No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
_____________________________________________

lunes, 21 de julio de 2014

17 - El fiel de la balanza



[…]

Yo: - Una misma acción puede tener distintas naturalezas. Hay que ver más allá de lo evidente para comprender de qué se trata y cuándo hay que preocuparse.

Ella: - ¿Cómo es eso?

- Veamos un ejemplo que toca un tema recurrente para nosotros: la diferencia entre querer y amar y cómo a veces en el amar hay algunos “quereres” inevitables, pero no nocivos.

- Te escucho.

- Ya te he dicho antes que, para mí, querer es para uno y amar es para el otro. Un hombre con un deseo puramente sexual codicia a una mujer e intenta acercarla a sí para concretar su deseo, que expresa con vehemencia. La quiere egoístamente, para él. Un hombre que no tiene un interés erótico puede desear entregarse a una mujer para hacerle todo el bien que esté a su alcance sin reclamarle nada, por el gozo y la necesidad de servirle; pero también necesita que esa mujer esté próxima para poder ayudarla. Ambos pudieran ejecutar el mismo acto de abordar a esa mujer, pero hay un abismo entre ambas acciones, similares superficialmente. La diferencia está en lo que no se ve, lo esencial es invisible a los ojos.

- Nosotras percibimos muchas veces esas diferencias y no ofrecemos resistencia cuando discernimos las intenciones del corazón del que tenemos en frente. Hay expresiones de cariño o de deseo que sabemos que son inocentes y otras que, claramente, no lo son.

- En efecto, el hombre del primer caso quiere, desea. Tiene una necesidad primitiva y busca satisfacerla. Toma al objeto de su deseo y no le importa nada más que saciar su hambre. Ella es para él, la usa, si puede hacer que consienta. El segundo no la desea para sí, sino que quiere brindarse a ella, darle, no recibir. Si él sabe que ella tiene un problema y su único deseo es ayudarla, necesita ser el prójimo, tiene que estar cerca de ella para enterarse de lo que le está pasando y poder así intentar serle útil. A su vez, ella debe confiar en él y volcarle su corazón para que el deseo altruista encuentre un camino de concreción. Hay un “querer” no perjudicial en eso; quiero acercarme, y que te acerques a mí, para que me uses, para serte útil, para ti, no para mí.

- Pero, ¿hay que enterarse de que alguien tiene un problema para intentar un acercamiento? ¿Los que no tienen problemas no pueden ser amigos? ¿No pueden ser prójimos?

- Pichoncita, vos [tú], por ejemplo, no tenés [tienes] los problemas de Graciela, ¡gracias a Dios! Pero te acercaste a mí. ¿Por qué?

- Yo te conté que necesitaba la contención de un hombre, que no me bastaba con mis amigas, necesitaba un refugio humano, una plaza fuerte, más fuerte que los brazos de mis amigas

- Bueno, no era un problema enorme, pero sí una necesidad; una necesidad insatisfecha, que te dejaba un vacío. Además, ¿quién no tiene problemas? Pero no hace falta saber que alguien necesita ayuda. Uno se acerca por algo, por una afinidad casi nunca explicable. Para ver qué pasa. Esa persona te atrae por algo y te acercas, eso es todo. Te conté de mi amiga. Dudaste, no me creíste completamente. Te pareció un cuento de hadas. Pero te mojaste los pies, apostaste, te pusiste a riesgo.

- Y gané, Carlos. ¡Estoy tan contenta y agradecida con esto!

- ¡Me vas a engrupir[1]!

- ¡No se envanezca, hermanito!

- (Abrazándola ligeramente por la cintura) No me envanezco, pero esta “apretadita” es un digno broche de oro para tantas flores de tu parte.

- Es la manera que encuentro de decirte gracias.

- No me agradezcas, las gracias a Dios, que es la fuente de todo lo bueno. ¡Quién te viera y quién te ve! Diste un millón de vueltas, hiciste un montón de preguntas, algunas repetidas hasta el cansancio. “Astuta como serpiente...” ¡Una convención de serpientes! ¡Caramba, que era difícil la palomita!

- (Con una sonrisa amplia y risa contenida) Y sí… costó llegar a tener el agua hasta el cuello. Los pies con miedito, pero eran los pies. Llegar a estar rodeada de agua fue otra historia. Ahora me atrevo a bucear, es un mar calmo y acogedor. Lo disfruto, me siento bien, libre, confiada.

- Yo también disfruto tu compañía, de “ver” tu libertad y sentir la mía. Amar sin miedos es la única manera de amar. Cualquier otra cosa es una farsa.

- Primera de Juan 4: 18.

- Sí, señorita.

- ¿Viste cómo aprendí? Vos me enseñaste.

- Ya lo sabías.

- Conocía en texto, pero no medía su trascendencia. Vos me enseñaste.

- Yo no te enseñé; los dos aprendimos. Las personas son todas distintas. Cada cual es único e irrepetible. Cada uno requiere un aprendizaje. Los dos aprendimos a crear lazos entre nosotros, a confiar, a esperar, a dar a la medida del otro, a dar por el camino y con el estilo que el otro requiere, con su protocolo. Para que te metieras hasta el cuello en el agua tuve que aprender a calentarla hasta tu medida justa y quedarme quietito, sin hacer olas, hasta que te sintieras a gusto. Después tuve que memorizar el tipo de baño que te agrada, para repetirlo sin darme cuenta y para que entraras al agua sin recaudos, inconscientemente, desapercibidamente, como algo cotidiano, como respirar. Tuve que aprender, tuve que aprenderte.

- ¡Qué misterio el amor, Carlos!

- Sí tiene una parte de misterio, insondable, como Dios. Después de todo, la  Biblia dice que Dios es Amor, es su cualidad más importante. Jehová también tiene una parte de misterio, por su misma Altura y Divinidad. Podemos conocerlo, aprender sus caminos, explicar sus leyes, pero hay una naturaleza superior a la que no podemos ascender, que nunca vamos a comprender del todo. ¿Para qué saber qué es el amor, no es mejor vivirlo?

- Sí, claro. Amor es esto que me pasa. ¿Y por qué? No lo sé, pero me pasa y es hermoso.

- Y no tienes empacho en decirlo.

- No. Siempre hablamos de amor por la hermandad mundial y cosas por el estilo. Siempre tuve en mi corazón la intención de dar hasta la vida por esa hermandad. Pero nunca me imaginé diciéndole a un hombre, que no fuera mi marido, “te amo”. Aunque me siento realmente libre contigo, a veces me asusto un poquito y trato de pensar qué clase de amor tengo por ti.

- ¿Para qué quieres ponerle etiquetas? ¿Necesitas darle un “nombre” a tu amor para estar tranquila?

- Los griegos distinguían cinco tipos diferentes de amor: el amor hospitalario, que se daba a los peregrinos y a los nómades; el amor por los hijos; el amor sexual o erótico;  el amor filial, por los amigos, y el amor por principios, el agape, el más sublime de todos. Y sí, es cierto, cada tanto trato de “etiquetar” el amor que te tengo.

- Entonces, todavía no eres completamente libre. El amor es uno solo. La distinción que hicieron los griegos es en cuanto al entendimiento que hace quien escucha una expresión nuestra acerca de un amor particular. Por ejemplo: yo tengo dos hijos varones. Mi esposa y yo perdimos un tercer hijo que no sabemos qué sexo tenía. Fue muy temprano y salió en pedacitos. De haber nacido, hoy tendría unos treinta y cinco años y, si hubiera sido mujer, se llamaría, casi seguramente, Vanina. En español, podría decirle a alguien que no supiera mucho de mí: “Amo a Vanina”. Ese alguien pudiera preguntarme: “¿Quién es Vanina?” o “¿De qué manera amas a Vanina?”. Y yo le respondería: “Vanina es mi hija”. Entonces, quien me está escuchando sabrá inmediatamente qué clase de sentimiento y relación tengo con ella, suponiendo que soy un hombre sano; porque si sintiera alguna atracción erótica hacia mi hija no sería un hombre mentalmente sano. Si hablara de ti y dijera: “Amo a Julieta”, ante la misma pregunta podría responder: “Julieta es una hermana por elección, como si nos hubiera parido una misma mujer” o: “Somos amigos entrañables”.  En el caso de los griegos, éstos usaban palabras diferentes para cada caso en particular; de manera que se ahorraban muchas preguntas. Pero el amor es uno solo. Y como busca siempre el bien ajeno, aunque es uno, la manera en que se expresa y lo que es bueno hacer o dejar de hacer depende de quién sea el objeto de nuestro amor y de las circunstancias particulares del caso. Pero, como sería en el caso de una hija, hay cosas que salen naturalmente, sin esfuerzo, no es que uno se tenga que estar mentalizando.


