No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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lunes, 8 de octubre de 2007

La hermana que "rompía solios"

Cuando yo tenía diecisiete años los bailes comenzaban mucho más temprano que ahora y terminaban, como muy tarde, a las dos de la madrugada. También era común que fuera obligatorio ingresar vestido con ambo, traje o de elegante sport, entendiendo por esto último un saco sport, camisa y corbata. El único establecimiento en el que recuerdo no se cumplía esta regla era uno que se llamaba Zodíaco, en la ciudad de Buenos Aires. Allí concurrían los rockeros pesados de entonces, vestidos con jeans ("vaqueros" en ese tiempo), mocasines de gamuza muy claros, casi amarillos, y con medias negras.

Muchas veces la barra de amigos sentía la necesidad de continuar en compañía hasta que amaneciera. Había varios lugares que permanecían abiertos toda la noche: un café por el barrio de Devoto, otro en Flores y uno que servía chocolate a la española con churros en Avenida de Mayo, en el corazón de la ciudad.

Jocosos, contando chistes y anécdotas veíamos amanecer para volver luego a nuestros hogares. A esa hora y contentos, entre amigos, teníamos la risa fácil. Una vez, por ejemplo, pedimos café con leche con tres medias lunas. El mozo -hombre mayor- dijo: ¡marchen cinco cafés completos! El petiso Viña preguntó: ¡Mozo! ¿Y sin pleto cuánto vale? (Risas generalizadas, menos la del sacrificado mozo que tendría ganas de ir a la cama y no estar trabajando ahí y -menos- soportando a tan bullanguera tropa)

Cierta noche el tema fue acerca de la parte trasera de la hermana de uno de los amigos que, les doy mi palabra, era espectacular. Todos hablaban animadamente y sin faltarle el respeto ni al amigo ni a la hermana, pero el hermanito estaba con la cabeza baja y, si hubiera sido una caricatura, le hubiese salido humito negro de la cabeza. ¡Cáyense boludos, termínenla! Y cosas por el estilo. Pero los muchachos estaban embalados y no le hacían caso. Cuando la olla comenzó a levantar presión, uno le habló con toda franqueza, ante el silencio de todos.

-No estamos diciendo nada malo de tu hermana. No hacemos un juicio moral de ella ni estamos diciendo que haga algo incorrecto. Solamente estamos ponderando algo lindo que posee. Decí la verdad, ¿no tiene un culo bárbaro?

Nuevamente, con la cabeza baja y casi susurrando, admitió:

-Sí. La verdad, tiene un culo bárbaro.

El silencio se rompió en un ¡Bieeeeen!, acompañado de un montón de manos golpeando la espalda del honesto amigo y hermano.

Enseguida llegaron los cafés completos.

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