No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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lunes, 12 de octubre de 2009

La punta del iceberg


Todas las personas sabemos que no somos perfectos, que constantemente estamos cometiendo errores por los que tenemos que pagar de alguna forma, porque toda acción tiene una reacción y todo acto una consecuencia. Por nuestra condición de seres sociales nuestras acciones u omisiones provocan consecuencias tanto en nosotros como en otros. Esto es inevitable.

Yo no soy la excepción a la regla. Me equivoco, peco. Me afecto y afecto a otros. En los textos hebreos de la Biblia la palabra que se traduce pecado significa literalmente "errar el blanco". Curioso uso. Parece dar la idea de que somos algo así como una flecha que es disparada desde un arco por un arquero con el fin de acertar en un objeto que llamamos "blanco". En lugar de acertar vamos para donde no se esperaba que fuéramos, no cumplimos con lo que se esperaba de nosotros. Esto último es clave. La flecha tiene un destino que no elige. Si el arquero no cometió un error en la puntería o ejecución del disparo lo único que puede apartarla de su blanco es algo inesperado, como una fuerte ráfaga de viento que la desvíe de su trayectoria. Pero la flecha no decide, fue un hecho fortuito; ni siquiera el arquero es culpable.

Nosotros hemos sido lanzados a la vida con libre albedrío. No tenemos un destino, un blanco fijo y determinado que alcanzar. Pero sí hay algo que se espera de nosotros y, si no cumplimos con esa expectativa, "erramos el blanco", como la flecha. Podemos elegir a dónde ir y qué metas buscar, pero no es indiferente la manera en que llevamos a cabo las acciones pertinentes. El juego tiene reglas y esas reglas fueron fijadas para evitar daños, para bien de todos. Cuando esa manera provoca daño y hacemos lo que no se esperaba de nosotros, pecamos, "erramos el blanco".

Hay una consecuencia final para todos nuestros errores: "Porque el salario que el pecado paga es muerte, [...]" (La Biblia, Romanos 6:23, Traducción del Nuevo Mundo) El pecado provoca la muerte. Esto estaba anticipado: "« [...]. 17 Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás.»" (Génesis 2:17) Si lo ponemos como implicación, el directo es: si comes, entonces, mueres; el contra-recíproco y equivalente es: si no mueres, entonces, no comiste. Si Adán hubiese elegido bien todavía podría estar con nosotros. El hombre no fue hecho para morir.

¿Fantasía? No necesariamente. La vida orgánica está sustentada en sistemas químicos y moléculas altamente improbables e inestables. Los animales no pueden tener una relación con el Arquero y por eso el segundo principio de la termodinámica se encarga de que sus vidas terminen. Un ser capaz de tener una relación con el Creador y el Ordenador podría ser mantenido indefinidamente por Él. Pero usó su libertad para hacer lo que no se esperaba de él y rompió el nexo con su fuente de vida, energía y orden. Las consecuencias están también descriptas:
"19 Porque hay un suceso resultante con respecto a los hijos de la humanidad y un suceso resultante respecto a la bestia, y ellos tienen un mismo suceso resultante. Como muere el uno, así muere la otra, y todos tienen un solo espíritu, de modo que no hay superioridad del hombre sobre la bestia, porque todo es vanidad. 20 Todos van a un solo lugar. Del polvo han llegado a ser todos, y todos vuelven al polvo. 21 ¿Quién hay que conozca el espíritu de los hijos de la humanidad, si asciende hacia arriba; y el espíritu de la bestia, si desciende hacia abajo a la tierra?" (Eclesiastés 3:19-21)

Desde que tuve conciencia de esto siempre me he cuidado de que mis pecados no involucraran a terceros. Especialmente en cuanto a la fornicación y el adulterio. Hacer que otro peque es casi lo mismo que asesinarlo. Pecar es como un suicidio, no está bien, pero matar es peor.

¡Ah, qué buena persona! ¡Cuánta conciencia y consideración hacia a los demás! ¡Pamplinas! Es solo apariencia. ¿Soy hipócrita? No, soy humano y tengo una herencia de la que no me puedo librar. Por cada acto que pudiera ser calificado como heroico, altruista, empático, sublime, hay otro en el que aflora mi lado negativo.

¿Recuerdan a Martín Fierro? Huyó de la justicia al desierto. Abandonó a su china. Cuando consideró que la cosa estaba olvidada volvió al rancho, pero habían pasado años y lo halló vacío. Él comprendió y perdonó a su mujer. ¡Qué buen hombre, cuánta grandeza! Sí, pero después mató al negro. Una venganza inconsciente; en el crimen absurdo estaba matando a quien se había llevado a su mujer. El precio de su grandeza anterior lo pagó un pobre inocente. Así somos, como un iceberg, lo más importante no se ve. Y lo que no se ve puede hundir al Titanic.

No hace falta llegar a extremos. Nuestros pequeños actos y hasta nuestras inacciones pueden causar daño a otros. Estos perjuicios se refuerzan, se sinergizan, con las miserias ajenas; provocan que otros pequen. Somos todos suicidas y un poco asesinos también.

Pobre condición la nuestra. No podemos solos ni en conjunto. Necesitamos ayuda idónea. Nos hace falta un Redentor.
"All you need is love" Sí, querido John, tienes razón. Dios es amor (1ª de Juan 4: 16)

viernes, 11 de septiembre de 2009

Democracia, pueblo y ocio


Todos sabemos que Grecia brindó a la humanidad varias generaciones de pensadores que sentaron las bases de lo que llamamos Occidente. Nuestros códigos de justicia están impregnados de esa vieja sabiduría, mezclados con la moral que influenció al mundo entero a partir de Jesús de Nazaret. La matemática debe gran parte de su base al pensamiento platónico y pitagórico. A partir de ella todas las demás ciencias se ven influenciadas. La lógica, la retórica y hasta la música. Ciencias o artes, todos contienen una parte importante de esa época.

Es notable que la palabra escuela provenga de una raíz griega que significa ocio. La clase pensadora griega era un conjunto de hombres de buena posición económica y que tenía tiempo para invertir en aprender. Los esclavos trabajaban. En general, los esclavos no eran maltratados y comían bien, pero usaban su tiempo para cumplir con sus tareas y los ciclos de luz y de sombras no eran suficientes para dejarles un espacio para cultivarse.

Democracia tiene dos raíces griegas que significan pueblo y gobierno, dando el sentido de gobierno del pueblo. Los esclavos no eran el pueblo. Los ciudadanos libres de Grecia constituían esa clase, la que opinaba, votaba y, eventualmente, gobernaba. Los ciudadanos libres de Grecia eran aquella clase ociosa que tenía tiempo de ir a aprender a la escuela. Usaban su ocio de manera constructiva y remuneradora.

La cosa ha cambiado algo en estos días, pero no demasiado. Se dice que no hay esclavos y todos los ciudadanos hábiles votan. Pero veamos un ejemplo argentino: la reelección de Menem se apuntaló en gran parte en el temor que tuvo la clase media argentina de que se disparara el precio del dólar estadounidense. La gente estaba endeudada en una moneda convertible y ligada directamente a la divisa del norte. Las preguntas son: ¿El voto por la reeleción fue una decisión libre o condicionada? ¿Condicionada por quién o quiénes? ¿Fueron realmente libres los que eligieron? ¿Fue su elección soberana? ¿Gobernaron con sus votos?

Un perro con distinto collar puede lucir diferente, pero es el mismo perro.

martes, 5 de mayo de 2009

Padres malos.

Autor: Dr. Carlos Hecktheuer, Médico Psiquiatra.

“Un día, cuando mis hijos estén lo suficientemente crecidos para entender la lógica que motiva a los padres y madres, yo habré de decirles:

• Los amé lo suficiente como para haberles preguntado a dónde iban, con quién iban y a qué hora regresarían.

• Los amé lo suficiente para no haberme quedado callado y para hacerles saber, aunque no les gustara, que aquél nuevo amigo no era buena compañía.

• Los amé lo suficiente para hacerles pagar las golosinas que tomaron del supermercado o las revistas del expendio, y hacerles decir al dueño: Nosotros nos llevamos esto ayer y queremos pagarlo.

• Los amé lo suficiente como para haber permanecido de pie dos horas, junto a ustedes, mientras limpiaban su cuarto, tarea que yo habría hecho en 15 minutos.

• Los amé lo suficiente para dejarles ver además del amor que sentía por ustedes, la decepción y también las lágrimas en mis ojos.

• Los amé lo suficiente para dejarlos asumir la responsabilidad de sus acciones, aún cuando las penalidades eran tan duras que me partían el corazón.

• Y ante todo, los amé lo suficiente para decirles NO, cuando sabía que ustedes podrían odiarme por eso (y en algunos momentos sé que me odiaron).

• Ésas eran las batallas más difíciles de todas. Estoy contento, vencí... ¡porque al final ustedes ganaron también!

Y cualquiera de estos días, cuando mis nietos hayan crecido lo suficiente para entender la lógica que motiva a los padres y madres, cuando ellos les pregunten si sus padres eran malos, mis hijos les dirán:

“Sí, nuestros padres eran malos. Eran los padres más malos del mundo... Los otros chicos comían golosinas en el desayuno y nosotros teníamos que comer cereales, huevos y tostadas. Los otros chicos bebían gaseosas y comían papas fritas y helados en el almuerzo y nosotros teníamos que comer arroz, carne, verduras y frutas.

Mamá y Papa tenía que saber quiénes eran nuestros amigos y qué hacíamos con ellos.
Insistían en que le dijéramos con quién íbamos a salir, aunque demoráramos apenas una hora o menos. Ellos nos insistían siempre para que le dijéramos siempre la verdad y nada más que la verdad.

Y cuando éramos adolescentes, no sé cómo, hasta conseguían leernos el pensamiento.
¡Nuestra vida sí que era pesada!

Ellos no permitían que nuestros amigos nos tocaran el claxon para que saliéramos; tenían que bajar, tocar la puerta y entrar para que ella los conociera.

A los 12 años, todos podían volver tarde por la noche, nosotros tuvimos que esperar como hasta los 16 para poder hacerlo, y aquellos pesados se levantaban para saber si la fiesta había estado buena (sólo para ver en qué estado nos encontrábamos al volver).

Por culpa de nuestros padres, nos perdimos inmensas experiencias en la adolescencia.
Ninguno de nosotros estuvo envuelto en problema de drogas, robos, actos de vandalismo, violación de propiedad, ni estuvimos presos por ningún crimen.


“¡TODO FUE CULPA DE ELLOS!”


Ahora que somos adultos, honestos y educados, estamos haciendo lo mejor para ser “PADRES MALOS”, como fueron nuestros padres. YO CREO QUE ESTE ES UNO DE LOS MALES DEL MUNDO DE HOY:
¡NO HAY SUFICIENTES PADRES MALOS!


¡Aquéllos que ya son padres, que no se culpen, y aquéllos que lo serán, que esto les sirva como una alerta!

sábado, 7 de febrero de 2009

No siempre se puede pedir.


Es un lugar común decir que en una pareja bien constituida es posible pedir al otro lo que uno necesita. Y es cierto, siempre y cuando la pareja realmente se encuentre bien, en "perfecta salud".

Si un hombre atiende sexualmente bien a su pareja, con verdaderas ganas, amor y dedicación, no hay inconveniente para que su mujer le pida un día que le haga el amor hasta que ella diga basta, exhausta. Pero esto cambiaría radicalmente si este hombre llevara seis meses sin tocarla. Ya no sería un pedido ocasional sino un reclamo, un ruego, ante quien debiera fijarse más seguido en ella. Y el amor implorado, el amor por pedido, por obligación, no sirve.

Por eso, en determinadas circunstancias, es bastante difícil que una mujer pida lo que hace tiempo no recibe. Resulta mucho más factible hacerlo con quien no tiene ninguna relación con ella. Si se atreve, resulta menos denigrante parar a un desconocido en la calle y decirle: "Soy esposa y madre. No busco un gran amor. No tienes por qué saber mi nombre ni yo el tuyo. Sólo quiero que me faltes el respeto, que me destroces una noche. Mi cuerpo lo necesita."

Muy pocos despreciarán semejante propuesta. Quizás un hombre muy religioso o alguien que piense en el verdadero bienestar de quien tiene adelante y no en su conveniencia. Alguien que use empatía y comprenda la trascendencia y la negatividad del acto.

Pero hombres así no abundan y es probable que, si encuentra uno, una mujer que se haya atrevido a pasar el límite ni siquiera lo aprecie.

Actuar sin conciencia siempre es triste para todas las partes.