No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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martes, 11 de septiembre de 2007

Carta de un viajante enamorado.

Las nueve de la mañana de un lunes, normalmente un día dormilón que descansa las copas y conversaciones vacías de la noche del domingo. El cuerpo algo más pesado, la mente ausente y, de repente, un grito lejano y la magia: nieve, nieve en octubre. No en vano la naturaleza es femenina, un capricho, una coquetería. Las narices se pegan y deforman contra las ventanas; todos somos niños, con ganas de hacer muñequitos.

Nos invade una sensación de paz, a mí me dan ganas de dejar las medias a Papá Noel. Es Navidad, como en las películas. Un día especial para soñar, para meditar, para extrañar, para amar.

Una mezcla extraña de melancolía, maravilla y ganas de hacer travesuras me invade y permanece en mí todo el día. Pienso en vos, pienso en los dos, pienso en todo.

Una compañera en el trabajo dice que hoy van a morir muchos corderitos en el campo. Me apeno, me conmueve que seres tan dulces como ellos tengan que morir de frío a poco de nacer tan solo porque nuestros campos son tan grandes y difíciles de recorrer en poco tiempo.

Viene alguien y dice que los manzanos en flor serán seguramente dañados y que casi no habrá cosecha.

Por momentos me turban todas estas cosas. El hombre es tan limitado e ignorante que es capaz de sentir felicidad o maravilla ante la belleza de un hecho que puede ser desgracia para otros simultáneamente. ¿Tenemos el derecho egoísta de desear algo porque es agradable a la vista o al espíritu cuando otros deben sufrir eso mismo como un castigo?

Más tarde me respondí que no se trata de tener derecho ni de tener deber de saber cuándo Disfrutar o cuándo Repudiar, cuando Desear y cuándo Resignar; esa no es tarea de hombres. Dios hace llover sobre justos e injustos, y no importa que suceda si hay un labrador con su tierra sedienta o un dueño de casa con el techo agrietado. Él sabe lo que hace y nosotros no tenemos conciencia de todo; no podemos precisar si son más aquellos que se alegran que los que se afligen.

Basta con tener alegrías y tristezas genuinas, nuestras, únicas como nosotros, y compartir con los otros sus emociones cuando las conocemos, entendiendo penas y festejos ajenos. Esa es tarea de hombres; comprender a medias, compartir de a poco, pero con todo; ser tontos e ignorantes o limitados, pero profundos en lo nuestro, cada instante.

Llorar por el cordero que muere de frío y jugar como un niño en la nieve. Respetar silenciosamente la desgracia del campesino y entrar en un mundo de sueños en el que siempre estás vos, siempre vos.

Una chimenea, los copos, una alfombra, unas copas, mucho tiempo, silencio y nosotros. Y los corderos, los indiecitos en las taperas, los manzanos, los hombres, Dios, un cúmulo de Seres sirviendo de marco a un pequeño, minúsculo, universo nuestro, tan insignificante ante tales cosas y, sin embargo, con mil rincones inexplorados, desconocidos, futuros para nosotros.

Es magia, nada más ni nada menos. Pero una magia chiquitita, del tamaño de mi corazón, que no alcanza para completar el mundillo de sueños para que se haga material, palpable. No estás. No estás.

Sos algo así como un escalofrío cuando te pienso . Una lágrima o una sonrisa según “te vea”. Pero no un abrazo cálido, ni una caricia tierna.

No hay magos ni poderosos que puedan cambiar la realidad ni convertir sueños en realidades. Debemos subir al cielo con las manos. Ganar el pan con el sudor de la frente. Hoy no estás conmigo para vivir una magia, pero mañana estaremos juntos, realmente juntos, para construir una, aunque no nieve.

Y esa magia se construye con las manos, las palabras, mucho tiempo, amor y ganas.

Seguro habrá alrededor nuestro, cuando nos abracemos, un paisaje frío y romántico, no importa que estemos, ignorantes y limitados, en un mundo de semáforos y bocinas, corderitos muertos y turistas entusiasmados.

Será nuestro y único, inexplorado e inaccesible a otros. Mientras tengamos amor y manos para construirlo.

Hasta ahora amor, dormí a mi lado mientras te encuentro.

General Roca, 1º de octubre de 1979.









La destinataria de esta carta, cuando estábamos de novios, en algún momento entre el 12 de agosto de 1969 y el 15 de diciembre de 1972. Fotografía tomada en la Plaza de los Dos Congresos.






Otra fotografía anterior a nuestro casamiento.





Con nuestro hijo mayor, Nicolás Gabriel, unos dos o tres años antes de la escritura de la carta.


El día de nuestro compromiso, el 12 de agosto de 1972. (El padre le dijo: muy lindo, pero, ¿no le falta algo? ¿Es así? Serrat llamó por teléfono y le contestó: Tiene un sueño en la piel, señor.)


En el medio: yo; o sea, el actual, pero dividido por 1,4 en volumen y por 3 en edad. Y mis futuros concuñada y suegro. ¿Me casé? ¡Pero si recién había salido de la salita verde!



Sin palabras... El nene ahora tiene cincuenta años.








Nos casamos el 16 de diciembre de 1972. Estas fotos son de cuando nos retiramos del salón de fiestas, en la madrugada del 17 de diciembre. El vestidito de Lia era de un rosa muy claro, entramado con hilos blancos, y sus sandalias eran blancas. El saco mío era blanco, con bordados en celeste, el pantalón azul francia con bordados en blanco o celeste muy claro (no recuerdo bien, ya piso los 63) y la corbata era azul francia, con bordados blancos y rojo señal (Del Paraguay, regalo del señor que está a la izquierda, nuestro "Tío Enrique"). El chivo dio lo mejor de sí, en manos de mi hermano. Él evitó que mis amigos raptaran a la novia, en una cinematográfica persecución, en la que aceleraba cuando los otros vehículos pretendían cortarnos el paso, para después frenar bruscamente en una esquina con un rebaje y doblar, dejando atrás a los perseguidores, que seguían de largo. Mientras, Lia sacaba y sacudía sus piernas por la ventanilla. Divertido. Peligroso y divertido. Hasta el Claridge Hotel, donde los perseguidores se convirtieron en una hinchada que coreaba: "¡Cachitoooo, Cachitoooo!". Locuras con final feliz, en este caso, que uno solamente se permite a los veintidós años.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El eslabón perdido

La solución a los problemas del hombre.

En África se estila cazar pequeños monos ahuecando una calabaza o algo similar, que luego es atada fuertemente a una estaca bien clavada en el piso. El tamaño del orificio de entrada está dimensionado para que pase la manito del mono cuando está abierta, con justeza. Luego colocan adentro algo de comer que al mono le guste mucho. Cuando se acerca un monito a la trampa, observa lo que hay dentro e introduce su mano en la cavidad, muy amplia después de la entrada. Toma lo que desea en su interior y para ello cierra el puño. ¡Pero el puño cerrado no pasa por la abertura! El pequeño chilla, patalea y tironea de la calabaza, pero no tiene fuerza para romper la entrada o la atadura. Todo lo que debe hacer para salir libre es abrir su mano, pero la inteligencia no le da, o su avaricia es mayor. Lo cierto es que queda presa de su propio afán de no perder lo que cogió.

Una calabaza no serviría con un orangután o con un gorila, por su tremenda fuerza, simios como ellos o el chimpancé tienen la fuerza de cuatro o más hombres. Pero la trampa surtiría efecto si se utilizara algo más fuerte que una calabaza. De todos los simios el único que patalea un rato y luego se da cuenta de que debe abrir la mano es el chimpancé, el más inteligente de todos.

Paradójicamente, todos los problemas del hombre se solucionarían "abriendo la mano". Pero el ser humano persiste en sus desgracias, llorando, gritando, pataleando y maldiciendo. Y no se da cuenta de que su prisión (y la de los demás) acabaría abriendo su mano...

Si la Teoría de la Evolución fuera cierta, el eslabón perdido entre el mono y el hommo sapiens, seríamos nosotros...

Martita y 5º 1ª

Era en 1969, cuando estaba cursando el quinto año del Bachillerato en el Colegio Nacional Nº9, Gral. Justo José de Urquiza, en el barrio de Flores.

Durante el año vino una media docena de practicantes del profesorado a darnos clases. Eran chicas de unos veintidós o veintitrés años, todas monas y muy simpáticas. En ese entonces el Colegio era de varones, nuestra división -5º 1ª- constaba de 42 sobrevivientes. De a uno o por pares éramos bastante mansitos, pero los 42 juntos nos comportábamos como un cardumen de pirañas.

Las chicas nos daban clase de a dos o de a tres. Cuando la clase terminaba había una marea humana alrededor del escritorio con las profes en medio. Era cuestión de preguntar cualquier cosa. Como el mar, el flujo llegaba hasta un límite máximo que no se podía sobrepasar, algo muy sutil entre el deseo vehemente contenido y la transgresión irrespetuosa. Ellas se hacían muy bien las burras mientras el mar “llegara hasta la orilla que Dios le señaló” (De un bolero del Trío Los Panchos con Johnny Albino).

Pero en el grupo que entró al Colegio estaba Martita. Martita nos daba clase ella sola. Martita era hermosa, físicamente hermosa, pero más allá de lo físico también. Cuando Martita pasaba la puerta entraban el Sol, la alegría, la frescura, la falta de temor, la seguridad, la elegancia, la inteligencia sin altisonancias, la mirada franca y brillante, todo era natural en ella. Martita era una más de nosotros, pero, sin embargo, había una distancia que ella sabía disimular muy bien para que nos sintiéramos arrobados. Con Martita no había marea humana; de pronto, las pirañas dejaban de ser un cardumen para pasar a ser individuos encerrados en una pecera. Con Martita todos éramos caballeros y nos portábamos como se espera de ellos.

Martita era espontánea, libre y auto-protegida. Sí, la protegía su propia manera de ser. Martita era una visión, como un regalo del hada madrina, había que “andar de puntillas por no romper el hechizo”.

Mis amigos y yo teníamos por costumbre llegar unos cuarenta minutos antes de la hora de entrada y pasábamos ese tiempo tomando café en un bar cercano y charlando de nuestras cosas. Según los días éramos entre seis y ocho muchachos. A alguien se le ocurrió invitarla al bar ¡y ella dijo sí! Nunca vi en toda mi vida que otra mujer se sentara sola en una mesa llena de varones. Vino radiante y sencilla, como siempre; se sentó y fue una más con nosotros. Ya no puedo separar bien los recuerdos de los sueños, pero creo que vino más de una vez.

Una mañana, antes de que llegara el tiempo de entrada a clase de Martita, se paró un compañero y dijo: “El que le haga algo malo a Martita ¡muere!” Otras voces dijeron: ¡Sí, lo matamos! No hacía falta. Los cuarenta y dos estábamos enamorados de ella, jamás le haríamos la menor ofensa. Martita era un amor imposible para todos, pero ninguno sufría por ella; gozábamos con su presencia, nos bastaba con verla y escucharla, con hablar con ella. Cuarenta y dos muchachos diferentes enamorados de una única persona.

Un día se fue y no volvimos a verla más. Dejó “a taste of honey” en nuestras vidas.

Yo me enamoré, me casé, tuve hijos, pero Martita es un recuerdo imborrable en un rinconcito joven de mi corazón. No creo equivocarme si digo que, si todavía estamos los cuarenta y dos sobre este mundo, todos deben sentir algo parecido. Martita tuvo la suprema magia de aunar a un grupo muy heterogéneo de personas, algunas muy diferentes entre sí. Con ella todos fuimos uno, todos sentimos lo mismo y debemos conservar esa dulce nostalgia.

Querer, ¿es lo mismo que amar?

Querer... se quiere lo que es beneficioso para uno, lo que contribuye a nuestro interés, lo que es deseado o apetecido, lo que cumple o hace plausible que se cumpla nuestra voluntad. Se puede querer por capricho, por interés, por egoísmo. Podemos querer a otro ser porque nos hace feliz su compañía, nos hace bien hacerle bien, porque nos confiere importancia.

El amor es, en cambio, mucho más profundo y desinteresado; no necesita un soporte emocional, no es menester sentirlo como una emoción para practicarlo. Es más, no hace falta vivirlo con una pareja para conocerlo.

Se ha escrito mucho acerca del amor, pero no hay mejor registro en la tierra que la Palabra de Dios, la Biblia, que al respecto dice:

"Dios es amor" (1º Carta de Juan 4: 8) y...

"En esto consiste el amor; no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados." "Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros." (1º Juan 4:10-11)

Así es, Dios nos amó primero. El sacrificio del Hijo de Dios por todos nosotros, los pecadores es la más grande manifestación de amor que pueda concebirse. Cualquiera que reconozca eso no puede decir que no ha conocido el amor. Es un amor que obliga a uno a amar a quien actuó tan altruistamente y sin reconvenir, y extender ese amor a todos.

¿En qué consiste ese amor, qué es amar? La Biblia también responde:

"Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe."

"Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy."

"Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve."

"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad."

"Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta." "El amor nunca deja de ser". (1º Corintios 13:1-8)

"Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?"

"Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente."

"Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo [Lev.19:18] como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas." (Mateo 22:35-40)

"Porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley."

"Porque no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo." (Romanos 13:8-9)

"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros, como yo os he amado, (...)". (Juan 13:34)

"Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado."

"Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos," (Juan 15:12-13, Reina-Valera, 1968)

El amor consiste, entonces, en el renunciamiento a uno mismo, en la firme voluntad de dar antes que recibir. El altruismo y la empatía son sus dos pilares: pensar en el bien ajeno antes que en el propio y colocarse en el lugar de otro. Y si la ley dada a Moisés se cumplía con solamente amar al otro como a uno mismo, el Maestro nos dio el ejemplo de un amor mucho mayor: el amar a otros más que a uno mismo, hasta dar la propia vida en beneficio de otros.

Amar es más que querer. Si no lo cree así, ¿por qué dijo entonces esto Jesús?:

"No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos."

"Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? , y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?"

"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." (Mateo 5:39-48)

Es evidente que Jesús no sentía el amor como una emoción ante un enemigo. Nadie que esté en su sano juicio goza al recibir una bofetada ni puede querer recibirla. No, pero el amor basado en principios cubre una multitud de faltas.

Tanto el judío como el cristiano tienen el mandato de odiar lo malo (Salmos 97:10; Amós 5:15; Proverbios 8:13; Romanos 12:9) pero al cristiano se le pide que no odie a quien hace el mal (Judas 23); el cristiano debe tener siempre presente que Cristo murió por todos, incluso los inicuos; quitarle valor a una persona es restarle valor a Quien murió por él. El juicio corresponde a Dios a través de su Cristo.

Por no comprender la diferencia entre querer y amar muchos sufren en el mundo. En nuestra imperfección, los hombres esperamos recibir de otros antes que dar de nosotros. Cristo enseñó que hay más felicidad en dar que en recibir y esto es una fuente inmensa de felicidad al alcance de cualquiera. Piense: ¿quién que recibe amor inmerecido no devolverá el duplo? ¿Puede alguien no sentirse obligado con alguien que no busca más que el bien ajeno? Nueve de cada diez lo harán, y en quien no espera nada de otros, cualquier cosa recibida será buena, colmará la medida. Si espera mucho de otro, quizás no reciba lo esperado, con la consiguiente frustración. Dando se tiene más que pidiendo.

Como consecuencia de no considerar lo expuesto más arriba, actualmente hay una crisis en la relación de pareja. Nos casamos queriendo y no amando. Queremos al otro porque algo que posee, material o espiritual, nos hace falta. Empezamos pidiendo, esperando; lo que es un mal comienzo. Por eso hay tantas separaciones.

En toda actividad humana es similar. Si el hombre pensara en la mujer antes que en sí, ¿habría tantos embarazos no deseados? Si la mujer pensara antes en su hijo que en su conveniencia, ¿se registrarían en el mundo más abortos por año que todas las víctimas de la Segunda Guerra Mundial? Si los hombres amaran a sus semejantes, ¿existiría la pobreza? En un mundo capaz de alimentar a 40 mil millones de personas, ¿sufriría hambre alguno de los 7.200 millones que hoy viven sobre él?

Para responder, basta con citar un excelente pensamiento de Pitterbarg: "Si no se ama, no se puede juzgar. Nuestro clamor por justicia encubre un amor insuficiente."

Busque en su Biblia las siguientes citas: Romanos 5:8; 1 Juan 4:19; Juan 3:16-17; 1 Juan 3:16-17; 1 Juan 4:16.

Somos humanos imperfectos, amar de esta forma es difícil pero no imposible. Para no pecar no hace falta perfección, sino amor. Piense que Adán pecó siendo perfecto, no fue por imperfección pero sí por falta de amor a Dios.

Un homenaje a un amigo que no conozco personalmente

LA CALLE DEL BIEN Y DEL MAL

(Por Alejandro Dolina, de “Crónicas del Ángel Gris”)

Primera edición del Grupo Editorial Planeta S. A. I. C./Booket,
ISBN 987-1144-29-6, 20.000 ejemplares, diciembre de 2.003.


Como bien sabemos, la cuadra del Ángel Gris está en la calle Artigas entre Bogotá y Bacacay. Sucede allí algo muy particular: en una de las veredas no es posible ser bueno. En la otra es imposible ser malo.

Una noche pasé con una muchacha rubia por la vereda oeste. La arrinconé en un umbral oscuro, la besé con pasión y logré poseerla allí mismo.

Después cruzamos la calle. Y mientras caminábamos por la vereda oriental, le pedí que me olvidara y la abandoné para siempre.

En la cuadra del Ángel Gris hay dos veredas. En una no es posible ser bueno, en la otra no se puede ser malo. Aún no tengo decidido cuál es cuál.

El Tercer Best Seller

Si preguntamos a cualquier persona cuál es el libro más vendido de la historia, seguramente contestará sin equivocarse que es la Biblia. En efecto, en el último siglo se han editado más de dos mil millones de ejemplares y su texto fue traducido total o parcialmente a más de doscientos idiomas. Es incalculable la cantidad de Biblias que deben haberse escrito desde el comienzo; en el Israel antiguo no había analfabetos, pues cada jefe de familia debía copiar para sí y los suyos a la Torá y Los Profetas, que es como se conocían entonces a los textos hebreo-arameos.

Si la encuesta tratara ahora del segundo libro más vendido, no estoy seguro de que todos contestarían correctamente; pero sí una buena cantidad, muy probablemente por motivos ideológicos más que culturales. El segundo libro es “El Capital” de Marx.

Pero no muchos saben cuál es el tercero en la lista. Ese libro es nada más y nada menos que “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, un cuento para niños y un libro de filosofía de la vida para los adultos.

Estos tres libros forman un extraño sándwich: el materialismo o “la carne” en el medio y los dos panes de la espiritualidad abrazándolo.

Hasta el más mínimo detalle de la vida y cuanto nos acontece tiene siempre un misterio encerrado. ¡Curiosa composición la del podio de la palabra escrita!

El Principito ha sido estudiado hasta en algunas universidades. Ciertos expertos piensan que el significado adulto del cuento es autobiográfico y que, por ejemplo, la rosa es su mujer. Todo es posible. A mí me interesa más el contenido en cuanto tenga que ver con las relaciones humanas en general, y dice mucho y bien -al menos- como yo lo entiendo.

Trataré de ensayar una explicación de lo que creo que Antoine quiso contarnos, y, como siempre, esto está abierto al debate y a las opiniones de todos.

Podría comenzar con el viaje que inicia el Principito por el espacio. Él va encontrando asteroides de distintos tamaños, pero habitados por una sola persona. Mi interpretación tiene dos lados: por uno, que cada persona es un pequeño mundo, generalmente desconocido, que debemos descubrir y explorar. La personalidad humana es complicada y puede asemejarse a un pequeño planeta, cada cual con sus peculiaridades. Por otro lado, el hecho que cada uno viva en un planeta en soledad puede querer significar el aislamiento que tenemos cada uno como persona frente a los demás; el trato superficial, distante y no comprometido, cuando no el aislamiento total. Quizás por miedo, quizás por orgullo y egoísmo, quizás por las tres cosas.

Solemos vivir en pequeños planetoides, que constituyen el insignificante y mezquino mundo de cada uno. Todos los defectos humanos o “pecados”, que afectan a los demás por acción o por omisión, se originan en el orgullo y el egoísmo, mezclados en distintas proporciones, según la ocasión y la persona. Esto, a su vez, surge de un desmedido aprecio por uno mismo. El aislamiento surge del miedo. El miedo es lo que nos aísla e impide que nos conozcamos, que “creemos lazos”, que el otro llegue a ser alguien único y especial en el universo. Es lo que siente el zorro cuando el Principito lo invita a jugar: le pide que primero lo domestique. ¿Y qué es domesticar? Crear lazos, explica el zorro.

El Principito practica sin saber lo que el zorro luego le explica y le hace reconocer. Él se dedica a limpiar sus volcanes, cuida a su rosa, invierte tiempo en los demás, cosas o personas. Lo hace porque es niño y le sale sin proponérselo. Después el zorro logra que comprenda que el tiempo que invertimos en los demás es lo que los convierte en importantes, en únicos para nosotros. También se corre el riesgo de llorar cuando se crean lazos, pero un poeta argentino escribió alguna vez "por eso en mi canto digo:/ no es tanta pena llorar;/ que nos duele más que el llanto/ no tener por quién penar". Por eso, ni él ni yo justificamos el miedo.

De todos los seres que visita el Principito, el más importante e interesante me parece el rey. Los demás son útiles para mostrar algunas de las miserias humanas, como la del hombre de negocios avaro que colecciona estrellas sin conocerlas, porque las cosas son del primero que las encuentra. Las guarda como si fueran oro, en un banco. Sin embargo, las estrellas brillan para todos…y pueden ser cascabeles que ríen para llenarnos de felicidad. Volviendo al rey, hay dos formas de interpretación. La primera, que sea realmente un rey humano. De ser así, es un rey muy sabio, pues da órdenes que se pueden cumplir. Cuando el Principito le pide que le ordene al Sol que se ponga, el rey le explica que la autoridad se basa en la razón y que no puede pedir a otro lo que no puede cumplir. Consulta una tabla y le dice que ese atardecer, a una determinada hora, le ordenará al Sol ponerse y verá cómo le obedece instantáneamente. Esto me recuerda lo que dijo Sir Francis Bacon: “Para darle órdenes a la Naturaleza, primero hay que aprender a obedecerla”. La segunda, es la de considerar al rey divino. Si es Dios, hay varias corrientes de pensamiento con respecto a Él entre los hombres, pero este texto será leído principalmente por seres que pertenezcan al Judaísmo, al Islamismo o al Cristianismo. Las tres religiones consideran a Dios Creador y Padre y tienen por sagrada a la Biblia, que comparten parcialmente (El Corán menciona a la Biblia como sagrada, y los musulmanes comparten profetas con los judíos y cristianos). En ese marco, tampoco Dios podría ordenar al Sol que saliera o se pusiera antes de lo que Él mismo fijó como ley cuando lo creó, Dios no gobierna por capricho, sino por razón. Vea en su Biblia Isaías 55: 11 y 1ª a los Corintios 14: 33

La enseñanza del zorro es la clave para la buena relación entre todos los seres. Un cultivador de cinco mil rosas no conoce a ninguna de ellas en especial, ninguna es única, las maneja como mercancía. Por eso puede venderlas o tirarlas. Lo mismo sucedería con un criador de pollos, si conociera a cada uno por nombre, no podría matarlos, sería el fin de su negocio. Otro tanto ocurre con los hombres. Hans Bertram era un aviador que se hizo amigo de Saint-Exupéry, lo amaba entrañablemente y con admiración. Era mucho más joven que él, de manera que cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, fue destinado como piloto de caza de la Luftwaffe. Antoine era mayor y había sufrido un accidente, de modo que los Aliados lo asignaron a un avión de observación militar desarmado. Hans nunca atacó a un avión de observación enemigo por temor de derribar a su amigo. ¿Se imaginan si para cada hombre cualquier otro fuera un ser único e irrepetible, como la rosa para el Principito? ¡Sería el fin de las guerras! Pero no se trata de tener esto en la mente. Cualquier hombre puede afirmar que no hay un ser igual a otro en todo el universo. Hay que tener esto grabado en el corazón.

El saludo más hermoso que conozco es “shalom aleiquem”, de igual significado que este otro: “asalam aleicum”. Ambos significan “que la paz sea contigo”; el último es acompañado por un gesto con la mano derecha, que toca, secuencialmente, el corazón, la boca y la frente. Esto significa que se expresa con el corazón, la palabra y el entendimiento. Sin embargo, estos pueblos se pelean; signo claro de que muchos saludan por costumbre y que no perciben lo esencial, que es invisible a los ojos (Según el Principito, ningún adulto entiende ni ve nada). No han “creado lazos”. No se aman con sus virtudes y defectos. Amar al otro a pesar de sus defectos significa comprender por qué hace lo que nos molesta. En la comprensión de las razones de la conducta de un individuo siempre hay un principio de perdón, comprender da lugar a la piedad y a la tolerancia. Los lazos y la buena voluntad hacen que esas pequeñas molestias puedan eliminarse o, al menos, atenuarse. La convivencia es posible, aunque la rosa tenga espinas.

Solamente los niños ven con el corazón y pueden percibir lo invisible, que es lo principal. Sólo un niño puede ver un cordero dentro de una caja dibujada con orificios de ventilación. Únicamente un niño puede encontrar un tesoro oculto dentro de cualquier cosa. ¿Será por eso que el Maestro dijo: «Aquel que no recibiere el Reino de Dios como un niño, de hecho, no entrará en él»?

Ser como niños… Si los niños fueran los que tomaran las decisiones, seguramente en Israel, en el mundo árabe, en Iraq y en todas partes no se levantarían columnas de humo negro con olor a muerte.

¿Seremos capaces alguna vez de dejar de ser adultos?

Fue en 1974.

CARTA A MI HIJO POR NACER


Quiera el Altísimo que nunca dejes de ser ingenuo, para que nunca la vejez te alcance. Quiera, también, que jamás pierdas el amor hacia tu prójimo, para que camines todo el mundo con la frente alta y con una sonrisa, entre hermanos. Que no pierdas la capacidad de maravillarte, para no ser ciego y ver las cosas hermosas de la Creación y dar gracias. Que no dejes nunca de ser humilde y modesto, para tener presente en todo momento aquello que hay debajo tuyo y lo que te supera. Que no pierdas el buen sentido, para distinguir lo verdadero de lo falso y ser único y auténtico, lejos de los moldes y de las vulgaridades. Que prefieras el saber antes que el poder. Que reniegues del odio y des la otra mejilla. Que te complazca más salvar a una persona que guiar multitudes. Que no creas ser el dueño de la verdad, sino que la busques desesperadamente. Que sepas perdonar sin darte cuenta. Que no dejes nunca de ser travieso. Que tengas lágrimas y risas, pero limpias. Que no temas arrimarte a los perversos y a los sucios, consciente de que no pueden ensuciarte. Que no haya mejor premio para vos que bucear en los océanos y llenar tus manos con la tierra pródiga. Que admires el vuelo de los pájaros y hasta los imites. Que seas libre siempre aunque estés encadenado. Que ames sin vergüenza. Que no seas solemne ni almidonado, pero que tu presencia misma denote dignidad. Que no pierdas la fe. Que seas padre o madre de todos los chicos del mundo y te sientas hijo de todas las mujeres, pero más de una. Que creas que los dos tenemos un mismo Padre. Que a ese Padre no se lo compra ni se lo vende, ni por bien, ni por mal. Que aprendas que el bien sólo con el bien se hace; que es de necios buscar el bien luchando con los medios que causan el mal. Que en tu búsqueda te apartes de todo lo que involucre a la carne o a la sangre, y que seas prudente con los resultados. Que te sepas siempre ignorante, y serás siempre el más sabio de todos los hombres. Que te convenzas que nada bueno se logra sin esfuerzo; que no hay santos sin áscesis ni piedra filosofal sin filósofo, que no hay pan sin trabajo ni verdadera riqueza sin amor.


Hijo mío, si quieres saber el milagro que eres, no dejes nunca de mirar lo profundo del cielo estrellado. Que entre esa maravilla puedas ver, algún día, la luz que brilla al otro lado.Te lo desea tu padre por vos y por él, para que seas dueño y esclavo del Bien y puedas enseñarle en qué se ha equivocado.


Que así sea.


Buenos Aires, 1974.


Nació el 30 de septiembre de 1974 y su hermano llegó el 8 de noviembre de 1978. La carta fue escrita una tarde de sábado o domingo cuando Nicolás todavía era una esperanza y una incógnita, pero fue escrita para los dos y cualquier otro que viniera después.

Hoy, no me arrepiento del contenido, pero sí de haber tenido la actitud de pedir. Y pedir mucho. No es bueno poner una carga tan pesada sobre un hijo. Ahora pienso que es mucho mejor dar todo de sí, lo mejor de uno, y no pedir que nos superen. Los hijos no son para cumplir con nuestros sueños no logrados o para superar nuestros defectos. Tampoco deben ser un vehículo para saldar nuestras cuentas pendientes o superar nuestras frustraciones.

Deben recibir amor y buenos ejemplos y volar, volar por ellos mismos cuando estén maduros para hacerlo. Cuando emprenden el vuelo, los padres no podemos hacer ya más que confiar y esperar; y estar dispuestos a brindar una pista de emergencia donde encontrar un lugar seguro y fraterno para atierrar cuando las alas desfallezcan.

Aunque aniden en otras partes, siempre habrá otro hogar esperándolos si les hace falta. Un hogar que no fue perfecto, porque nadie lo es.