Hay verdaderos tesoros que no los corroe el tiempo, no los come la polilla, ni los arruida el orín. No se guardan en cajas fuertes ni en lugares de alta seguridad, sino en el sitio más frágil y más indefenso de cuantos tenemos.
Pero nos pueden robar todo y hasta quitarnos nuestra vida, sin que esos tesoros sufran ninguna merma. Permanecen con nosotros hasta que dejamos de ser.
Mi hijo menor, Román Ezequiel, se casó con Silvana Patricia el 19 de enero en la ciudad mendocina de San Rafael.
El fin de año había sido difícil para Román, que aprobó con mucho esfuerzo su última materia de la carrera de arquitectura. Le quedan cinco finales para este año. Pero ya no debe cursar más y eso es un alivio muy grande, porque le deja más tiempo disponible a la par de que es una responsabilidad menos. Todavía le quedan el trabajo en el estudio de arquitectura y la preparación de los exámenes orales y escritos.
Pese a todas las corridas de la preparación del casamiento, la última materia, los trabajos de ambos y hasta un concurso al que se presentó ganando el quinto premio y siendo integrante del grupo de seis que salieron en la tapa del Suplemento de Arquitectura del diario Clarín, el casamiento y la fiesta que siguió nos mostró a todos a dos personas radiantes de amor y felicidad, a una pareja que además hizo de anfitriona y animaron la fiesta ellos mismos.
Además de todo lo hermoso que vivimos y a todas estas cosas que fueron maravillosas, el final nos tenía preparado una sorpresa.
Él se acercó a mi esposa y yo con un corazón de porcelana esmaltada que tenía una rosa blanca del mismo material en su tapa. Lo mismo hizo Silvana con sus padres.
Dijo que era un regalo para los dos. Cuando lo abrimos, en su interior había un pequeño papel en el que estaba escrito:
"Gracias por haber tenido la sabiduría y haberme dado la libertad para poder ser yo."
"Puede que parezca poco, pero es la esencia de lo que soy y soy feliz."
"Los amo a los dos."
"Gracias."
"Román, 19 de enero de 2008"
Aunque no hubiera otra cosa más en mi existencia entera, esta nota vale toda una vida.
Ser hija de una madre Narcisa
Hace 9 años
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