Él: - ¿Por qué no vuelves a las
reuniones? Puedo entender que no quieras concurrir a nuestra congregación, pero
hay otras. Después de todo, estás viendo a Graciela, la acompañas a todas
partes. Todo el mundo lo sabe y nadie le ha dicho nada a ella; no como antes.
Yo: - Lo sé, pero el mal es más
profundo y no depende del lugar en donde me congregue. Basta que diga que tengo
una amiga para que repitan el versito: “La Sociedad desaconseja la amistad
entre un hombre y una mujer” o algo parecido. De nada sirve que explique que
hace veintiocho años que nos conocemos, que nunca pasó nada. No se detienen ni
siquiera a considerar las circunstancias particulares de la relación. No
disciernen, solo repiten lo que se les dice. No saben ver más allá de lo
evidente.
Un día recibí un llamado
telefónico de Osvaldo. Me dijo que lo esperara en la plaza, que pasaba a
buscarme con el auto para ir a la reunión. Cuando vino, con él estaban una hermana
precursora y Mariana. Bajamos del vehículo y entramos al salón. Una mujer me preguntó
si la precursora era mi esposa, de igual forma como hicieron unos setenta
publicadores cuando Graciela entró conmigo, hace ya cinco o seis años, ¡parece
mentira cómo pasa el tiempo! Estuve tres años explicando la naturaleza de la
relación, pero fue lo mismo que hablarle a una pared.
Él: - ¡Bueno, no puedes culparlos
por obedecer los consejos! Son para bien de todos, incluido tu propio bien.
Yo: - No son para bien.
Encerrándose en una burbuja pueden permanecer aparentemente virtuosos. Digo
aparentemente porque en cuanto se presente una oportunidad, el hambre y la sed
te obligan a saciarte. Los fuerzan a caminar por un desierto con el fin de
protegerlos, pero así no aprenden a conducirse y tampoco llegan a amar
verdaderamente al que tienen en frente (porque no está cerca, porque no crean
lazos, porque no invierten tiempo en el prójimo ni se comprometen con él), que
es lo que hace falta para no hacer daño a los que se relacionan con nosotros.
El otro debe ser tan o más importante que tú para que no lo uses
destructivamente, para que no abuses de él ni lo conduzcas a la muerte. “El
amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la
ley.” (Romanos 13: 10) Y no es un amor basado solamente en principios, sino que
involucra al corazón, a los sentimientos: “Ahora que ustedes han purificado sus
almas por [su] obediencia a la verdad con el cariño fraternal sin hipocresía
como resultado, ámense unos a otros intensamente desde el corazón.” (Primera de Pedro 1: 22)
Insisto: no son consejos para
bien. Está claro por el fruto que produjeron conmigo. En nombre del Dios que es
Amor no se puede prohibir el amor.
Él: - ¡Eso es porque no
obedeciste! Si hubieras sido humilde y acatado lo que te decían, Jehová te
habría bendecido. Fíjate que en el último texto que citaste habla de la “obediencia
a la verdad”.
Yo: - Obediencia a la verdad…
¿Dónde está la verdad?
Él: - En la Biblia, la Palabra de
Dios.
Yo: - Curiosamente, dos ancianos
vinieron a mi casa a reconocer que la Biblia no dice nada a cerca de la amistad
entre un hombre y una mujer. O sea, no hay verdad que obedecer. Lo que no está
prohibido está permitido. Decir que algo que no está escrito es “la voluntad de
Jehová” es un abuso de autoridad y un adelantarse presuntuosamente. Los nuevos
rollos son para el nuevo mundo y serán inspirados, el esclavo no es inspirado,
no hoy. Ahora tenemos a la Biblia y no hay lugar para imponer opiniones
personales; menos si se enuncian “en nombre de Jehová”.
Él: - Pero también mencionaron un
principio bíblico: ”El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es
desesperado. ¿Quién puede conocerlo?”, como consta en Jeremías 17: 9.
Yo: - Jeremías 17: 9 no es un
principio bíblico. Si fuera un principio se cumpliría siempre y, si fuera así,
la Palabra resultaría falsa y hasta contradictoria. Porque Jeremías 33: 31 dice
que Jehová va a escribir su ley en los corazones de los que le sirven. Ezequiel
36: 26 dice que les cambiará el corazón de piedra por uno de carne; las piedras
no aman, la carne y el espíritu sí. Si el corazón fuera siempre
irremediablemente traicionero y desesperado, ¿para qué prometería Jehová
escribir la ley en los corazones? Y no habla del nuevo mundo, sino del nuestro,
de alistar un pueblo que le sirva de corazón, con la ley escrita en la fuente de
sus deseos y acciones, no en piedra.
Él: - ¿No piensas obedecer?
Yo: - Si obedezco eso que no
tiene apoyo bíblico y que forma parte de algo mayor que conduce a mis hermanos
al pecado, no solo estaría pecando con ellos, sino que cometería idolatría. ¿De
quién eres testigo? ¿De Jehová o del esclavo?
Él: - De Jehová. Pero el esclavo
es quien Dios designó para darnos alimento espiritual y para conducirnos.
Yo: - El alimento y la conducción
deben ser preparados a partir de la Biblia y no por lo que ellos piensan. Si no
está escrito, no sabemos. Esperemos y sepamos que deberemos responder por
nuestras acciones (pero, donde no hay ley no se imputa pecado. - Romanos 4 15; Romanos 7: 7 ). El esclavo fue nombrado sobre nosotros para conducirnos y
para alimentarnos. Pero somos co-esclavos de un mismo Señor. Nosotros no somos
esclavos del esclavo y no tienen autoridad para ir más allá de lo que la Biblia
dice. Tampoco para limitar el libre albedrío de los hermanos; no sobre algo que
no está escrito. Jehová es el Dios Todopoderoso y respeta la voluntad de sus
creaciones. Pide por favor y no impone.
Él: - ¿No estás haciendo algo muy
grande a partir de una relación particular con una mujer?
Yo: - No estoy planteando una
cuestión a partir de una relación personal con mi amiga. La actitud de poner
normas a partir de pareceres personales de los miembros del gobierno teocrático
fue mucho más allá y causó más daño que el que me hicieron a mí. Y puede seguir
afectando más a otros en el futuro inmediato, si no cambian de actitud.
Él: - ¿En qué fueron más allá? No
puedo creer lo que oigo.
Yo: - Por el tiempo que hace que
perteneces a la hermandad creo que debes saber que hace unos cuarenta años el
esclavo decía que dentro del matrimonio podía haber fornicación. Ellos decían
que ciertas relaciones sexuales contranaturales o pervertidas eran fornicación
aun entre los miembros de un matrimonio. Como Jesús había enseñado que el único
motivo que podía servir para romper un vínculo matrimonial era la fornicación y
que, si el miembro ofendido no perdonaba, podía divorciarse y volver a casarse
sin que fuera procedente levantar un cargo por adulterio, permitieron que se
disolvieran muchos vínculos con esa base, aparentemente teocrática. Después, en
La Atalaya del 15 de julio de 1983, dejaron constancia de un ajuste de
entendimiento con respecto a este punto. Resultó que no había tal fornicación
en el matrimonio y, por lo tanto, no era teocrático ni correcto permitir la
disolución del vínculo. Tuvieron que incluir un párrafo en el que decían que no
había que señalar a los que anularon sus matrimonios a partir del entendimiento
que tenían antes. Pero no pidieron disculpas. Porque los hermanos no “entendían”
por ellos mismos, sino a partir de lo que les enseñaron y ellos aceptaron sin
analizar críticamente a la luz de lo que sabían que la Biblia decía. Es así, se
publica en La Atalaya y lo creen. No solamente lo creen; no aceptan que otro
diga algo contrario aunque muestre base bíblica que lo sustente. De parte de la
conducción hubo un adelantarse presuntuosamente considerando y enseñando cosas
que la Biblia no dice explícitamente. Pero hubo más: condujeron a otros al
adulterio. Como el salario que el pecado paga es muerte, conducir a otro al
pecado es equivalente a asesinarlo. Gracias a la inmensa misericordia de
Jehová, perdonó a todos los involucrados y los siguió bendiciendo. Pero eso no
le quita gravedad a la falta, sobre todo considerando que se mantiene la
actitud. En cuanto a los que hicieron caso, se dice que son inocentes porque
obedecieron. No es así. Los adultos son responsables por sus actos. Son libres
y están bautizados, no pueden ignorar y escudarse en la obediencia para
eximirse de pecado. Fueron adúlteros e idólatras, esto último al aceptar sin análisis lo
que el esclavo decía (Gálatas 1: 8-9) Pero fueron perdonados por Dios. Los que
hacen la obra de los últimos tiempos son ellos y Dios no es injusto para
olvidar todo lo bueno que hicieron.
Él: - No sé qué decirte, no
quiero apresurarme y luego arrepentirme. Entonces, ¿no piensas volver?
Yo: - Vuelvo si veo que admiten
esto y corrigen las cosas. Si no lo hacen, no quiero vivir sin amor. Me juzga
Jehová y no discuto su veredicto. Lo que Él decida está bien. Morir es como
dormir sin soñar; un instante y ya no eres. No quiero sufrir más. En el Paraíso
o en la tumba, Dios decide. Es un Juez justo. Si vuelvo será cuando las
palabras “amor” y “hermano” no sean un sonido en la plataforma; quiero que esas
palabras se traduzcan en acciones, que sean palpables, no intangibles. Y que
nadie ensucie las intenciones de un corazón que no conocen y que no pueden
leer. Condenar a alguien por algo que “todavía” no cometió es una injusticia. A
mí me quitaron el privilegio de ser publicador por expresar desacuerdo; pero no
un desacuerdo caprichoso. Tenía y tengo base bíblica.
Él: - ¿Te arriesgas a morir?
Yo: - Sí, la suerte está echada.