No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
_____________________________________________

martes, 26 de noviembre de 2013

Piénsalo


Todos quieren volver a la naturaleza, solo que no a pie.

                            Petra Kelly

Pesa sobre el hombre esta especie de maldición: que siempre necesita saber lo que ignora, y nunca tiene ocasión de hacer uso de lo que sabe.
                          
                             Johann Wolfgang von Goethe

La ausencia hace disminuir las posesiones pequeñas pero aumenta el valor de las grandes, de la misma manera que el viento extingue una pequeña llama, pero aviva un voraz incendio.

                            La Rochefoucald


jueves, 21 de noviembre de 2013

Dr. Jekill and Mr. Hyde







Alguna vez fue una nenita encantadora. Dulce, tierna, inocente, de sonrisa hospitalaria, muy cariñosa. Yo le decía "mi Osita Koala" porque me abrazaba colgándose de sus brazos y rodeándome con sus piernas, como los ositos koala a los árboles.

Después fue creciendo y yo madurando (que es un eufemismo por envejeciendo). De vez en cuando me daba alguno que otro abrazo como los de antes, pero sin las piernas, es claro. Además, no hubiera estado seguro de poder soportarla; sobre todo ahora, que estoy tan maduro que diría que "a punto de pudrirme".

Hoy es una joven mujer que sigue siendo dulce -como la miel-, tierna, inocente, cariñosa, romántica y soñadora. Hace rato que ya no me abraza como una koala, ya tiene otro árbol que ella eligió.

Cosas de la vida. Este "maduro" hombre sigue caminando solo la vida y con un abrazo menos. En realidad no estoy solo: somos dos que caminamos por el mismo rumbo. Uno es un hombre que la ama y quiere que sea feliz; el otro, es un monstruo egoísta que quisiera que no hubiese crecido para que no se fuera. Dr. Jekill and Mr. Hyde, ni más ni menos.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿PARA QUÉ SIRVE EL PSICOANÁLISIS Y QUIÉN FUE EL MEJOR PSICOANALISTA?




El psicoanálisis sirve para hablar y construir una imagen de uno mismo sin la distorsión de nuestra engañosa conciencia. El psicoanalista sirve de "espejo", ayudándonos a comprender nuestras propias flaquezas y desatinos.

Algunas personas logran con ello perdonarse algunas cosas propias, porque en toda comprensión de la razón de una conducta hay un principio de perdón. Pero lo que todos logran alguna vez, si persisten, es perdonar a los demás sus propias debilidades, a través del conocimiento de las propias. Hay rasgos de nuestra personalidad que nunca cambiarán en este viejo sistema, pero la comprensión puede ayudar a limarle los bordes filosos que dañan a los demás y nos alivia para poder convivir lo mejor posible con lo que no podemos cambiar.

Generalmente lleva bastante tiempo lograr algún avance en ciertas cuestiones; los seres humanos no somos simples como para que otro hombre o mujer, por capaz que sea, pueda lograr algún progreso inmediato.

"Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, 4 dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5 Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?». 6 Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. 7 Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». 8 E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. 9 Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, 10 e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?». 11 Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante». (Juan 8 : 3-11; Levoratti-Trusso)

Nunca nadie colocó un "espejo" delante de tantas personas en tan poco tiempo. Esto, para mí, convierte a Jesús de Nazaret en el mejor psicólogo de todos los tiempos. ¿Usted qué opina?

domingo, 17 de noviembre de 2013

Empezar a ser




El amor es lo más destacable de todo cuanto existe, desde el mismo momento en que la Palabra Inspirada dice: “8 El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor.” (1ª de Juan 4: 8) y, también, “Dios es amor” (1ª de Juan 4: 16, 2º párrafo, ab initio)

La Sociedad bien ha enseñado que Dios no creó todo por necesidad, sino por amor. Jehová es el Creador y la fuente de vida, de forma que no solamente es el Creador, sino el Sostenedor de todas las cosas. Las cosas son y se mantienen por Amor.

El papel destacado del amor fue enseñado por Jesucristo: “35 Y uno de ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: 36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» 37 Él le dijo: «”Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” [Deuteronomio 6: 5]. Este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a él, es este: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo” [Levítico 19: 18]. 40 De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas».” (Mateo 22: 35-40)

Más tarde, por inspiración, las Escrituras, registran: “8 No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido [la] ley. 9 Porque el [código]: «No debes cometer adulterio, No debes asesinar, No debes hurtar, No debes codiciar», y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: «Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo». 10 El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.” (Romanos 13: 8-10) Ver: 1ª a los Corintios 13: 1-8.

Pero entonces, ¿no somos todos pecadores? ¿No es el corazón traicionero? Sí, somos pecadores y el corazón es traicionero (Romanos 3: 23;  Salmos 51: 5;  1ª de Juan 1: 8;  Jeremías 17: 9)  ¿Por qué peca una persona? Tanto que sea perfecto como imperfecto: por falta de amor. Adán pecó por falta de amor.

La única esperanza de no pecar se basa en poder llegar a amar al máximo, hasta las lágrimas, hasta el dolor, hasta el sacrificio, de todo corazón, con cuerpo y vida, con el gozo de dar. Sea a Dios o a los seres humanos, hombres o mujeres, da lo mismo. La única garantía que podemos llegar a tener es el amor. Si amamos santificamos al objeto de nuestro amor, sacralizamos la relación: madre, padre, hermanos, hijos, amigos, esposos. “El amor no obra mal”.

Dios puso amor y la capacidad de amar en nosotros. Fuimos creados a su imagen y semejanza. También se nos dio un talento de amor. Algunos, como el esclavo indolente, temen desagradar al Amo y entierran su amor por temor a perderlo “negociando” [Mateo 25: 24-30]. ¿Qué dice el Amo? “18 No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor ejerce una restricción. En verdad, el que está bajo temor no ha sido perfeccionado en el amor.” (1ª de Juan 4: 18) Nosotros somos imperfectos y pecadores; pero no hay límite para nuestra capacidad de amar. Si no fuera así, estaríamos perdidos. Ni el rescate podría salvarnos. Porque para que el rescate sea efectivo, debemos conocer, amar y ejercer fe. Pero si traslado montañas y no tengo amor, nada soy. (1ª a los Corintios 13: 2)

El que ama imperfectamente, con una restricción, con reticencia, tiene más posibilidades de pecar que el que ama sin tapujos, con libertad y entrega. Por eso Dios dice: “Contra el amor no hay ley.” El que ama sin medida, sin más medida que no ofender a Dios ni al amado, cumple con la ley, porque la ley es un código de amor. (Vea Gálatas 5: 22 y 23, la deducción es automática. Vea, también, que pone al amor en primer término) [1]

¿No corremos el riesgo de llorar? ¿No es osado el compromiso íntimo, profundo, sentimental? Sí, cuando se crean lazos se corre el riesgo de llorar. La vida es riesgo. No por eso dejamos de vivir. Inquieran a Jehová si no “lloró” por nosotros.

¿Qué hizo Jehová con Caín? Le advirtió y lo dejó hacer. No puso un ángel con una espada flamígera alrededor de Abel; no le prohibió acercarse a su hermano. Dios le dio libre albedrío al hombre. Jehová se respeta a sí mismo y respeta a sus creaciones. Lo dejó hacer (porque "[el amor] tod[o] l[o] espera"  [2] (1º a los Corintios 13: 7). Caín hizo un desastre. Pero nada que Dios no pueda arreglar a su debido tiempo.

Los hombres no pueden ser más que Jehová. Un consejo, una advertencia, no es una orden, mucho menos, una ley. Jehová no actúa de esa manera. Los consejos se aceptan o no, no se obedecen. Las leyes y las órdenes sí deben ser observadas. Como vimos, amar es una obligación. Lo demás es vida, lo demás es riesgo.

Si amamos con todo, cuerpo y vida, corazón y espíritu, el riesgo se minimiza o desaparece. Está escrito: si no podemos amar, nada somos. Solo se trata de vivir, solo se trata  de empezar a ser



Ramos Mejía, 31 de octubre de 2013.


Por si no lo pensó:

[1]  El pueblo de Israel tenía la ley grabada en piedra. Sin embargo, el profeta de Dios dijo, en su Nombre, que Dios alistaría un pueblo que tendría la ley grabada en el corazón. El corazón, metafóricamente hablando, simboliza la personalidad del hombre en su estado más profundo, la fuente de sus deseos, sus valores y metas, lo que lo mueve a actuar y buscar. Este corazón es uno solo. El "corazón traicionero" de Jeremías 17: 9 es el mismo de Jeremías 31: 33 y el de Mateo 22: 35-40. ¿Grabaría Jehová la ley en nuestros corazones para que luego la traicionáramos? ¡Un rotundo NO! La única manera de conciliar estas dos expresiones es considerando que el corazón y la personalidad se pueden convertir. ¿Cómo? Por amor, es claro. La secuencia sería: Conocimiento de la verdad, fe, amor, arrepentimiento y conversión. Pero, sin amor no puede haber arrepentimiento y, sin él, tampoco conversión. Aún así, el amor y la conversión no nos quitan la calidad de pecadores. ¿Cómo evitar pecar contra el prójimo [3]? Nuevamente amando. Porque pecar contra otro implica automáticamente que no lo amo como a mí mismo. Si lo amo menos que a mí estoy siendo injusto, inicuo. [in: partícula negativa; aequus: igual. Que no trata por igual; que no observa la equidad; desparejo; injusto. Vea Lucas 11: 13].

«31 “¡Mira! Vienen días —es la expresión de Jehová—, y ciertamente celebraré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; 32 no uno como el pacto que celebré con sus antepasados en el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, ‘el cual pacto mío ellos mismos quebrantaron, aunque yo mismo los poseía como dueño marital’, es la expresión de Jehová.”
33 “Porque este es el pacto que celebraré con la casa de Israel después de aquellos días —es la expresión de Jehová—. Ciertamente pondré mi ley dentro de ellos, y en su corazón la escribiré. Y ciertamente llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo.”
34 “Y ya no enseñarán cada uno a su compañero y cada uno a su hermano, diciendo: ‘¡Conozcan a Jehová!’, porque todos ellos me conocerán, desde el menor de ellos aun hasta el mayor de ellos —es la expresión de Jehová—. Porque perdonaré su error, y no me acordaré más de su pecado.”» (Jeremías 31: 31-34)

«6 Pero ahora [Jesús] ha obtenido un servicio público más admirable, de modo que también es mediador de un pacto correspondientemente mejor, que ha sido establecido legalmente sobre mejores promesas.
7 Porque si aquel primer pacto hubiera estado exento de falta, no se habría buscado lugar para uno segundo; 8 porque él encuentra falta en el pueblo cuando dice: “‘¡Mira! Vienen días —dice Jehová— y celebraré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; 9 no según el pacto que hice con sus antepasados en [el] día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, porque no continuaron en mi pacto, de modo que dejé de interesarme en ellos’, dice Jehová”.
10 “‘Porque este es el pacto que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días —dice Jehová—. Pondré mis leyes en su mente, y en sus corazones las escribiré. Y yo llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo.
11 ”’Y de ningún modo enseñarán ellos cada uno a su conciudadano y cada uno a su hermano, diciendo: “¡Conoce a Jehová!”. Porque todos ellos me conocerán, desde [el] menor hasta [el] mayor de ellos. 12 Porque seré misericordioso en cuanto a sus hechos injustos, y de ningún modo recordaré más sus pecados.’”
13 Al decir él “un nuevo [pacto]” ha hecho anticuado al anterior. Ahora bien, lo que se hace anticuado y envejece está próximo a desvanecerse.» (Hebreos 8: 6-13)

«19 Y ciertamente les daré un solo corazón, y un nuevo espíritu pondré dentro de ellos; y ciertamente removeré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, 20 para que anden en mis propios estatutos y guarden mis propias decisiones judiciales y realmente las ejecuten; y realmente lleguen a ser mi pueblo y yo mismo llegue a ser su Dios”’» (Ezequiel 11: 19-20)

«26 Y ciertamente les daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré dentro de ustedes, y ciertamente quitaré el corazón de piedra de su carne y les daré un corazón de carne. 27 Y mi espíritu pondré dentro de ustedes, y ciertamente actuaré de modo que en mis disposiciones reglamentarias anden, y mis decisiones judiciales guarden y realmente ejecuten.» (Ezequiel 36: 26-27)


[2] Jehová no usó la presciencia para saber si Caín iba a matar a Abel; simplemente le advirtió, lo amó, respetó su libre albedrío y esperó que él reflexionara y corrigiera su rumbo. De haber usado la presciencia, hubiese faltado a su palabra (Isaías 55:11 -Él le otorgó libertad de elección al hombre-) y también habría sido partícipe del pecado de Caín, pero eso es imposible: es impensable que Dios falte a su palabra y que incurra en pecado.

[3] Prójimo es un concepto, etimológicamente cognado con próximo, que puede utilizarse como sinónimo de semejante, cercano o vecino. En lingüística histórica, se llama cognados o dobletes a aquellos términos con un mismo origen etimológico, pero con distinta evolución fonética. El vocablo se deriva del latín cognatus, de co- (con) y -gnatus, natus, participio del verbo latino nascì "nacer". Su traducción literal sería consanguíneos, con un mismo antepasado, o relacionado por una misma naturaleza, característica o función análoga. [Copiado de Wikipedia]

martes, 5 de noviembre de 2013

Las primeras lecciones


Hay muchas cosas que los seres humanos damos por sentadas, o que no nos tomamos el trabajo de analizar y valorar debidamente.

Una de ellas es el calibre de la relación entre un hijo (o hija) y su madre. Mientras uno está en el vientre materno no hay distinción entre ambas personas. El hijo no percibe que él y la madre son dos seres
diferentes. Se halla cómodo, en un lugar cálido y a resguardo. No necesita respirar mecánicamente, porque el oxígeno que precisa le llega a su sistema circulatorio a través de la placenta y del cordón umbilical. El anhídrido carbónico se va de la misma manera y tampoco tiene hambre; lo que necesita está siempre en su sangre (a menos que la madre esté padeciendo una necesidad extrema, pero lo que precisa -si queda algo- lo quita de la madre). En una situación normal, un ser humano en gestación no necesita nada, porque todo le viene servido. Ignora lo que es necesidad hasta que nace. Él forma parte de su entorno y el entorno es él. Su madre y él son uno solo.

Pero por fin viene un día en el que tiene que salir fuera de su madre. Todo cambia y mucho. No importa que hayan tratado de aumentar la temperatura del lugar de alumbramiento: falta la contención, faltan la intimidad, el contacto estrecho, la media luz rojiza o la oscuridad, ese latir familiar que, cual música, le acompañó en su hospitalaria estancia. De pronto, pierde el abrazo del cuerpo de su madre que, hasta ahora, era él mismo. Él no sabe qué es un cuerpo, ni qué es un abrazo; hasta, quizás, tampoco sepa qué es una madre. Pero todo eso le falta. Es como si el universo en que vivía se hubiese hecho infinito en un instante, aunque él no sabe lo que es un instante, ni un universo, ni el infinito. Pero lo siente. Súbitamente se agrega que su sangre perdió contenido de oxígeno y éste ya no llega más como antes. Él tampoco sabe nada de esto, pero algo lo obliga a reaccionar de la manera adecuada: llora, grita. Vacía sus pulmones de algún resto de líquido y los llena de aire. Hace un rato, apenas, que acaba de nacer y ya ha terminado de rendir su primer examen y de aprender su primera lección en su nueva vida: que necesita, que tiene que pedir. Y esto aunque no sabe  nombrar el concepto, ni escribir su nombre, ni puede explicarlo a otros. Ya vendrán nuevas lecciones. Por ahora, en el más profundo y primitivo rincón de su cerebro siente algo que después sabrá cómo llamar, pero que nosotros reconocemos que es la necesidad, y que si expresa su presencia con el llanto esta sensación desaparece y el equilibrio se restablece, todo viene a ser un poco más parecido a lo que perdió. Un poco, nada más. Un poco parecido.

Lo colocan sobre la madre y... ¡ah! ¡Ese latir tan familiar otra vez! Y calor... vuelvo a sentir algo alrededor mío. Aquí está, de nuevo... Pero hay algo distinto...

Ante una nueva sensación desagradable, otra queja y un pecho tierno dejará salir un líquido tibio que saciará la demanda, trayendo nuevamente la calma. Pero sus ojos verán algo que nunca antes habían mirado. La imagen no puede estar en foco y no lo estará hasta cumplido el primer año de vida, pero paulatinamente se irá haciendo cada día más clara. En poco tiempo ensayará torpes caricias a ese pecho que le trae paz, mientras fija sus ojos en los de su madre.

Durante este proceso, él aprende, con dolor, que entre la sensación desagradable de la falta y la respuesta restauradora transcurre una espera. Es su primera lección acerca del tiempo y también esto le dice que él y la madre no son uno. Pero hay mucho que aprender todavía. Algunos nunca lo logran.

En algún momento de su existencia él debería darse cuenta que por un tiempo largo no necesitó pedir nada. Todo lo tenía, no había carencias, como en un nirvana. Después le hizo falta pedir y fue saciado. Por último, comenzaron a pedirle a él y debió saciar a otros.

Uno debería darse cuenta que comenzaron dándonos todo sin tener siquiera que pedirlo. Es una deuda que adquirimos aun antes de ver el mundo de afuera. Recibimos sin que se nos pidiera nada a cambio.
Deberíamos responder dando todo sin esperar respuesta. Solamente como acto de justicia, porque nos dieron. Antes de hacer nada por alguien.

Pero, después, nos enseñaron a pedir, para aprender que todo no era uno mismo y que existen otros que también tienen necesidades, aunque satisfagan ocasionalmente nuestras demandas. Solo después se nos pidió dar a nosotros. ¿Cómo respondimos?

Hay mucho que aprender: que, del cielo para abajo, no hay nadie que ame como puede hacerlo una mujer, especialmente si es madre. Y más: esta maravillosa mezcla de un  proceso biológico y una escuela de vida, ¿se hizo por la casualidad ciega? ¿O es obra de un Ser sabio, justo, inteligente y que, además, es la fuente de vida y es Amor? ¿Quién programó todo para que supieras que no eres todo cuanto hay, sino que hay otros y que tienes necesidades y puedes cubrir las de otros?

Hay mucho que preguntar, mucho que responder, mucho que meditar. Y una sola certeza: Alguien nos amó primero.