No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
_____________________________________________

domingo, 20 de abril de 2014

16 - ¡Cómo te quiero, mi prohibidito!




Ella: - Me contó un pajarito que te estás congregando con otra comunidad. Me puse muy contenta. Es un buen signo de tu parte. No soportaba verte en una actitud suicida. No podía obligarte y no sabía muy bien qué hacer. Tienes a Jehová en tu corazón, después de todo.

Yo: - Sí, es verdad, ya fui cinco veces, incluido el Memorial.

- ¿Cambió algo con Graciela?

- Sí, pero después de comenzar a reunirme.

- ¿Cómo?

- Después de asistir al Memorial, Graciela le pidió permiso a un anciano para que fuera a la casa a arreglarle el baño principal. Ya me había anticipado que iba a solicitar autorización cuando le llevé unos teléfonos para que buscara trabajo, hace como tres semanas atrás. No pensé que fueran a decirle que sí. El anciano le dijo que mientras fuera para trabajar no había problema, estaba en su derecho de llamarme.

- Te habrás sentido bien, ¿no es cierto? Una de tus grandes angustias era pensar que necesitaba ayuda y que no te dejaban dársela.

- Sí, lo tomé como una bendición enorme, un consuelo, una caricia. Sentí que Jehová había empezado a arreglar las cosas, a responder a mis oraciones y –quizás-  a las de Graciela también. Era una injusticia mayúscula, no podía continuar.

- Me alegro, me alegro tanto… Estás un poco mejor de semblante.

- Es un alivio poder entrar a hacer algo por ella. Me conformo con eso. Después de tanta hambruna, un pan duro es un manjar. No tengo a la amiga de antes, pero lo principal es estar cerca y saber qué le hace falta. Ya me las arreglaré para auxiliarla, con la ayuda de Dios. ¡Hay tanto que hacer! Voy a estar muchas veces en esa casa trabajando. Casi siempre sin ella, porque se va a su labor. Mejor así, para que no tengan nada que decir ni de qué dudar.

- ¿Recuperaste el gozo perdido?

- Más que gozo, es una esperanza; se ve una luz al final del túnel oscuro en el que estaba. He llorado mucho en estos días posteriores a mi entrada en la casa. Tengo mucho dolor acumulado. También es por agradecimiento y emoción, no esperaba este regalo de Dios. Ahora necesito que Dios me provea los medios para hacer todo lo posible por levantar esa vivienda y que Graciela pueda invitar a algunas hermanas sin sentir vergüenza. Abruma ver todo lo que es; sin embargo, estoy seguro que voy a hacer todo lo que ella necesite. No sé si merezco que Dios me dé este privilegio, pero ella necesita que alguien se ponga a su servicio. “Aquí estoy yo, envíame a mí”.

- Quisiera acompañarte y hacer algo también.

- No, gracias. Lindo de tu parte. Graciela no te conoce y se sentiría molesta por como está todo. Además, es trabajo de albañilería, plomería, electricidad, hasta hacer un techo que se voló con una tormenta. Muy pesado. Tendrías que dejar el precursorado si fuera posible que hicieras algo de todo ese trabajo. No es una actividad que debas abandonar, ni siquiera por amor. Sigue siendo precursora, es lo mejor. Cuando todo esté más dentro de lo normal, te presento a mi amiga y te acercas a ella para darle cariño y amistad. Eso también es una forma no menos importante de ayuda.

- Voy a conocer a la persona cuya historia escuché hace un tiempo. Por saber esa historia me acerqué a ti, al principio con recelo. Debería romperla a abrazos tan solo porque saber de su amistad contigo me animó a intentarlo.

- Bueno, cuando se haya acostumbrado a tus abrazos podrías sugerirle que nos abrazáramos los tres. Economía de abrazos, que le dicen; hay crisis energética: ahorre abrazos, cuide sus fuerzas.

- ¡Ja! ¡Trato hecho, amigo! Es mi madrina en amistades prohibidas.

- Shhhh, silencio, no levantes la perdíz.

- ¡Ja, ja! ¡Como te quiero, mi prohibidito!


No hay comentarios: