¿Por qué me gusta tanto la amistad con mujeres?
Muchos miran
con recelo mi afición a ser amigo “confidente” con el sexo opuesto. Inclusive
las mismas mujeres, hasta que se atreven a probar una visita a mi corazón.
Las veo
-muchas veces- vacilantes como palomas antes de comer de la mano. Quieren y no
quieren; amagan, se retraen. Yo sigo, paciente, mostrándome como soy y siendo
todo lo transparente que puedo. No haciendo movimientos bruscos. Procurando no
asustarlas. Les cuento cosas mías, desnudo mi intimidad. Al final, tarde o
temprano, acceden y confían. Puede llevar mucho tiempo, pero vale la espera.
¿Por qué vale
la espera? ¿Qué placer encuentro en lograr habla confidencial con una mujer?
¿Soy un mujeriego sublimado? ¿Esconde mi amistad repetida con mujeres alguna
desviación insana, oculta, a pesar de no haber hecho nuca nada malo con ellas?
No lo sé. Diría que no. No puedo acceder a lo que –por definición- es
inconsciente. Pero diría que no.
¿Es Jehová
mujeriego? Menuda pregunta. ¿Quién se atrevería a decir que sí? Sin embargo, en
el pueblo de Dios la relación de mujeres a hombres es cercana a siete a uno. Es
decir, hay siete mujeres por cada hombre. ¿Por qué? La Palabra dice que nadie
se acerca a Jesús a menos que Dios lo atraiga. (Juan 6: 44) ¿Por qué más
mujeres que hombres? ¿Es Dios mujeriego?
La Biblia
dice que Dios creó a los seres humanos a su imagen y semejanza. También dice
que Dios es amor (1ª de Juan 4: 8). Dios nos creó con la capacidad de amar y la
necesidad de ser amados. Hombres y mujeres.
Pero el
hombre resultó estar solo. Jehová le explicó a su Obrero Maestro e Hijo
Unigénito por qué habría que crear un complemento físico y emocional para Adán
y todos los hombres por venir en él: “No es bueno que el hombre continúe solo”.
Y creó a
“Varona”, porque de varón había sido tomada (1). (La palabra hebrea que se traduce
“mujer” significa, literalmente, “hombre femenino”) Adán, luego de conocerla,
la llamó Eva, porque iba a ser la madre de todo lo viviente (de la humanidad).
Es que las dádivas de Jehová son perfectas, inmejorables. Por decir algo, Adán,
en su soledad, podría haber creado una pelota de cuero. Después de
familiarizarse con su uso quizás pudiera haber imaginado un juego llamado
balón-pie o foot-ball (aunque el lenguaje de Adán no fue, seguramente, ni el
español ni el inglés) El buen Dios podría haberle suministrado diez compañeros
de juego, más otros once rivales, más tres árbitros, más dos hinchadas. Pero no
hubiera sido una dádiva perfecta. Pese a lo que parecen mostrar muchos hombres
actuales, no todo es fútbol. Muchos dicen que Jehová le dio una esposa a Adán.
Se equivocan. Grueso error. Jehová le dio la humanidad entera a Adán. No solo
una esposa. Le dio el equipo de fútbol, la orquesta sinfónica, a Bach, a
Mozart, a Beethoven; proveyó escritores como Cervantes, Machado o Shakespeare,
Alfonsina Storni, Mary Shelley o Gabriela Mistral; todo lo bueno que provino del hombre se lo
dio Jehová por medio de Eva. Adán solo era insuficiente.
Creó Dios al
hombre práctico, lógico, ejecutivo, simple. Hizo a la mujer delicada, sutil,
complicada. ¡Vaya si es complicada! Deliciosamente complicada. Le dio suavidad,
dulzura, ternura. Y una resistencia inigualable, abnegada, como para ser madre
por una eternidad. Pero algo más, algo muy importante, fundamental: la hizo
todo sentimiento, la llenó y la rebasó de amor. Si Dios es amor, si Dios es la
expresión excelsa de amor, del cielo hacia abajo no hay nadie que ame como ama una mujer.
Acceder al
corazón profundo de una mujer es entrar en un paraíso, en la embajada o el
consulado de Dios. Es un reino de amor, sonrisas, risas, lágrimas y
sentimientos que suenan como una sublime sinfonía, como el canto de un
ruiseñor. Si usted no alcanza a comprender la profundidad del amor de Dios, no
se culpe. Los caminos de Dios son más altos que los nuestros y su mente más
elevada que la nuestra. Si no alcanza a comprender, baje algunos escalones y
pruebe de entrar en el corazón de una mujer. Paciencia, golpee y espere; se
abre desde adentro. Como el Palo, la astilla. Después de todo es una embajada.
Con Eva, Dios
dio término a su primer período creativo. Entró en su día de descanso. En el
banquete de bodas en Caná (Juan 2: 1-10), el director del banquete elogió al
novio –que nada tenía que ver con el elogio- por guardar lo mejor para el
final. Jesús era y es la imagen de su Padre, lo imitó y lo imita en todo. Dios
terminó su Creación con Eva… Dejó el mejor vino para el final. ¿Responde esto
su pregunta?
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(1) No está de más hacer una mención al hecho de que la falsa costilla es el único hueso del cuerpo humano que se regenera completamente si se deja un pedacito de periostio. Esto es usado en cirugía reparadora cuando hay que hacer injertos de hueso. Puede extraerse toda la costilla, hacer las reconstrucciones necesarias y volver a usar la misma costilla, ya crecida, dos años después. Es muy útil, porque no hay rechazo. Hay otros dos huesos en el cuerpo humano que se regeneran, pero parcialmente, en ciertas localizaciones.
Así que, con apoyo de la medicina, puedo afirmar que nuestras intrépidas costillas nos hacen la vida más difícil pero divertida, entretenida, deliciosamente complicada, remuneradora. Dios no se equivoca. Un aplauso para "el Cocinero".Las costillas le salieron maravillosamente bien.
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(1) No está de más hacer una mención al hecho de que la falsa costilla es el único hueso del cuerpo humano que se regenera completamente si se deja un pedacito de periostio. Esto es usado en cirugía reparadora cuando hay que hacer injertos de hueso. Puede extraerse toda la costilla, hacer las reconstrucciones necesarias y volver a usar la misma costilla, ya crecida, dos años después. Es muy útil, porque no hay rechazo. Hay otros dos huesos en el cuerpo humano que se regeneran, pero parcialmente, en ciertas localizaciones.
Así que, con apoyo de la medicina, puedo afirmar que nuestras intrépidas costillas nos hacen la vida más difícil pero divertida, entretenida, deliciosamente complicada, remuneradora. Dios no se equivoca. Un aplauso para "el Cocinero".Las costillas le salieron maravillosamente bien.
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