No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
_____________________________________________

sábado, 22 de marzo de 2014

Reír llorando



 
Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra,
el pueblo al aplaudirlo le decía:
Eres el más gracioso de la tierra y el más feliz.
Y el cómico reía.

Víctimas del spleen los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
-Sufro -le dijo- un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -Tanto he viajado
-Las lecturas buscad -Tanto he leído-
Que os ame una mujer - ¡Si soy amado!
-Un título adquirid - Noble he nacido.

¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas
- ¿De lisonjas gustáis? - ¡Tantas escucho!
-¿Que tenéis de familia?...- Mis tristezas
-¿Vais a los cementerios?... - Mucho, mucho.

¿De vuestra vida actual tenéis testigos?
- Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

-Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrick podéis curaros.

-¿A Garrick? -Sí, a Garrick...La más remisa
y austera sociedad lo busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡tiene una gracia artística asombrosa!

- ¿Y a mí me hará reír?- Ah, sí, os lo juro!;
él, sí, nada más él...Mas qué os inquieta?...
-Así -dijo el enfermo- no me curo:
¡Yo soy Garrick! Cambiádme la receta.

¡Cúantos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el autor suicida
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!..
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro rie!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestras plantas pisa
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto;
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.


Poesía de Juan de Dios Peza (29/06/1852 - 16/03/1910), diplomático, político, periodista, poeta y escritor mexicano. 

David Garrick (19/02/1717 - 20/01/1779): Descollante figura actoral del teatro inglés del siglo XVIII. Estudió derecho y literatura con Samuel Johnson. En 1741 debutó como actor interpretando Ricardo III, de William Shakespeare. Actor multifacético, su repertorio abarcó comedias, tragedias y farsas. Solía deleitar al público recitando poemas cómicos.

domingo, 16 de marzo de 2014

Mi único pecado (a mi amiga muerta especialmente para mí)


   
Dijiste que debería bastarme con Jehová. No sé quién te enseñó eso, pero Jehová dijo otra cosa. Le habló a su único Hijo y le expresó: “No es bueno que el hombre continúe solo. […]”. (Génesis 2: 18) Ese hombre no era un pecador como nosotros, era un hombre perfecto que hablaba directamente con Dios, lo escuchaba. Dios sabía que Él no le bastaba. Por eso le dio un complemento, una ayudante y a toda la humanidad en ella. (Génesis 3: 20) Las dádivas de Jehová son perfectas; no le dio una esposa, le dio toda la humanidad. Por eso la llamó Eva.

A mí se me ha dicho que no hay ningún registro bíblico de una amistad profunda e íntima entre dos seres de distinto sexo. Solamente hay ejemplos de dos hombres o dos mujeres. Sin embargo, del que no haya registro no es posible deducir nada, ni bueno ni malo. No hay registro, no dice nada. Pudo haber sido porque no era relevante o porque en esa época las costumbres sociales no lo hacían común ni frecuente.

El único principio bíblico que los ancianos me opusieron fue el que se registra en Jeremías 17: 9: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?” También citaron Mateo 10: 37: “El que le tiene mayor cariño a padre o a madre que a mí no es digno de mí; y el que le tiene mayor cariño a hijo o a hija que a mí no es digno de mí.”

Vayamos primero al corazón. El profeta Jeremías, inspirado, escribió: “Porque este es el pacto que celebraré con la casa de Israel después de aquellos días —es la expresión de Jehová—. Ciertamente pondré mi ley dentro de ellos, y en su corazón la escribiré. Y ciertamente llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo.” (Jeremías 31: 33)  El profeta Ezequiel fue más explícito: “Y ciertamente les daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré dentro de ustedes, y ciertamente quitaré el corazón de piedra de su carne y les daré un corazón de carne”. (Ezequiel 36: 26) Israel tenía el corazón duro como piedra y Jehová prometió que lo iba a cambiar por uno “blando” de carne. Jesús, el Hijo de Dios, explicó la esencia, el fundamento, el motor de la ley: “Y uno de ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: 36 “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. 37 Él le dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente’. 38 Este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’. 40 De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas” ”.  (Mateo 22: 35-40)

Ahora, te pregunto: ¿Es tonto Jehová?

Nadie se atrevería a decir que sí y, además, no sería cierto. Las cuatro cualidades fundamentales de Jehová son: Amor, Justicia, Sabiduría y Poder. ¿Por qué, entonces, la pregunta?

Si el corazón fuese irremediable y peligrosamente traicionero y desesperado, ¿por qué grabar la ley en el corazón? ¿No estaría todo condenado al fracaso?

No. Y Jehová lo explica: “8 No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido [la] ley. 9 Porque el [código]: “No debes cometer adulterio, No debes asesinar, No debes hurtar, No debes codiciar”, y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. 10 El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.” (Romanos 13: 8-10)

La Ley se graba en el corazón y es eficaz solamente si amamos de todo corazón a Dios y al prójimo. Si no amamos con todo el corazón el pecado es inevitable; pero cuando el amor abunda, el pecado huye. El otro nos importa más. (Juan 13: 34 y Juan 15: 12-13) [Un nuevo mandamiento, un nuevo espíritu. (Ezequiel 36: 26)]

¿Cuántos corazones tenés? Figurativo, uno, por cierto. Con ese mismo corazón es tu deber amar a Dios y al prójimo. ¿Qué pasó hace unos cuatro años atrás? Caíste en una crisis terminal en la que sentiste que Dios te había soltado la mano. En el fondo de un abismo, sin Dios y sin esperanza, mandaste a tu hijo Mariano a buscarme. Te encontré como nunca te había visto ni oído. Te ofrecí a Dios y te dejaste llevar de la mano por mí a Su organización. No te atraje a mí, te acerqué a Dios. Cuando estabas en tu estado más vulnerable.

¿Quién fue tu prójimo en estos últimos ocho o diez años? ¿Te pediría el Dios que graba la Ley en los corazones que me abandonaras ahora? ¿Cometí algún pecado grave contra vos o Jehová? ¿Estás en peligro? Antes bien, te juro, Graciela, que te va a ser muy difícil encontrar a otro que te ame más que yo. No es imposible, pero es muy improbable. Mi vida junto a vos -todos mis actos en ella- prueba mi amor. Yo no enuncio mi amor hacia vos; lo puedo probar por mis actos. Ese amor no deja dudas de que el pecado craso está muy lejos de nosotros dos.

Nos queda eso de: “el que ama más a… no es digno de mí”. También, que en ello está implícito obedecer. ¿Desobedecí a Dios?

Te conocí predicando. Toqué tu timbre. No sabía que existías. Me abriste las puertas de tu casa; conocí a tu marido, a tus hijos, a tu madre. ¿De qué hablamos? De Dios, de cosas espirituales. Tenía un cariño muy tierno y cálido hacia vos, pero no conocía tus problemas. Después me dijiste que te gustaba más otra religión, que “casi te había convencido”, pero que preferías la otra. Te consideré “perdida” para Jehová. Había fracasado.

Pasó el tiempo y me pediste ayuda. Fui y encontré, de a poco, el drama de tu vida. Te daba por perdida, pero te ayudé porque nació de mí hacerlo, no por el interés de ganar a una persona, ni siquiera para Jehová; porque el cariño se fue transformando, paso a paso, en amor, Amor, ¡AMOR!

Yo siempre obedecí a Jehová porque Él nos pide que amemos. Dios es Amor (1ª de Juan 4: 8; 16 - ¡Ver 4: 11!). Además: “no quiere sacrificio” (Mateo 9:13)

No es que te ame más que a Jehová. Él es todopoderoso, no me necesita; vos y yo lo necesitamos a Él. Pero vos sos débil y estás sufriendo por tus problemas. El amor y la justicia mandan atender al más débil, al que necesita. Estás sola sin mí, no puedes negarlo. Nadie te acompaña, nadie te ayuda. Tan solo te ponen reglas. Nos ponen reglas.

Si mi amor es pecado, entonces Dios es pecado también. ¡Jamás sea eso cierto! Si Dios no es pecado, mi amor tampoco.

Si cometí un pecado, este ha sido amarte con toda mi alma. Es mi único pecado con vos. Pero estoy seguro que no. No como te amo.




¿Lo leerá alguna vez? ¿Volveremos a conversar como antes algún día? ¿Por qué esta injusticia?

domingo, 9 de marzo de 2014

Querido diario




Diario íntimo de Félicité Marie

París, 5 de Enero de 1890
Querido diario:
En estos días en que estuve de visita en París conocí a un joven terrateniente argentino. Es amable, muy culto, me llena de atenciones. Estoy deslumbrada, ansío verlo cada minuto del día. Convenimos encontrarnos pasado mañana frente a Nuestra Señora de París. Siempre me sorprende. Ignoro adónde me llevará; la que parece una turista, soy yo.

París, 6 de Enero de 1890
Querido diario:
Hoy no pasó nada digno de ser contado; excepto que estuve eligiendo ropa para mañana, día en que me reencontraré con mi deslumbrante caballero. No hice más que pensar en él.

París, 7 de Enero de 1890
Querido diario:
Hoy pasé un día maravilloso. Definitivamente, estoy enamorada. No creo que mis padres objeten la relación. Él es de nuestra clase, tiene tierras en la provincia de Santa Fe, en Argentina. No es político, pero es nieto de un gobernador, alcalde –como papá-, senador vitalicio y ex militar de su provincia, de quien heredaron las tierras. Parece que también fue muy amigo de un presidente argentino, el general Roca, si mal no recuerdo.
Me paseó con solvencia por los mejores lugares de París. No creo que papá piense que es un caza-fortunas, no le hace falta.

París, 10 de Enero de 1890
Querido diario:
Estos dos días anteriores no me resultaron suficientemente largos como para dedicarte un tiempo. Vuelo, toco el cielo con las manos. Lo amo, lo amo, estoy loca por él.
Hoy fue un encuentro particularmente íntimo. Mi cuerpo vibró, me sacudí un par de veces, se me erizó la piel. Es una pasión incontrolable, casi me pierdo. Pero no tengo miedo, quiero verlo otra vez, no puedo resistir el reencuentro. Quisiera no irme jamás de su lado.

[….]

París, 20 de Enero de 1890
Querido diario:
Hoy me entregué a él, moría si no lo hacía. Lo amo, quiero hacerlo otra vez.

París, 21 de Enero de 1890
Querido diario:
Hoy volví a amarlo. Fue maravilloso. Pero no ha sido un día feliz. Me dijo que mañana viaja a Buenos Aires; su carro parte al medio día. El corazón se retuerce dentro de mí. Mañana estaremos juntos antes de que se vaya. Tengo ganas de llorar.

París, 22 de Enero de 1890
Querido diario:
Me entregué por tercera vez a él y se fue. No podía dejar de abrazarlo, no quería soltarlo, pero se fue. Me invade un vacío frío y oscuro, una soledad infinita.
Es un viaje largo por tierra y por mar, que Dios lo proteja y, por favor, que vuelva a mí.
Él dijo que volvería pronto, en unos pocos meses. ¿Por qué no le creo?
Estoy muy sola en París. Mañana haré lo necesario para volver a Dannes y hablar con mi madre, la necesito. Quiero volver a casa.

[…]

Dannes, 1º de Marzo de 1890
Querido diario:
Estoy intranquila. No me vino el período. Espero unos días más y consulto con el médico familiar. No sé cómo voy a vencer la vergüenza. Le conté a mamá parte de lo que pasó, pero no le dije que me había acostado con él.

[…]

Dannes, 25 de Marzo de 1890
Querido diario:
La segunda falta. Temo lo peor. Esta tarde voy a ver al médico familiar. Cuando me confirme lo peor, tendré que juntar coraje para contarle todo a mamá. Ni pensar puedo cómo enfrentar a mi padre.

[…]

Dannes, 1º de Abril de 1890
Querido diario:
Confirmado mi embarazo. Hablé con mi madre. Comenzó a llorar y me abrazó. Mientras me sostenía con un brazo, con el otro me pegaba en mis glúteos retándome: «¡¿Qué hiciste?! ¡¿Por qué lo hiciste?!»
Fue doloroso, pero su abrazo también me hizo saber que no estaba sola.
Lo peor de todo fue enfrentar a papá, pero con mi madre detrás de mí. Se le nublaron los ojos, hizo una mueca de dolor, se compuso y dijo que tendría que irme lejos de las miradas de nuestros vecinos.
Hizo arreglos para que me desplace a un chalet en el pequeño pueblo de Trévou-Tréguignec, en Côtes d’Armor, Bretaña;   con una mujer que atenderá mi casa. Mamá debe quedarse con él.
El 17 de Octubre cumpliré 22 años lejos de mi casa, en un ambiente extraño. Nadie, o casi nadie, sabrá allí que soy la hija del alcalde de Dannes. ¿Por qué me pasó esto a mí?

[…]

Trévou-Tréguignec, 20 de Abril de 1890
Querido diario:
Es un pueblo chico, de unos mil habitantes. El chalet en el que vivo es digno, pero cabría una decena de veces en el castillo de Dannes. La señora que me acompaña es correcta y distante, muy callada. No era personal nuestro antes de venir ni la he visto nunca; debe ser de otra ciudad. Estoy sola en una cárcel cómoda.
A fines de Septiembre será mi parto. Espero que mi madre venga a acompañarme. Hace un mes que le escribí a mi amor en Argentina, anhelo que me responda y le dé fin a esta pesadilla. Deberé aguardar tres o cuatro meses antes de recibir una respuesta suya.

[…]

Trévou-Tréguignec, 1º de Septiembre de 1890
Querido diario:
Mamá vino a verme. Es la primera vez que viene desde que me afinqué aquí. Dice que nos vamos a París las dos, para que alumbre allí, con más medios que en este pequeño lugar. En dos días salimos.
Conocí al maestro zapatero de este lugar, Eugène Françoise Lageat; conversó conmigo y se interesó por mi embarazo. Hizo algunas preguntas indiscretas. No parece mal hombre.
Él no escribió.

[…]

París, 25 de Septiembre de 1890
Querido diario:
El 22 de Septiembre nació una niña. Le puse por nombres Carmen Iréne Georgette. No tiene padre que la haya reconocido. Soy la vergüenza de la familia.
En unos días salgo de nuevo para Trévou, no puedo volver a Dannes.

[…]

Trévou-Tréguignec, 5 de Octubre de 1890
Querido diario:
De nuevo aquí, con mi hija y la mujer que me atiende. En doce días es mi cumpleaños. ¿Vendrán mis padres?
Hoy me crucé con Eugène y paró a conversar un rato. Dijo que vendría a visitarme.

[…]

Trévou-Tréguignec, 18 de octubre de 1890
Querido diario:
Ayer pasé sola mi cumpleaños. Mamá mandó a un emisario con un obsequio. No era eso lo que necesitaba.
Hoy fui a ver a Eugène, me acosté con él. No fue la pasión de París, ni cerca. Me propuso matrimonio, le daría su apellido a Carmen.
Pertenecemos a mundos diferentes. No lo amo con locura, le tengo cierto cariño. Podría volver a Dannes. Él cambiaría de vida, es verdad, pero era un trabajador antes. No voy a consultar a mis padres, es mi vida y soy mayor de edad. Podría volver a mi mundo guardando las formas. Estuve sola mucho tiempo. Me pregunto si no seguiré sola allí; mis ojos se abrieron. Pero es mi mundo, ese es mi mundo, aunque nadie acompañe a mi corazón.

[…]


Trévou-Treguignec, 26 de Mayo de 1891
Querido diario:
Mañana me caso con Eugène.

[…]

Dannes, 1º de Abril de 1898
Querido diario:
La cosa no da para más. Voy a divorciarme de Eugène. Dejó de trabajar, comenzó a malgastar nuestro dinero, me fue infiel. Esto ha sido un infierno. Carmen está pupila en una escuela de monjas en Trévou desde 1896. Viene los domingos a visitarme.

[…]

Dannes, 19 de Abril de 1898
Querido diario:
Ayer nos divorciamos. Eugène cobró una suma de dinero realmente importante. Es el precio que me costó el “baño moral” con el que pretendí limpiar mi fama. Me dijo que comprará una cámara oscura y que se dedicará a la fotografía, que no me va a molestar más. No siento dolor, nunca lo amé, no como a él. Nos usamos mutuamente, pero esperaba un mínimo de respeto.
¿Existe el amor?

Diario de Carmen Iréne

Trévou, 22 de septiembre de 1908

Las monjas, las novicias y mis compañeras me cantaron el feliz cumpleaños. Me hicieron una torta muy sabrosa, con cremas y frutas.
Dieciocho años. Termino el ciclo de este año y salgo libre.
El último domingo que estuve en Dannes con mi madre tuve una conversación de mujer a mujer con ella. Me contó que Eugène no era mi verdadero padre. Ahora entiendo.
No voy muy seguido por allí, no tengo ganas de ir. No importan los motivos. Los que fueron mis padres no me amaron como yo necesitada. No me trataron mal; me dieron lo mismo que a los perros del castillo: cucha y comida. Pero a los perros no los escondían, eran de razas muy puras, valiosos ejemplares. Yo no tuve esa suerte.
¿Volveré a Dannes? Seguramente, es mejor cucha que esta escuela, por bien que me hayan tratado. Además, allí puedo ir y venir, ya seré libre en poco tiempo.
Mamá me dijo que mi padre está en Argentina. Quisiera conocerlo.
¿Existe el amor?


Un escrito de Carlos, nieto de Carmen Iréne, de octubre de 2010.

Mis hijos me pidieron que les haga un árbol genealógico con alguna información de sus raíces.

Comencé a hacer esto para satisfacerlos. En poco tiempo empecé a entusiasmarme, sobre todo después de ver lo poco que sabía de mis más cercanos parientes.

La primera sorpresa que me llevé fue cuando supe que la madre de mi abuela se había casado el año siguiente al de su nacimiento. Ella nunca nos contó eso, pese a que murió cuando sus nueve nietos ya éramos adolescentes o jóvenes mayores de edad.

Mi abuela vivía con su hija menor, pero se quedaba algunos fines de semana con nosotros. Era muy cariñosa. Nos cantaba antiguas canciones en francés y nos relataba algunas tradiciones de sus días. Anécdotas de su escuela. Cosas de su viaje en barco. Que sus padres eran inmensamente ricos. Siempre supimos que había estado pupila y que sus padres se habían separado, pero nada más.

De su madre no me contó nada. Cuando relataba sus visitas al castillo mencionaba, por ejemplo, sus baños en el mar. Pero decía que en la playa la esperaba el mayordomo con  una salida de baño y una copita de vino dulce, para contrarrestar el frío. De la madre, nada. Ni el nombre. Me enteré siendo adulto, ahora, a pedido de mis hijos, hombres que ya no viven conmigo.

De su esposo, su “negro José”, contaba que era mujeriego y jugador, que lo había dejado. Narraba sus hazañas en su lucha contra la mafia, de sus “locuras” (por piedad lo pongo entre comillas) y de su ternura para con ella y las chicas. Nunca supe en qué fecha se casaron, si es que lo hicieron.

Me resulta muy sorprendente una coincidencia: me escribieron unos familiares franceses y un historiador que investiga la vida de Eugène Lageat. Tienen datos de Carmen –mi madre- y de su hermana menor, “Pocha”; pero no sabían nada de Nelly,  la hermana mayor. Me contactó un primo segundo mío llamado Agustín, sobrino nieto de mi abuelo José. Ni él ni su madre sabían de la existencia de Nelly. ¿Por qué? ¿Mi abuela repitió la historia? ¿Se casó después del nacimiento de su primera hija? ¿Cómo es que la sobrina no sabía nada? ¿Estaba distanciado mi abuelo de sus hermanos?

 No sé cuándo hizo el viaje a la Argentina ni por qué. Mi abuela me dijo que había viajado con amigos de la familia que conocían mi país y hablaban español. A mi primo Roberto le dijo que había viajado con su madre a vender unos campos que poseían acá. En 1910 estaba todavía en Francia, porque nos contó del pánico que tenía la gente con el cometa Halley.

¿Vino a conocer a su verdadero padre? ¿Por qué venir aquí si era dueña –única heredera- del castillo de su madre y de una casa en la Costa Azul?

Cuando reflexiono en la historia llena de incógnitas de mi abuela recuerdo “El Principito”. Los seres humanos vivimos aislados en asteroides pequeños. Tan pequeños que en ellos cabe una sola persona, a lo sumo dos. Cuánta incomunicación, cuántos miedos, cuántas culpas. Cuánto amor a medias, a gatas, escaso, como muestra gratis.

Mi abuela se durmió en la muerte. Algún día oirá la voz del Pastor excelente que le dirá que se levante. Se levantará en un paraíso, en un mundo diferente. En un mundo que no será una colección de pequeños asteroides, como este, en donde no tengamos que estar obligadamente solos por falta de espacio. Estará aquí, aquí mismo, pero será otro. Otro mundo en el mismo planeta.

¿Nos contará? ¿Nos abrirá su corazón? ¿Se permitirá y nos permitirá dejar de estar aislados?

Dejar de estar solos… Abolir el miedo y la vergüenza. ¿Será posible semejante milagro?




El château como era en los días de mi abuela.




El "corazón" del castillo, vista interior.




Así está hoy.


miércoles, 5 de marzo de 2014

14 - ¿Otro examen más?




Ella: - ¡Dame un abrazo!

Yo: - ¿Así nomás? ¿Sin emociones previas, sin lagrimitas?

- Por las que ya fueron. Por el tiempo que pasé sin verte. Porque me fui dolida y vuelvo a vos.

- Venga, entonces, venga que le saco juguito un rato.

- ¿Tanto me vas a apretar?

- Si lo vuá [voy] a hacer, lo vuá a hacer bien.

[…]

- Mmmmm… Rico, me gusta… Me haces sentir bien, me das fuerzas. Y no tengo miedos.

- ¿Me consideras inofensivo?

- No hay ofensa, pero no te considero inofensivo. La Biblia habla de que hay algunos que son eunucos y otros que se hacen eunucos a sí mismos. Eres eunuco por voluntad, porque te lo has propuesto. Podrías dejar de proponértelo en cualquier momento. Entonces, yo tendría que defenderme y salir de este paraíso de confianza y compañerismo, o sucumbir, como una mariposa que se acercó demasiado a la llama. Pero me gusta y no hay signos de que pretendas cambiar. No solo me acompañas y me contienes. Con tu actitud me haces sentir valiosa, apreciada.
Me doy cuenta de que me miras, a  veces, y que algunos movimientos míos no te son indiferentes; sin embargo, me honras constantemente guardando tu lugar sin estar distante, como es común en otros hombres. Eso es lo que más me halaga: que puedas estar tan cercano a mí, ser tan confidente, tan buen receptor de mis inquietudes y, no obstante, mantenerte en tu lugar. Te doy confianza, tengo gestos de acercamiento y no te confundes como haría la mayoría. Respondes a mí y a Dios, como dijiste días pasados. Te doy libertades y me respondes con respeto, no me tomas por asalto, no usurpas lo que no te corresponde. Diría que hasta te quedas un escalón más bajo de lo que te permito subir, o un paso más lejos de lo que te permito alcanzar. Rara vez cruzas la raya que dibujo figurativamente y, cuando lo haces, siempre me dejas algo importante. Lo que es más: me dejas la sensación de que podría haberte dado más libertad sin tener que lamentarlo; me haces sentir deudora, que lo que yo pensaba que era generosidad de mi parte resultó escasa frente a la realidad de tus acciones.

- ¡Pucha! ¡Vos sí que sabés [sabes] desarmar a un hombre! Si pensaba portarme mal, ahora me mostraste qué disfraz me puse y el disfraz me obliga. No me queda otra que portarme bien.

- ¿Estás fingiendo?

- No, hablo de disfraz porque recuerdo una canción folklórica que dice:
“Le robaron la guadaña/a la muerte que dormía/y el ladrón, que era decente, /se puso las ropas de matar” (Le robó el instrumento de ejecución a la muerte, y tener la guadaña de la muerte obliga, el disfraz obliga)

- No la escuché nunca.

- Es vieja, la cantaban Los Trovadores del Norte, no habías nacido o eras muy chiquita. Me pusiste un sayo y el sayo me obliga más allá de mi voluntad. Ya no depende solamente de mi voluntad, también está la fe que tienes en mí, no sería de bien nacido deshonrar esa fe. No podría. Tu fe me hace mejor, porque me obliga a serlo.

- Compromiso y responsabilidad…

- Que no pueden cumplirse si no hay amor. ¿Te das cuenta de que los miedos no nos dejar crecer en nuestras relaciones, nuestros lazos, nuestra hermandad? ¿Comprendes, ahora, la profundidad del significado de 1ª de Juan 4: 18?

- Sí. Desde que me decidí a confiar en ti hemos ganado los dos; por lo menos, yo he ganado mucho. Eras “un hermano”, ahora eres “mi hermano”, mi “amigo hermano”.

- Los dos ganamos. Ya no es amor por principios, que se puede ejercer con un enemigo o un desconocido. Esto es amor a la carta, personalizado, “custom”. Amor desde el corazón, pero para una persona que nos despierta sentimientos, que nos conmueve, que nos importa, que conocemos.

- Yo percibo tu amor, Carlos. Sé que me tienes en tu corazón como yo a ti. Pero percibo, también, que no eres feliz. ¿Es por Graciela? ¿No puedo hacer algo yo para que seas feliz?

- La pérdida de Graciela, esa tremenda injusticia que me obligan a vivir sin ninguna base bíblica ni razón para tener que soportarla, aumenta mi sufrimiento enormemente, pero yo sufría antes. No es la causa primaria. Es complejo. ¿Quieres escuchar una explicación, o lo dejo aquí?

- No, no lo dejes aquí,  te escucho, quiero comprender tu problema.

- Tengo un problema con algunos neurotransmisores que hacen que tenga la mentalidad de un adicto. Nunca me drogué, no tomo, ni fumo, pero mi personalidad es la de un adicto. Tengo todos los sentimientos, no es que no pueda sentir alegría, por ejemplo. Pero no hay que confundir alegría con felicidad. La alegría es por un momento, es efímera. La felicidad es un estado emocional que persiste más tiempo. Es una sensación de logro.
Supongamos que salimos a pasear y la pasamos muy bien. Nos reímos, contamos anécdotas graciosas, disfrutamos momentos alegres. Te dejo y vuelvo a mi casa con la euforia que esas alegrías me produjeron. Pasa un tiempo, no muy largo, y queda un vacío, un agujero, como si nada hubiera pasado. Todo se vuelve sin contenido, sin atractivo. Tengo una sensación de carencia profunda, de tristeza. La vida pierde atractivo, todo es negro. Dan ganas de no sufrir más, de pedir que me quiten la vida. Es insoportable.
Soy un depresivo grave, con etapas de bipolaridad, perfeccionista y con comportamiento obsesivo-compulsivo. Me cuesta un arduo trabajo salir todos los días a trabajar. No me queda otra, porque estoy solo. Pero algunos días aflojo y me quedo. No tengo ganas de luchar más, no me queda energía para seguir.
Las vivencias no me son suficientes, por hermosas que sean. No tengo mayores motivos para ser infeliz. Tengo dos hijos honestos y trabajadores, ambos profesionales universitarios. Jamás me dieron nada de qué quejarme. Me casé con una buena mujer. Tengo casa propia. Sin embargo, no importa lo que pase, termino siempre en un pozo.

Esa carencia de felicidad me lleva a buscar cualquier cosa que me produzca endorfinas, que alivie el pesar. Por ejemplo: como. Tengo veinte kilogramos de más por buscar placer en la comida. Cuando estoy en esos huecos trato de llenarlos con algo. Hasta se puede volver una adicción.

- No sé qué decirte. Quisiera hacer algo por vos.

- Lo estás haciendo. Llenas parte de mi vida y tu compañía amorosa me ayuda. Si no hubieras entrado en mi existencia, quizás ya no sería hoy. Se puede morir de pena. Mi cardióloga, que conoce cuanto soy al igual que mi esposa y Graciela, me dijo que si no tuviera la fe que tengo hace rato que me hubiese pegado un tiro. Ella es agnóstica y reconoce que la fe me ha mantenido vivo. Así, el amor por Jehová también me ha ayudado. Lo mismo que el amor por Graciela, cuando podía ejercerlo.
Ella tiene tantos problemas, tantos sufrimientos clavados hasta la parte más profunda de su ser, que ayudarla se convirtió en una misión, en una obsesión, en una adicción.
Ese afán por aliviar su sufrimiento nació en mi corazón, desde un amor inmenso, desde el deseo intenso de serle útil. Pero se hizo adicción.
La arrancaron de mi vida y al dolor que produce la falta del objeto de mi amor se suma un síndrome de abstinencia. Trabajar para ella, acompañarla, me hacía olvidar en parte mis problemas. Enfocaba mi vida en mitigar su sufrimiento, en hacer todo lo posible por que fuera feliz.
La quitaron totalmente y el agujero se hizo infinito. Me hirieron de muerte. No soy un apóstata. Tampoco dejé a Jehová, no es con él la cosa. Lucho por mi vida, July.

- ¿Y Jehová, Carlos? ¿No quieres dedicarle tu vida a Él?

- Está escrito que hay quienes dicen amar a Dios, pero no aman a su hermano. El Libro pregunta cómo pueden amar al que no se ve si no aman al que se ve.
Amar a la que se ve, a la que puedo tocar, a la que me dice “gracias”, me da la base para emprender el amor más sublime por el que no se puede ver ni tocar.
El primer instinto del ser humano es copiar a los padres que ve. Un niñito no puede comprender la profundidad del amor de Dios hasta que no adquiere cierta educación y desarrollo mental. Dios es más elevado, es más difícil. Más grande puede empezar a copiar a Dios ¿Por qué dijo Jehová: «No es bueno que el hombre continúe solo»? Ese hombre hablaba con Él, lo escuchaba. Sin embargo, necesitaba algo a su altura, aquí, bajito. Cerca de la madurez es cuando se puede copiar el ejemplo de Dios, cuando es posible comprender algo acerca de Él. Pero, aun maduros, necesitamos amar con los sentidos. Necesitamos estos abrazos que nos damos cada tanto, la palabra de aliento, la caricia, el beso en la mejilla, reír y llorar de a dos, caminar juntos, pedir, dar, esperar. Y, fundamentalmente, necesitamos agradecer la vida para amar al que nos la dio.
Le dediqué una vez mi vida y fracasé. Te dije hoy que tengo ganas de pedirle que me quite la vida, que no soporto sufrir más.
¿Qué vida le voy a dedicar, la que no tengo ganas de tener?
Había encontrado una luz de esperanza en el amor profundo y sin mancha que tengo por Graciela. En nombre del Amor me prohibieron el amor y me dejaron completamente vacío.

- ¡No es verdad! ¡No sigas! ¡No estás vacío! Me llenas de ternura, me cobijas, abrigas mi corazón. ¡No me hieras, recibo cosas de ti! ¡No deliro ni sueño! ¡Eres real, me haces bien! (llorando) ¡Por favor, no sigas destruyéndote, yo recibo tu amor, existe!

- Chiquita, chiquita querida. ¿Qué te está pasando? Ven, siéntate sobre mí y abrázame como una hijita. Hablemos de corazón a corazón, bien cerquita, abrazados.

- No importa en condición de qué me siente en tu regazo y te abrace, como hija, como madre o como mujer, estoy segura en tus brazos. Yo recibo cosas de vos. No estás vacío, te engañas.

- Probablemente no esté vacío como dices. No se trata de la realidad objetiva, sino de mi realidad subjetiva. Sobre cómo me siento yo. No depende de mi voluntad, ni de cuánto ore, ni de cuánto estudie, ni siquiera de cuánto ame. A menos que Jehová haga una curación milagrosa ahora, esto va a seguir irremediablemente hasta el nuevo mundo o hasta mi muerte, lo que acontezca primero. No hay palabras de consuelo. Puede haber distracciones, pueden existir gozos más o menos duraderos, pero hay algo genético que priva sobre el intelecto y las intenciones. No puedo contra eso. Dios puede, pero ahora no es tiempo de milagros. Él sabe por qué no es conveniente ahora. Yo acepto eso, no lo cuestiono. Solamente quería que me dejaran amar como a mí me sale del corazón.

- Bichito de luz (apretándome), bichito de luz. Ámame a mí, que estoy aquí.

- Te amo, July, no lo dudes.

- ¿Por qué no lleno tu vida, ese hueco que sientes que tienes que llenar?

- Lo llenas por el tiempo que estoy contigo. No tengo carencias hasta un tiempo después de que te vas. Tengo otro agujero que no puedes llenar –y que olvido mientras estás conmigo- pero no trates de competir con ella. Ya te expliqué: el amor que tengo por mi otra amiga tiene su nombre y su sello, es a medida. El tuyo también. No puedes reemplazarla, ni ella a ti. Tú me necesitas de una manera; ella de otra. Son dos personas, dos amistades, dos amores, que no son incompatibles; antes bien, enriquecen mi vida.
No tienes idea de cuántos y cuán serios problemas tiene Graciela, de cuántos minutos y segundos intensos de comunicación profunda hemos gastado en tender un puente entre nosotros. Puente que han dinamitado. O peor aún: dos hermanos siameses que han separado con los dedos, desgarrándolos, con una crueldad sin límites, infinita. Un dolor supremo. Sé que la dejaron sola, que no me reemplazaron, que ella sufre, de otra manera diferente a la mía, y que también le está costando salud. Sé que podría estar haciendo algo por ella, todo lo que pudiera, pero soy muy limitado, no todo cuanto quisiera soy capaz de hacer efectivamente por ella. Pero, así, no me dejan hacer nada y me desespera.
Hoy por hoy estamos juntos y el amor crece. Mañana se enteran de quién eres y te quitan los privilegios y nos separan. ¿Otra muerte más? ¿Qué está esperando Dios para corregir semejante injusticia?

- Quizás quiera que le demuestres algo, o que aprendas algo.

- ¿Otro examen más? ¿Siempre tengo que hacer o demostrar algo para que me quieran?