No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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domingo, 22 de noviembre de 2015

Convicciones y responsabilidad




- Hola, amiga. ¿Cómo estás?

- Bien, gracias. ¿Y tú?

- Mal, pero acostumbrado.

- No voy a decir nada a eso. Sería un error, casi seguramente. Algunos hermanos piensan que estás encaprichado. Yo no estoy tan segura. Dices que te dejaron sin Dios, es algo muy profundo; uno supone que un capricho es más superficial.

- Veo que leíste mi último artículo, confesión, no sé cómo llamarlo.

- Sí, me encontré con un hermano que descubrió tu blog y anduvo leyendo. Me comentó lo que había descubierto y no fue muy agresivo contigo; parecía, más bien, estar apenado por lo que habías sufrido. Eso me llevó a entrar y leer yo también.

- Sí, entraron 55 veces en los días que van del 17 hasta hoy. No sé quiénes, pero hay algunos de Estados Unidos de América. Parece que hay dos que reciben aviso inmediato cuando publico. En cuanto subo el escrito, el sitio me informa que hay dos lecturas en EEUU. Curioso hecho.

- En el anterior escrito hablas de un análisis crítico de las publicaciones como parte de tu responsabilidad de hombre libre. Desearía que me aclararas algo más al respecto.

- Podríamos usar algo real, como una definición de fornicación dada por el esclavo.

- ¿A ver?

- Creo que fue en el año 1983 que se publicó esto en una Atalaya. Decía que fornicación era cualquier tipo de inmoralidad sexual que involucrara por lo menos dos personas y por lo menos un órgano sexual. Esto porque hubo casos judiciales en los que un integrante de una pareja de novios masturbaba al otro y alegaban que no era fornicación. La Sociedad, con mucho tino, decía que no era cristiano estar buscando tecnicismos para aproximarse lo más posible al pecado.

Analicemos esta definición. ¿Puedes imaginar algún caso no trivial que incumpla o, por lo menos, que haga dudar del cumplimiento de la definición?

- A ver… A ver… Es difícil, dejame (déjame) buscar.

[......]

- Te espero, no te preocupes.

- Humm. ¡Ya sé! Un hombre que contrata a dos prostitutas para que ellas jueguen sexualmente delante de él. Él no participa activamente del acto; es un observador.

- ¡Buen ejemplo, eres brillante!

- Gracias. Pienso que la definición se cumple. Hay dos o más personas involucradas y un órgano sexual como mínimo. Hay fornicación.

- El hombre podría decir que las prostitutas fornicaron, que él no. ¿Qué dices?

- Él es un fornicador pasivo. Tiene una parafilia y ha sido el autor intelectual y financista del pecado. Es partícipe pasivo.

- Totalmente de acuerdo. 

- Parece que es una buena definición. 

- Yo te pongo otro caso; algo real, no imaginario. Esto sucedió alguna vez, de la misma forma en que suceden cosas como la que describiste antes. Te cuento: a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, en Occidente había personas que consideraban que el sexo había sido creado por Dios tan solo para la reproducción, que el placer era un pecado, aún en el matrimonio. De tal forma que practicaban el sexo tan solo hasta que la mujer quedaba embarazada y la cubrían con una tela con un agujero convenientemente dispuesto para el fin. Estas pobres mujeres tenían, con suerte, unas tres o cuatro relaciones al año. Estaban un poco nervioshash (nerviosas), como Clarín. (Es una broma basada en la forma de hablar de un ex presidente argentino)

- ¡Ja! Sí, estarían nervioshash, pero más que Clarín. ¡Pobrecitas! Pero, ¿qué tiene que ver con la fornicación?

- Es que estas mujeres habían sido criadas en esas creencias hipócritamente moralistas y creían que era pecado gozar sexualmente con el marido. No podían imaginar, siquiera, transgredir esa regla. Pero la tensión resultaba insoportable; de modo que visitaban a su médico y éste les colocaba un vibrador con el fin de aliviar tensiones. ¿Qué hacía el vibrador?

- Las masturbaba… Entonces, Carlos, según la definición, serían fornicadores; tanto ellas como sus médicos. ¡Claro! Por lo menos dos personas y como mínimo un órgano sexual. Como en el caso de la pareja de novios en la que uno masturbaba al otro… Pero no me gusta, me parece injusto; algo no cierra. 

- ¡Cómo disfruto de hablar con vos! Lo que probablemente no te cierra, es que esas pobres mujeres ni siquiera se masturbaban ellas mismas, sino que iban por ayuda médica. Tampoco los profesionales tenían intenciones sexuales con ellas. Encontramos un caso que, formalmente, hace a la definición incompleta y hasta injusta, si la aplicamos a rajatabla.

- Comprendo. Si acepto todo sin analizarlo, puedo ser partícipe de un pecado y no me exime de responsabilidad, aunque haya atenuantes.

- Hay cosas que no podemos discutir. Si llega la orden de estar mañana en Plaza de Mayo, en ayunas y con un plumero en la mano derecha. ¡Vamos! ¡Sin chistar! Pero si viene el superintendente y me pide que te mate, mi conocimiento bíblico se opone y no hay escusa para mí. Yo no puedo alegar que obedecí y que, por eso, soy inocente. Los cristianos somos gente de fe, no crédulos, actuamos por convicciones firmes y, desde nuestro libre albedrío, somos responsables por todos nuestros actos.

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