Ella: - Muy rica la cena de la
otra noche. La próxima te invito yo a mi casa y te cocino algo a la carta.
Yo: - Se te va a chamuscar el
papel…
- ¡Ja! A tu gusto, tontín.
- Sípi (1) También me gustaría
que cocináramos algo juntos, pero bien de entre casa, “en pantuflas”; algo así
como empezar a revisar la alacena a ver qué hay y qué podemos hacer. Que la
fiesta sea hacer algo juntos, que nos agasajemos mutuamente en el mismo acto de
compartir.
- ¿Un ensayo de matrimonio?
- Nooo. Una función “de gala” que
deje claro que el brillo no está en el ajuar ni en el escenario, sino en los
protagonistas.
- Quieres que, como en la canción
de Serrat, me suelte el pelo y te invite a salir conmigo a escena…
- No estaría mal, nada mal. En la
canción hace una alegoría: la vida es una mujer que se le entrega, alguna vez, para hacer el
amor y se suelta el cabello.
- ¿Para qué supones que se suelta
el cabello la mujer?
- Son más bonitas con el cabello
suelto. Pero creo que hay más; un simbolismo: me parece que significa “estoy
suelta, no tengo ataduras, soy toda tuya”. Es una manera de desnudarse sin
quitarse la ropa. Te deja, además, el placer y el privilegio de sacársela
literalmente, con calma y entusiasmo, como quien quita el papel y el moño a un
regalo sorpresa. “Una mujer desnuda es un enigma/y siempre es una fiesta
descifrarlo.”
- ¡Uf! ¿Pongo el ventilador?
- Si te hace falta, ponlo.
- Fue una metáfora. Aunque ha
sido un momento de alta tensión, de mucha adrenalina. Te gusta llegar al fondo
de todo; eres todo o nada, de verdad. No es que lo dices, eres así. Me
sorprende, me maravilla y me intriga. Especialmente cómo te las arreglas para
no extraviarte en mares tempestuosos, siempre hallas tu Norte.
- Ya te lo expliqué: el secreto
está en amar. Si amas, siempre encuentras el rumbo correcto, para ti y para el
otro. ¡Ay de los dos si no te amara!
- También depende de mí… Y yo
también te estoy amando.
- Sí, claro, pichona. Depende de
los dos. Pero hablaste de adrenalina…
- Me hiciste vibrar. El cuerpo me
hizo “ronron”.
- Te habías puesto en el lugar de
la mujer de la canción de Serrat, yo hablé de esa mujer simbólica y lo viviste
en carne propia. El “ronron” no significa nada más que sensibilidad, al menos
en principio.
Las acciones de una persona no
son malas o buenas en sí mismas, sino a través de las intenciones de su corazón.
Una misma acción podría ser censurable en un caso y encomiable en otro. Depende
de lo que hay detrás o, como en el caso del iceberg, de lo que yace sumergido.
- Cuéntame algún ejemplo.
- La amiga íntima de mi esposa,
aquella que se quedaba a veces a dormir, había perdido a un familiar. Estaba
destruida, no tenía consuelo. Estábamos ella, Lia y yo en un lugar apartado del
velatorio. Lia la abrazaba y yo miraba, unos pasos más atrás, en silencio. No había
caso, Liliana no reaccionaba.
Lia se puso de pie, dio media
vuelta y caminó dos o tres pasos hasta mí. Sin detener su marcha me dijo:
“Abrazala” [abrázala] y nos dejó solos.
Me senté al lado de Liliana y la
tomé por su hombro izquierdo, la apreté contra mí y comencé a hablarle al oído,
a media voz.
Al principio fue un monólogo
pero, luego, ella empezó a contestar y a escuchar lo que le seguí diciendo. Por
fin, llegamos a un lugar de acuerdo, coincidimos en una postura emocional, en
un punto de vista. Volvimos juntos a encontrarnos con el resto de la gente.
Ella se mezcló con otros y yo la miraba, de vez en cuando, a un par de metros
atrás, con Lia. Cuando llegó el momento de cerrar el cajón, Liliana se dio
vuelta. Sabía el lugar preciso en el que yo estaba; estaba de espaldas, pero no
buscó, sabía el lugar en donde yo estaba. Con dolor, pero con paz y con un esbozo de sonrisa, me dijo: “No está
ahí”. Volvió a esbozar otra sonrisa, me abrazó con sus ojos y se dio vuelta
para continuar con el rito fúnebre.
Liliana estaba enamorada de un
hombre que no le correspondía. Salía con nosotros a bailar, pero ningún hombre
la conformaba. Volvía sola, con nosotros. No tenía un hombre suyo que la
contuviera. Lia la vio sufrir. Nos amaba a los dos. Se fue y le prestó su
hombre por un tiempo. El amor todo lo
cree, el amor todo lo espera… Lia me cedió, por unos minutos fui el hombre que
Liliana no tenía, y volví a mi fuente.
Si, en lugar de mandarme mi
esposa, lo hubiese hecho por las mías, ¿hubiera traicionado a mi esposa?
¿Hubiese sido pecado apiadarse y darle calor a quien sufre?
- ¡Te voy a cobrar la lavandería
de mis pañuelos! (Secándose las
lágrimas) No hay vez que hablemos de cosas íntimas en la que no me
lleves a las lágrimas. Debo ser masoquista.
- Somos dos sentimentales, por
eso estamos juntos. Dios los cría y ellos se juntan. Dos adictos a las cosas
del corazón. El corazón llora siempre que sale un rato a tomar aire. Cuando se
asoma, las lágrimas salen, por penas o por alegrías. Pero llora siempre. Llamo a
tu corazón y él me responde. El mío conoce tus pasos, abre antes de que
llegues. Por eso lloras, por eso lloro, por eso lloramos. Estamos pariendo una
amistad. En un parto llora la madre y llora el hijo; la vida cuesta amor y
lágrimas. Lo que cuesta vale.
- ¿Por qué te dejó Lia, Carlos?
No te dejaría si fueras mi hombre. No entiendo cómo te dejó.
- No me idealices. En todo caso,
no dejarías al hombre que soy hoy. ¿Cuánto hace que nos conocemos? ¿Mil días?
Pero hace diez mil días no era el mismo hombre. Hay cosas que uno aprende, hay
cosas que uno cambia. Pero no siempre lo que aprendemos llega a tiempo para
reconstruir lo que derrumbamos, para enmendar los errores cometidos.
Con Lia compartimos catorce mil
cuatrocientos ochenta días de nuestras vidas. Más de treinta y nueve años y
medio. Hubo muchos errores, muchas lecciones no aprendidas hasta después de
haber errado. Cosas que sirvieron para nuevas relaciones, como la de Graciela y
la nuestra, la que estamos construyendo, pero que no sirvieron para reflotar un
barco herido de muerte, que se fue a pique.
Puedo ser algo mejor de lo que
era hace diez mil días, pero todos los seres humanos tenemos un lado oscuro.
Todavía no te conté del mío. Cuando me atreva, vas a comprender y, nuevamente,
te voy a jugar a cara o cruz.
- ¿Lo subirías al blog?
- No da para tanto. Puedo
contarle a algunas personas. Pero no me da el cuero para desnudarme
completamente frente a toda la humanidad.
- Estás subiendo partes de
nuestras conversaciones al blog. Me doy cuenta que poco de lo que yo te cuento.
Algo que te agradezco. ¿Qué pretendes?
- Es tan grande la pena que me
provoca la pérdida de Graciela que resulta un consuelo escribir y compartir.
Estoy muriendo de pena y hacer esto alarga un poco mis días. Por ahora,
prolonga la agonía; debería abandonarme a la muerte y no sufrir tanto. Por otro
lado, debo tener más fe de la que creo tener. Hago esto, también, porque no me
abandona la idea de que algo puede suceder: justicia, un milagro. No me resigno
a perder a mi amiga de tanto tiempo, de tantas vivencias inocentes. La del amor
profundo que echó raíces en la tierra fértil de dos corazones heridos que se
dieron asistencia; tierra humedecida por lágrimas. El amor del árbol de tronco
leñoso y fuerte, producto de años de crecimiento lento y seguro, para durar. Subo
mi intimidad al blog, no la tuya. Espero una lágrima del otro lado, que alguien
se conmueva, un milagro.
- Me invaden sentimientos
encontrados, Carlos. Por un lado, quisiera que alguien me amase como vos a
ella. La envidio. Por otro, me provoca un profundo respeto ver el calibre del
amor que ha logrado despertar en ti. La admiro.
- Yo la amo tal cual es. Tiene
muchos defectos y grandes virtudes. Amo sus defectos, no quiero cambiarle nada.
No me niego a que mejore; no necesito que lo haga para amarla.
No es que alguna cualidad de
ella, o muchas, despertara mi amor hacia ella. Estaba sola, lastimada, y me
dejó entrar a su corazón a darle tenues besitos, para no aumentar su dolor en
los desgarros sangrantes. Eso es todo: me dejó entrar, invertí vida en ella, me
di, y ya no puedo estar sin su presencia, no aguanto pensar que todavía me
necesita y que puedo darle más. Soy suyo. Quiero estar cerca de ella hasta que
crezcan flores en su patio trasero y la vea vivir realmente en paz.
- Me gustaría estar en su piel.
- No sabes lo que dices. No
querrías sufrir tanto. No te lo deseo, ni siquiera para poder amarte y lamerte
las heridas como a ella. La conocí así y
nada hice para que sufriera tanto. No puedo admitir que eligieras una
experiencia tal, tan solo para que te amara. Te puedo amar igual sin que sufras
tanto. Dame tiempo, el amor se construye. Date tiempo.
- ¿No piensas volver si no te la
devuelven?
- No. No negocio el amor. No hay
nada sucio ni de qué arrepentirse. No pecamos, no es pecado ser amigos como lo
fuimos.
- ¿Abandonaste a Jehová?
- No July, no lo abandoné. No
quiero morir sin pelear. Es mi estrategia actual. Una pelea desigual y difícil.
No peleo solo por Graciela y por mí, si triunfo, quizás esté peleando por
muchos más. Por algo mucho más importante que una amistad, inclusive.
- ¿Por qué no desde adentro de la
organización?
- Porque están pecando gravemente
y ensuciando a Dios con sus acciones y dichos. No se dan cuenta, pero lo hacen.
No puedo participar de ese pecado. Vuelvo cuando lo corrijan. Trato, de alguna
manera, de que se den cuenta y enmienden su error.
- Te juegas la vida…
- Sí, amiga, me la juego. Pero me
juzga Dios, no ellos. Acepto su juicio como justo, cualquiera sea.
- ¿Y si te juzga digno de muerte?
- Será justicia, Jehová es la
garantía, no puede ser de otra forma. Además, no me interesa vivir sin amor. Me
privaron del amor más puro que construí en mi vida. No quiero vivir si no puedo
ejercer ese amor.
Si es pecado mi amor por Graciela,
no quiero vivir. Viviría eternamente en pecado, porque el “amor nunca falla”;
la Valera dice: “nunca deja de ser”.
---------------------------------
Una forma “encriptada” de habla.
Consiste en separar la palabra en sílabas y agregar a continuación de cada una
de ellas una letra “p” y la vocal precedente. Los que tienen práctica y hablan
con rapidez pueden lograr que el no entrenado no comprenda de qué están
conversando.
Ejemplo:
¿Cómo dices?
¿Copomopo dipicepes?
No hay comentarios:
Publicar un comentario