No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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lunes, 10 de febrero de 2014

7 - Ser como niños


Ella: - ¿Hago una oración?

- Sí, por supuesto.

- Disculpa que no te dé la oración a ti.

- No hay nada que disculpar. Supongo que podría hacerla yo, porque no es una actividad que pueda considerarse como oficial, como si este lugar fuera una prolongación del salón. Pero, por las dudas, mejor hazla tú.

[….]

- Tengo una asignación en la escuela dentro de tres semanas. Ahora estoy planteando el tema, para después abordar a una hermana y comenzar a ensayar una situación, un marco de circunstancias.

- Te escucho.

- Estoy girando alrededor del tema “recibir el reino como niños”. Lo primero que hice fue buscar el texto en la Biblia. Encontré tres referencias. Cito:

Mateo 18: 1-6: “En aquella hora se acercaron los discípulos a Jesús y dijeron: “¿Quién, realmente, es mayor en el reino de los cielos?”. 2 De modo que, llamando a sí a un niñito, lo puso en medio de ellos 3 y dijo: “Verdaderamente les digo: A menos que ustedes se vuelvan y lleguen a ser como niñitos, de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos. 4 Por eso, cualquiera que se humille como este niñito, es el mayor en el reino de los cielos; 5 y cualquiera que reciba a un niñito como este sobre la base de mi nombre, a mí [también] me recibe. 6 Pero cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que ponen fe en mí, más provechoso le es que le cuelguen alrededor del cuello una piedra de molino como la que el asno hace girar y que lo hundan en alta mar.”

Marcos 10: 13-16: “13 Entonces la gente empezó a traerle niñitos para que los tocara; pero los discípulos corrigieron [a la gente]. 14 Al ver esto, Jesús se indignó y les dijo: “Dejen que los niñitos vengan a mí; no traten de detenerlos, porque el reino de Dios pertenece a los que son así. 15 En verdad les digo: El que no reciba el reino de Dios como un niñito, de ninguna manera entrará en él”. 16 Y tomó a los niños en los brazos y empezó a bendecirlos, poniendo las manos sobre ellos.”

Lucas 18: 15-17: “15 Entonces la gente empezó a traerle también sus criaturas para que las tocara; pero los discípulos, al ver esto, empezaron a corregirla. 16 Sin embargo, Jesús llamó a sí a las [criaturas], y dijo: “Dejen que los niñitos vengan a mí, y no traten de detenerlos. Porque el reino de Dios pertenece a los que son así. 17 En verdad les digo: El que no reciba el reino de Dios como un niñito, de ninguna manera entrará en él”.”

Intento dar una explicación profunda de la razón de la afirmación de Cristo. ¿Por qué el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él?

Mi reflexión me lleva a sostener que la clave está cuando dice: “cualquiera que se humille”. Los niños son débiles y faltos de experiencia. Aunque les gusta correr y jugar y comiencen a “medir” hasta cuán lejos pueden llegar en la plaza, siempre levantan la mirada para saber que el grande que los cuida está lo suficientemente cerca como para protegerlos. Si lo dejan de ver, se perturban y hasta desesperan, incluso hasta el llanto. Quieren hacer lo que les place, pero saben que necesitan supervisión, no se sienten seguros sin ella. Se humillan, reconocen que no pueden todo solos, que hay alguien superior que les hace falta.

Al ser como niños, nosotros, los adultos, deberíamos desarrollar una actitud similar, reconociendo que no podemos solos.
¿Qué opinas?

- De acuerdo, excelente.

- ¿Algún otro punto de vista?

- Sí. Se me ocurre enlazar con la creación de una nueva personalidad. A ver… busco en la concordancia…

Efesios 4: 20-24: “20 Pero ustedes no aprendieron que el Cristo sea así, 21 si es que, realmente, le oyeron y se les enseñó por medio de él, tal como [la] verdad está en Jesús, 22 que ustedes deben desechar la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior y que va corrompiéndose conforme a sus deseos engañosos; 23 pero que deben ser hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente, 24 y deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad.

Aquí hay otra:

Colosenses 3: 9-11: “9 No estén mintiéndose unos a otros. Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, 10 y vístanse de la nueva [personalidad], que mediante conocimiento exacto va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado, 11 donde no hay ni griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, extranjero, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todas las cosas y en todos.”

Y mira cómo sigue, hasta el 14 inclusive:

12 De consiguiente, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia. 13 Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes. 14 Pero, además de todas estas cosas, [vístanse de] amor, porque es un vínculo perfecto de unión.

Yo enlazo el vestirse de una nueva personalidad con ser como niños, porque estaría creciendo como lo hace un niño. Desecha  la vieja personalidad y la va reemplazando paulatinamente por otra, que va madurando y adquiriendo entidad y experiencia en la persona nueva. Como un niño, nace, crece y se transforma.
También haría mención a que en el bautismo uno muere respecto de lo que era y renace a una nueva vida de dedicación. El que se bautiza comienza una nueva vida, es como un niño también. Va creciendo en Cristo y en Jehová.

- Estoy de acuerdo, buen punto.

- Me parece que hay otro más: los niños tienen candidez, pureza, se muestran tal cual son. Nacen pecadores al igual que lo hicimos nosotros, pero no esconden lo que son. Dos niños pelean por un juguete y dan rienda suelta a su ira. Sin embargo, unos minutos después juegan como si nada hubiera pasado. Lo observo en las creaciones de Dios, por ejemplo, mis gatas: pelean “a muerte” y luego las encuentro durmiendo abrazadas o una apoyada sobre la otra. Cuando veo esas cosas, la ternura no tiene límite. Jehová las programó para que se comportaran como lo hacen, aunque lo que vemos hoy es un resto de lo que Dios realmente creó; la creación entera “ha sido sujeta a futilidad” como consecuencia de la rebelión. Esto es lo que quedó en una “tierra maldita por tu causa” de todo lo bueno que Dios hizo.
Fíjate, por ejemplo, cómo los escritores bíblicos reconocen sus peores defectos con candidez. Prueba, no solo de honradez, sino de autenticidad y hasta de inspiración divina. Porque no hay obra, ni autobiografía, ni fraude de ninguna clase que no deje de pintar a sus protagonistas como poco menos que héroes o seres cercanos a un ideal de perfección. Pero, en la Biblia, Pedro negó tres veces a su amado Maestro y el Libro lo cuenta. Como un niño. Transparente, desnudo, a la vista de todos. Solo los niños son así y los grandes que persiguen la meta de ser como niños. Los que buscan el reino.
Aún los niños que se crían en la calle, que aprenden las mañas de los grandes antes de tiempo pero que conservan los rasgos propios de su edad. Mi esposa se desempeñó mucho tiempo como maestra de grado. Un día pidió a la clase que escribiera una oración mencionando el trabajo de algún pariente. Solicitó la entrega de los cuadernos para corregir el trabajo. Se detuvo en uno que decía: “Mi tío es seguidor”. Ella creyó que había malentendido la letra del niño y que la oración decía otra cosa. Llamó al alumno y le preguntó qué decía allí. El chiquilín [pequeñín] le contestó lo mismo que ella había leído. Entonces, le preguntó: “¿Qué es seguidor? ¿Qué es lo que sigue?” El niño contestó: “Sigue colectivos” [transporte colectivo de pasajeros], con la inocencia propia de la niñez. En seguida se dio cuenta de que había cometido un error y corrigió: “Pero los sigue un ratito y después no los sigue más”.
Pienso que Dios sabe que no puede descartar el pecado en nosotros, pero que es deseable que seamos transparentes como niños y que reconozcamos y mostremos nuestros errores con la misma actitud que un pequeño.

- Ser como niños, profunda y vital cuestión… Hay material para trabajar y… como para cuatro asignaciones.

[….]

- ¿Viste la última ilustración de Tito 1: 15?

 - Sí, son muy tiernos, ¡cuánta inocencia! La curiosidad libre de culpa. Sería lindo que pudiésemos ser como ellos.

- ¿Voz tenéz pitito? (1)

- (Sorprendida, riendo y reculando) Carlos, ¿qué hacés [haces]?

- ¿Tené o no tené pitito?

- ¡Nooo!

- ¿Po’ qué no tené?

- ¡Carlos, que estamos bajo oración, compórtate!

- Te falta trabajar en niñez, hermanita. ¿No era que te gustaría ser así?

- No te pases que te sacudo.

- No me paso. ¿Viste que no es tan fácil como decir me gustaría?

- ¿A qué quieres llegar?

- A nada. Pero no te resultaría nada fácil estar literalmente desnuda frente a mí como la niña.

- ¿Querías que te mostrara como la nena?

- No, ya sé cómo es. Hace rato que me enteré.

- ¡Carlooos, no empieces de nuevo!

- ¿Sabes por qué no tienes pitito?

- Carlos, termínala.

- Para que te distiendas. Mi abuela materna tenía una explicación que le había dado una monja mientras estaba pupila en una escuela. No es broma, ella me contaba eso cuando yo era un niño.

- No hay muchas escuelas con internación por aquí, ¿dónde estuvo pupila tu abuela?

- En Francia, en una escuela en el pueblo llamado Trévou-Tréguignec, en el departamento de  Côtes-d’Armor, en Bretaña.

- ¿Una abuela francesa?

- Sí, inmensamente rica, heredera de una fortuna, con una historia muy triste. Otra vez te la cuento, si te interesa.

- Sí, ¿qué te decía tu abuela de por qué no tengo pitito? ¡Ay, Dios, los amigos que se carga una!

- Decía que Dios creó a Adán y que, antes de darle vida, le encargó a un ángel que lo cosiera. El ángel era muy desprolijo y lo cosió con puntadas largas y descuidadas; de manera que el hilo que Dios le dio resultó largo y lo dejó colgando. En cambio, el ángel que cosió a Eva era excesivamente minucioso. Tanto, que el hilo no le alcanzó y le faltó coser un pedacito.

- (Sonriendo) ¿Eso le dijo una monja a tu abuela?  ¿Cuándo nació tu abuela?

- El 22 de septiembre de 1890.

- ¡Atrevida para la época, la monjita!

- Francesa. Y en la intimidad de la escuela.
¿Repuesta ya?

- No fue para tanto, no tengo que reponerme de nada. ¿Viste algo?

- Noo, hice que miraba. Además, te separé apenas unos centímetros del cuerpo la cintura del pantalón. ¡Che! ¡Después de todo no me tenías tanta confianza!

- Me sorprendiste, no lo esperaba. Me asusté un poquito, pero no mucho. No lo esperaba. Yo nací en la verdad, no estaba preparada para algo así. Supongo que las mujeres del mundo están más fogueadas.

- ¿Me peddonáz? [¿Me perdonas?]

- (Abrazándome) ¡Con lo que te quiero, señor mayor, como para no perdonarte!  Tengo que hacer la oración de cierre del estudio.

- Bueno. Y después me vas a decir qué tenés ganas de cenar. Algo que te guste muchísimo. Pero que no sea un pavo a la York, ni faisán, ni caviar, que por aquí no se consiguen. Vamos a comprar las cosas y yo cocino para ti. Después te acompaño hasta tu casa, para quedarme tranquilo porque te dejé a salvo, bien cerradita bajo llave y con el repelente para mosquitos.

- Como quieras, niño señor mayor. Hago la oración…

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(1)   Con un lenguaje como de niño que recién comienza a hablar:

¿Tú tienes pitito?
¿Tienes o no tienes pitito?

¿Por qué no tienes?

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