- Hola, amiga. ¿Cómo estás?
- Bien, gracias. ¿Y tú?
- Mal, pero acostumbrado.
- No voy a decir nada a eso.
Sería un error, casi seguramente. Algunos hermanos piensan que estás
encaprichado. Yo no estoy tan segura. Dices que te dejaron sin Dios, es algo
muy profundo; uno supone que un capricho es más superficial.
- Veo que leíste mi último
artículo, confesión, no sé cómo llamarlo.
- Sí, me encontré con un hermano
que descubrió tu blog y anduvo leyendo. Me comentó lo que había descubierto y
no fue muy agresivo contigo; parecía, más bien, estar apenado por lo que habías
sufrido. Eso me llevó a entrar y leer yo también.
- Sí, entraron 55 veces en los
días que van del 17 hasta hoy. No sé quiénes, pero hay algunos de Estados
Unidos de América. Parece que hay dos que reciben aviso inmediato cuando publico.
En cuanto subo el escrito, el sitio me informa que hay dos lecturas en EEUU.
Curioso hecho.
- En el anterior escrito hablas
de un análisis crítico de las publicaciones como parte de tu responsabilidad de
hombre libre. Desearía que me aclararas algo más al respecto.
- Podríamos usar algo real, como
una definición de fornicación dada por el esclavo.
- ¿A ver?
- Creo que fue en el año 1983 que
se publicó esto en una Atalaya. Decía que fornicación era cualquier tipo de
inmoralidad sexual que involucrara por lo menos dos personas y por lo menos un
órgano sexual. Esto porque hubo casos judiciales en los que un integrante de
una pareja de novios masturbaba al otro y alegaban que no era fornicación. La
Sociedad, con mucho tino, decía que no era cristiano estar buscando tecnicismos
para aproximarse lo más posible al pecado.
Analicemos esta definición.
¿Puedes imaginar algún caso no trivial que incumpla o, por lo menos, que haga
dudar del cumplimiento de la definición?
- A ver… A ver… Es difícil,
dejame (déjame) buscar.
[......]
[......]
- Te espero, no te preocupes.
- Humm. ¡Ya sé! Un hombre que
contrata a dos prostitutas para que ellas jueguen sexualmente delante de él. Él
no participa activamente del acto; es un observador.
- ¡Buen ejemplo, eres brillante!
- Gracias. Pienso que la
definición se cumple. Hay dos o más personas involucradas y un órgano sexual
como mínimo. Hay fornicación.
- El hombre podría decir que las
prostitutas fornicaron, que él no. ¿Qué dices?
- Él es un fornicador pasivo.
Tiene una parafilia y ha sido el autor intelectual y financista del pecado. Es
partícipe pasivo.
- Totalmente de acuerdo.
- Parece que es una buena
definición.
- Yo te pongo otro caso; algo
real, no imaginario. Esto sucedió alguna vez, de la misma forma en que suceden
cosas como la que describiste antes. Te cuento: a fines del siglo XIX y
principios del siglo XX, en Occidente había personas que consideraban que el
sexo había sido creado por Dios tan solo para la reproducción, que el placer
era un pecado, aún en el matrimonio. De tal forma que practicaban el sexo tan
solo hasta que la mujer quedaba embarazada y la cubrían con una tela con un
agujero convenientemente dispuesto para el fin. Estas pobres mujeres tenían,
con suerte, unas tres o cuatro relaciones al año. Estaban un poco nervioshash
(nerviosas), como Clarín. (Es una broma basada en la forma de hablar de un ex presidente
argentino)
- ¡Ja! Sí, estarían nervioshash,
pero más que Clarín. ¡Pobrecitas! Pero, ¿qué tiene que ver con la fornicación?
- Es que estas mujeres habían
sido criadas en esas creencias hipócritamente moralistas y creían que era
pecado gozar sexualmente con el marido. No podían imaginar, siquiera,
transgredir esa regla. Pero la tensión resultaba insoportable; de modo que
visitaban a su médico y éste les colocaba un vibrador con el fin de aliviar
tensiones. ¿Qué hacía el vibrador?
- Las masturbaba… Entonces,
Carlos, según la definición, serían fornicadores; tanto ellas como sus médicos.
¡Claro! Por lo menos dos personas y como mínimo un órgano sexual. Como en el
caso de la pareja de novios en la que uno masturbaba al otro… Pero no me gusta,
me parece injusto; algo no cierra.
- ¡Cómo disfruto de hablar con
vos! Lo que probablemente no te cierra, es que esas pobres mujeres ni siquiera
se masturbaban ellas mismas, sino que iban por ayuda médica. Tampoco los
profesionales tenían intenciones sexuales con ellas. Encontramos un caso que,
formalmente, hace a la definición incompleta y hasta injusta, si la aplicamos a
rajatabla.
- Comprendo. Si acepto todo sin
analizarlo, puedo ser partícipe de un pecado y no me exime de responsabilidad,
aunque haya atenuantes.
- Hay cosas que no podemos
discutir. Si llega la orden de estar mañana en Plaza de Mayo, en ayunas y con
un plumero en la mano derecha. ¡Vamos! ¡Sin chistar! Pero si viene el superintendente
y me pide que te mate, mi conocimiento bíblico se opone y no hay escusa para
mí. Yo no puedo alegar que obedecí y que, por eso, soy inocente. Los cristianos
somos gente de fe, no crédulos, actuamos por convicciones firmes y, desde nuestro
libre albedrío, somos responsables por todos nuestros actos.
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