[…]
Yo: - Una misma acción puede
tener distintas naturalezas. Hay que ver más allá de lo evidente para
comprender de qué se trata y cuándo hay que preocuparse.
Ella: - ¿Cómo es eso?
- Veamos un ejemplo que toca un
tema recurrente para nosotros: la diferencia entre querer y amar y cómo a veces
en el amar hay algunos “quereres” inevitables, pero no nocivos.
- Te escucho.
- Ya te he dicho antes que, para
mí, querer es para uno y amar es para el otro. Un hombre con un deseo puramente
sexual codicia a una mujer e intenta acercarla a sí para concretar su deseo,
que expresa con vehemencia. La quiere egoístamente, para él. Un hombre que no
tiene un interés erótico puede desear entregarse a una mujer para hacerle todo
el bien que esté a su alcance sin reclamarle nada, por el gozo y la necesidad
de servirle; pero también necesita que esa mujer esté próxima para poder
ayudarla. Ambos pudieran ejecutar el mismo acto de abordar a esa mujer, pero
hay un abismo entre ambas acciones, similares superficialmente. La diferencia
está en lo que no se ve, lo esencial es invisible a los ojos.
- Nosotras percibimos muchas
veces esas diferencias y no ofrecemos resistencia cuando discernimos las
intenciones del corazón del que tenemos en frente. Hay expresiones de cariño o
de deseo que sabemos que son inocentes y otras que, claramente, no lo son.
- En efecto, el hombre del primer
caso quiere, desea. Tiene una necesidad primitiva y busca satisfacerla. Toma al
objeto de su deseo y no le importa nada más que saciar su hambre. Ella es para
él, la usa, si puede hacer que consienta. El segundo no la desea para sí, sino
que quiere brindarse a ella, darle, no recibir. Si él sabe que ella tiene un
problema y su único deseo es ayudarla, necesita ser el prójimo, tiene que estar
cerca de ella para enterarse de lo que le está pasando y poder así intentar
serle útil. A su vez, ella debe confiar en él y volcarle su corazón para que el
deseo altruista encuentre un camino de concreción. Hay un “querer” no
perjudicial en eso; quiero acercarme, y que te acerques a mí, para que me uses,
para serte útil, para ti, no para mí.
- Pero, ¿hay que enterarse de que
alguien tiene un problema para intentar un acercamiento? ¿Los que no tienen
problemas no pueden ser amigos? ¿No pueden ser prójimos?
- Pichoncita, vos [tú], por
ejemplo, no tenés [tienes] los problemas de Graciela, ¡gracias a Dios! Pero te
acercaste a mí. ¿Por qué?
- Yo te conté que necesitaba la
contención de un hombre, que no me bastaba con mis amigas, necesitaba un
refugio humano, una plaza fuerte, más fuerte que los brazos de mis amigas
- Bueno, no era un problema
enorme, pero sí una necesidad; una necesidad insatisfecha, que te dejaba un
vacío. Además, ¿quién no tiene problemas? Pero no hace falta saber que alguien
necesita ayuda. Uno se acerca por algo, por una afinidad casi nunca explicable.
Para ver qué pasa. Esa persona te atrae por algo y te acercas, eso es todo. Te
conté de mi amiga. Dudaste, no me creíste completamente. Te pareció un cuento
de hadas. Pero te mojaste los pies, apostaste, te pusiste a riesgo.
- Y gané, Carlos. ¡Estoy tan
contenta y agradecida con esto!
- ¡Me vas a engrupir[1]!
- ¡No se envanezca, hermanito!
- (Abrazándola ligeramente por la
cintura) No me envanezco, pero esta “apretadita” es un digno broche de oro para
tantas flores de tu parte.
- Es la manera que encuentro de
decirte gracias.
- No me agradezcas, las gracias a
Dios, que es la fuente de todo lo bueno. ¡Quién te viera y quién te ve! Diste
un millón de vueltas, hiciste un montón de preguntas, algunas repetidas hasta
el cansancio. “Astuta como serpiente...” ¡Una convención de serpientes!
¡Caramba, que era difícil la palomita!
- (Con una sonrisa amplia y risa
contenida) Y sí… costó llegar a tener el agua hasta el cuello. Los pies con
miedito, pero eran los pies. Llegar a estar rodeada de agua fue otra historia.
Ahora me atrevo a bucear, es un mar calmo y acogedor. Lo disfruto, me siento
bien, libre, confiada.
- Yo también disfruto tu
compañía, de “ver” tu libertad y sentir la mía. Amar sin miedos es la única
manera de amar. Cualquier otra cosa es una farsa.
- Primera de Juan 4: 18.
- Sí, señorita.
- ¿Viste cómo aprendí? Vos me
enseñaste.
- Ya lo sabías.
- Conocía en texto, pero no medía
su trascendencia. Vos me enseñaste.
- Yo no te enseñé; los dos aprendimos.
Las personas son todas distintas. Cada cual es único e irrepetible. Cada uno
requiere un aprendizaje. Los dos aprendimos a crear lazos entre nosotros, a
confiar, a esperar, a dar a la medida del otro, a dar por el camino y con el
estilo que el otro requiere, con su protocolo. Para que te metieras hasta el
cuello en el agua tuve que aprender a calentarla hasta tu medida justa y
quedarme quietito, sin hacer olas, hasta que te sintieras a gusto. Después tuve
que memorizar el tipo de baño que te agrada, para repetirlo sin darme cuenta y
para que entraras al agua sin recaudos, inconscientemente, desapercibidamente,
como algo cotidiano, como respirar. Tuve que aprender, tuve que aprenderte.
- ¡Qué misterio el amor, Carlos!
- Sí tiene una parte de misterio,
insondable, como Dios. Después de todo, la
Biblia dice que Dios es Amor, es su cualidad más importante. Jehová
también tiene una parte de misterio, por su misma Altura y Divinidad. Podemos
conocerlo, aprender sus caminos, explicar sus leyes, pero hay una naturaleza
superior a la que no podemos ascender, que nunca vamos a comprender del todo.
¿Para qué saber qué es el amor, no es mejor vivirlo?
- Sí, claro. Amor es esto que me
pasa. ¿Y por qué? No lo sé, pero me pasa y es hermoso.
- Y no tienes empacho en decirlo.
- No. Siempre hablamos de amor
por la hermandad mundial y cosas por el estilo. Siempre tuve en mi corazón la
intención de dar hasta la vida por esa hermandad. Pero nunca me imaginé
diciéndole a un hombre, que no fuera mi marido, “te amo”. Aunque me siento realmente
libre contigo, a veces me asusto un poquito y trato de pensar qué clase de amor
tengo por ti.
- ¿Para qué quieres ponerle
etiquetas? ¿Necesitas darle un “nombre” a tu amor para estar tranquila?
- Los griegos distinguían cinco
tipos diferentes de amor: el amor hospitalario, que se daba a los peregrinos y
a los nómades; el amor por los hijos; el amor sexual o erótico; el amor filial, por los amigos, y el amor por
principios, el agape, el más sublime de todos. Y sí, es cierto, cada tanto
trato de “etiquetar” el amor que te tengo.
- Entonces, todavía no eres
completamente libre. El amor es uno solo. La distinción que hicieron los
griegos es en cuanto al entendimiento que hace quien escucha una expresión
nuestra acerca de un amor particular. Por ejemplo: yo tengo dos hijos varones.
Mi esposa y yo perdimos un tercer hijo que no sabemos qué sexo tenía. Fue muy
temprano y salió en pedacitos. De haber nacido, hoy tendría unos treinta y
cinco años y, si hubiera sido mujer, se llamaría, casi seguramente, Vanina. En
español, podría decirle a alguien que no supiera mucho de mí: “Amo a Vanina”.
Ese alguien pudiera preguntarme: “¿Quién es Vanina?” o “¿De qué manera amas a
Vanina?”. Y yo le respondería: “Vanina es mi hija”. Entonces, quien me está
escuchando sabrá inmediatamente qué clase de sentimiento y relación tengo con
ella, suponiendo que soy un hombre sano; porque si sintiera alguna atracción
erótica hacia mi hija no sería un hombre mentalmente sano. Si hablara de ti y
dijera: “Amo a Julieta”, ante la misma pregunta podría responder: “Julieta es
una hermana por elección, como si nos hubiera parido una misma mujer” o: “Somos
amigos entrañables”. En el caso de los
griegos, éstos usaban palabras diferentes para cada caso en particular; de manera
que se ahorraban muchas preguntas. Pero el amor es uno solo. Y como busca
siempre el bien ajeno, aunque es uno, la manera en que se expresa y lo que es
bueno hacer o dejar de hacer depende de quién sea el objeto de nuestro amor y
de las circunstancias particulares del caso. Pero, como sería en el caso de una
hija, hay cosas que salen naturalmente, sin esfuerzo, no es que uno se tenga
que estar mentalizando.
- No es que esté en desacuerdo
con lo que dijiste, pero, ¿podrías darme alguna razón para asegurar que el amor
es uno?
- Sí. Dios es la personificación
del amor y es “un solo Jehová”; es único, una sola persona. Es un Dios de amor,
justicia, orden y rectitud. Él es siempre el mismo y trata a todos de la misma
manera. En Él no existe la variación del giro de la sombra, como dicen las
Escrituras.
- ¡Vaya! No lo había pensado.
Pero Él no puede desarrollar un amor erótico…
- No, desde ya que no. Pero tiene
hijos; desgraciada e inmerecidamente, tiene enemigos; tiene amigos a los que
ama con profundos sentimientos y a otros los ama por principios, no
sentimentalmente. Tampoco hay peregrinos para Dios. De todas formas, hace salir
su Sol sobre justos y pecadores, les permite vivir y hace que haya alimento
para todos. ¿No enseñó Jesús que amáramos a los que nos persiguen para que
fuéramos perfectos como el Padre? Además, fue Él el que, cuando nos creó, nos
hizo a su imagen y semejanza y puso en nosotros la capacidad de amar y la
necesidad de recibir amor. Nuestro amor es reflejo del Amor de Dios.
- No solamente en nosotros.
Estuve viendo los vídeos que subiste a tu blog. La gatita que abraza a su
hijito. ¡Qué ternura! ¿Y el león? Yo esperaba ver algo así en el nuevo mundo y,
sin embargo, ya pasa en éste. Le pusiste muy bien que es la firma de Dios. No
cabe duda de que Dios ha embebido de amor a sus creaciones; el que no vea eso
es ciego.
- Sí, ellos aman, aunque no saben
que aman. Y es notable cómo responden al amor, como fue el caso con ese león.
- ¿Qué pasó con ese león?
- Según he leído, el león era un
cachorro que estaba mal alimentado, sucio y mal tratado en un circo. La mujer
que viste en el vídeo lo descubrió y, de alguna forma que desconozco, lo
rescató de su calvario. Al principio lo llevó a su casa, lo curó, alimentó y
mimó. Pero el minino creció y ya no pudo tenerlo en su hogar. Va a visitarlo al
zoológico y ya viste cómo la recibe. Emociona.
- A veces comparo a los animales
con la humanidad y nosotros salimos perdiendo.
- La rebelión ha hecho mucho mal.
Hasta los animales están padeciendo nuestros pecados. No solamente por la
destrucción ecológica del mundo, sino también porque la degradación humana ha
obligado a que se nos permita comer a algunos de esos animales y todo tuvo que
ser trastocado para encontrar un nuevo equilibrio. El temor que sienten los
animales por el hombre fue puesto por Dios como una defensa y una protección a
la dignidad de la vida que esos animales tienen. Ellos fueron creados para que
confiaran en nosotros y originalmente había paz entre las diferentes especies
animales superiores y entre esas especies y el hombre. Pero el pecado hizo que
la creación fuera sujeta a futilidad. (Romanos 8: 20)
- La imperfección hace que
pequemos y nos esclaviza al pecado.
- ¿Sabes que eso que has dicho no
es del todo cierto?
- ¿Cómo es que no es del todo
cierto?
- Nacer imperfectos facilita el
que sigamos pecando; pero la imperfección no es la que causa el pecado, la
causa es otra.
- Me interesa y mucho, ¿puedes
explicarlo?
- ¿Cómo era Adán antes de pecar?
- Un hombre perfecto.
- Bien. ¿Cuándo comenzó a ser
imperfecto?
- Una vez que hubo pecado, cuando
concretó su pecado.
- Correcto. Entonces, antes de
concretar la acción pecaminosa que lo sumergió en la imperfección y en la
degradación, era perfecto. La imperfección no pudo ser la causa de su pecado;
fue una consecuencia de su mal proceder.
- Cierto. Entonces, ¿qué originó
su pecado fatal para él y para nosotros?
- La falta de amor.
- La falta de amor… No amó a Dios
como era necesario que lo hiciera y esa falta de amor hizo que no lo tomara en
cuenta, que actuara por las suyas. Estoy sorprendida. Déjame ir a buscar mi
Rbi8-S, quiero que veamos algo.
Acá está, Romanos 13: 8-10:
“No deban a nadie ni una sola
cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido
[la] ley, 9 Porque el [código]:«No debes cometer adulterio, No debes codiciar»,
y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber:
«Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo». 10 El amor no obra mal al
prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.”
Y este otro texto:
“35 los fariseos, después de oír
que había hecho callar a los saduceos, se juntaron en un grupo. 35 Y uno de
ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: 36 «Maestro, ¿cuál es el
mandamiento más grande de la Ley?». 37 Él le dijo: «”Tienes que amar a Jehová
tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. 38 este es
el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a él, es este:
“Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. 40 De estos dos mandamientos
pende toda la Ley, y los Profetas».”
(Mateo 22: 34-40)
Carlos, esto es oro puro, un
tesoro.
- Sí. No es la imperfección la
que origina el pecado, sino la falta de amor. Satanás también era un querubín
ungido creado por Dios, perfecto, completo. Pecó por falta de amor, no por
imperfección. Lo mismo para la tercera parte de las estrellas del cielo que lo
siguieron después en su rebelión.
- Entonces, no es necesario que esperemos a alcanzar la
perfección para no pecar contra el prójimo; bastaría con que lo amáramos.
- Cierto. Aunque la imperfección
nos juega en contra y hace eso más difícil. Sin embargo, no es acumulando
reglas y restricciones como vamos a lograr evitar el pecado; tampoco
aislándonos o escondiendo la cabeza bajo tierra como el avestruz. No
desarrollar el amor, poner límites y distancias, como un mecanismo de defensa
ante nuestra imperfección y con el fin de evitar conductas indebidas, solo hace
que se retrase el mal. (El que se aísla busca su propio deseo egoísta; o
termina buscándolo) Únicamente amando con todo el corazón al otro es como
podemos disminuir o eliminar los dos pilares sobre los que se afirma el pecado:
egoísmo y orgullo, los motores de las conductas inicuas.
- ¿Puedes decirme más de esto?
- Sí, creo que sí.
- Aquí tienes mi Biblia, para lo
que haga falta.
- Gracias. En principio, voy a
tratar de explicarte ciertos mecanismos acerca de cómo pueden funcionar la Ley
y el Nuevo Pacto. Vamos primero a los mecanismos y luego vemos cómo aplican en
cada caso. Lo que intento decirte no está escrito explícitamente en la Biblia,
pero creo que será de fácil aceptación.
Conoces la palabra inicuo. Está
formada por dos raíces latinas: la primera, es una partícula negativa; la
segunda, tiene por raíz a la palabra latina equus, que significa igual.
Literalmente, significa “no igual”, “desparejo”. Suele aplicarse a los terrenos
escabrosos, difíciles de transitar; lo contrario al llano. También al trato no
igualitario, injusto.
Hay otro principio, no conocido
popularmente, que recibe el nombre de “principio de Curie”. El principio dice
que para que se produzca cualquier fenómeno debe existir una asimetría previa.
En un medio completamente homogéneo e isótropo no puede ocurrir nada. Es la
asimetría la que hace posible el fenómeno. Usé una palabrita “rara”: isótropo. Significa que “que se comporta la misma manera” en
todas sus partes, hacia todas partes, en todas las direcciones.
Te doy un ejemplo de asimetría:
agua hirviendo y agua fría. Si las pongo en contacto, la más caliente se enfriará,
calentando a la más fría. El fenómeno ocurre hasta que las dos masas de agua
llegan a la misma temperatura y se detiene allí, porque la simetría no permite que
una se caliente enfriando a la otra, si ambas tienen la misma temperatura.
¿Comprendes hasta aquí?
- Sí, comprendo, aunque no
entiendo todavía a dónde quieres llegar.
- Tenme un poco de paciencia,
intento llegar a algo profundo. Bueno, sigo:
Ahora, piensa en una balanza de
dos platos. Si los dos platos están vacíos, la balanza está en equilibrio y el
fiel marca el cero. Ambos platos están en un mismo nivel, a la misma altura
respecto de la base de la balanza. Supón que ahora tengo dos frascos de vidrio
iguales y llenos con la misma cantidad de agua. Ambos tienen a la misma altura
un tubito de salida y una válvula que abre o cierra el paso de agua. La salida
de cada frasco está acoplada a uno de los extremos de una manguera de látex y
las válvulas cerradas. Aunque las válvulas están cerradas, previamente se llenó
la manguera de agua. Ponemos un frasco en cada plato y repartimos la manguera
uniformemente entre los dos platos. Luego abrimos las llaves de paso y dejamos
a esos frascos comunicados por la manguera. El frasco de la izquierda se llama
“yo” y el otro “tú”. ¿Puedes decirme qué pasa?
- Si hicimos todo cuidadosamente,
no pasará nada. Los dos frascos pesan lo mismo y tienen la misma cantidad de
agua. La balanza quedará en equilibrio y no habrá flujo de agua de un frasco al
otro, porque los niveles son iguales.
- Bien, bien, ¡muy bien! Ahora
agrego una pesa de un kilogramo al plato en el que está el frasco “yo”. ¿Qué
pasa?
- El plato en el que está el
frasco tuyo baja y el otro, en el que estoy yo, sube. Como las válvulas están
abiertas, pasa agua de mi frasco al tuyo. El tuyo se llena más, hasta podría
vaciar el mío.
- ¡Excelente!
- Gracias, pero sigo sin entender
qué me quieres decir.
- El agua que está en cada frasco
es algo que tenemos dentro de nosotros, lo que sea. El peso simboliza la
importancia que nos damos a nosotros mismos y al otro; o bien, el amor que
tenemos por nosotros mismos y por el otro. Dios nos hizo iguales, los frascos
son iguales, y nos llenó en forma equitativa. Inicialmente, la balanza estaba
equilibrada.
¿Podrías seguir traduciendo el
significado simbólico de la metáfora?
- Sí, claro… Sí, sí, sí que
puedo. Cuando pusiste la pesa en tu plato, significó que habías puesto más amor
por ti mismo que por mí; entonces, desequilibraste la balanza, tu plato bajó y
el mío subió. Me sacaste el jugo, lo que había en mí fue hacia ti y no porque
yo te lo diera; forzaste la situación para que yo me vaciara en ti y me dejaras
seca o pobre de contenido. Me robaste lo que había en mí, me usaste. Tuviste un
amor inicuo, injusto, desparejo, no igualitario, desequilibrado, hacia ti, egoísta.
No te importé y me hiciste daño, me vaciaste, pudiste pecar contra mí.
- Perspicaz mi amiga. ¿Y cuando
no había pesa?
- Nada pasaba. No me hacías daño.
- Es un placer estudiar cosas
espirituales contigo. La Ley tiene un primer mandamiento ineludible,
excluyente, que es amar a Dios. Después hay un mandamiento con promesa: “Honra
a tu padre y a tu madre para que te vaya bien”. Los demás mandamientos son
precedidos o encabezados por la palabra
“no”: “No matarás, no codiciarás no darás falso testimonio, no fornicarás”. La
Ley es pasiva; refleja el “no hagas a
otros lo que NO te gusta que te hagan a ti”. Es como
dijiste: No pasa nada, no le haces daño al otro. ¿Y todo cómo, de qué manera? Amando a Dios con toda tu alma y al prójimo
como a ti mismo. Es un plan de mínima: si amas al otro como a ti
mismo, no le harás ningún daño.
¿Quieres decirme, ahora, qué es o
qué significa si pongo la pesa en tu plato?
- Quiere decir que me amas más
que a ti mismo. Entonces, la balanza baja de mi lado y de ti sale lo que tienes
para mí. Y no es porque yo te lo saque. Así como no podía evitar que me
extrajeras el jugo, ahora tampoco puedo parar el flujo de líquido desde ti
hacia mí, de buenas acciones. Los dos fueron actos voluntarios tuyos; uno para
perjudicarme y el otro para hacerme el bien. Si me amas más que a ti mismo no
puedes pecar contra mí y, no solo eso, quieres hacer algo por mí.
¡Es el nuevo mandamiento de
Jesús! (Juan 13: 34-35; Juan 15: 12-13) Es la Ley positiva de hacer al otro lo que nos gusta que nos hagan. (Mateo 7: 12)
¡Ay, Carlos! ¡Ay, Carlos! ¡Cuánto
gozo! ¡El corazón me explota y quiere salir de mi cuerpo! ¡Gracias! ¡Gracias!
- Las gracias a Jehová, de él
viene todo lo bueno.
- ¡Y a vos también! ¡Me hiciste
ver algo muy profundo!
- Lo vimos juntos, fue un trabajo
que hicimos juntos. Me dijiste muchas cosas vos solita.
- No me hubiera dado cuenta de no
ser por tu metáfora.
- Y yo, ¿cómo me di cuenta? Estas
cosas vienen de Dios, no son obra nuestra. Apenas fui el mensajero. No entiendo por qué yo, de verdad, no lo entiendo.
- Sí, gracias a Jehová, desde ya.
Siempre le agradezco lo bueno que recibo. Pero un poquito a vos también. Aún
por ser el mensajero.
- A los abrazos estoy
acostumbrado. Pero me llenaste la cara de besos.
- Fue una explosión, no pude
contener semejante gozo.
- Espero no haber quedado
embarazado…
- No seas malo, viejito. No lo
hice con un propósito así
- Está bien, pendejita, no te
reto más.
- ¿Se terminó? ¡Quiero más, por
favor! ¡Dale, por fi! [¡Vamos, por favor!]
- A ver qué invento… ¿Viste cómo
se refregaba el león contra la señora?
- Sí, como un gatito. Emociona
ver tanta ternura en lo que se supone que es una fiera e impresiona por el
tamaño.
- En cuanto a los gatos
domésticos, dicen que el frotarse contra el otro es una manera de marcarlo con
su olor; una manera de hacerlo suyo. Pero también recibe sobre sí el olor del
otro, de forma que ambos comparten olores y se sienten próximos. Me recuerda a
la costumbre del “hermano de sangre” de cierta tribu de nativos
norteamericanos.
- Sí, llegué a ver alguna
película vieja con una escena al respecto: un indio cortaba ligeramente su
pulgar y el del otro, o sus muñecas, las juntaban y uno decía: “Ahora ser
hermanos de sangre”. Sellaban, así, un vínculo muy estrecho.
- Nosotros no solamente sentimos
el amor, sino que podemos ser conscientes y hablar del tema, escribir una
poesía o una prosa, dar una conferencia, recordar sin un estímulo externo.
También mezclamos algo más que olores; compartimos intangibles, cosas invisibles,
inodoras. Dar nuestro tiempo y atención a otro es dejar en él una parte de
nuestra vida. El tiempo que le dedicamos no vuelve más; lo invertimos en él y
excluye cualquier otra experiencia. Mientras me dedico a ti no puedo hacerlo
con otra persona, ni tampoco conmigo mismo. En espíritu, dejamos sobre el otro
nuestro amor y la vida que lo hace posible. No hace falta morir en sacrificio
para dar la vida por otro.
Las mujeres vienen equipadas de
fábrica con el amor abnegado. Piensa en tu madre. En las noches que no durmió
para velar tu sueño cuando estabas enferma o con algún problema grave. En las
cosas que resignó para ser madre. En que te puso en primer lugar, antes que
ella.
Compartimos experiencias,
diálogos, lágrimas, risas, travesuras, disparates, gestos. Dejamos sobre la
piel del otro nuestro ser y dentro de su corazón también. De la misma forma el
otro nos deja algo de sí, de manera que
somos un poco más el otro y un poco menos nosotros mismos.
Atahualpa Yupanqui decía que un
amigo es uno mismo en otra piel. Hermosa imagen.
Como amigos vamos edificando un
nosotros sin dejar de ser, del todo, uno y otro.
¡Uy, che! ¡Es la una y treinta de
la madrugada! ¡Cómo pasó el tiempo! Discúlpame, no me di cuenta.
- Lo disfruté tanto, Carlos, no
me pidas disculpas.
- Estoy en tu casa. Mañana
trabajas. Eres precursora, debes predicar algo más de dos horas como mínimo y
yo restándole tiempo a tu descanso. Además, voy a salir a una hora imprudente
de tu casa.
- No me importa. De veras, no me
importa. La pasé muy bien y asumo la falta de descanso con alegría. Benditas
estas horas en las que hablamos como nunca.
- Chau, pichona, Dios te bendiga.
- No, Charly, toma un último café
conmigo.
- Debo irme, no debo quedarme
más, no debí quedarme tanto.
- Lo sé. Dame unos minutitos más,
por favor. No me dejes ya.
[1] Vas a hacer que me la
crea, que me valore más de lo que corresponde. “Grupo” es una mentira, un
engaño; propio o ajeno.
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