- No es que esté en desacuerdo con lo que dijiste, pero, ¿podrías darme alguna razón para asegurar que el amor es uno?

- Sí. Dios es la personificación del amor y es “un solo Jehová”; es único, una sola persona. Es un Dios de amor, justicia, orden y rectitud. Él es siempre el mismo y trata a todos de la misma manera. En Él no existe la variación del giro de la sombra, como dicen las Escrituras.

- ¡Vaya! No lo había pensado. Pero Él no puede desarrollar un amor erótico…

- No, desde ya que no. Pero tiene hijos; desgraciada e inmerecidamente, tiene enemigos; tiene amigos a los que ama con profundos sentimientos y a otros los ama por principios, no sentimentalmente. Tampoco hay peregrinos para Dios. De todas formas, hace salir su Sol sobre justos y pecadores, les permite vivir y hace que haya alimento para todos. ¿No enseñó Jesús que amáramos a los que nos persiguen para que fuéramos perfectos como el Padre? Además, fue Él el que, cuando nos creó, nos hizo a su imagen y semejanza y puso en nosotros la capacidad de amar y la necesidad de recibir amor. Nuestro amor es reflejo del Amor de Dios.

- No solamente en nosotros. Estuve viendo los vídeos que subiste a tu blog. La gatita que abraza a su hijito. ¡Qué ternura! ¿Y el león? Yo esperaba ver algo así en el nuevo mundo y, sin embargo, ya pasa en éste. Le pusiste muy bien que es la firma de Dios. No cabe duda de que Dios ha embebido de amor a sus creaciones; el que no vea eso es ciego.

- Sí, ellos aman, aunque no saben que aman. Y es notable cómo responden al amor, como fue el caso con ese león.

- ¿Qué pasó con ese león?

- Según he leído, el león era un cachorro que estaba mal alimentado, sucio y mal tratado en un circo. La mujer que viste en el vídeo lo descubrió y, de alguna forma que desconozco, lo rescató de su calvario. Al principio lo llevó a su casa, lo curó, alimentó y mimó. Pero el minino creció y ya no pudo tenerlo en su hogar. Va a visitarlo al zoológico y ya viste cómo la recibe. Emociona.

- A veces comparo a los animales con la humanidad y nosotros salimos perdiendo.

- La rebelión ha hecho mucho mal. Hasta los animales están padeciendo nuestros pecados. No solamente por la destrucción ecológica del mundo, sino también porque la degradación humana ha obligado a que se nos permita comer a algunos de esos animales y todo tuvo que ser trastocado para encontrar un nuevo equilibrio. El temor que sienten los animales por el hombre fue puesto por Dios como una defensa y una protección a la dignidad de la vida que esos animales tienen. Ellos fueron creados para que confiaran en nosotros y originalmente había paz entre las diferentes especies animales superiores y entre esas especies y el hombre. Pero el pecado hizo que la creación fuera sujeta a futilidad. (Romanos 8: 20)

- La imperfección hace que pequemos y nos esclaviza al pecado.

- ¿Sabes que eso que has dicho no es del todo cierto?

- ¿Cómo es que no es del todo cierto?

- Nacer imperfectos facilita el que sigamos pecando; pero la imperfección no es la que causa el pecado, la causa es otra.

- Me interesa y mucho, ¿puedes explicarlo?

- ¿Cómo era Adán antes de pecar?

- Un hombre perfecto.

- Bien. ¿Cuándo comenzó a ser imperfecto?

- Una vez que hubo pecado, cuando concretó su pecado.

- Correcto. Entonces, antes de concretar la acción pecaminosa que lo sumergió en la imperfección y en la degradación, era perfecto. La imperfección no pudo ser la causa de su pecado; fue una consecuencia de su mal proceder.

- Cierto. Entonces, ¿qué originó su pecado fatal para él y para nosotros?

- La falta de amor.

- La falta de amor… No amó a Dios como era necesario que lo hiciera y esa falta de amor hizo que no lo tomara en cuenta, que actuara por las suyas. Estoy sorprendida. Déjame ir a buscar mi Rbi8-S, quiero que veamos algo.
Acá está, Romanos 13: 8-10:
“No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido [la] ley, 9 Porque el [código]:«No debes cometer adulterio, No debes codiciar», y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: «Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo». 10 El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.”

Y este otro texto:
“35 los fariseos, después de oír que había hecho callar a los saduceos, se juntaron en un grupo. 35 Y uno de ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: 36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». 37 Él le dijo: «”Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. 38 este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a él, es este: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. 40 De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas».”  (Mateo 22: 34-40)

Carlos, esto es oro puro, un tesoro.

- Sí. No es la imperfección la que origina el pecado, sino la falta de amor. Satanás también era un querubín ungido creado por Dios, perfecto, completo. Pecó por falta de amor, no por imperfección. Lo mismo para la tercera parte de las estrellas del cielo que lo siguieron después en su rebelión.

- Entonces,  no es necesario que esperemos a alcanzar la perfección para no pecar contra el prójimo; bastaría con que lo amáramos.

- Cierto. Aunque la imperfección nos juega en contra y hace eso más difícil. Sin embargo, no es acumulando reglas y restricciones como vamos a lograr evitar el pecado; tampoco aislándonos o escondiendo la cabeza bajo tierra como el avestruz. No desarrollar el amor, poner límites y distancias, como un mecanismo de defensa ante nuestra imperfección y con el fin de evitar conductas indebidas, solo hace que se retrase el mal. (El que se aísla busca su propio deseo egoísta; o termina buscándolo) Únicamente amando con todo el corazón al otro es como podemos disminuir o eliminar los dos pilares sobre los que se afirma el pecado: egoísmo y orgullo, los motores de las conductas inicuas.

- ¿Puedes decirme más de esto?

- Sí, creo que sí.

- Aquí tienes mi Biblia, para lo que haga falta.

- Gracias. En principio, voy a tratar de explicarte ciertos mecanismos acerca de cómo pueden funcionar la Ley y el Nuevo Pacto. Vamos primero a los mecanismos y luego vemos cómo aplican en cada caso. Lo que intento decirte no está escrito explícitamente en la Biblia, pero creo que será de fácil aceptación.

Conoces la palabra inicuo. Está formada por dos raíces latinas: la primera, es una partícula negativa; la segunda, tiene por raíz a la palabra latina equus, que significa igual. Literalmente, significa “no igual”, “desparejo”. Suele aplicarse a los terrenos escabrosos, difíciles de transitar; lo contrario al llano. También al trato no igualitario, injusto.

Hay otro principio, no conocido popularmente, que recibe el nombre de “principio de Curie”. El principio dice que para que se produzca cualquier fenómeno debe existir una asimetría previa. En un medio completamente homogéneo e isótropo no puede ocurrir nada. Es la asimetría la que hace posible el fenómeno. Usé una palabrita “rara”: isótropo. Significa que “que se comporta la misma manera” en todas sus partes, hacia todas partes, en todas las direcciones.
Te doy un ejemplo de asimetría: agua hirviendo y agua fría. Si las pongo en contacto, la más caliente se enfriará, calentando a la más fría. El fenómeno ocurre hasta que las dos masas de agua llegan a la misma temperatura y se detiene allí, porque la simetría no permite que una se caliente enfriando a la otra, si ambas tienen la misma temperatura.

¿Comprendes hasta aquí?

- Sí, comprendo, aunque no entiendo todavía a dónde quieres llegar.

- Tenme un poco de paciencia, intento llegar a algo profundo. Bueno, sigo:

Ahora, piensa en una balanza de dos platos. Si los dos platos están vacíos, la balanza está en equilibrio y el fiel marca el cero. Ambos platos están en un mismo nivel, a la misma altura respecto de la base de la balanza. Supón que ahora tengo dos frascos de vidrio iguales y llenos con la misma cantidad de agua. Ambos tienen a la misma altura un tubito de salida y una válvula que abre o cierra el paso de agua. La salida de cada frasco está acoplada a uno de los extremos de una manguera de látex y las válvulas cerradas. Aunque las válvulas están cerradas, previamente se llenó la manguera de agua. Ponemos un frasco en cada plato y repartimos la manguera uniformemente entre los dos platos. Luego abrimos las llaves de paso y dejamos a esos frascos comunicados por la manguera. El frasco de la izquierda se llama “yo” y el otro “tú”. ¿Puedes decirme qué pasa?

