No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
_____________________________________________

viernes, 9 de noviembre de 2007

Se aprende más de las amigas

MIS AMIGAS ME ENSEÑARON MÁS QUE MIS AMANTES

Cuando uno tiene la gracia de poder despertar la confianza de una mujer y que ella se entregue como una amiga sin tomar casi en cuenta la diferencia de sexos, como si uno fuera un hermano de quien está segura de que no le va a contar a nadie lo que ella le diga, ni usarlo en su contra si le confía una debilidad suya, se puede llegar a lograr un grado de confesión tan alto que uno aprende más de ella que si hubiera sido su amante. Esto porque la relación no crea más compromisos que la lealtad y el cariño profundo del uno para el otro. Contará, seguramente, experiencias y pareceres mucho más ricos y profundos que si existiera un interés diferente a una amistad.

Esta experiencia no es unilateral, sino que se convierte en un intercambio entre ambos amigos y los dos aprenden a comprender un poco más al otro sexo, sin tener que pagar con sufrimiento por ello.

No es cuestión de contar ahora las intimidades recibidas de mis amigas, aún cuando no pusiera ningún dato que permitiera identificarlas. Pero puedo sí contar algunas anécdotas que pueden ilustrar algo de lo que estoy escribiendo.

Un verano en Villa Gesell estaban Beatriz y Silvia en un grupo en la playa. En ese tiempo se usaban las mallas enterizas, las dos piezas, una especie de bikini de tiro alto que apenas dejaba ver el ombligo, y las más osadas se ponían la bikini. No existían las tangas, ni el cola-less y mucho menos el top-less.
Beatriz me dice:
-¿Te diste cuenta? Silvia no tiene una bikini puesta, es ropa interior.

Yo me quedé mirándola asombrado.
-Sí, vino en bikini y corpiño, pero es ropa interior, no para playa.
Seguí mirándola y vi a Silvia. Tenía un conjunto bikini estampado en verde y negro, floreado. La tela era como la de una camisa, seguramente alguna mezcla de algodón y fibra sintética, con elásticos en las piernas y en el contorno de sus caderas. No vi transparencias, ni puntillas, ni nada extraño.

-¿Cómo sabés? Le pregunté.

-Fijate en el broche del corpiño. ¿Ves? No está terminado como la mía y las otras que puedas ver (se dio vuelta y me mostró la espalda; su corpiño tenía un gancho dorado que consistía en una argolla y una pieza de forma circular que entraba de costado y cuando quedaba apoyada no podía salir de la argolla que la trababa). Las bikinis de playa tienen broches más elegantes, para mostrar. El corpiño de ella abrocha con cuatro ganchillos como los corpiños de uso interior. Los hombres no se fijan en esas cosas.

Otra vez me pasó que en el trabajo me senté en el borde de un sillón. Un compañero me dijo:
-¡No te sientes en el borde como las mujeres!

En realidad fue una mezcla de casualidad y probablemente para no arrugar la espalda del saco del traje ni transpirarla, pues hacía mucho calor. Tontamente le hice caso y me corrí hacia atrás sin respaldarme.

Una amiga me explicó el por qué de la conducta de muchas mujeres, que efectivamente se sientan en el borde de las sillas y sillones:

-Es para que la pierna no parezca gorda. Si te sientas completamente sobre la silla se verán anchas por el peso del cuerpo que las deforma. Sentándote en la punta permanecen esbeltas y pueden ser lucidas, si querés, cruzándolas o hasta donde las circunstancias y tu audacia lo permitan.

Estos detalles sin importancia y otras cosas muy íntimas que aquí no voy a ventilar me dieron el conocimiento de una experiencia que no tengo. Quiero decir que tuve más amigas que amantes. En realidad, tuve una sola amante, mi esposa. Las demás fueron todas amigas.
Pero me parece que aprendí más de ellas que si me hubiera acostado con todas y algunas más.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Cuando todo está perdido, todavía nos queda el futuro.

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido
si para conseguir lo conseguido,
tuve que soportar lo soportado.

Si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que tiene el árbol de florido
vive de lo que tiene sepultado.

Francisco Luis Bernárdez


No debemos desesperar nunca.
Mañana puede traer la primavera.