme. Te encontré como nunca te había visto ni oído. Te ofrecí a Dios y te dejaste llevar de la mano por mí a Su organización. No te atraje a mí, te acerqué a Dios. Cuando estabas en tu estado más vulnerable.

¿Quién fue tu prójimo en estos últimos ocho o diez años? ¿Te pediría el Dios que graba la Ley en los corazones que me abandonaras ahora? ¿Cometí algún pecado grave contra vos o Jehová? ¿Estás en peligro? Antes bien, te juro, Graciela, que te va a ser muy difícil encontrar a otro que te ame más que yo. No es imposible, pero es muy improbable. Mi vida junto a vos -todos mis actos en ella- prueba mi amor. Yo no enuncio mi amor hacia vos; lo puedo probar por mis actos. Ese amor no deja dudas de que el pecado craso está muy lejos de nosotros dos.

Nos queda eso de: “el que ama más a… no es digno de mí”. También, que en ello está implícito obedecer. ¿Desobedecí a Dios?

Te conocí predicando. Toqué tu timbre. No sabía que existías. Me abriste las puertas de tu casa; conocí a tu marido, a tus hijos, a tu madre. ¿De qué hablamos? De Dios, de cosas espirituales. Tenía un cariño muy tierno y cálido hacia vos, pero no conocía tus problemas. Después me dijiste que te gustaba más otra religión, que “casi te había convencido”, pero que preferías la otra. Te consideré “perdida” para Jehová. Había fracasado.

Pasó el tiempo y me pediste ayuda. Fui y encontré, de a poco, el drama de tu vida. Te daba por perdida, pero te ayudé porque nació de mí hacerlo, no por el interés de ganar a una persona, ni siquiera para Jehová; porque el cariño se fue transformando, paso a paso, en amor, Amor, ¡AMOR!

Yo siempre obedecí a Jehová porque Él nos pide que amemos. Dios es Amor (1ª de Juan 4: 8; 16 - ¡Ver 4: 11!). Además: “no quiere sacrificio” (Mateo 9:13)

No es que te ame más que a Jehová. Él es todopoderoso, no me necesita; vos y yo lo necesitamos a Él. Pero vos sos débil y estás sufriendo por tus problemas. El amor y la justicia mandan atender al más débil, al que necesita. Estás sola sin mí, no puedes negarlo. Nadie te acompaña, nadie te ayuda. Tan solo te ponen reglas. Nos ponen reglas.

Si mi amor es pecado, entonces Dios es pecado también. ¡Jamás sea eso cierto! Si Dios no es pecado, mi amor tampoco.

Si cometí un pecado, este ha sido amarte con toda mi alma. Es mi único pecado con vos. Pero estoy seguro que no. No como te amo.




¿Lo leerá alguna vez? ¿Volveremos a conversar como antes algún día? ¿Por qué esta injusticia?

domingo, 9 de marzo de 2014

Querido diario




Diario íntimo de Félicité Marie

París, 5 de Enero de 1890
Querido diario:
En estos días en que estuve de visita en París conocí a un joven terrateniente argentino. Es amable, muy culto, me llena de atenciones. Estoy deslumbrada, ansío verlo cada minuto del día. Convenimos encontrarnos pasado mañana frente a Nuestra Señora de París. Siempre me sorprende. Ignoro adónde me llevará; la que parece una turista, soy yo.

París, 6 de Enero de 1890
Querido diario:
Hoy no pasó nada digno de ser contado; excepto que estuve eligiendo ropa para mañana, día en que me reencontraré con mi deslumbrante caballero. No hice más que pensar en él.

París, 7 de Enero de 1890
Querido diario:
Hoy pasé un día maravilloso. Definitivamente, estoy enamorada. No creo que mis padres objeten la relación. Él es de nuestra clase, tiene tierras en la provincia de Santa Fe, en Argentina. No es político, pero es nieto de un gobernador, alcalde –como papá-, senador vitalicio y ex militar de su provincia, de quien heredaron las tierras. Parece que también fue muy amigo de un presidente argentino, el general Roca, si mal no recuerdo.
Me paseó con solvencia por los mejores lugares de París. No creo que papá piense que es un caza-fortunas, no le hace falta.

París, 10 de Enero de 1890
Querido diario:
Estos dos días anteriores no me resultaron suficientemente largos como para dedicarte un tiempo. Vuelo, toco el cielo con las manos. Lo amo, lo amo, estoy loca por él.
Hoy fue un encuentro particularmente íntimo. Mi cuerpo vibró, me sacudí un par de veces, se me erizó la piel. Es una pasión incontrolable, casi me pierdo. Pero no tengo miedo, quiero verlo otra vez, no puedo resistir el reencuentro. Quisiera no irme jamás de su lado.

[….]

París, 20 de Enero de 1890
Querido diario:
Hoy me entregué a él, moría si no lo hacía. Lo amo, quiero hacerlo otra vez.

París, 21 de Enero de 1890
Querido diario:
Hoy volví a amarlo. Fue maravilloso. Pero no ha sido un día feliz. Me dijo que mañana viaja a Buenos Aires; su carro parte al medio día. El corazón se retuerce dentro de mí. Mañana estaremos juntos antes de que se vaya. Tengo ganas de llorar.

París, 22 de Enero de 1890
Querido diario:
Me entregué por tercera vez a él y se fue. No podía dejar de abrazarlo, no quería soltarlo, pero se fue. Me invade un vacío frío y oscuro, una soledad infinita.
Es un viaje largo por tierra y por mar, que Dios lo proteja y, por favor, que vuelva a mí.
Él dijo que volvería pronto, en unos pocos meses. ¿Por qué no le creo?
Estoy muy sola en París. Mañana haré lo necesario para volver a Dannes y hablar con mi madre, la necesito. Quiero volver a casa.

[…]

Dannes, 1º de Marzo de 1890
Querido diario:
Estoy intranquila. No me vino el período. Espero unos días más y consulto con el médico familiar. No sé cómo voy a vencer la vergüenza. Le conté a mamá parte de lo que pasó, pero no le dije que me había acostado con él.

[…]

Dannes, 25 de Marzo de 1890
Querido diario:
La segunda falta. Temo lo peor. Esta tarde voy a ver al médico familiar. Cuando me confirme lo peor, tendré que juntar coraje para contarle todo a mamá. Ni pensar puedo cómo enfrentar a mi padre.

[…]

Dannes, 1º de Abril de 1890
Querido diario:
Confirmado mi embarazo. Hablé con mi madre. Comenzó a llorar y me abrazó. Mientras me sostenía con un brazo, con el otro me pegaba en mis glúteos retándome: «¡¿Qué hiciste?! ¡¿Por qué lo hiciste?!»
Fue doloroso, pero su abrazo también me hizo saber que no estaba sola.
Lo peor de todo fue enfrentar a papá, pero con mi madre detrás de mí. Se le nublaron los ojos, hizo una mueca de dolor, se compuso y dijo que tendría que irme lejos de las miradas de nuestros vecinos.
Hizo arreglos para que me desplace a un chalet en el pequeño pueblo de Trévou-Tréguignec, en Côtes d’Armor, Bretaña;   con una mujer que atenderá mi casa. Mamá debe quedarse con él.
El 17 de Octubre cumpliré 22 años lejos de mi casa, en un ambiente extraño. Nadie, o casi nadie, sabrá allí que soy la hija del alcalde de Dannes. ¿Por qué me pasó esto a mí?

[…]

Trévou-Tréguignec, 20 de Abril de 1890
Querido diario:
Es un pueblo chico, de unos mil habitantes. El chalet en el que vivo es digno, pero cabría una decena de veces en el castillo de Dannes. La señora que me acompaña es correcta y distante, muy callada. No era personal nuestro antes de venir ni la he visto nunca; debe ser de otra ciudad. Estoy sola en una cárcel cómoda.
A fines de Septiembre será mi parto. Espero que mi madre venga a acompañarme. Hace un mes que le escribí a mi amor en Argentina, anhelo que me responda y le dé fin a esta pesadilla. Deberé aguardar tres o cuatro meses antes de recibir una respuesta suya.

[…]

Trévou-Tréguignec, 1º de Septiembre de 1890
Querido diario:
Mamá vino a verme. Es la primera vez que viene desde que me afinqué aquí. Dice que nos vamos a París las dos, para que alumbre allí, con más medios que en este pequeño lugar. En dos días salimos.
Conocí al maestro zapatero de este lugar, Eugène Françoise Lageat; conversó conmigo y se interesó por mi embarazo. Hizo algunas preguntas indiscretas. No parece mal hombre.
Él no escribió.

[…]

París, 25 de Septiembre de 1890
Querido diario:
El 22 de Septiembre nació una niña. Le puse por nombres Carmen Iréne Georgette. No tiene padre que la haya reconocido. Soy la vergüenza de la familia.
En unos días salgo de nuevo para Trévou, no puedo volver a Dannes.

[…]

Trévou-Tréguignec, 5 de Octubre de 1890
Querido diario:
De nuevo aquí, con mi hija y la mujer que me atiende. En doce días es mi cumpleaños. ¿Vendrán mis padres?
Hoy me crucé con Eugène y paró a conversar un rato. Dijo que vendría a visitarme.

[…]

Trévou-Tréguignec, 18 de octubre de 1890
Querido diario:
Ayer pasé sola mi cumpleaños. Mamá mandó a un emisario con un obsequio. No era eso lo que necesitaba.
Hoy fui a ver a Eugène, me acosté con él. No fue la pasión de París, ni cerca. Me propuso matrimonio, le daría su apellido a Carmen.
Pertenecemos a mundos diferentes. No lo amo con locura, le tengo cierto cariño. Podría volver a Dannes. Él cambiaría de vida, es verdad, pero era un trabajador antes. No voy a consultar a mis padres, es mi vida y soy mayor de edad. Podría volver a mi mundo guardando las formas. Estuve sola mucho tiempo. Me pregunto si no seguiré sola allí; mis ojos se abrieron. Pero es mi mundo, ese es mi mundo, aunque nadie acompañe a mi corazón.

[…]


Trévou-Treguignec, 26 de Mayo de 1891
Querido diario:
Mañana me caso con Eugène.

[…]

Dannes, 1º de Abril de 1898
Querido diario:
La cosa no da para más. Voy a divorciarme de Eugène. Dejó de trabajar, comenzó a malgastar nuestro dinero, me fue infiel. Esto ha sido un infierno. Carmen está pupila en una escuela de monjas en Trévou desde 1896. Viene los domingos a visitarme.

[…]

Dannes, 19 de Abril de 1898
Querido diario:
Ayer nos divorciamos. Eugène cobró una suma de dinero realmente importante. Es el precio que me costó el “baño moral” con el que pretendí limpiar mi fama. Me dijo que comprará una cámara oscura y que se dedicará a la fotografía, que no me va a molestar más. No siento dolor, nunca lo amé, no como a él. Nos usamos mutuamente, pero esperaba un mínimo de respeto.
¿Existe el amor?

Diario de Carmen Iréne

Trévou, 22 de septiembre de 1908

Las monjas, las novicias y mis compañeras me cantaron el feliz cumpleaños. Me hicieron una torta muy sabrosa, con cremas y frutas.
Dieciocho años. Termino el ciclo de este año y salgo libre.
El último domingo que estuve en Dannes con mi madre tuve una conversación de mujer a mujer con ella. Me contó que Eugène no era mi verdadero padre. Ahora entiendo.
No voy muy seguido por allí, no tengo ganas de ir. No importan los motivos. Los que fueron mis padres no me amaron como yo necesitada. No me trataron mal; me dieron lo mismo que a los perros del castillo: cucha y comida. Pero a los perros no los escondían, eran de razas muy puras, valiosos ejemplares. Yo no tuve esa suerte.
¿Volveré a Dannes? Seguramente, es mejor cucha que esta escuela, por bien que me hayan tratado. Además, allí puedo ir y venir, ya seré libre en poco tiempo.
Mamá me dijo que mi padre está en Argentina. Quisiera conocerlo.
¿Existe el amor?


Un escrito de Carlos, nieto de Carmen Iréne, de octubre de 2010.

Mis hijos me pidieron que les haga un árbol genealógico con alguna información de sus raíces.

Comencé a hacer esto para satisfacerlos. En poco tiempo empecé a entusiasmarme, sobre todo después de ver lo poco que sabía de mis más cercanos parientes.

La primera sorpresa que me llevé fue cuando supe que la madre de mi abuela se había casado el año siguiente al de su nacimiento. Ella nunca nos contó eso, pese a que murió cuando sus nueve nietos ya éramos adolescentes o jóvenes mayores de edad.

Mi abuela vivía con su hija menor, pero se quedaba algunos fines de semana con nosotros. Era muy cariñosa. Nos cantaba antiguas canciones en francés y nos relataba algunas tradiciones de sus días. Anécdotas de su escuela. Cosas de su viaje en barco. Que sus padres eran inmensamente ricos. Siempre supimos que había estado pupila y que sus padres se habían separado, pero nada más.

De su madre no me contó nada. Cuando relataba sus visitas al castillo mencionaba, por ejemplo, sus baños en el mar. Pero decía que en la playa la esperaba el mayordomo con  una salida de baño y una copita de vino dulce, para contrarrestar el frío. De la madre, nada. Ni el nombre. Me enteré siendo adulto, ahora, a pedido de mis hijos, hombres que ya no viven conmigo.

De su esposo, su “negro José”, contaba que era mujeriego y jugador, que lo había dejado. Narraba sus hazañas en su lucha contra la mafia, de sus “locuras” (por piedad lo pongo entre comillas) y de su ternura para con ella y las chicas. Nunca supe en qué fecha se casaron, si es que lo hicieron.

Me resulta muy sorprendente una coincidencia: me escribieron unos familiares franceses y un historiador que investiga la vida de Eugène Lageat. Tienen datos de Carmen –mi madre- y de su hermana menor, “Pocha”; pero no sabían nada de Nelly,  la hermana mayor. Me contactó un primo segundo mío llamado Agustín, sobrino nieto de mi abuelo José. Ni él ni su madre sabían de la existencia de Nelly. ¿Por qué? ¿Mi abuela repitió la historia? ¿Se casó después del nacimiento de su primera hija? ¿Cómo es que la sobrina no sabía nada? ¿Estaba distanciado mi abuelo de sus hermanos?

 No sé cuándo hizo el viaje a la Argentina ni por qué. Mi abuela me dijo que había viajado con amigos de la familia que conocían mi país y hablaban español. A mi primo Roberto le dijo que había viajado con su madre a vender unos campos que poseían acá. En 1910 estaba todavía en Francia, porque nos contó del pánico que tenía la gente con el cometa Halley.

¿Vino a conocer a su verdadero padre? ¿Por qué venir aquí si era dueña –única heredera- del castillo de su madre y de una casa en la Costa Azul?

Cuando reflexiono en la historia llena de incógnitas de mi abuela recuerdo “El Principito”. Los seres humanos vivimos aislados en asteroides pequeños. Tan pequeños que en ellos cabe una sola persona, a lo sumo dos. Cuánta incomunicación, cuántos miedos, cuántas culpas. Cuánto amor a medias, a gatas, escaso, como muestra gratis.

Mi abuela se durmió en la muerte. Algún día oirá la voz del Pastor excelente que le dirá que se levante. Se levantará en un paraíso, en un mundo diferente. En un mundo que no será una colección de pequeños asteroides, como este, en donde no tengamos que estar obligadamente solos por falta de espacio. Estará aquí, aquí mismo, pero será otro. Otro mundo en el mismo planeta.

¿Nos contará? ¿Nos abrirá su corazón? ¿Se permitirá y nos permitirá dejar de estar aislados?

Dejar de estar solos… Abolir el miedo y la vergüenza. ¿Será posible semejante milagro?




El château como era en los días de mi abuela.




El "corazón" del castillo, vista interior.




Así está hoy.