- Hola Carlos, ¿cómo estás?
- Contento de verte. ¡Qué rico
abracito! Me gusta que me apapaches.
- Te extrañé y a mí también me
gusta demostrarte cariño. Más que un gusto, es una necesidad.
- Pasó toda una semana.
- Lo sé. Estuve aprovechando el
buen tiempo y predicando con todo. Mientras, meditaba en lo que leí el otro
día, en lo que nos dijimos, en muchas cosas. Quise adelantar todo lo que
pudiera en la obra para juntar un ratito personal para disfrutar contigo. Un
tiempo que fuera mío, para vos.
- Gracias, amiga. Es hermoso que
me regales un poco de tu tiempo. Es un regalo muy valioso, no hay con qué
pagarlo. Así que para vos soy como un recreo para un escolar.
- Lo último, ¿es un reproche?
- No, amor, para nada.
- Es que te necesito. Deseo estar
con vos. Como te dije: te estás convirtiendo en un vicio. A veces me asusto,
¿por qué esa necesidad?
- No veo ningún motivo para que
te asustes. Todos necesitamos amor, es vital que lo tengamos. Podías hablar
confidencialmente con hermanas, pero te hacía falta encontrar alguien que te
parezca fuerte a tus ojos. Yo macho, pero macho menos (1), estoy viejo, amiguita. A
tus ojos te pareceré fuerte, ¡qué le vas a hacer! Es lo que hay, jovencita. No
es lo mismo estar en brazos de una hermana que en los de un hermano. Hay
ciertas circunstancias que demandan a uno y no a la otra.
Te doy un ejemplo con mi gatita
Flor. Me la regaló una vecina cuando la minina tenía cuatro meses de vida.
Hasta los seis meses y hasta que adquiera un cierto peso, no era posible que
entrara en celo. Yo estaba tranquilo, porque tenía, al menos, dos meses para
castrarla. He aquí que la muy precoz tuvo coito con un gato y quedó preñada a
los cuatro meses. Lia estaba todavía en casa, pero dormía en la otra
habitación. A las cinco y media de la mañana, una calurosa mañana de diciembre
de 2006, oigo en mi sueño la voz de Lia que me llamaba. Cuasi dormido pregunté
qué pasaba y me dijo: “la gata está pariendo arriba de mi hombro”. Me levanté,
tambaleante, y fui al otro dormitorio. La encontré boca arriba, en ropa
interior, y con la gata en su hombro derecho, lamiendo a una cría minúscula de
color gris, igualita al padre.
Flor tuvo que parir y buscó a la
hembra. Cuando un perro vecino las asusta (a ella y a su hija), corren a
refugiarse detrás de mí, buscan al macho que las proteja. Hay funciones que no
tienen reemplazo.
- Sí, es cierto. ¿Qué sentiste?
- La primera sensación fue de una
ternura infinita. El cuadro era conmovedor. Si es tierno ver a una madre con su
cría, Flor era una cachorra, una nenita. Algo similar a ver a una niña de diez
años amamantando a su hijo recién nacido. Enternecía más ver lo pequeña que era
y cómo cumplía su papel a la perfección.
Inmediatamente después la vida
llamó a la vida. Estaba presenciando la manifestación más absoluta de la vida,
del amor. Sentí un deseo ferviente de hacerle el amor a mi esposa. Me fue muy
difícil contenerme.
No lo hice por dos motivos: ella
era mi esposa, pero hacía tiempo que no era mi mujer y, además, no tuve coraje
para sacar a mi gatita y a su cría del nido que había hecho en el hombro de mi
amor.
No sé qué hubiera pasado de haber
sido más egoísta. Quizás ella estuviera conmigo hoy. Sabes, aunque la conocía
“de memoria” no quería que la viera semi-desnuda desde hacía un tiempo. Se
quedó sin problemas delante de mí, con una vedetina de puntilla negra. No creo
poder transmitirte el sentimiento de cuánto la deseé.
- ¡Ahhy, ay, me conmoviste hasta
la fibra más íntima! ¡¿Ves?! Llegas hasta el fondo de mi ser. Eso se convierte
en una necesidad. Busco esa comunicación. Anhelo tenerla.
- Está bien, no te asustes.
Pienso que lo que te gusta encontrar en mí es que puedes caer en mis brazos sin
caer en mis manos. Estás a dieta y yo resulto ser el “permitido del domingo”,
la golosina que puedes comer sin culpa. Sin culpa y sin pecado. Mientras
mantengamos nuestros corazones limpios. Vigilemos nuestros corazones y
mantengamos la responsabilidad para el que nos otorga libertad.
- Sí, mi helado de sambayón y
chocolate bariloche.
- ¡Se me hizo agua la boca!
Tenemos gustos parecidos. ¡Gorda en potencia!
- ¡Gorda las petunias!
- ¡¿Qué es esa grosería, señorita
precursora?!
- ¡Ja! Se me cayó la estantería
de los frutos del espíritu. ¡No estoy gorda!
- No, para nada. Diría que tus
gorduras están bien repartidas, en donde deben estar.
- Señor mayor, compórtese.
- Opinión imparcial de experto en
gorduras bien repartidas…
- (Sonriendo) Carlos: ¡basta!
- ¡Vamos! Que te gusta.
- Sí, me gusta, pero basta.
- ¿Vamos a comernos dos cuartos
kilos de sambayón con chocolate bariloche?
- ¿Un cuarto kilo sin culpa?
- ¡Bah! Un cuarto kilo con culpa,
excesivo, pero sin pecado. Yo invito.
- ¡Vamos, señor mayor! No le
puedo decir que no. El helado puede conmigo.
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(1) "Yo macho, pero macho menos." Es un juego de palabras por similitud con la frase: "Yo macho, pero más o menos." Da el sentido: "soy macho, pero un macho en decadencia (o no tan macho ya)"
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