No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
_____________________________________________

domingo, 16 de marzo de 2014

Mi único pecado (a mi amiga muerta especialmente para mí)


   
Dijiste que debería bastarme con Jehová. No sé quién te enseñó eso, pero Jehová dijo otra cosa. Le habló a su único Hijo y le expresó: “No es bueno que el hombre continúe solo. […]”. (Génesis 2: 18) Ese hombre no era un pecador como nosotros, era un hombre perfecto que hablaba directamente con Dios, lo escuchaba. Dios sabía que Él no le bastaba. Por eso le dio un complemento, una ayudante y a toda la humanidad en ella. (Génesis 3: 20) Las dádivas de Jehová son perfectas; no le dio una esposa, le dio toda la humanidad. Por eso la llamó Eva.

A mí se me ha dicho que no hay ningún registro bíblico de una amistad profunda e íntima entre dos seres de distinto sexo. Solamente hay ejemplos de dos hombres o dos mujeres. Sin embargo, del que no haya registro no es posible deducir nada, ni bueno ni malo. No hay registro, no dice nada. Pudo haber sido porque no era relevante o porque en esa época las costumbres sociales no lo hacían común ni frecuente.

El único principio bíblico que los ancianos me opusieron fue el que se registra en Jeremías 17: 9: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?” También citaron Mateo 10: 37: “El que le tiene mayor cariño a padre o a madre que a mí no es digno de mí; y el que le tiene mayor cariño a hijo o a hija que a mí no es digno de mí.”

Vayamos primero al corazón. El profeta Jeremías, inspirado, escribió: “Porque este es el pacto que celebraré con la casa de Israel después de aquellos días —es la expresión de Jehová—. Ciertamente pondré mi ley dentro de ellos, y en su corazón la escribiré. Y ciertamente llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo.” (Jeremías 31: 33)  El profeta Ezequiel fue más explícito: “Y ciertamente les daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré dentro de ustedes, y ciertamente quitaré el corazón de piedra de su carne y les daré un corazón de carne”. (Ezequiel 36: 26) Israel tenía el corazón duro como piedra y Jehová prometió que lo iba a cambiar por uno “blando” de carne. Jesús, el Hijo de Dios, explicó la esencia, el fundamento, el motor de la ley: “Y uno de ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: 36 “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. 37 Él le dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente’. 38 Este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’. 40 De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas” ”.  (Mateo 22: 35-40)

Ahora, te pregunto: ¿Es tonto Jehová?

Nadie se atrevería a decir que sí y, además, no sería cierto. Las cuatro cualidades fundamentales de Jehová son: Amor, Justicia, Sabiduría y Poder. ¿Por qué, entonces, la pregunta?

Si el corazón fuese irremediable y peligrosamente traicionero y desesperado, ¿por qué grabar la ley en el corazón? ¿No estaría todo condenado al fracaso?

No. Y Jehová lo explica: “8 No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido [la] ley. 9 Porque el [código]: “No debes cometer adulterio, No debes asesinar, No debes hurtar, No debes codiciar”, y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. 10 El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.” (Romanos 13: 8-10)

La Ley se graba en el corazón y es eficaz solamente si amamos de todo corazón a Dios y al prójimo. Si no amamos con todo el corazón el pecado es inevitable; pero cuando el amor abunda, el pecado huye. El otro nos importa más. (Juan 13: 34 y Juan 15: 12-13) [Un nuevo mandamiento, un nuevo espíritu. (Ezequiel 36: 26)]

¿Cuántos corazones tenés? Figurativo, uno, por cierto. Con ese mismo corazón es tu deber amar a Dios y al prójimo. ¿Qué pasó hace unos cuatro años atrás? Caíste en una crisis terminal en la que sentiste que Dios te había soltado la mano. En el fondo de un abismo, sin Dios y sin esperanza, mandaste a tu hijo Mariano a buscarme. Te encontré como nunca te había visto ni oído. Te ofrecí a Dios y te dejaste llevar de la mano por mí a Su organización. No te atraje a mí, te acerqué a Dios. Cuando estabas en tu estado más vulnerable.

¿Quién fue tu prójimo en estos últimos ocho o diez años? ¿Te pediría el Dios que graba la Ley en los corazones que me abandonaras ahora? ¿Cometí algún pecado grave contra vos o Jehová? ¿Estás en peligro? Antes bien, te juro, Graciela, que te va a ser muy difícil encontrar a otro que te ame más que yo. No es imposible, pero es muy improbable. Mi vida junto a vos -todos mis actos en ella- prueba mi amor. Yo no enuncio mi amor hacia vos; lo puedo probar por mis actos. Ese amor no deja dudas de que el pecado craso está muy lejos de nosotros dos.

Nos queda eso de: “el que ama más a… no es digno de mí”. También, que en ello está implícito obedecer. ¿Desobedecí a Dios?

Te conocí predicando. Toqué tu timbre. No sabía que existías. Me abriste las puertas de tu casa; conocí a tu marido, a tus hijos, a tu madre. ¿De qué hablamos? De Dios, de cosas espirituales. Tenía un cariño muy tierno y cálido hacia vos, pero no conocía tus problemas. Después me dijiste que te gustaba más otra religión, que “casi te había convencido”, pero que preferías la otra. Te consideré “perdida” para Jehová. Había fracasado.

Pasó el tiempo y me pediste ayuda. Fui y encontré, de a poco, el drama de tu vida. Te daba por perdida, pero te ayudé porque nació de mí hacerlo, no por el interés de ganar a una persona, ni siquiera para Jehová; porque el cariño se fue transformando, paso a paso, en amor, Amor, ¡AMOR!

Yo siempre obedecí a Jehová porque Él nos pide que amemos. Dios es Amor (1ª de Juan 4: 8; 16 - ¡Ver 4: 11!). Además: “no quiere sacrificio” (Mateo 9:13)

No es que te ame más que a Jehová. Él es todopoderoso, no me necesita; vos y yo lo necesitamos a Él. Pero vos sos débil y estás sufriendo por tus problemas. El amor y la justicia mandan atender al más débil, al que necesita. Estás sola sin mí, no puedes negarlo. Nadie te acompaña, nadie te ayuda. Tan solo te ponen reglas. Nos ponen reglas.

Si mi amor es pecado, entonces Dios es pecado también. ¡Jamás sea eso cierto! Si Dios no es pecado, mi amor tampoco.

Si cometí un pecado, este ha sido amarte con toda mi alma. Es mi único pecado con vos. Pero estoy seguro que no. No como te amo.




¿Lo leerá alguna vez? ¿Volveremos a conversar como antes algún día? ¿Por qué esta injusticia?

No hay comentarios: