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Yo: - Jazmín es un personaje
adorable, aunque tiene su mal genio, según los días. Me encanta cuando juega a
la doctora Juguete. Tiene el maletín con todos los instrumentos, recetario,
frasco para preparaciones magistrales y una cuchara medida, entre muchas cosas.
Dice: “Te voy a revisar”. Entonces se calza el estetoscopio, te ausculta y pone
cara de escuchar, entender y deducir. Es increíble. Tengo que mirar mejor el
dibujo animado para ver si lo está copiando, no puede ser de otra manera. Usa
un tono de voz bajo y algo dramático y te dice: “Estás muy mal”. ¿Sí, doctora
Juguete? ¿Qué tengo? Ella te contesta en un tono como si fuera a decirte que
tienes cáncer de páncreas. Dice: “Tototitis”. ¿Tototitis, doctora? Sí. ¿Estoy
grave? Sí. No te preocupes, yo te voy a curar.
Prepara un remedio, lo sirve en
la cuchara y te lo da a tomar. A veces agrega una inyección. Entonces, exclama:
“Estás curado/a”. Hay que abrazarla y decirle gracias.
Una tarde me curó a mí, dos veces
a la abuela y, al ratito, apareció la gata con dos curitas en el lomo,
sacudiéndolo para sacárselas de encima.
- ¡Ja, ja! ¿Cuántos años tiene?
- Tres años y medio. Pero
sospecho que es una enana disfrazada de nena.
- ¡Ay, me muero por conocerla!
- Es un poco difícil, porque no
me la dejan a mí solo. Los martes al atardecer estamos con Lia en la plaza,
podrías conocerla allí. Pasea en pony, va a la calesita, juega a las escondidas
(“Yo «conto» [cuento], tú escóndete”), es loca por la hamaca y le encanta que
la corran.
- Pero, con Lia, ¿no le caerá mal
que me acerque?
- No creo.
- Podría pensar que soy tu novia.
- ¡No! No es anciana de la
congregación.
- ¡Ja, ja! ¡Qué malo que eres!
¡No hables mal de los hermanos!
- Los hermanos piensan mal de mí.
Yo no hablo mal de ellos. Me quejo porque los padezco.
- ¡Carlos!
- Además, si Lia pensara que eres
mi novia debería aplaudirme. Sería una hazaña, casi un milagro.
- ¡Ay, quiérete un poco! Pero,
aún si fuera un milagro, podría ponerse celosa, de todas formas.
- ¡Hace unos cuatro meses que me dijo
que está con otro! Y lleva como un año con él, quienquiera que sea. Yo hace
casi nueve años que no tengo una alegría. Para colmo, me sacaron la única
compañía que tenía y ya sabes que era una compañía inobjetable. Veintisiete
años que la conozco. La amistad comenzó estando casado con Lia y ella nunca se
quejó. Nunca fueron amigas, pero se conocían. No fue algo oculto. Ella se fue,
ella tiene una pareja. ¿De qué podría quejarse si hoy estuviera con otra?
- Resulta sugestivo que no fueran
amigas.
- No. A mí no me sorprende. Ella
continuó con sus amigos y amigas y yo me integré a ellos. A muchos ya los
conocía de antes, a otros los conocí después de ponerme de novio con ella. Sin
embargo, ella no hizo nada por acercarse a mis amigos o amigas. No demostró el
más mínimo interés por nadie.
- Bueno, supongo que le darían celos por el
extenso pasado que tienen juntos. A vos tampoco te veo muy cómodo hablándome
ahora de que está con otro.
- Sí. Pero yo no la dejé y te
dije que volvería con ella. Aunque eso fue antes de saber que estaba con otro.
De todas formas la perdonaría si volviera. Pero no es fácil que eso suceda. En
general, las mujeres no hacen nada precipitadamente. Debe haber meditado unos
dos años antes de tomar la decisión. En esas circunstancias un hecho
aparentemente trascendente como que se acueste una vez conmigo podría no
significar nada. Según las normas teocráticas, si tengo una sola relación
sexual con ella significa que la perdoné y que el matrimonio continúa. Pero
ella podría estar conmigo uno o dos meses y luego decir que ya no es lo mismo,
que ya no siente lo de antes. Tendría que esperar a que ella consiguiera otra
pareja para quedar libre.
He sufrido mucho, estoy muy
cansado y no me quedan demasiadas fuerzas.
- Complicado y serio asunto. Lo
lamento. ¿Por qué crees que sería un milagro que estuviera contigo?
- Tienes cuarenta. Pareces de
treinta. La máquina nueva, sin uso. Gorduritas bien repartidas y en los lugares
justos. Más veinticinco años de hambre acumulada.
No solo sería un milagro que te
conquistara. Resultaría un milagro mayor que durara más de dos meses como tu
esposo, ¡terminarías enviudando irremediablemente!
Eso sí, me gustaría verles las
caras a los de la funeraria. No sé cómo se las arreglarían para borrarme la
sonrisa de oreja a oreja. ¡No habría muerto más simpático en el cementerio!
- (Riéndose) ¡Ay, Carlos! No sé
si decirte gracias o pegarte un puñetazo en el plexo solar. ¡Atrevido!
- No. ¿Por qué? Me preguntas y te
digo la verdad. Es más: duraría dos meses con la luz apagada. Te me apareces en
la noche de bodas con un baby doll de gasa negra y quedo seco allí. Y tú
casada, viuda y virgen, en minutos. Con la luz apagada: ojos que no ven corazón
que no siente. Pero, al mes de casados recibiría un doctorado “magna cum laude”
en braille, otorgado por Harvard.
- ¿Me estás diciendo que te
gusto?
- Nena, no te estoy proponiendo
nada. Tengo un hijo un año menor que tú. No soy tu amigo para acercarme a una
mujer que me excita. Soy un amigo sincero, pero tengo ojos y veo que eres joven
y bien formada. No te convengo. Con ese cuerpo y tu ser interior bien podrías
conseguir algo mucho mejor que yo. Por eso hablo de milagro. No estás para un
premio consuelo como yo.
- Bueno, cambiemos de tema. No me
gusta que te llames a ti mismo “premio consuelo”. Supe que les has contado a
algunas personas del barrio lo que te ocurrió con Graciela.
- Sí, se lo conté a algunos.
Otros se habrán contado entre sí. Muchos nos vieron juntos y dejaron de vernos.
Preguntaron. En otros casos necesité desahogarme.
- Eso no es bueno. Podrías estar
alejando personas de la verdad.
- Curioso. Hablas de la verdad y
debo esconder lo que pasó. Graciela repite como un lorito la letra que le dan.
Dice: “Vos sabías a dónde me llevabas”. Si yo debo saber, los demás también
deben saber a dónde van. No soy un estafador, yo les leo la letra chica, no
quiero engañar a nadie. Jehová es el Dios veraz, él también juega con las
cartas sobre la mesa. ¿Por qué sus adoradores habrían de hacer algo distinto?
Si hay algo que ocultar, hay
culpa, gato encerrado. No condice con “la verdad”.
- Me duele eso que dices. Hay
cosas que los de afuera no pueden entender fácilmente.
- ¿Soy tu enemigo por decirte la
verdad? Además, yo estoy adentro y no lo entiendo. Ni lo voy a entender, porque
no tiene base bíblica. Es un error caprichoso de los hombres, que falsamente
hacen a Dios pecador.
- ¿Por qué Dios pecador?
- Porque dicen que es la voluntad
de Jehová. Todo lo que dice el esclavo no es la voluntad de Jehová, no si no hay base bíblica; ellos no son inspirados ni reciben una
revelación. Además no son infalibles, lo que es equivalente a decir que son
falibles, que fallan, que se equivocan. Decir que todo lo que viene del esclavo
es la voluntad de Dios raya en la idolatría. ¿Qué se llevaba el chivo
expiatorio?
- Los errores del pueblo.
- Perspicacia dice que error y
pecado son sinónimos en ciertos contextos, o desde cierto punto de vista. Más
exactamente, error es un aspecto parcial del término más general “pecado”.
- Sí, es cierto.
- El esclavo pide espíritu en
oración. Cuando se equivoca, ¿el espíritu yerra también?
- No.
- No, es claro, porque de esa
forma Dios estaría pecando y eso es imposible. Dios no peca. Entonces, no puede
ser la voluntad de Jehová si hay error. Por algún motivo no siempre reciben el
espíritu. Eso lo sabe Dios, no yo, el motivo lo sabe Dios. Pero puedo llegar a
conocer si el espíritu estuvo o no por sus frutos. En general, el espíritu
está, la grandiosa obra que están haciendo sería imposible sin ese espíritu.
Dios bendice la obra en general, pero hay detalles que desafinan. Apenas
detalles, que en mi caso me han hecho mucho daño.
- Pero, si estás dañado, podrías
haberte desahogado con un hermano.
- ¿Sí? ¿Me desahogo con un
hermano que piensa o repite sin pensar que una relación íntima de amistad con
una mujer es inmoral? ¿Hicimos algo inmoral nosotros dos?
- No, Carlos, nada. Por favor,
perdóname, pero me voy a casa. No te enojes conmigo, te amo. Pero quiero irme.
- Supongo que no quieres que te
acompañe.
- No, no te enojes, quiero ir
sola.
- No me enojo, querida amiga,
bendiciones. Por favor, cuando estés dentro de tu casa envíame un “ring” a mi
teléfono para saber que estás bien. No necesitas hablarme, sólo un flash para
estar tranquilo.
- Hasta pronto. (Ella me dio un
beso en la mejilla)
- Te quiero, hasta cuando
quieras. No te olvides del flash.
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