No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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lunes, 10 de septiembre de 2007

El eslabón perdido

La solución a los problemas del hombre.

En África se estila cazar pequeños monos ahuecando una calabaza o algo similar, que luego es atada fuertemente a una estaca bien clavada en el piso. El tamaño del orificio de entrada está dimensionado para que pase la manito del mono cuando está abierta, con justeza. Luego colocan adentro algo de comer que al mono le guste mucho. Cuando se acerca un monito a la trampa, observa lo que hay dentro e introduce su mano en la cavidad, muy amplia después de la entrada. Toma lo que desea en su interior y para ello cierra el puño. ¡Pero el puño cerrado no pasa por la abertura! El pequeño chilla, patalea y tironea de la calabaza, pero no tiene fuerza para romper la entrada o la atadura. Todo lo que debe hacer para salir libre es abrir su mano, pero la inteligencia no le da, o su avaricia es mayor. Lo cierto es que queda presa de su propio afán de no perder lo que cogió.

Una calabaza no serviría con un orangután o con un gorila, por su tremenda fuerza, simios como ellos o el chimpancé tienen la fuerza de cuatro o más hombres. Pero la trampa surtiría efecto si se utilizara algo más fuerte que una calabaza. De todos los simios el único que patalea un rato y luego se da cuenta de que debe abrir la mano es el chimpancé, el más inteligente de todos.

Paradójicamente, todos los problemas del hombre se solucionarían "abriendo la mano". Pero el ser humano persiste en sus desgracias, llorando, gritando, pataleando y maldiciendo. Y no se da cuenta de que su prisión (y la de los demás) acabaría abriendo su mano...

Si la Teoría de la Evolución fuera cierta, el eslabón perdido entre el mono y el hommo sapiens, seríamos nosotros...

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