- Si hicimos todo cuidadosamente, no pasará nada. Los dos frascos pesan lo mismo y tienen la misma cantidad de agua. La balanza quedará en equilibrio y no habrá flujo de agua de un frasco al otro, porque los niveles son iguales.

- Bien, bien, ¡muy bien! Ahora agrego una pesa de un kilogramo al plato en el que está el frasco “yo”. ¿Qué pasa?

- El plato en el que está el frasco tuyo baja y el otro, en el que estoy yo, sube. Como las válvulas están abiertas, pasa agua de mi frasco al tuyo. El tuyo se llena más, hasta podría vaciar el mío.

- ¡Excelente!

- Gracias, pero sigo sin entender qué me quieres decir.

- El agua que está en cada frasco es algo que tenemos dentro de nosotros, lo que sea. El peso simboliza la importancia que nos damos a nosotros mismos y al otro; o bien, el amor que tenemos por nosotros mismos y por el otro. Dios nos hizo iguales, los frascos son iguales, y nos llenó en forma equitativa. Inicialmente, la balanza estaba equilibrada.
¿Podrías seguir traduciendo el significado simbólico de la metáfora?

- Sí, claro… Sí, sí, sí que puedo. Cuando pusiste la pesa en tu plato, significó que habías puesto más amor por ti mismo que por mí; entonces, desequilibraste la balanza, tu plato bajó y el mío subió. Me sacaste el jugo, lo que había en mí fue hacia ti y no porque yo te lo diera; forzaste la situación para que yo me vaciara en ti y me dejaras seca o pobre de contenido. Me robaste lo que había en mí, me usaste. Tuviste un amor inicuo, injusto, desparejo, no igualitario, desequilibrado, hacia ti, egoísta. No te importé y me hiciste daño, me vaciaste, pudiste pecar contra mí.

- Perspicaz mi amiga. ¿Y cuando no había pesa?

- Nada pasaba. No me hacías daño.

- Es un placer estudiar cosas espirituales contigo. La Ley tiene un primer mandamiento ineludible, excluyente, que es amar a Dios. Después hay un mandamiento con promesa: “Honra a tu padre y a tu madre para que te vaya bien”. Los demás mandamientos son precedidos o encabezados  por la palabra “no”: “No matarás, no codiciarás no darás falso testimonio, no fornicarás”. La Ley es pasiva; refleja el “no hagas a otros lo que NO te gusta que te hagan a ti”. Es como dijiste: No pasa nada, no le haces daño al otro. ¿Y todo cómo, de qué manera? Amando a Dios con toda tu alma y al prójimo como a ti mismo. Es un plan de mínima: si amas al otro como a ti mismo, no le harás ningún daño.
¿Quieres decirme, ahora, qué es o qué significa si pongo la pesa en tu plato?

- Quiere decir que me amas más que a ti mismo. Entonces, la balanza baja de mi lado y de ti sale lo que tienes para mí. Y no es porque yo te lo saque. Así como no podía evitar que me extrajeras el jugo, ahora tampoco puedo parar el flujo de líquido desde ti hacia mí, de buenas acciones. Los dos fueron actos voluntarios tuyos; uno para perjudicarme y el otro para hacerme el bien. Si me amas más que a ti mismo no puedes pecar contra mí y, no solo eso, quieres hacer algo por mí.
¡Es el nuevo mandamiento de Jesús! (Juan 13: 34-35; Juan 15: 12-13) Es la Ley positiva de hacer al otro lo que nos gusta que nos hagan. (Mateo 7: 12)
¡Ay, Carlos! ¡Ay, Carlos! ¡Cuánto gozo! ¡El corazón me explota y quiere salir de mi cuerpo! ¡Gracias! ¡Gracias!

- Las gracias a Jehová, de él viene todo lo bueno.

- ¡Y a vos también! ¡Me hiciste ver algo muy profundo!

- Lo vimos juntos, fue un trabajo que hicimos juntos. Me dijiste muchas cosas vos solita.

- No me hubiera dado cuenta de no ser por tu metáfora.

- Y yo, ¿cómo me di cuenta? Estas cosas vienen de Dios, no son obra nuestra. Apenas fui el mensajero. No entiendo por qué yo, de verdad, no lo entiendo.

- Sí, gracias a Jehová, desde ya. Siempre le agradezco lo bueno que recibo. Pero un poquito a vos también. Aún por ser el mensajero.

- A los abrazos estoy acostumbrado. Pero me llenaste la cara de besos.

- Fue una explosión, no pude contener semejante gozo.

- Espero no haber quedado embarazado…

- No seas malo, viejito. No lo hice con un propósito así

- Está bien, pendejita, no te reto más.

- ¿Se terminó? ¡Quiero más, por favor! ¡Dale, por fi!   [¡Vamos, por favor!]

- A ver qué invento… ¿Viste cómo se refregaba el león contra la señora?

- Sí, como un gatito. Emociona ver tanta ternura en lo que se supone que es una fiera e impresiona por el tamaño.

- En cuanto a los gatos domésticos, dicen que el frotarse contra el otro es una manera de marcarlo con su olor; una manera de hacerlo suyo. Pero también recibe sobre sí el olor del otro, de forma que ambos comparten olores y se sienten próximos. Me recuerda a la costumbre del “hermano de sangre” de cierta tribu de nativos norteamericanos.

- Sí, llegué a ver alguna película vieja con una escena al respecto: un indio cortaba ligeramente su pulgar y el del otro, o sus muñecas, las juntaban y uno decía: “Ahora ser hermanos de sangre”. Sellaban, así, un vínculo muy estrecho.

- Nosotros no solamente sentimos el amor, sino que podemos ser conscientes y hablar del tema, escribir una poesía o una prosa, dar una conferencia, recordar sin un estímulo externo. También mezclamos algo más que olores; compartimos intangibles, cosas invisibles, inodoras. Dar nuestro tiempo y atención a otro es dejar en él una parte de nuestra vida. El tiempo que le dedicamos no vuelve más; lo invertimos en él y excluye cualquier otra experiencia. Mientras me dedico a ti no puedo hacerlo con otra persona, ni tampoco conmigo mismo. En espíritu, dejamos sobre el otro nuestro amor y la vida que lo hace posible. No hace falta morir en sacrificio para dar la vida por otro.
Las mujeres vienen equipadas de fábrica con el amor abnegado. Piensa en tu madre. En las noches que no durmió para velar tu sueño cuando estabas enferma o con algún problema grave. En las cosas que resignó para ser madre. En que te puso en primer lugar, antes que ella.
Compartimos experiencias, diálogos, lágrimas, risas, travesuras, disparates, gestos. Dejamos sobre la piel del otro nuestro ser y dentro de su corazón también. De la misma forma el otro  nos deja algo de sí, de manera que somos un poco más el otro y un poco menos nosotros mismos.
Atahualpa Yupanqui decía que un amigo es uno mismo en otra piel. Hermosa imagen.
Como amigos vamos edificando un nosotros sin dejar de ser, del todo, uno y otro.

¡Uy, che! ¡Es la una y treinta de la madrugada! ¡Cómo pasó el tiempo! Discúlpame, no me di cuenta.

- Lo disfruté tanto, Carlos, no me pidas disculpas.

- Estoy en tu casa. Mañana trabajas. Eres precursora, debes predicar algo más de dos horas como mínimo y yo restándole tiempo a tu descanso. Además, voy a salir a una hora imprudente de tu casa.

- No me importa. De veras, no me importa. La pasé muy bien y asumo la falta de descanso con alegría. Benditas estas horas en las que hablamos como nunca.

- Chau, pichona, Dios te bendiga.

- No, Charly, toma un último café conmigo.

- Debo irme, no debo quedarme más, no debí quedarme tanto.

- Lo sé. Dame unos minutitos más, por favor. No me dejes ya.






[1] Vas a hacer que me la crea, que me valore más de lo que corresponde. “Grupo” es una mentira, un engaño; propio o ajeno.

No hay comentarios: