No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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sábado, 25 de enero de 2014

1 - Conversando de corazón a corazón



Ella: - ¿Podrías explicarme cómo es tu relación de amistad con Graciela?

Yo: - Sí. En realidad, haciendo poco caso a los matices que puede tener cada relación, puesto que no hay dos seres iguales, creo que estoy en condiciones de decirte cómo es una relación de amistad profunda entre un hombre y una mujer. Nadie pregunta cuando son dos hombres o dos mujeres. Sucede que es difícil para muchos llegar a ciertos límites sin desarrollar sentimientos románticos hacia un ser del otro sexo y estas relaciones se miran con escepticismo.
Imagina que en un hermoso día de verano decides salir con tu automóvil hasta el mar, pero no a un balneario lleno de gente. Buscas paz e intimidad. Estacionas tu vehículo en un lugar conveniente y bajas a la playa. Te encuentras a veinte kilómetros del lugar poblado más cercano. Miras hacia el horizonte, giras sobre tus talones y no ves a nadie. Solo tú, el mar, la playa, las gaviotas y una brisa cálida. Acomodas tus cosas no muy lejos del mar, estás decidida a pasar todo el tiempo que te venga en ganas y a disfrutar de la experiencia.
Poco tiempo después te acercas a la orilla descalza, pero te paras en el límite. Las olas llegan casi a tocar las puntas de tus pies, pero no te mojan. Vienen y se van, como no atreviéndose del todo a rozarte.
¿Estará tibia el agua? Las olas son suaves, todo parece inspirar confianza. Por fin adelantas tus pies y dejas que las olas los mojen y rodeen. El agua se siente tibia. ¿Será que la arena está muy caliente y pasa su calor a la delgada capa de agua que te moja? La única manera de saberlo es entrando un poco más.
De a poco, el agua te llega a la rodilla. Está linda de verdad. Cuando te das cuenta -y sin saber cómo- te hallas sumergida hasta la cintura o hasta el cuello. Se siente muy bien. Cuando estás más caliente que ella, absorbe calor y te refresca. Si está a más temperatura que tú, te cede su calor para reconfortarte. Su contacto es muy íntimo, te moja, te rodea toda, pero no te invade, no viola tu orilla, que es tu piel. Te acaricia, te templa, pero no parece querer nada a cambio. Está contigo, no te secuestra; te acompaña y te deja ir cuando te place.
En una relación de amistad uno hace de mar y el otro se baña en él. Los papeles se alternan. Unas veces Graciela hace de mar y otras yo.

- Parece muy íntimo.

- Sí, así es.

- ¿Qué diferencia hay con un matrimonio? 

- En el matrimonio ambos son mar al mismo tiempo y las aguas se mezclan. La piel no es un límite.
Verás, con Graciela casi no tenemos vergüenzas, hablamos de cualquier cosa, confesamos lo que no nos atreveríamos con otros. Quizás parezca que lo único que nos faltara para ser un matrimonio fuera mantener una relación sexual. Pero no es tan simple como eso. Francamente, no sé si podríamos funcionar bien como una pareja. Tenemos una relación hermosa, hemos aprendido a acomodarnos para que nuestras espinas y bordes filosos no nos lastimen. Ese delicado equilibrio que logramos se sostiene porque hay una orilla, un límite. Los problemas de Graciela me preocupan en tanto la amo; no me agrada que los tenga y trato de hacer todo lo posible para que los solucione. El sentimiento es recíproco, ella también se ve afectada cuando algo malo me pasa a mí. Pero hay una orilla. En un matrimonio los problemas que causan las espinas y bordes filosos de cada una de las personas que lo integran ya no son propios, son de los dos. Siempre es más fácil solucionar un problema ajeno que uno propio. Cuando el otro y uno mismo somos partes constituyentes de lo que nos afecta ya no es tan simple analizar las cosas con calma. Es como ser juez y parte. Los hechos pueden llegar a abrumarte y a quitarte lucidez y discernimiento
Pongamos una ilustración: dos barcos se encuentran en alta mar (hoy estoy marino).

- ¡Ja! Sí, sí, eso parece

- Uno hace agua peligrosamente. Desde el barco que navega a su lado les hacen llegar otras bombas de achique y hasta pueden remolcarlo con un cabo, si hace falta. Si pese a todo zozobrara, estaría cerca para rescatar a los tripulantes y darles alimento y abrigo. Si el capitán de ese barco de auxilio fuera uno de los tripulantes del que está en apuros y no hubiera otra nave cerca, la cosa cambiaría y mucho, ¿no es cierto? 

- Comprendo. Pero, ¿cómo hacen para que no moleste el sexo?

- Puedo decirte qué hago o qué hice alguna vez, hace tiempo. Ignoro si ella hace o hizo algo al respecto. No siempre la atracción resulta mutua. No estoy admitiendo que me haya atraído alguna vez, yo siempre oriento mis sentimientos hacia donde la relación es posible y sirve para bien.

El secreto está en amar. Vayamos por partes. Es más frecuente que las personas queramos, antes que amemos. Querer es para uno y amar es para el otro. Si queremos, podemos desear algo de la persona y el centro de atracción de la relación está en nuestro "yo", ¿qué puede impedir que saciemos nuestro deseo? En cambio, si amamos a una persona, nuestra voluntad apunta a hacerle todo el bien posible y ningún mal. A satisfacerla y no a satisfacernos.
El que ama de verdad no hace mal al amado. El Maestro lo enseñó y quedó registrado en la Biblia. Ahora estamos charlando y no voy a citarla textualmente, ni a decir en qué parte se encuentran los textos. Siempre será posible hacerlo después, si hay interés o necesidad.
Alguien le preguntó al Maestro, por tentarle: ¿Cuál es el mayor mandamiento de la ley? El Maestro respondió: El primer y más grande mandamiento es este: "Amarás a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con todo tu entendimiento" El segundo y más grande mandamiento es muy similar al primero: "Ama a tu prójimo como a ti mismo." De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas. En otra parte de las Escrituras inspiradas se aclara que: El amor no obra mal al prójimo, porque no robarás, no adulterarás,... y cualquier otro mandamiento en este se resume: amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Cuando conocí a Graciela, hace unos veintisiete años, estaba predicando las Buenas Nuevas del Reino de Dios con una hermana espiritual y amiga que falleció de cáncer. Al ver que demostró interés me impulsó el deseo de ser un servidor, un mensajero que le alcanzara la información correcta para que Dios pudiera salvarle la vida. Estoy muy consciente de que nosotros no convencemos ni salvamos a nadie. La persona se redime si es redimible, no depende de nosotros, excepto como mensajeros. O sea, que desde el comienzo mi relación con ella no era fundamentalmente para mí, para mi beneficio, sino para el suyo. Fue un buen principio.
Durante un tiempo considerable hablamos de temas espirituales y nos conocimos sin saber de los problemas de cada uno. Un cariño entrañable fue creciendo entre nosotros y también la confianza, pero ninguno de los dos sabía cosas muy íntimas de los sentimientos y experiencias que nos marcaron en nuestras vidas. Un día me dijo que casi la había convencido, pero que había decidido congregarse en otra religión, que para ella era mejor. Me sentí como supongo que le debe pasar a un terapeuta que intenta evitar el suicidio de alguien y fracasa. Por un tiempo me alejé, aunque sin perder el cariño ni dejar de saludarla y parar a conversar un rato si nos cruzábamos en la calle. Una de esas veces la encontré muy mal y me pidió que fuera a la casa a hacer unas reparaciones. Cuando entré me di cuenta de que no era una situación normal. Materialmente casi había tocado fondo, para estar peor solamente le faltaba perder la vivienda. Espiritualmente tenía algunas fisuras, pero estaba mejor que el promedio de la gente. Aunque después me di cuenta que lo que veía era la punta de un iceberg.
Me olvidé de toda otra cosa y me puse a ayudarla con todo lo que podía. No solamente con mi trabajo, sino escuchando su historia, cómo se sentía y qué la había llevado a esa situación. En ese momento es cuando comenzó a hacerse grande nuestra amistad y el cariño pasó a ser amor.
Si bien nunca me acerqué a ella porque fuera bonita, lo es todavía, pese a los años que pasaron, y mucho. Cuando la conocí era hermosa, en la plenitud, con unos 35 años. Pero no olvides que mi propósito era ser la herramienta que le diera una posibilidad de salvación, si hubiera cultivado sentimientos no correctos hacia ella podría terminar siendo el arma que la matara.
Sin embargo es claro que el momento de mayor peligro fue cuando empezamos a acercarnos más íntimamente. Es allí cuando muchos se confunden. La clave del asunto está en dirigir los sentimientos hacia donde la relación es posible y sirve para bien. Después uno se acostumbra y lo hace naturalmente. Es como estar con una hermana en la carne, ni más ni menos. Un hermano en la carne no es que no vea que su hermana es una mujer y tampoco deja de estar consciente de si es linda, dulce o inteligente. Aunque sepa que su hermana tiene un par de medias muy lindas, ¡todo lleno de piernas!, no la desea, no la ve como una mujer abordable. A lo sumo se pone un poquito celoso cuando la nena se pone de novia y al principio, nada más; igual que el papá, que preferiría que no creciera pero, ¿qué le va a hacer? A Graciela la disfruto estéticamente cuando me hace el regalo de verla linda, pero nunca me asaltó el más mínimo mal pensamiento con ella. Casi te diría que mi amor la vuelve sagrada para mí.
Usé una palabra que puede ser causa de tropiezo. Cuando dije sagrada no quise significar que esté considerándola como algo que tenga que ver con la divinidad; no es una expresión idolátrica. Antes bien, quise decir que la pureza de mis sentimientos tiene una garantía sobrenatural que la avala.
Estos veinticinco años de historia juntos me dieron cuatro premios que no cambiaría por todo el oro del mundo: por fin aceptó estudiar la Biblia con nosotros y está progresando en la Verdad (cuando yo suponía que eso no iba a pasar y, sin embargo, seguía al lado suyo), dos veces me dijo que era la única persona que había sumado en toda su vida y, hace poco tiempo, me honró al expresar que yo era un amigo sincero, al compararme con otra persona que la ayuda, pero que lo hace con el fin de conquistarla.

- Carlos, ¿es todo así como me lo expresas?

- Sí, pero no puedo demostrártelo. Quizás debieras preguntárselo a ella o comprobarlo en ti misma, si acaso quieres ser mi amiga.

- ¿Qué tengo que hacer para ser tu amiga?

- Al expresarlo, te acercaste al mar. Falta que te descalces... Vas a tener que probar si el agua está tibia ¿Cuándo te mojas los pies? 

…….

- Carlos, dime: ¿qué es la mujer para ti?

- Fundamentalmente, dos cosas: una obra de arte y un misterio insondable.

- ¿De veras? Gracias por la parte que me toca. He observado que tienes pocos amigos y que tu tendencia es buscar más la amistad con la mujer que con el varón.

- Tengo pocos amigos, en el verdadero y más profundo sentido de la palabra. Amistad no es ir a una fiesta o pasarla bien de alguna manera un rato. No tomo la palabra amigo a la ligera. Es algo realmente difícil de obtener y, más todavía, de mantener.
Y bien, es cierto que me gusta más tener amigas. Varones, que pueda llamar amigos, en estos tiempos tuve tres. Me quedan dos, pues uno falleció hace poco, antes de cumplir 56 años. Hoy por hoy, tengo una sola amiga, pero es verdad que me atrae más la amistad con la mujer.
 
- Lamento lo de tu amigo. ¿Por qué más la mujer que el hombre?

- Buena pregunta. Para un hombre, una mujer puede cumplir tres papeles: madre, hija y amante. Como cristiano dejo el papel de amante para la esposa exclusivamente. Pero cualquier mujer puede ser madre o hija, según los tiempos y sazones. No es una cuestión de edad. Yo, que tengo sesenta y tres años, podría tener una "madre" de treinta y una "hija" de setenta y seis. Porque me refiero al papel que desempeña la mujer con respecto a mí en una situación determinada. Si ella necesita protección, contención, consuelo, y yo puedo dárselos, allí funciona como una hija. En un momento de debilidad propia, si el que necesita refugio soy yo, hace de madre. Por supuesto, no podría derramar el contenido de mi corazón y mis problemas de hombre maduro a una joven de trece años y esperar que fuera capaz de consolarme o darme algún tipo de apoyo. Por su inexperiencia, hasta es posible que no me comprendiera del todo o, ¿qué consejo podría darme? En ese caso, no podría hacer de madre. Aunque la vida te da sorpresas muy frecuentemente. A veces basta con un abrazo "sin miedos", de esos profundos en los que sientes  que te entregó todo su ser incondicionalmente y sin malos entendidos. Santo remedio. Los brazos de una mujer tienen una magia única, indescriptible. Son un bálsamo para los problemas; aunque no le cuentes nada o no te entienda, puede bastar solo con un abrazo o algún gesto de cariño. A veces, lo único que necesitas, es que alguien crea en ti y te lo demuestre.
Con un hombre uno se puede abrazar para festejar un gol, porque viene a estar contigo cuando despides a alguien a quien amaste mucho y murió, como un saludo especial cuando hace mucho que no lo ves. Puedes pelear con él una batalla codo a codo, capear un temporal, escalar una montaña. Pero nada, nada, se compara a la ternura y la sensibilidad de una mujer.
Las relaciones pueden ser igualmente profundas, los amores tener el mismo peso, pero no son iguales. Con una mujer es otra cosa.

- Sí, pero, si estuvieras casado y fueras a buscar a una amiga para contarle algo o para que te anime; aunque no hicieran nada malo, ¿no le estarías dando algo que le corresponde a tu mujer?

- ¡Preferiría discutir el campo unificado con Einstein! ¡Qué pregunta!

- Ja. Estoy probando el agua, a ver si está tibia y confortable. No me baño en cualquier parte.

- ¡Ah, bueno! Si es así...

- ¿Te puse en un aprieto, no es verdad?

- No. No soy de los que gustan de ocultarle algo a su mujer. Mi política, en general, es la de hablar casi todo. Si hoy estuviera casado le contaría que estuve contigo charlando. Acerca del contenido de la charla, depende de lo que me hayas pedido. Si me contaste un secreto, le diría que no puedo contarle lo que me confiaste; pero no le ocultaría que estuvimos juntos. Sin embargo, hay cosas que no conviene decir en un matrimonio, no siempre es bueno hablar de todo. Porque la mujer de uno sería parte del problema, se vería afectada. Algunas veces uno decide no llevarle más dificultades que las que ya tiene y recurre a otro o a otra. Ahora están de moda los terapeutas... Para el caso, es casi lo mismo, aunque prefiero la amistad, el amor antes que el trato "académico". Prefiero el calor.
La esposa de mi amigo, el que falleció, supo que tenía algo más de quince días de vida y decidió no contárselo. Ella y sus dos hijas estuvieron con él en el hospital todo lo que pudieron. Hablaron hasta quedar con la boca seca, le dieron abrazos, besos, le dijeron cuanto le querían. Parece que él no se dio cuenta o que se hizo muy bien el burro. La madre, al principio no quería que la hija menor, de catorce años, se enterara. Su hija mayor, de veintiuno, hizo que entendiera que no se lo perdonaría jamás. La chiquita le dijo todo lo que necesitó decirle y que, generalmente, uno deja para otro momento hasta que es tarde y ya no puedes comunicarte con él más. Se despidió de él sin culpas ni materias pendientes. Sabia la hija mayor y sabia la madre al escucharla.
Otras veces, la sensibilidad extrema de la mujer le juega en contra. Ustedes -cuando son esposas- son especialistas en hacer preguntas que, independientemente de lo que respondas, la respuesta le causará daño. Créeme, no siempre es conveniente hablar de todo en un matrimonio. A una amiga le puedes responder cualquier pregunta que te haga; por lo general, la respuesta no la afectará, pues no eres su hombre.

- ¿Pero ella -tu esposa- y él -el esposo de ella, si lo tiene- cómo lo tomarían?

- Es una cuestión difícil. Uno debería respetar lo que opinen ambas partes. Si uno solo de ellos se opone a la relación, por dolorosa que sea la decisión, la amistad debe terminar.
Es bastante más fácil que el cónyuge admita una amistad previa al matrimonio, como podría ser la de viejos compañeros de escuela o amigos de la infancia. La amistad que surge durante el matrimonio es raramente posible. Una excepción podría ser cuando uno es amigo de los dos y, si es casado, el cuarto integrante se une al resto.
En el primer año y medio de mi matrimonio mi esposa tenía una amiga entrañable sin novio. Cada tanto solíamos ir a bailar y ella se quedaba a dormir en casa. Las dos amigas dormían en la cama de dos plazas y yo en el piso, en el living. A la mañana me despertaba antes que ellas, preparaba el desayuno y se lo llevaba a la cama, en dos mesitas que nos regalaron cuando nos casamos. Cuando todavía los días eran agradables, pero las noches y amaneceres ya resultaban bastante frescos, mi esposa se corría hacia el medio de la cama y me invitaba a desayunar con las dos, tapadito, ¡que hace frío! Confiaba en su amiga, en los dos. Tanto, que un día saltó desde su posición de frontera entre su amiga y yo y dijo: ¡me voy a bañar! Quedamos solos en la cama y nos miramos extrañados. De verdad, fue muy extraño. Estuvimos unos interminables segundos sin decir nada.

- ¿Era linda?

- Su cara no era especialmente linda, ni tampoco fea. ¡Pero tenía un lindo físico!  En conjunto era muy atractiva.

- Te perturbó...

- Un poco, poquito. Al macho le atraen todas las hembras. Pero, además de un macho, había un hombre, un ser con principios y valores.
Yo no conocía ni entendía todavía a la Biblia. Sin embargo, desde muy jovencito fui un hombre bastante raro, poco común. Se dice que los hombres pueden separar el sexo del amor y las mujeres no. Pues bien, tendré un lado femenino un poco exagerado, no sé qué decirte, pero yo nunca pude separar amor y sexo. Jamás pude concebir una relación sexual sin amor o, por lo menos, sin un cariño profundo. Cuando veía por la calle a una mujer atractiva era como cualquier hombre: ¡Uy, qué patas! ¡Mamita! y cosas por el estilo. Pero no me era posible pasar de la simple atracción física al acto sexual. Primero tenía que conocerla, me tenía que agradar más que físicamente y luego, si era posible... Pero resulta que cuando la llegaba a conocer ya la quería y no podía usarla como a un objeto descartable. El amor, o el cariño, me impedían hacerles mal. Lo que se dice: "el sátiro virgen", un antiguo personaje de historieta que no habrás conocido por tu edad. Me encariñaba tanto que terminaba siendo como un hermano, un confesor o, si quieres, "mi amigo gay".

- De verdad eres un tipo raro. Pero no dudo de tu hombría. Es cierto que generas confianza, dan ganas de acercarse a ti, de contarte cosas. Pero, entonces, ¿todas tus amigas te gustaron como pareja antes?

- En mi juventud, cuando no tenía compromisos, sí. Excepto algún caso en la que ella me buscaba al efecto, como, una vez, la novia de mi mejor amigo. Después las quería mucho, pero no estaba enamorado y pasaba a una amistad sincera. Por ejemplo, una me contaba de sus novios y lo que hacía con ellos y yo fresco como una lechuga; no me ponía celoso ni sufría por ella. Es que me había gustado y me gustaba todavía, pero no la veía ya como a una mujer deseada o un amor imposible, yo mismo había cambiado la modalidad de la relación.
En el caso de Graciela, no fue así. Ya te conté que la conocí predicando y mi interés siempre fue otro. Que fuera muy linda fue nada más que una contingencia. Además, los dos estábamos casados en ese entonces.

- ¿La novia de tu mejor amigo te buscó como confidente?

- Sí, a ella de preocupaban ciertos rasgos de mi amigo y me usó como un consultor. Tenía un nivel de confidencia realmente alto. Preguntaba cosas y yo debía arreglármelas para no traicionar a mi amigo y tampoco a ella, a su confianza en mí.

- ¿Y él? ¿Nunca expresó celos o temores? ¿Algún reparo?

- No, ni mención. Nos conocíamos mucho, no había dudas, ningún punto oscuro.

- ¿Y ellas? ¿Ninguna se enamoró de ti?

- De las amigas que tuve, dudo de una sola. En realidad, no sé qué sentía por mí. Una vez estábamos conversando con Graciela y le dije que no me explicaba por qué tanta facilidad para tener amigas y que ninguna haya intentado pasar a más. Ella me contestó que tener amantes era fácil, pero que no era tan sencillo tener un amigo tan "pata" (1)  como yo. Ella pensaba que la mayoría no arriesgaría una amistad tan profunda ante una pareja de resultado incierto. Mejor ir a lo seguro y no perder algo tan especial y valorable como un amigo fiel.

- De acuerdo con ella. Mejor amigo seguro que amante y amigo perdido. Se siente tibia el agua, Carlos, me gusta. Quizás me arriesgue a entrar más profundo.

- Gracias. Te espero, tengo paciencia.

- ¿Paciencia y mala intención? ¡Mira que conozco la fórmula!

- No, paciencia, nada más. No tengo mala intención. Insisto, te espero. Como el Principito, disfruto creando lazos. Crear lazos requiere tiempo, hay que invertir tiempo, que es vida, en la otra persona.

- ¡Lindo libro!

- Es mi segundo libro, el primero es la Biblia. Antoine debe haber sido un tipo extraordinario, me gustaría conocerlo y ser su amigo. Quizás en la resurrección...

- Ya tenemos varias cosas en común, Carlos. Dos libros y un Dios.

- No es poco, para nada. Además, ya tenemos dos charlas poco comunes y, según tú, ya te mojaste los pies...

- Así que eres un admirador ferviente de la mujer...

- De verdad, en la Creación material, como en la boda en la que Jesús hizo su primer milagro, Dios dejó el mejor vino para el final.

…..

- Carlos, ¿me parece a mí o consideras que una amistad entre una mujer y tú es como un matrimonio sin sexo?

- No necesariamente. La profundidad de la relación, los límites que se alcanzan y los detalles personales que se agregan son cosas que surgen de una relación bilateral y cambian con cada par de personas que consideres. En el caso de Graciela y yo, llegamos hasta el fondo sin tener que arrepentirnos de nada. Nunca hicimos algo que pueda ser llamado pecado y por eso es que la relación se vuelve tan valiosa. Contamos el uno con el otro y no tenemos que pagar por ello con sufrimiento, culpas ni vergüenzas.

- De verdad, es hermoso. La envidio. Pero tengo mucho miedo de embarcarme en algo que después pueda salirse de control y nos dañe. Me pregunto cuál puede ser la ventaja o la diferencia de contarle mis cosas a una mujer o a un hombre.

- No sé si ventaja, pero sí es diferente.

- ¿En qué se diferencian?

- Yo nunca podría entenderte a cabalidad como mujer porque soy un hombre. No importa cuántos años tenga, ni la experiencia acumulada: veo y siento como un hombre. Tu conducta de mujer la analizo, la cuantifico, desde mi visión de hombre. Nunca he sido una mujer ni voy a serlo. Te comprendo, si es que lo logro, desde mi experiencia sensible de hombre. Algunas cosas del mundo femenino me van a ser siempre inalcanzables, inimaginables. ¿Cómo comprender, por ejemplo, lo que sientes en un parto? Es imposible para mí sentir lo mismo.

- Entonces, es inútil buscar habla confidencial con un hombre. Si nunca vas a entenderme del todo...

- Nadie te entiende del todo, excepto Dios. Las experiencias sensibles no son transmisibles. ¿Te gusta el dulce de leche?

- Me encanta. Y el chocolate también.

- ¿Probaste el dulce de leche Chimbote?

- ¡Síiiiii, es riquíiiisssiiiimooo!

- ¡Qué vehemencia!

- Ja, ja, ja. 

- Bien, a los dos nos gusta más el dulce de la marca Chimbote. ¿Me podrías explicar por qué te gusta más? ¿Qué diferencia tiene con otros dulces? ¿En qué difiere tu experiencia sensible con las otras análogas que provienen de la degustación de otras marcas?

- Es más rico. Uno siente que hay algo especial, mejor, en él. Parece más cremoso y el gusto es exquisito. Dicen que es por la leche, que viene de una raza de vacas menos común en nuestra tierra.

- Sí, la mayoría de los tambos tiene vacas de la raza holando-argentina. Pero no me dijiste nada que me haga entender cuál es la diferencia como experiencia sensible.

- Lo admito, pero puedes entenderme porque lo probaste y sabes de qué hablo.

- ¿Estás segura de que sentí lo mismo que tú?

- ¿No es el mismo dulce?

- Sí, pero no somos la misma persona. ¿Cómo estarías segura de que sentí lo mismo?

- ¡Ay, me confundes! Entonces, ¿nadie te entiende del todo?

- En efecto. Ciertas cosas propias de tu sexo es mucho más probable que las comprenda mejor una mujer que un hombre. Pero, aún así, lo que hace esa mujer que te escucha es ponerse en tu lugar y proyectar su personalidad, su escala de valores, su experiencia en el asunto que le estás contando. Ella cree que te comprende y hasta tiene una valoración sentimental con la que tiende a identificarte. Pero lo que hace es sentir desde ella misma tu problema. Si ella no piensa en esto es probable que se engañe y que se convenza de que te está entendiendo, que siente lo que te está pasando. Pero eso no es lo que sentiste tú, sino ella. Las personas son únicas e irrepetibles. Nunca va a sentir lo mismo que tú.

- ¡Qué bajón! ¿Para qué nos comunicamos si no nos entendemos del todo?

- Para no estar solos. Más importante que te comprenda es que me esfuerce por entenderte. Nadie se esfuerza por lo que no le importa. Basta con que te escuche, con que quiera ayudarte. Si te comprendo o no, es accesorio. Algunas cosas en común vamos a tener, con seguridad, en lo que es común a los dos, puede haber mejor entendimiento. El resto hay que dejarlo al tiempo y a la vida que transcurre en él. Toda una eternidad trabajando para conocerte vale más y es más remuneradora que el mismo tiempo monótono, aburrido, con alguien que no tiene incógnitas para mi espíritu.

- Me hiciste recordar un texto bíblico. Me refiero a Eclesiastés 3: 11: "Aun el tiempo indefinido ha puesto en el corazón de ellos, para que la humanidad nunca descubra la obra que el Dios [verdadero] ha hecho desde el comienzo hasta el fin." Parece que no es solo con el universo y su grandiosidad, sino que con cada uno de nosotros también.

- Estamos completamente de acuerdo. El amor nunca deja de ser. Mientras te ame y me interese en ti,  eso me servirá de motor para pasar una eternidad tratando de comprenderte, conociéndote, aprendiendo tu persona, qué eres, cómo sientes, qué te gusta y qué no; de qué forma puedo yo hacer mejor tu vida. Le da interés y propósito a la vida. Una tarea que nunca termina nos da combustible para seguir viviendo. Es un regalo hermoso de Dios. Es amor por nosotros. El amor es hermoso, Dios es amor, ergo, Dios es Hermoso. Tenemos un Dios verdaderamente hermoso. 

- Tienes razón, es un Dios hermoso... ¡Qué lindo sentimiento! Entonces, Carlos, no es importante que nuestros pares nos comprendan del todo. Tampoco que sirva para algo concreto. No debería importarme qué busco en las demás personas o qué buscan los que se relacionan conmigo, basta que sea con honestidad y buen propósito, sino el mismo hecho que nos busquemos.

- Sí. El mundo que viene es la civilización del amor, el Reino de Dios. No se puede amar a lo que no se conoce. Cuanto más avancemos en la intimidad de nuestros tratos, más nos conoceremos y, por lo tanto, nuestro amor crecerá.

Ella recostó su cabeza en mi hombro y me miró a los ojos desde abajo. Entonces dijo:

- Estoy hasta el cuello en el agua tibia, Carlos.

Yo le contesté:

- El mar ahora se va a quedar quietito, sin hacer olas, para que no tragues agua, para que no pierdas pie, para no darte problemas. Ahora despacito, un paso después del otro, con calma. Lo que crece lentamente perdura. No quemes etapas. No te confundas. No albergues sentimientos que pudieran hacerte sufrir. Sin miedos ni temeridad. Tan solo verdad, discernimiento y franqueza de expresión. Serrat llamaría a este momento "un sueño": "Y nos regala un sueño tan escurridizo, que hay que andarlo de puntillas por no romper el hechizo". Shhh... No rompas la pompa de jabón. Tranquila...  

Rodeé tímidamente su brazo derecho con mi mano y  quedamos en silencio, disfrutando el paso de cada segundo.

…..

- Dime, Carlos, ¿no será que estás enamorado de Graciela y no te das cuenta?

- No. La amo con todo mi corazón, pero no estoy enamorado de ella.

- Para mí la diferencia, si existe, no cuenta. Me parece que te casarías si ella quisiera o si te fuera posible, debido a tu situación civil y teocrática.

- ¡Mira que eres difícil niña! ¿De veras te interesa tanto?

- Es que si seguimos conociéndonos con tanta intimidad como ahora debo estar segura. Yo sé que me tratas con mucho respeto y no te adjudico malas intenciones, pero todavía hay cosas que no me cierran o que no comprendo del todo. Yo podría llegar a estar en una situación análoga a la de Graciela en poco tiempo.

- No sé si tan poco tiempo, la amistad con Graciela lleva veintisiete años y se hizo muy profunda en los últimos ocho años. Hay muchas lágrimas, conversaciones, silencios, trabajo, mucha vida invertida en esa relación, nos dedicamos mucho tiempo. Bueno, vamos por partes. Para mí sentir una pasión, un enamoramiento por alguien, es desear locamente a esa persona para uno mismo. La quieres  tener contigo. Amar, en cambio, es para la otra persona. Te das a la otra persona y buscas  hacerle todo el bien que esté a tu alcance. Ahora bien, para hacerle todo el bien posible a una persona debes -por lo general- estar con ella; esto puede hacer que se desdibujen los límites entre querer y amar, pero el espíritu es diferente. A Graciela siento la necesidad de darle sin esperar nada. Trabajo, tiempo, cariño, atención, lo que necesite y esté dentro de mis pobres posibilidades. No siempre puedo hacer todo lo que quisiera por ella.

- ¿No se despiertan sentimientos románticos con ella? ¿Alguna fantasía sexual? 

- No. No como podrías llegar a pensar o me sugieren tus dichos. Hay momentos de ternura, en los que nace un abrazo o una caricia. Por ejemplo: puedo tomarla de la cintura y apretarla contra el costado de mi cuerpo, o algo por el estilo. Pero es una expresión de cariño, no de deseo sexual. A ver: hay un resto de sexo; es decir: yo no tomaría a un amigo por la cintura y lo apretaría contra mi cuerpo. Quizás del hombro, en alguna ocasión. Aunque no tengo deseos sexuales con Graciela, indudablemente la manera de expresar sentimientos puede ser, y de hecho es, diferente que con un hombre. Hay ciertos rasgos que son propios de una relación entre dos sexos y que subyacen, pero de ninguna manera implican un deseo encubierto.

- Amándola tanto, ¿no te inclinas a quererla como tu mujer?

- Yo tengo mujer. Me dejó hace cuatro años, pero tengo mujer. Como dijiste antes, mi situación civil y teocrática es que permanezco unido a ella a menos que haya cometido adulterio y yo decida no perdonarla. En ese caso debería formalizar el divorcio legalmente y quedaría en libertad de formar un nuevo matrimonio conforme a la voluntad de Jehová.

- ¿No la buscas  como esposa porque no te es posible dentro de las normas divinas?

- No. Como te conté, no me acerqué a ella porque fuera linda y me gustara. Mostró mucho interés por el tema y quise darle a conocer a Jehová, para que la salve. Al principio me allegué a ella nada más que por eso. Así fue, a pesar de que ella tenía treinta y cinco años y era muy deseable, verdaderamente bonita, pero no fue el caso. Después, cuando decidió congregarse con los pentecostales, me alejé, dejé de frecuentarla. Me limité a saludarla en la calle y con cierto recelo. Es que sentía cierto temor con las personas de esa fe. Tú sabes, como yo, que Jehová no hace milagros en estos tiempos. Descartados los fraudes y las sugestiones, si ocurre algún hecho que pueda ser tildado de milagroso, no es de Dios. ¿Quién queda? ¿Quién otro puede hacer milagros?

- El enemigo, Satanás 

- En efecto, él engaña así a muchos, con portentos. Jesús habló de los falsos cristos que harían estas cosas. Hay personas honestas entre los pentecostales, pero están en contacto con fuerzas espirituales inicuas. La mayoría no lo sabe, han sido engañados.
Yo entraba, por trabajo, a alguna casa y, si me enteraba que quien vivía en ella era pentecostal, no tomaba un vaso de agua; no me llevaba una pelusa pegada a alguna herramienta. Vigilaba no irme con nada de esa casa. Cuando Graciela me paró un día y me pidió que fuera a su hogar fui con pocas ganas, no quería. Cuando entré y vi la desolación me tragué los miedos y me puse a su servicio. No me importó siquiera que esa casa estuviera endemoniada, como permaneció hasta hace poco tiempo atrás.
No soy el rey de los valientes; es más, no sé si soy valiente, pero me quedé con ella. No solo tomé agua: comí, cocinamos juntos, conversamos, lloramos, trabajamos arreglando cosas, limpiamos. Pasé días casi completos con ella. Ella oraba por mí. Osvaldo me decía: "¿A quién le ora pidiendo por vos?".
Yo le contestaba que confiaba plenamente en ella, que su oración era sincera y que Jehová la escucharía, porque Él ve el corazón de las personas. Estaba convencido de que no haría nada para dañarme. Me tenía sin cuidado que sus oraciones fueran incorrectas, idolátricas, pues ella le oraba a Jesús algunas veces. Otras al Padre, pero eran oraciones "pentecostales", tú me entiendes lo que quiero decir; tienen otro estilo inconfundible. Esas oraciones no formaban parte de la adoración verdadera e incontaminada.

- Con tanta entrega, tu amor se hizo profundo. Admitiendo que al principio no haya sido tu intención, ¿ahora, con tanto amor, no podrías desarrollar otra tendencia?

- Para que entiendas voy a tener que contarte algunas cosas de Graciela. A ella no le gusta que la gente sepa, podría enojarse conmigo. Sé mucho de ella. En su naufragio, en la desesperación, se aferró a mí como a un madero y me dijo cosas que no me hubiera dicho nunca en otras circunstancias. Hay algo horrible que me contó que lo conocemos una mujer amiga suya y yo, ni siquiera su familia. Me hizo prometerle que no lo contaría a nadie. Yo cumplí y cumpliré. Nadie lo sabe, ni siquiera mi analista. Ahora no hago análisis porque no lo puedo pagar; pero, cuando lo hacía, ni siquiera a mi analista se lo relaté. Para mí la palabra que le di tiene la fuerza de un juramento, Graciela es sagrada, no puedo fallarle. Me hubiera hecho falta desahogarme con alguien, pero no lo voy a hacer, se lo prometí.

- Si a ella no le gusta que me informes de experiencias de su vida, no hace falta que me lo cuentes.

- Es que si no te cuento un mínimo, no vas a comprender cabalmente. También está en juego nuestra relación.

- Te escucho.

- Graciela tiene memoria desde los cinco años de vida. Desde entonces ella recuerda que la madre les decía a las tres hermanas que no las quería y que tampoco quería a su esposo. Ellas tenían una casa muy confortable y bien equipada, vestían muy bien, ropa de marca, comían de lo mejor, dormían abrigadas, pero nunca recibieron amor. El padre era un buen proveedor, pero ausente. No creo que no amara a sus hijas. Había algo en su historia que hacía que él se alejara de las hijas por miedo. Pero ellas no lo supieron hasta más grandes y vivieron toda la infancia y buena parte de sus adolescencias fácticamente sin amor. Esto, de por sí, basta para tirar a la basura la vida de cualquiera. Es inconcebible que una madre te diga que no te quiere. Yo no tuve esa experiencia ni tú, tampoco, según creo. Hasta es difícil que podamos tener una idea acabada de lo que pudo sufrir Graciela.
A veces pienso que, de cierta forma, sufrió más que Jesús. A ella no le dieron cuarenta latigazos ni la clavaron a un madero de tormento. Pero Jesús fue amado por su madre María y por su padre adoptivo José. Además, Jehová siempre tuvo una relación estrecha y superlativamente amorosa con él. A Jesús le escupieron la cara, lo injuriaron y persiguieron, pero todos sus padres lo amaron. Graciela no tuvo ese regalo.
Con esa carga sobre su espalda, Graciela hizo lo que pudo con su vida. Se rodeó de gente mala, que le hizo más daño. Hasta mí, la única persona que le dio amor, y recibió la contrapartida de mi amiga, fue un primo suyo. Los dos se amaban entrañablemente.
 Graciela buscó a Dios toda su vida. En lugares equivocados, pero con sinceridad. Clamaba por Él. Por sus antecedentes, ella no se sentía amada ni amable. Muy dentro de ella no se consideraba digna de amor.
 Así llegué yo a su vida. Comencé hablándole del Ser que ella buscaba; la traté con respeto y cariño. Esos sentimientos fueron creciendo con el tiempo y ella comenzó a ver que recibía cariño de mí, que alguien la valoraba. Se acercó a la fuente de calor.
 Hoy, cuando me doy vuelta y miro la estela que dejó nuestra relación en el mar de la vida, pienso que fui una herramienta en un plan de Dios para atraer a Graciela a Su rebaño. Jehová no podía intervenir directamente con ella. Antes de saberse amada por Dios, a quien no se ve, ella debía comprobar que uno que se ve era capaz de amarla a fondo, gratis, porque sí.  Alguna persona debía demostrarle que valía, que era deseable amarla. Pero esto debía ponerlo en su corazón, no en su intelecto; ella debía asimilar esto en su interior, en su inconsciente, no en su memoria consciente. Solo así ella podría aceptar y comprender que Dios la había amado primero y siempre, que había dado a su Hijo, su único, para rescatarla. Que era para ella también.
 Le di amor espontáneamente, de corazón. Yo no escuché un mandato divino desde el cielo entre truenos. Pero muchas veces me asaltaban pensamientos como: "debo ir a ver a Graciela". Cuando llegaba, ella, sorprendida y con la boca entreabierta me decía: "siempre que le pido un ángel a Jehová apareces tú". Varias veces callé mirándola a los ojos y otras bajé la vista por pudor. Una de las últimas, sonreí, hice una mueca y un gesto encogiendo los hombros y abriendo los brazos con las manos extendidas y dije: "hay mucha demanda, es lo que hay". 
También me expresó que en toda su vida yo era el único que había sumado.
Continué amándola sin creer que algún día dejaría a su congregación evangelista. La amé sin límites, sin más límite que no hacer nada ofensivo para ella y para Jehová, sin esperar nada. Así las cosas, un día tocó fondo; estaba desolada, sentía que Dios le había soltado la mano, su congregación la había defraudado. Mandó a su hijo esquizofrénico a buscarme y la encontré en un pozo depresivo terminal, como nunca la vi. Le ofrecí que conociera a Dios y se dejó tomar de la mano por mí para conducirla al que siempre la había amado, aun antes que yo. Y está progresando en la Verdad. 

- No puedo contener las lágrimas, es emocionante tu relato. Me conmueve el amor de ustedes dos. Pero, justamente, ¿no te mueve hoy a buscar más?

- A ver: si fuera por el amor que le tengo -y si no tuviera otras trabas- podría casarme con ella mañana mismo; no puedo amarla más. Si hay más amor, tengo que adquirirlo; hoy no está en mí, llegué al límite de mi capacidad, no puedo amarla más porque no sale más amor de mí del que ya le doy. Es todo lo que tengo. Si fuera por lo que veo, me gusta mucho. El diálogo es inmejorable. No dudo de que pudiéramos tener muy buen sexo. Pero... falta lo principal. La idea que tiene Graciela de felicidad es mantener una relación con Dios, vivir en una isla desierta con una casa segura y comida, sabiendo que sus hijos están bien y viviendo en otra parte. Admitiría que la visitara algunas veces durante cada año. La vida de Graciela tiene ausencia de sueños, su único sueño es dejar de sufrir y de tener problemas; no tiene ilusiones, no tiene sentimientos románticos. No persigue otra meta que tener una vida simple y privada de agobio.
Si se casara conmigo, tendríamos un matrimonio correcto. Es una mujer leal, honesta, aplicada, franca. Tendríamos buen sexo una vez por semana (en nuestras condiciones actuales) y compañía. Para explicarlo mejor: como esos matrimonios actuales que llevan cuarenta o cincuenta años juntos; más compañeros que amantes. Seguiríamos siendo los mismos amigos de siempre, más alguna cuota de sexo cuando lo necesitáramos.
Graciela tuvo varias parejas, tiene una experiencia sexual más vasta que la mía. Cuando se congregó con los pentecostales se “asexuó”, nunca más tuvo una relación ni deseos; es más, hace un tiempo considerable que siente "que la manera de relacionarse que tienen las parejas en el mundo" le da asco. Pensar en el sexo le da asco. A mí esto no me parece normal. Como amigo, no me afecta. 
Si acaso pudiera pensar en tener una relación matrimonial con ella, en primer lugar, no podría exigirle que mantuviera relaciones sexuales conmigo, porque le dan asco. No podría obligarla a hacer ese sacrificio por mí. Por otro lado, a mí tampoco me atrae que ella no me deseara y disfrutase junto a mí. Yo quiero una esposa romántica, que dibuje florecillas en un papel y cante una canción pensando en mi regreso. Permíteme  ese egoísmo, al menos.

-Eso no es egoísmo, Carlos...

- Quizás, pero hay más: amo a mi mujer; la perdonaría sin importar lo que hubiera hecho en estos cuatro años. Es más: me inclinaría a pedir que ella me perdone. Desde que nos pusimos de novios hasta que se fue, el cuatro de abril de 2009, pasamos juntos 14.480 días, 39,6 años. No tuve otra. No quiero que muera en Armagedón. Por la parte de culpa que tuve en nuestra ruptura, estaría dispuesto a que volviera aunque no me amara más y tratar de pasar con vida la prueba final. Me siento culpable de haberla encaminado a la muerte. Una vez en el nuevo mundo, si ella no me ama más, estoy seguro de que Jehová hará algo para no condenarnos a vivir una eternidad sin amor mutuo; sería una tortura y no está a la altura de un Dios de amor. Supongo que dará una salida misericordiosa y única, para empezar de nuevo. Y si ella me amase, quiero continuar con Lia para siempre. Dudo que eso sea posible. Pero me gustaría que volviera para hacer buena letra juntos y sobrevivir. Lo demás lo dejo en manos de Dios.
 Soy un amigo sincero y veraz con Graciela. Me agrada y la amo mucho, pero la veo como a una hermana elegida; es como si nos hubiera parido una misma mujer.
Parece que Jehová me usó como medio para rescatarla. Soy una persona que ha sufrido mucho y durante un largo tiempo, inmensamente menos que Graciela, pero lo suficiente como para haber comprendido sus males y con la capacidad de "lamerle las heridas". Jehová juntó al hambre con las ganas de comer y ellos se entendieron. Me dejó hacer, quizás nos protegió a los dos y cumplió con su ley: "no pondrás bozal al toro cuando trilla el grano" (1ª a los Corintios 9: 9) Porque el que trabaja debe participar con esperanza, debe ser partícipe de su trabajo. Jehová me dejó alimentarme con el grano blando que encontré en el corazón de Graciela, después de arar tierra reseca y árida. El amor que surgió entre los dos fue una bendición de Dios y la paga para quien hizo el trabajo de desenterrar el corazón que Jehová había visto y deseado. El resto está en sus manos. Ningún hombre puede destruir u oponerse a este amor, y menos en nombre de Jehová o de su ley. No fueron capaces de mostrarme un solo texto bíblico que apoye eso.

- Me enteré que los ancianos se opusieron a que la relación continúe como venía sucediendo.

- Sí, apenas puedo verla y darle un saludo en las reuniones. No nos dejan sentarnos juntos, ni que la acompañe hasta la casa, pese a que vivimos en la misma dirección y a escasos trescientos metros de distancia. Tampoco quieren que la visite más en su casa ni que ella venga a la mía. Ni nos dejan ir a tomar algo a un lugar público. Apenas cruzar unas palabras vacías en las reuniones. Nada parecido a lo de antes. No entienden, no saben amar, tienen miedo, han actuado injustamente en nombre de Jehová. Le pedí justicia a Dios. El que llevó la delantera ya no es más anciano, pero todavía no cambiaron su decisión de conjunto. No comprenden.

- Ahora entiendo tu dolor. Debe haber sido un golpe muy duro para ti.

- Demasiado duro. Me cuesta mantenerme en pie. Le sigo pidiendo justicia a Jehová.

- Estoy como si me hubieran dado una paliza. Realmente agotada. Supongo que esto te debe haber estresado mucho, hasta es probable que haya resentido tu salud. 

- Sí. ¿Quieres que vayamos a tomar algo?

- No. Acompáñame a casa. Sigo con el agua hasta el cuello y cada vez me gusta más. Ahora, que te comprendí, tengo más confianza. La bandera en la playa es celeste. Todo bien, Carlos,  sigo en el agua y no tengo ganas de irme. ¿Podremos lograr algo tan profundo e inocente como lo  tuyo con Graciela?

- La profundidad a la que lleguemos depende de tu necesidad y de la mía, más lo que nos permitamos hacer, dentro de lo lícito. Depende de los dos, depende de lo que me dejes hacer. Démonos tiempo. Dejemos que las cosas fluyan y no perdamos el control: “sencillos como palomas y astutos como serpientes”. Pero deja  la serpiente para cuando haya alguna señal de peligro; no instales el miedo a priori.
La próxima menos solemnidad, a ver si nos reímos y contamos algunos chistes o jugamos a algo. ¿Sabes?  Tengo un método para pescar muñequitos en la máquina con poco dinero. Podríamos ir a tomar algo y a que te vuelvas con unos cuantos peluches. Si te gustan, claro.

- Bueno, pero no me disgusta que hablemos cosas serias, aunque quede agotada. Hay cansancios que son constructivos, muy instructivos. “La sabiduría está en la casa del duelo”.

- Usted manda.



(1) Amigo "pata": Una pata es algo que sostiene, que soporta, un apoyo. Se dice del amigo que está en todo tiempo y condición. En las buenas y en las malas.

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