No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
_____________________________________________

miércoles, 5 de marzo de 2014

14 - ¿Otro examen más?




Ella: - ¡Dame un abrazo!

Yo: - ¿Así nomás? ¿Sin emociones previas, sin lagrimitas?

- Por las que ya fueron. Por el tiempo que pasé sin verte. Porque me fui dolida y vuelvo a vos.

- Venga, entonces, venga que le saco juguito un rato.

- ¿Tanto me vas a apretar?

- Si lo vuá [voy] a hacer, lo vuá a hacer bien.

[…]

- Mmmmm… Rico, me gusta… Me haces sentir bien, me das fuerzas. Y no tengo miedos.

- ¿Me consideras inofensivo?

- No hay ofensa, pero no te considero inofensivo. La Biblia habla de que hay algunos que son eunucos y otros que se hacen eunucos a sí mismos. Eres eunuco por voluntad, porque te lo has propuesto. Podrías dejar de proponértelo en cualquier momento. Entonces, yo tendría que defenderme y salir de este paraíso de confianza y compañerismo, o sucumbir, como una mariposa que se acercó demasiado a la llama. Pero me gusta y no hay signos de que pretendas cambiar. No solo me acompañas y me contienes. Con tu actitud me haces sentir valiosa, apreciada.
Me doy cuenta de que me miras, a  veces, y que algunos movimientos míos no te son indiferentes; sin embargo, me honras constantemente guardando tu lugar sin estar distante, como es común en otros hombres. Eso es lo que más me halaga: que puedas estar tan cercano a mí, ser tan confidente, tan buen receptor de mis inquietudes y, no obstante, mantenerte en tu lugar. Te doy confianza, tengo gestos de acercamiento y no te confundes como haría la mayoría. Respondes a mí y a Dios, como dijiste días pasados. Te doy libertades y me respondes con respeto, no me tomas por asalto, no usurpas lo que no te corresponde. Diría que hasta te quedas un escalón más bajo de lo que te permito subir, o un paso más lejos de lo que te permito alcanzar. Rara vez cruzas la raya que dibujo figurativamente y, cuando lo haces, siempre me dejas algo importante. Lo que es más: me dejas la sensación de que podría haberte dado más libertad sin tener que lamentarlo; me haces sentir deudora, que lo que yo pensaba que era generosidad de mi parte resultó escasa frente a la realidad de tus acciones.

- ¡Pucha! ¡Vos sí que sabés [sabes] desarmar a un hombre! Si pensaba portarme mal, ahora me mostraste qué disfraz me puse y el disfraz me obliga. No me queda otra que portarme bien.

- ¿Estás fingiendo?

- No, hablo de disfraz porque recuerdo una canción folklórica que dice:
“Le robaron la guadaña/a la muerte que dormía/y el ladrón, que era decente, /se puso las ropas de matar” (Le robó el instrumento de ejecución a la muerte, y tener la guadaña de la muerte obliga, el disfraz obliga)

- No la escuché nunca.

- Es vieja, la cantaban Los Trovadores del Norte, no habías nacido o eras muy chiquita. Me pusiste un sayo y el sayo me obliga más allá de mi voluntad. Ya no depende solamente de mi voluntad, también está la fe que tienes en mí, no sería de bien nacido deshonrar esa fe. No podría. Tu fe me hace mejor, porque me obliga a serlo.

- Compromiso y responsabilidad…

- Que no pueden cumplirse si no hay amor. ¿Te das cuenta de que los miedos no nos dejar crecer en nuestras relaciones, nuestros lazos, nuestra hermandad? ¿Comprendes, ahora, la profundidad del significado de 1ª de Juan 4: 18?

- Sí. Desde que me decidí a confiar en ti hemos ganado los dos; por lo menos, yo he ganado mucho. Eras “un hermano”, ahora eres “mi hermano”, mi “amigo hermano”.

- Los dos ganamos. Ya no es amor por principios, que se puede ejercer con un enemigo o un desconocido. Esto es amor a la carta, personalizado, “custom”. Amor desde el corazón, pero para una persona que nos despierta sentimientos, que nos conmueve, que nos importa, que conocemos.

- Yo percibo tu amor, Carlos. Sé que me tienes en tu corazón como yo a ti. Pero percibo, también, que no eres feliz. ¿Es por Graciela? ¿No puedo hacer algo yo para que seas feliz?

- La pérdida de Graciela, esa tremenda injusticia que me obligan a vivir sin ninguna base bíblica ni razón para tener que soportarla, aumenta mi sufrimiento enormemente, pero yo sufría antes. No es la causa primaria. Es complejo. ¿Quieres escuchar una explicación, o lo dejo aquí?

- No, no lo dejes aquí,  te escucho, quiero comprender tu problema.

- Tengo un problema con algunos neurotransmisores que hacen que tenga la mentalidad de un adicto. Nunca me drogué, no tomo, ni fumo, pero mi personalidad es la de un adicto. Tengo todos los sentimientos, no es que no pueda sentir alegría, por ejemplo. Pero no hay que confundir alegría con felicidad. La alegría es por un momento, es efímera. La felicidad es un estado emocional que persiste más tiempo. Es una sensación de logro.
Supongamos que salimos a pasear y la pasamos muy bien. Nos reímos, contamos anécdotas graciosas, disfrutamos momentos alegres. Te dejo y vuelvo a mi casa con la euforia que esas alegrías me produjeron. Pasa un tiempo, no muy largo, y queda un vacío, un agujero, como si nada hubiera pasado. Todo se vuelve sin contenido, sin atractivo. Tengo una sensación de carencia profunda, de tristeza. La vida pierde atractivo, todo es negro. Dan ganas de no sufrir más, de pedir que me quiten la vida. Es insoportable.
Soy un depresivo grave, con etapas de bipolaridad, perfeccionista y con comportamiento obsesivo-compulsivo. Me cuesta un arduo trabajo salir todos los días a trabajar. No me queda otra, porque estoy solo. Pero algunos días aflojo y me quedo. No tengo ganas de luchar más, no me queda energía para seguir.
Las vivencias no me son suficientes, por hermosas que sean. No tengo mayores motivos para ser infeliz. Tengo dos hijos honestos y trabajadores, ambos profesionales universitarios. Jamás me dieron nada de qué quejarme. Me casé con una buena mujer. Tengo casa propia. Sin embargo, no importa lo que pase, termino siempre en un pozo.

Esa carencia de felicidad me lleva a buscar cualquier cosa que me produzca endorfinas, que alivie el pesar. Por ejemplo: como. Tengo veinte kilogramos de más por buscar placer en la comida. Cuando estoy en esos huecos trato de llenarlos con algo. Hasta se puede volver una adicción.

- No sé qué decirte. Quisiera hacer algo por vos.

- Lo estás haciendo. Llenas parte de mi vida y tu compañía amorosa me ayuda. Si no hubieras entrado en mi existencia, quizás ya no sería hoy. Se puede morir de pena. Mi cardióloga, que conoce cuanto soy al igual que mi esposa y Graciela, me dijo que si no tuviera la fe que tengo hace rato que me hubiese pegado un tiro. Ella es agnóstica y reconoce que la fe me ha mantenido vivo. Así, el amor por Jehová también me ha ayudado. Lo mismo que el amor por Graciela, cuando podía ejercerlo.
Ella tiene tantos problemas, tantos sufrimientos clavados hasta la parte más profunda de su ser, que ayudarla se convirtió en una misión, en una obsesión, en una adicción.
Ese afán por aliviar su sufrimiento nació en mi corazón, desde un amor inmenso, desde el deseo intenso de serle útil. Pero se hizo adicción.
La arrancaron de mi vida y al dolor que produce la falta del objeto de mi amor se suma un síndrome de abstinencia. Trabajar para ella, acompañarla, me hacía olvidar en parte mis problemas. Enfocaba mi vida en mitigar su sufrimiento, en hacer todo lo posible por que fuera feliz.
La quitaron totalmente y el agujero se hizo infinito. Me hirieron de muerte. No soy un apóstata. Tampoco dejé a Jehová, no es con él la cosa. Lucho por mi vida, July.

- ¿Y Jehová, Carlos? ¿No quieres dedicarle tu vida a Él?

- Está escrito que hay quienes dicen amar a Dios, pero no aman a su hermano. El Libro pregunta cómo pueden amar al que no se ve si no aman al que se ve.
Amar a la que se ve, a la que puedo tocar, a la que me dice “gracias”, me da la base para emprender el amor más sublime por el que no se puede ver ni tocar.
El primer instinto del ser humano es copiar a los padres que ve. Un niñito no puede comprender la profundidad del amor de Dios hasta que no adquiere cierta educación y desarrollo mental. Dios es más elevado, es más difícil. Más grande puede empezar a copiar a Dios ¿Por qué dijo Jehová: «No es bueno que el hombre continúe solo»? Ese hombre hablaba con Él, lo escuchaba. Sin embargo, necesitaba algo a su altura, aquí, bajito. Cerca de la madurez es cuando se puede copiar el ejemplo de Dios, cuando es posible comprender algo acerca de Él. Pero, aun maduros, necesitamos amar con los sentidos. Necesitamos estos abrazos que nos damos cada tanto, la palabra de aliento, la caricia, el beso en la mejilla, reír y llorar de a dos, caminar juntos, pedir, dar, esperar. Y, fundamentalmente, necesitamos agradecer la vida para amar al que nos la dio.
Le dediqué una vez mi vida y fracasé. Te dije hoy que tengo ganas de pedirle que me quite la vida, que no soporto sufrir más.
¿Qué vida le voy a dedicar, la que no tengo ganas de tener?
Había encontrado una luz de esperanza en el amor profundo y sin mancha que tengo por Graciela. En nombre del Amor me prohibieron el amor y me dejaron completamente vacío.

- ¡No es verdad! ¡No sigas! ¡No estás vacío! Me llenas de ternura, me cobijas, abrigas mi corazón. ¡No me hieras, recibo cosas de ti! ¡No deliro ni sueño! ¡Eres real, me haces bien! (llorando) ¡Por favor, no sigas destruyéndote, yo recibo tu amor, existe!

- Chiquita, chiquita querida. ¿Qué te está pasando? Ven, siéntate sobre mí y abrázame como una hijita. Hablemos de corazón a corazón, bien cerquita, abrazados.

- No importa en condición de qué me siente en tu regazo y te abrace, como hija, como madre o como mujer, estoy segura en tus brazos. Yo recibo cosas de vos. No estás vacío, te engañas.

- Probablemente no esté vacío como dices. No se trata de la realidad objetiva, sino de mi realidad subjetiva. Sobre cómo me siento yo. No depende de mi voluntad, ni de cuánto ore, ni de cuánto estudie, ni siquiera de cuánto ame. A menos que Jehová haga una curación milagrosa ahora, esto va a seguir irremediablemente hasta el nuevo mundo o hasta mi muerte, lo que acontezca primero. No hay palabras de consuelo. Puede haber distracciones, pueden existir gozos más o menos duraderos, pero hay algo genético que priva sobre el intelecto y las intenciones. No puedo contra eso. Dios puede, pero ahora no es tiempo de milagros. Él sabe por qué no es conveniente ahora. Yo acepto eso, no lo cuestiono. Solamente quería que me dejaran amar como a mí me sale del corazón.

- Bichito de luz (apretándome), bichito de luz. Ámame a mí, que estoy aquí.

- Te amo, July, no lo dudes.

- ¿Por qué no lleno tu vida, ese hueco que sientes que tienes que llenar?

- Lo llenas por el tiempo que estoy contigo. No tengo carencias hasta un tiempo después de que te vas. Tengo otro agujero que no puedes llenar –y que olvido mientras estás conmigo- pero no trates de competir con ella. Ya te expliqué: el amor que tengo por mi otra amiga tiene su nombre y su sello, es a medida. El tuyo también. No puedes reemplazarla, ni ella a ti. Tú me necesitas de una manera; ella de otra. Son dos personas, dos amistades, dos amores, que no son incompatibles; antes bien, enriquecen mi vida.
No tienes idea de cuántos y cuán serios problemas tiene Graciela, de cuántos minutos y segundos intensos de comunicación profunda hemos gastado en tender un puente entre nosotros. Puente que han dinamitado. O peor aún: dos hermanos siameses que han separado con los dedos, desgarrándolos, con una crueldad sin límites, infinita. Un dolor supremo. Sé que la dejaron sola, que no me reemplazaron, que ella sufre, de otra manera diferente a la mía, y que también le está costando salud. Sé que podría estar haciendo algo por ella, todo lo que pudiera, pero soy muy limitado, no todo cuanto quisiera soy capaz de hacer efectivamente por ella. Pero, así, no me dejan hacer nada y me desespera.
Hoy por hoy estamos juntos y el amor crece. Mañana se enteran de quién eres y te quitan los privilegios y nos separan. ¿Otra muerte más? ¿Qué está esperando Dios para corregir semejante injusticia?

- Quizás quiera que le demuestres algo, o que aprendas algo.

- ¿Otro examen más? ¿Siempre tengo que hacer o demostrar algo para que me quieran?




No hay comentarios: