Ella: - ¡Hola amigo! ¿Cómo estás?
Yo: - Bien, discurriendo por el
mundo…
- ¡Noooo! ¡Cosas feas noooo!
- Rápida la nena para ubicarse en
un tema. Signo de inteligencia ¿Repuesta de la paliza? ¿Dormiste, fuiste a la
masajista? ¿Te alimentaste bien?
- ¡Ja, no es para tanto!
- El día pasado no decías lo
mismo…
- Estuve pensando mucho en todo
lo que me dijiste. En ti, en mí, en mis razones para estar contigo otra vez. En
la obediencia, en la rebelión, en lo correcto, en lo incorrecto…
- ¿Por qué buscaste esta amistad?
¿Por qué yo?
- Hace un tiempo que tengo
necesidad de conversar con alguien que no sea otra mujer. Necesito sentirme
contenida, protegida. No hay nadie en el horizonte como para comenzar una
relación de noviazgo. Además, no sé si quiero llegar a una relación así. A
veces necesito una posta, un lugar donde parar y refrescarme para seguir luego
el camino. Lo otro sería para afincarme.
- Comprendo, ¿por qué yo?
- Siempre me dijeron que tuviera
cuidado, que no pasara ciertos límites. Trato cordial pero no demasiado íntimo
con el sexo opuesto. Y creo que me aconsejaron bien. Sin embargo, me encuentro
con un hombre que habla con candidez, que se muestra como es. Es dulce, habla
de cosas atrevidísimas y, paradojalmente, me siento respetada. Su audacia no me
hiere. Me muestra su corazón y me invita a que deje al mío salir. Que me
conmueve. Que hace travesuras. Que me hace sentir libre, cómoda.
En pocas palabras, Carlos, me
inspiras confianza. Siento que contigo puedo.
- Gracias, es hermoso lo que dijiste.
Espero estar siempre a la altura de tu confianza.
- Yo sé que sí.
- Soy pecador, imperfecto, no
creas que soy infalible. Algún error voy a cometer.
- Intuición femenina, Carlos,
intuición femenina…
- ¡Ah! Inapelable. Las féminas
son cuasi brujas. Te dicen: “este tipo no me gusta”. Nooo, si es macanudo (1),
replica uno. Pasa el tiempo y uno llega a la exclamación: “¡si le hubiera hecho
caso a la bruja!” ¿Qué tienen, la bola de cristal? ¡Qué perceptivas que son!
Pero a Eva le falló. Ni cuenta se
dio.
- ¡Touché! Eres malo, Carlitos…
Me pinchaste el globo.
- ¿Soy tu enemigo por decirte la verdad?
- A ti te sale la Biblia por los
poros.
- A veces. Muchas veces me siento
pobre.
Pero hablaste de obediencia y de
rebelión. Te escucho.
- Por un lado estás tú, que te
quejaste con vehemencia a los ancianos. Que no obedeciste con sumisión, sino
que discutiste con ellos. Por otro lado, yo, que quiero ser tu amiga y
desobedezco un consejo. Que me siento impelida a acercarme a ti a pesar de que
mi educación dice todo lo contrario.
- Profundo tema y amplio. ¡A
trabajar Carlitos!
- ¿Lo vas a investigar y me
respondes en la próxima?
- No. No hace falta. No esta vez.
Las leyes y las órdenes se
obedecen. Los consejos se oyen, se toman en cuenta y, luego, los tomas o los
dejas. Los pones en práctica o los desechas. Los consejos son para los seres
libres, con libre albedrío. Tú eliges qué hacer y te atienes a las
consecuencias. Si algo sale mal es tu culpa, no del que te aconseja, tanto si
le hiciste caso como si no. La libertad debe ser responsable.
Dar un consejo a una persona y
luego obligarla a cumplirlo desde la autoridad es abusivo. Como dije, los
mandatos, las leyes y las órdenes se cumplen. No puedes imponer un consejo con
amenaza de castigo.
Además, yo no desobedecí a los
ancianos. Hace mucho tiempo que no visito a Graciela. Llevé a una amiga, no de
veinticinco horas, ni de veinticinco días, sino de veinticinco años de amistad
profunda y limpia, libre de pecado, y la arrancaron de mi vida. Se la llevé a Dios
y la perdí. La veo en la calle o a través de una reja una vez por mes para
darle un remedio que le consigo y hasta eso quieren que dejemos de hacer. Ella
no tiene servicio social y yo lo compro con descuento. No quieren que la vea ni
para eso, pero nadie le compra el remedio y se lo lleva. ¿Sabes que no nos
dejan viajar en asientos contiguos en un micro que va a una asamblea, rodeados
de cuarenta personas? ¿Qué podemos hacer conversando entre hermanos? Ella en
una punta y yo en otra.
Protesté, pero cumplí y a costa
de un gran sufrimiento. Sufrimiento inútil, injusto, producto de un accionar
desalmado, maquinal, inmisericorde.
Por otro lado, con Graciela
siempre obedecí a Jehová. Él es amor (1ª de Juan 4: 8) y nos pide que amemos
(Deuteronomio 6: 5; Levítico 19: 18; Juan13:
34-45; Mateo 22: 35-40; 1ª de Pedro 1: 22; Juan 15: 12-13), además, el amor no
obra mal al prójimo y es el cumplimiento de la ley (Romanos 13: 8-10). Es tal
el amor que siento por Graciela que eso mismo es lo que la protege, además de
que ella también tiene libertad para decidir; no solamente depende de mí.
Contra el amor no hay ley (Gálatas 5: 22-23)
- ¡Uf! ¡Estoy abrumada! Me
tiraste con la Biblia por la cabeza.
- Me hicieron sufrir mucho y “la
sabiduría está en la casa del duelo”, como dijo una amiga mía hace unos días.
- (Bajó la cabeza sonriendo) Sí,
algo sé yo también.
- Sabes mucho. Lo que no te
enseñaron es a ser libre.
- ¿Te parece?
- Sí me parece, aunque me puedo
equivocar. Está muy bien que analices tu comportamiento y motivos, eso forma
parte de una libertad responsable. Pero me pareció ver un dejo de culpa en tu
confesión del principio.
Te
voy a contar cómo actúo yo. Ni siquiera es un consejo. Es, apenas, para que
observes una actitud. “El
hombre sabio estudia a los demás a fin de adquirir experiencia, observando sus
errores sin tener que pagar por ellos”. Esta es una frase de William Feather,
pero también se halla en la Biblia. A fin de cuentas, todo lo que está escrito
en la Biblia es para nuestra instrucción y para amonestación. Podemos observar
lo malo y lo bueno sin tener que pagar por lo malo.
Nunca hubiera entendido
plenamente la Biblia de no ser por lo que aprendí del esclavo fiel y discreto.
Yo respeto y tomo muy en serio lo que proviene de él. Pero, una vez que
comprendí bien la Biblia, “yo soy” un hombre. La humanidad fue creada a
imagen y semejanza de Dios, tengo libre albedrío otorgado por Dios. Mi
responsabilidad de hombre libre es analizar, desmenuzar lo que el esclavo
provee. No acepto a ciegas. Hacer esto raya en la idolatría. El esclavo y yo
somos co-esclavos de un mismo Señor; no soy esclavo de la organización, sino
del Rey. Hay cosas que debo obedecer sin discusión y no las discuto. Pero hay
otras por sobre las que el esclavo no tiene autoridad y los ancianos, menos
todavía. En ciertas cuestiones ellos no pueden imponer nada sin que signifique
“querer ser más que Jehová”. “Ser más papista que el Papa” o “querer ser más
que Jehová” me parece un pecado muy serio y puede poner en peligro la vida de
otros.
- Hoy viniste punzante. Me da un
poco de miedito…
- Sí, es fuerte y no estás
acostumbrada. Te entiendo y te pido disculpas. Eres soberana sobre tu persona
interior. Yo no tengo que imponerte nada tampoco. El esclavo no es infalible;
lo que es lo mismo que decir que es falible, que se equivoca. Ha sido nombrado
por Dios pero no es inspirado e infalible, ni tampoco es profeta. Muchas
veces, la mayoría de ellas, lo que dice proviene de Dios, aunque no por
inspiración. Pide la ayuda del espíritu santo en oración. Cuando se equivoca,
¿se equivoca el espíritu? ¿O no interviene cuando yerra?
- No me pidas que te responda
eso, me excede.
- No, no solo no te pido que me
respondas; tampoco yo te voy a responder. No quiero pasarme de la raya. Ni aún
siendo mi esposa tendría autoridad para darte una respuesta al respecto. Pero
sí tengo una para mí mismo.
- Me sorprendiste y estoy un poco
desconcertada. No sé como seguir.
- Te jugué a cara o cruz. No tengo muy
claro cómo va a seguir esto, si es que va a seguir de alguna forma.
- No me defraudaste, pero no fue una situación agradable. No puedo explicarte cuál es mi estado de ánimo actual, no encuentro palabras.
- ¿Quieres que te lleve a tu casa
o podemos estar un rato más juntos?
- Podemos estar un poco más, yo
te tengo cariño y quiero asimilar esto antes de innovar.
- Bueno. Voy a ampliarte algo más
con respecto al amor. Dijiste que confiabas en mí y yo te subrayé que era un
pecador, que no me idealizaras. Te inspiro todo lo que dijiste, me halagaste,
te lo agradezco, pero quiero que no olvides que soy un pecador.
Podríamos dar tres graduaciones
de amor: frío, tibio y caliente. Con caliente no me refiero a excitación sexual
o a pasión. Uso el texto de Revelación aplicado al amor.
- Sí, te entiendo, te entiendo.
- Bien. El amor sin sentimientos
profundos por la otra persona podríamos calificarlo de “frío”. Para que sea
amor “frío”, debe ser amor basado en principios, no en sentimientos. Es lo que
la mayoría hace, sobre todo con respecto al sexo opuesto. Al haber distancia,
hay cierta seguridad.
El amor “caliente” lo asigno al
amor sentimental profundo como el que siento por Graciela. También sería
coherente llamarlo “amor a fondo”, “con todo”. En ese caso la intensidad del
amor hace que se cumpla lo de Romanos 13: 8-10. El amor es tan intenso que
resulta inconcebible pecar contra o arrastrar al amado al pecado. A los
principios se suma lo que la persona significa para uno mismo.
Lo que quiero aclararte es que
hay dos maneras de no pecar: consiste en estar en alguno de los dos extremos:
todo o nada. O amas “a distancia” o lo haces con entrega, con sentimientos
profundos. Si el amor es tibio, ¡Dios nos ayude! No sirve la tibieza; deja
lugar a la imperfección y al pecado. O muy cerca y con tal naturaleza que haga
imposible pensar siquiera en dañar al otro o lejos y superficial, sin
compromiso alguno.
Para que seamos amigos “sin
peligros” tenemos que cultivar ambos un amor profundo, de entrega y compromiso,
cuanto antes mejor.
- Quiero continuar siendo tu
amiga, progresando en la amistad. Aunque, después de lo que escuché, me siento rara
todavía.
- ¿Por qué no vamos a
distendernos a algún lugar? Por ejemplo: al cine, a jugar al pool o a los
bolos. No estamos lejos del Shopping Morón. Elige la película de acuerdo a tu
conciencia o dime adónde quieres ir o qué hacer.
Sonrió y dijo:- vamos para Morón
mientras decido.
- Vamos. No quiero distraerte
para que te olvides. Lo que te dije hoy es importante y vas a tener que
decidir. De cualquier manera, se van a enterar de esto y, ¿cómo piensas que van
a reaccionar? Esta amistad tiene los días contados, a menos que algo cambie en
el entendimiento de los que llevan la delantera.
- Cierto
- Ni se me ocurre pensar que
hagas que te expulsen por mantener una amistad conmigo.
- No, no llegaría a tal extremo.
Aunque me daría pena perder este compañerismo.
- Pero hay algo que no perderemos
jamás. Ni tú ni yo seremos los mismos después de estas conversaciones y
momentos juntos. Te vas a llevar algo de mí y yo de ti. Nuestras diferencias
van a resultar mermadas por haber compartido nuestras vidas por un tiempo.
Serás un poco yo y yo tendré un poco de ti. ¡Parece un bolero!
- ¡Ja, que eres viejo! ¿Cuánto
hace que no están de moda los boleros?
- Y… te llevo veinte años, por lo
menos. Soy un señor mayor, señorita. ¿Cuántos años tienes?
- ¡Eso no se le pregunta a una
mujer, señor mayor!
- ¡Vamos! Di la verdad que mentir
es pecado.
- Treinta y nueve. ¡Ufa!
- Dejaste el secundario ayer.
Entonces, te llevo veinticuatro. ¿Qué haces un sábado a la noche con un tipo
como yo?
- Ya te lo dije. Confío en ti y
lleno un vacío, aprendo y no pago peaje.
- Bueno, niña, mientras dure,
encantado. Y es gratis. Allí viene el transporte.
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Ser macanudo: En el Río de la Plata significa un hombre simpático, buena persona, agradable, dispuesto a brindarse. Alguien amable, deseable como compañía.
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