No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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jueves, 27 de febrero de 2014

13 - Quiero ir sola




[…]
Yo: - Jazmín es un personaje adorable, aunque tiene su mal genio, según los días. Me encanta cuando juega a la doctora Juguete. Tiene el maletín con todos los instrumentos, recetario, frasco para preparaciones magistrales y una cuchara medida, entre muchas cosas. Dice: “Te voy a revisar”. Entonces se calza el estetoscopio, te ausculta y pone cara de escuchar, entender y deducir. Es increíble. Tengo que mirar mejor el dibujo animado para ver si lo está copiando, no puede ser de otra manera. Usa un tono de voz bajo y algo dramático y te dice: “Estás muy mal”. ¿Sí, doctora Juguete? ¿Qué tengo? Ella te contesta en un tono como si fuera a decirte que tienes cáncer de páncreas. Dice: “Tototitis”. ¿Tototitis, doctora? Sí. ¿Estoy grave? Sí. No te preocupes, yo te voy a curar.
Prepara un remedio, lo sirve en la cuchara y te lo da a tomar. A veces agrega una inyección. Entonces, exclama: “Estás curado/a”. Hay que abrazarla y decirle gracias.
Una tarde me curó a mí, dos veces a la abuela y, al ratito, apareció la gata con dos curitas en el lomo, sacudiéndolo para sacárselas de encima.

- ¡Ja, ja! ¿Cuántos años tiene?

- Tres años y medio. Pero sospecho que es una enana disfrazada de nena.

- ¡Ay, me muero por conocerla!

- Es un poco difícil, porque no me la dejan a mí solo. Los martes al atardecer estamos con Lia en la plaza, podrías conocerla allí. Pasea en pony, va a la calesita, juega a las escondidas (“Yo «conto» [cuento], tú escóndete”), es loca por la hamaca y le encanta que la corran.

- Pero, con Lia, ¿no le caerá mal que me acerque?

- No creo.

- Podría pensar que soy tu novia.

- ¡No! No es anciana de la congregación.

- ¡Ja, ja! ¡Qué malo que eres! ¡No hables mal de los hermanos!

- Los hermanos piensan mal de mí. Yo no hablo mal de ellos. Me quejo porque los padezco.

- ¡Carlos!

- Además, si Lia pensara que eres mi novia debería aplaudirme. Sería una hazaña, casi un milagro.

- ¡Ay, quiérete un poco! Pero, aún si fuera un milagro, podría ponerse celosa, de todas formas.

- ¡Hace unos cuatro meses que me dijo que está con otro! Y lleva como un año con él, quienquiera que sea. Yo hace casi nueve años que no tengo una alegría. Para colmo, me sacaron la única compañía que tenía y ya sabes que era una compañía inobjetable. Veintisiete años que la conozco. La amistad comenzó estando casado con Lia y ella nunca se quejó. Nunca fueron amigas, pero se conocían. No fue algo oculto. Ella se fue, ella tiene una pareja. ¿De qué podría quejarse si hoy estuviera con otra?

- Resulta sugestivo que no fueran amigas.

- No. A mí no me sorprende. Ella continuó con sus amigos y amigas y yo me integré a ellos. A muchos ya los conocía de antes, a otros los conocí después de ponerme de novio con ella. Sin embargo, ella no hizo nada por acercarse a mis amigos o amigas. No demostró el más mínimo interés por nadie.

 - Bueno, supongo que le darían celos por el extenso pasado que tienen juntos. A vos tampoco te veo muy cómodo hablándome ahora de que está con otro.

- Sí. Pero yo no la dejé y te dije que volvería con ella. Aunque eso fue antes de saber que estaba con otro. De todas formas la perdonaría si volviera. Pero no es fácil que eso suceda. En general, las mujeres no hacen nada precipitadamente. Debe haber meditado unos dos años antes de tomar la decisión. En esas circunstancias un hecho aparentemente trascendente como que se acueste una vez conmigo podría no significar nada. Según las normas teocráticas, si tengo una sola relación sexual con ella significa que la perdoné y que el matrimonio continúa. Pero ella podría estar conmigo uno o dos meses y luego decir que ya no es lo mismo, que ya no siente lo de antes. Tendría que esperar a que ella consiguiera otra pareja para quedar libre.
He sufrido mucho, estoy muy cansado y no me quedan demasiadas fuerzas.

- Complicado y serio asunto. Lo lamento. ¿Por qué crees que sería un milagro que estuviera contigo?

- Tienes cuarenta. Pareces de treinta. La máquina nueva, sin uso. Gorduritas bien repartidas y en los lugares justos. Más veinticinco años de hambre acumulada.
No solo sería un milagro que te conquistara. Resultaría un milagro mayor que durara más de dos meses como tu esposo, ¡terminarías enviudando irremediablemente!
Eso sí, me gustaría verles las caras a los de la funeraria. No sé cómo se las arreglarían para borrarme la sonrisa de oreja a oreja. ¡No habría muerto más simpático en el cementerio!

- (Riéndose) ¡Ay, Carlos! No sé si decirte gracias o pegarte un puñetazo en el plexo solar. ¡Atrevido!

- No. ¿Por qué? Me preguntas y te digo la verdad. Es más: duraría dos meses con la luz apagada. Te me apareces en la noche de bodas con un baby doll de gasa negra y quedo seco allí. Y tú casada, viuda y virgen, en minutos. Con la luz apagada: ojos que no ven corazón que no siente. Pero, al mes de casados recibiría un doctorado “magna cum laude” en braille, otorgado por Harvard.

- ¿Me estás diciendo que te gusto?

- Nena, no te estoy proponiendo nada. Tengo un hijo un año menor que tú. No soy tu amigo para acercarme a una mujer que me excita. Soy un amigo sincero, pero tengo ojos y veo que eres joven y bien formada. No te convengo. Con ese cuerpo y tu ser interior bien podrías conseguir algo mucho mejor que yo. Por eso hablo de milagro. No estás para un premio consuelo como yo.

- Bueno, cambiemos de tema. No me gusta que te llames a ti mismo “premio consuelo”. Supe que les has contado a algunas personas del barrio lo que te ocurrió con Graciela.

- Sí, se lo conté a algunos. Otros se habrán contado entre sí. Muchos nos vieron juntos y dejaron de vernos. Preguntaron. En otros casos necesité desahogarme.

- Eso no es bueno. Podrías estar alejando personas de la verdad.

- Curioso. Hablas de la verdad y debo esconder lo que pasó. Graciela repite como un lorito la letra que le dan. Dice: “Vos sabías a dónde me llevabas”. Si yo debo saber, los demás también deben saber a dónde van. No soy un estafador, yo les leo la letra chica, no quiero engañar a nadie. Jehová es el Dios veraz, él también juega con las cartas sobre la mesa. ¿Por qué sus adoradores habrían de hacer algo distinto?
Si hay algo que ocultar, hay culpa, gato encerrado. No condice con “la verdad”.

- Me duele eso que dices. Hay cosas que los de afuera no pueden entender fácilmente.

- ¿Soy tu enemigo por decirte la verdad? Además, yo estoy adentro y no lo entiendo. Ni lo voy a entender, porque no tiene base bíblica. Es un error caprichoso de los hombres, que falsamente hacen a Dios pecador.

- ¿Por qué Dios pecador?

- Porque dicen que es la voluntad de Jehová. Todo lo que dice el esclavo no es la voluntad de Jehová, no si no hay base bíblica; ellos no son inspirados ni reciben una revelación. Además no son infalibles, lo que es equivalente a decir que son falibles, que fallan, que se equivocan. Decir que todo lo que viene del esclavo es la voluntad de Dios raya en la idolatría. ¿Qué se llevaba el chivo expiatorio?

- Los errores del pueblo.

- Perspicacia dice que error y pecado son sinónimos en ciertos contextos, o desde cierto punto de vista. Más exactamente, error es un aspecto parcial del término más general “pecado”.

- Sí, es cierto.

- El esclavo pide espíritu en oración. Cuando se equivoca, ¿el espíritu yerra también?

- No.

- No, es claro, porque de esa forma Dios estaría pecando y eso es imposible. Dios no peca. Entonces, no puede ser la voluntad de Jehová si hay error. Por algún motivo no siempre reciben el espíritu. Eso lo sabe Dios, no yo, el motivo lo sabe Dios. Pero puedo llegar a conocer si el espíritu estuvo o no por sus frutos. En general, el espíritu está, la grandiosa obra que están haciendo sería imposible sin ese espíritu. Dios bendice la obra en general, pero hay detalles que desafinan. Apenas detalles, que en mi caso me han hecho mucho daño.

- Pero, si estás dañado, podrías haberte desahogado con un hermano.

- ¿Sí? ¿Me desahogo con un hermano que piensa o repite sin pensar que una relación íntima de amistad con una mujer es inmoral? ¿Hicimos algo inmoral nosotros dos?

- No, Carlos, nada. Por favor, perdóname, pero me voy a casa. No te enojes conmigo, te amo. Pero quiero irme.

- Supongo que no quieres que te acompañe.

- No, no te enojes, quiero ir sola.

- No me enojo, querida amiga, bendiciones. Por favor, cuando estés dentro de tu casa envíame un “ring” a mi teléfono para saber que estás bien. No necesitas hablarme, sólo un flash para estar tranquilo.

- Hasta pronto. (Ella me dio un beso en la mejilla)

- Te quiero, hasta cuando quieras. No te olvides del flash.

miércoles, 26 de febrero de 2014

12 - Sí, pero no.




Yo: - Me conmovió mucho lo que me contaste al salir de la heladería. Es la primera vez que llegas tan profundo, me dejaste pasar a un lugar muy recóndito de tu corazón.

- Tengo la intención de llegar más hondo aún. Es cuestión de tiempo, de a poco me voy atreviendo. Lo describiste bien: es como desnudarse. Hay que vencer las culpas y los miedos. Una vez que lo haces, te sientes cómoda, libre. Ya no estoy con un extraño, porque te hice partícipe de mi vida, de mi ser interior, eres testigo de mi espíritu, de mi motor, de lo que me hace ser. Una verdadera comunión, que celebro.

- Lo bueno es que esto de saber quién eres es una tarea que no tiene fin. Toda una eternidad de amistad. La eternidad me asusta. Es muy grande. ¿Estaremos ahí? ¿Querremos continuar apoyándonos uno en el otro por tanto tiempo?
Hablo de eternidad y mañana mismo podrían ponerte en la falsa disyuntiva de tener que elegir entre Jehová o yo, como hicieron con Graciela.

- ¿Te arrepientes de haberla llevado a la congregación?

- Sí, pero no.

- ¿Cómo es eso?

- La llevé para que conozca la verdad y Dios la salve. De eso no puedo arrepentirme. Ahora sabe quién es Dios, cómo es, cuál es la verdad. Pero esa verdad no la ha hecho mejor persona ni la ha liberado, como tampoco ha sucedido con muchos hermanos y hermanas de esa congregación.
Cuando Lia me planteó la separación no sabía qué iba a pasar con el departamento que tenemos. Con el producto de la venta no me alcanzaría para comprar nada, excepto yendo muy lejos y a un lugar paupérrimo. Graciela se congregaba en otra religión de la cristiandad. En ese momento me dijo que no iba a dejar que durmiera en la calle, que me fuera a vivir con ella. Hasta había elegido el lugar en donde improvisar mi dormitorio.
Afortunadamente Lia no quiso vender el departamento y alquiló. Por ahora, ella puede. Pero si hubiésemos concretado mi estancia bajo el techo de Graciela, hace un tiempo que estaría durmiendo en la plaza o debajo de un puente. La hubieran obligado a echarme de su casa.
La amiga que yo tenía antes de llevarla a la congregación era mejor persona de la que es ahora. No la mejoraron, la hicieron peor. La llenaron de miedos, limitaron su amor.

- (Con una lágrima cayendo por su mejilla derecha) Es muy doloroso lo que dices. Me duele por Jehová, por los hermanos, por tu sufrimiento. Pero lo que más pena me causa es que es cierto lo que dices. Me has hecho ver una miseria muy grande en el pueblo al que pertenezco. Me causa dolor y me da vergüenza. No se puede matar el amor, no en nombre de Aquel que es amor. Los han ensuciado a los dos, mancharon su amor, convirtieron en pecado aquello que nunca fue una falta. Y mancharían el nuestro, si supieran quién soy. Soy testigo de lo que es tu relación con Graciela, porque yo misma he vivido un amor semejante contigo y no tengo nada de que arrepentirme. NADA.

- Te pondrían en una elección excluyente en la que, de antemano, se sabe quién va a perder: yo. Entre Jehová y yo no hay mucho que pensar…

- Pero no hay exclusión, la fabrican sin justificación. No hay incompatibilidad entre el amor que tengo por Jehová y sus normas y el que te tengo a ti, con todas mis acciones incluidas. Jamás hicimos nada digno de crítica.

- ¿Ni siquiera cuando separé la cintura de tu pantalón de tu cuerpo para preguntarte si tenías pitito?

- (Sonriendo, bajando la cabeza avergonzada, y luego mirándome a los ojos) Ni siquiera eso. Pese a la sorpresa, que después dio lugar a la ternura. Después, cuando te pude ver como un niño,  mi “niño señor mayor”. Te quiero, Carlos, te quiero bien, sin culpas.

- Disfruto cuando te veo a los ojos.

- No siempre me miraste tanto a los ojos. Es algo que resulta más frecuente ahora, y va en aumento. Me gusta. ¿Por qué te cuesta tanto mirar a los ojos?

- Es algo que tiene raíces muy profundas. Desde mi adolescencia. De niño tuve una infancia pacífica. Estaba sobreprotegido, pero, para entonces, no me daba cuenta ni me afectaba. Tenía mucha facilidad para el estudio y mi madre fomentaba que aprendiera todo lo que pudiera. Cuando estaba en la escuela primaria me compraba libros del secundario, de manera que estudié usando los libros que se suponía estaría en condiciones de leer cinco o seis años más tarde. Me llenaban de halagos, en la escuela, en mi casa. Cuando entré en el secundario, sus autoridades le pedían a mi padre que me hiciera rendir libre para adelantar mi carrera universitaria, “que me llevaba el colegio por delante”. Pero yo no era feliz.
Cuando entré en la adolescencia era un bicho raro, sin las habilidades acostumbradas de los demás chicos. A los ojos de mis pares era un tonto; ahora dirían un “nerd”: En mis días decían “traga”, de “traga-libros”.
Con los chicos y chicas de mi edad desentonaba. Me refugiaba en las conversaciones con los grandes, pero no era una persona mayor, de manera que tampoco estaba “en mi lugar”. En resumen: estaba solo, sin grupo de pertenencia.

Cuando sacaba una chica a bailar y ella me preguntaba qué iba a estudiar, en cuanto le respondía que pensaba ser físico-matemático huía horrorizada. Estaba más solo que Satanás en el día del amigo.

- (Sonriendo) Ocurrente.

- Satanás tiene cómplices, no amigos. No tiene amor y los que lo siguen tampoco. Pero, bueno, sigo con lo que te decía:
Un grupo de compañeros del secundario me adoptó. Ellos me adoptaron con el fin de ayudarme a ser más normal. Me enseñaron qué hablar, qué callar, cómo pararme, cómo vestir, qué corte de cabello usar. Cambiaron “la cáscara” y algunas cosas de mi interior. Me llevó casi todo el secundario llegar a ser “cuasi-normal”, o a fingirlo sin que se notara. Cuando entré en la universidad tenía un montón de “materias pendientes”. En lugar de dedicarme de lleno a mi carrera quería vivir. Necesitaba aprobación, calor, cariño.
Es cierto que tuve otros problemas que podrían servir de excusa para mi fracaso. No había cumplido veintiuno cuando murió mi padre repentinamente. Hacía poco que era bancario y mi sueldo no alcanzaba para pagar ni siquiera el alquiler de la vivienda. Tuvimos que abandonar nuestro domicilio para ir a vivir a una casa prestada por un tío.
Pero yo vi, en la universidad, a muchachos extranjeros que vivían en una pensión, trabajaban para pagarla y quitaban horas a su sueño para progresar en sus carreras. La verdadera razón de mi fracaso estuvo en que me dediqué a tratar de vivir las experiencias de adolescente cuando debía empezar a actuar como un adulto, un joven adulto. Fui una farsa. Me quedé a mitad de camino entre yo mismo y lo que me pedían que fuera. No fui ni una cosa, ni la otra.
Para terminar de arruinarla, me enamoré de Lia muy joven, cuando quería hacer otra cosa. Cosa que, además, no estaba en mi naturaleza. Lo que se dice “carne de diván” y de fracaso. No podía ser de otra manera.
Siempre tuve que “comprar” cariño y compañía. Nadie me aceptó como era. Tuve que estudiar y rendir examen para tener a alguien junto a mí.

- Conecto esto último con lo que me dijiste que esperabas de una mujer: que no te sometiera a exámenes.

- Sí, muy probablemente. Es casi seguro que es así.

- Pero las cosas de adolescentes las vemos ahora como un montón de pavadas.

- Un terapeuta me dijo una vez que sí, que eran un montón de pavadas, pero unas pavadas muy necesarias.

- Quizás. Yo no viví muchas porque me crié en la verdad. Entonces, ¿no miras porque te avergüenzas de ti mismo?

- Sí, más o menos. Siempre sufrí rechazos por ser como era. No fui fuerte y traté de cambiar para que alguien me quisiera. Cuanto más auténtico soy más me cuesta mirar porque espero el rechazo y es una experiencia que me duele, mostrarme como soy me trae promesas de nuevos dolores, bajo la vista porque espero el castigo, espero lo que me acostumbraron a recibir. Tengo la sensación de que soy aburrido, que la gente me soporta por educación, no por interés en mí. Por eso espero, o prefiero esperar, que la gente me busque. Si vienen es porque quieren.

- Por eso es que voy más a tu casa que tú a la mía. Ahora comprendo la asimetría.

- Sí, no solamente por eso. También porque en mi barrio nadie sabe quién eres; si yo fuera de visita a menudo a tu casa podría llevarte un problema. Sobre todo con la congregación.

- (Abrazándome en medio de la calle) ¡Te quiero, Carlos! ¡Te quiero como eres!
[….]
Ella, otra vez: - No, no te retires, no aflojes tus brazos.

-Es que estamos muy cerca de tu casa. Mientras conversábamos te fui llevando hacia tu casa y me seguiste.

- Estaba contigo, no importaba hacia dónde fuéramos. ¡Vamos, abrázame fuerte!

- ¿Conforme? Faltan unas pocas cuadras, ya casi llegamos.

- No tengo ganas de que me dejes sola en casa.

- Aunque todo nos es lícito, no todo nos es conveniente. Deja que sea así.
[…] Ya llegamos. Gracias por estar conmigo. Que Jehová te bendiga y proteja.

- Te quiero, Carlos. Que Dios te acompañe.

lunes, 24 de febrero de 2014

11 - Dos brazos "fuertes" (O: La vida llama a la vida)




- Hola Carlos, ¿cómo estás?

- Contento de verte. ¡Qué rico abracito! Me gusta que me apapaches.

- Te extrañé y a mí también me gusta demostrarte cariño. Más que un gusto, es una necesidad.

- Pasó toda una semana.

- Lo sé. Estuve aprovechando el buen tiempo y predicando con todo. Mientras, meditaba en lo que leí el otro día, en lo que nos dijimos, en muchas cosas. Quise adelantar todo lo que pudiera en la obra para juntar un ratito personal para disfrutar contigo. Un tiempo que fuera mío, para vos.

- Gracias, amiga. Es hermoso que me regales un poco de tu tiempo. Es un regalo muy valioso, no hay con qué pagarlo. Así que para vos soy como un recreo para un escolar.

- Lo último, ¿es un reproche?

- No, amor, para nada.

- Es que te necesito. Deseo estar con vos. Como te dije: te estás convirtiendo en un vicio. A veces me asusto, ¿por qué esa necesidad?

- No veo ningún motivo para que te asustes. Todos necesitamos amor, es vital que lo tengamos. Podías hablar confidencialmente con hermanas, pero te hacía falta encontrar alguien que te parezca fuerte a tus ojos. Yo macho, pero macho menos (1), estoy viejo, amiguita. A tus ojos te pareceré fuerte, ¡qué le vas a hacer! Es lo que hay, jovencita. No es lo mismo estar en brazos de una hermana que en los de un hermano. Hay ciertas circunstancias que demandan a uno y no a la otra.
Te doy un ejemplo con mi gatita Flor. Me la regaló una vecina cuando la minina tenía cuatro meses de vida. Hasta los seis meses y hasta que adquiera un cierto peso, no era posible que entrara en celo. Yo estaba tranquilo, porque tenía, al menos, dos meses para castrarla. He aquí que la muy precoz tuvo coito con un gato y quedó preñada a los cuatro meses. Lia estaba todavía en casa, pero dormía en la otra habitación. A las cinco y media de la mañana, una calurosa mañana de diciembre de 2006, oigo en mi sueño la voz de Lia que me llamaba. Cuasi dormido pregunté qué pasaba y me dijo: “la gata está pariendo arriba de mi hombro”. Me levanté, tambaleante, y fui al otro dormitorio. La encontré boca arriba, en ropa interior, y con la gata en su hombro derecho, lamiendo a una cría minúscula de color gris, igualita al padre.
Flor tuvo que parir y buscó a la hembra. Cuando un perro vecino las asusta (a ella y a su hija), corren a refugiarse detrás de mí, buscan al macho que las proteja. Hay funciones que no tienen reemplazo.

- Sí, es cierto. ¿Qué sentiste?

- La primera sensación fue de una ternura infinita. El cuadro era conmovedor. Si es tierno ver a una madre con su cría, Flor era una cachorra, una nenita. Algo similar a ver a una niña de diez años amamantando a su hijo recién nacido. Enternecía más ver lo pequeña que era y cómo cumplía su papel a la perfección.
Inmediatamente después la vida llamó a la vida. Estaba presenciando la manifestación más absoluta de la vida, del amor. Sentí un deseo ferviente de hacerle el amor a mi esposa. Me fue muy difícil contenerme.
No lo hice por dos motivos: ella era mi esposa, pero hacía tiempo que no era mi mujer y, además, no tuve coraje para sacar a mi gatita y a su cría del nido que había hecho en el hombro de mi amor.
No sé qué hubiera pasado de haber sido más egoísta. Quizás ella estuviera conmigo hoy. Sabes, aunque la conocía “de memoria” no quería que la viera semi-desnuda desde hacía un tiempo. Se quedó sin problemas delante de mí, con una vedetina de puntilla negra. No creo poder transmitirte el sentimiento de cuánto la deseé.

- ¡Ahhy, ay, me conmoviste hasta la fibra más íntima! ¡¿Ves?! Llegas hasta el fondo de mi ser. Eso se convierte en una necesidad. Busco esa comunicación. Anhelo tenerla.

- Está bien, no te asustes. Pienso que lo que te gusta encontrar en mí es que puedes caer en mis brazos sin caer en mis manos. Estás a dieta y yo resulto ser el “permitido del domingo”, la golosina que puedes comer sin culpa. Sin culpa y sin pecado. Mientras mantengamos nuestros corazones limpios. Vigilemos nuestros corazones y mantengamos la responsabilidad para el que nos otorga libertad.

- Sí, mi helado de sambayón y chocolate bariloche.

- ¡Se me hizo agua la boca! Tenemos gustos parecidos. ¡Gorda en potencia!

- ¡Gorda las petunias!

- ¡¿Qué es esa grosería, señorita precursora?!

- ¡Ja! Se me cayó la estantería de los frutos del espíritu. ¡No estoy gorda!

- No, para nada. Diría que tus gorduras están bien repartidas, en donde deben estar.

- Señor mayor, compórtese.

- Opinión imparcial de experto en gorduras bien repartidas…

- (Sonriendo) Carlos: ¡basta!

- ¡Vamos! Que te gusta.

- Sí, me gusta, pero basta.

- ¿Vamos a comernos dos cuartos kilos de sambayón con chocolate bariloche?

- ¿Un cuarto kilo sin culpa?

- ¡Bah! Un cuarto kilo con culpa, excesivo, pero sin pecado. Yo invito.

- ¡Vamos, señor mayor! No le puedo decir que no. El helado puede conmigo.

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(1) "Yo macho, pero macho menos." Es un juego de palabras por similitud con la frase: "Yo macho, pero más o menos." Da el sentido: "soy macho, pero un macho en decadencia (o no tan macho ya)"

miércoles, 19 de febrero de 2014

10 - La eternidad en diez segundos




- No me imaginé que fuéramos a hacer lo que me propusiste efectivamente.

- ¿Por qué, July?

- ¡¿Qué sé yo?! No sé. Preparar arroz con manteca, como una pareja que no llega a fin de mes. Hasta ahora nos habíamos agasajado; esto es bien de entre casa, como me dijiste. Falta que te quedes a dormir.

- ¿Es una propuesta?

-¡Noooo!

- ¡Mala! ¿Por qué tanto rechazo?

- ¿Cómo por qué? ¿Hablas en serio?

- Sí, hablo en serio.  Si te hiciera falta, me quedaría. A dormir, solo a dormir. ¿Nunca sentiste la necesidad de cerrar los ojos con alguien abrazándote?

- Unas cuantas veces, es verdad.

- Si solamente te contuviera, ¿qué estaríamos haciendo que fuese malo? Pero no es algo conveniente para hacer en este sistema. No por nosotros. Por los demás, todos los demás, los de adentro y los de afuera.

- Me resulta extraño.

- Hay unas cuantas mujeres del mundo que viven solas, que no tienen pareja y que precisan dormirse en compañía alguna vez. Muchas buscan algún muchacho u hombre de confianza y le pagan peaje.

- ¿Pagan peaje?

- Es una forma de hablar. Como la tarifa que pagas en la autopista. Cometen el error de suponer que un hombre no puede ir a la cama con una mujer sin tener sexo. Y se brindan como una suerte de precio que hay que pagar para no estar solas en una noche en la que están especialmente sensibles.

- ¿No es necesario?

- Si elige bien con quién, no. En lugar de suponer qué exige un hombre, lo mejor sería aclararlo, conversarlo, oír qué dice, si está de acuerdo en no tocarla. Si cumple lo que promete, en fin, si puede elegir bien con quién.

- Si hoy te pidiera que no te fueses, ¿lo harías?

- Mientras no pequemos, sí. Con los motivos correctos en el corazón. No como un juego sin el final prohibido, sino como una ayuda no intencionada a alguien que la precisa. Pero te diría que no, a menos que fuese por algo extremo, como que quisieron entrar en tu domicilio intentando violar la puerta. No por nosotros dos, ni por Jehová, porque él entendería si los motivos fueran los correctos, sino por los demás y por las consecuencias que pudiera traerte una conducta mal comprendida  por quienes llevan la delantera.

- La vida es más compleja de lo que parece, Carlos. Cuántos matices diferentes, cuántas cosas que parecen y no son, para bien y para mal, cuántas cosas que no están descriptas, cuánto detalle.

- Tantas conductas diferentes como personas hay y hubo, más las que habrá. Cada uno es diferente e irrepetible. Jehová las conoce y las comprende a todas, hasta a las que todavía no son. Él sabe y ama.

- ¡Qué responsabilidad conlleva vivir la vida!

- Responsabilidad, una palabra de mucho peso. Jesús dijo que conoceríamos la verdad y que la verdad nos haría libres. ¿De qué te liberó la verdad a vos?

- De mi propia ignorancia, de las mentiras de la religión falsa, de la superstición y, si hago lo que se espera de mí, de la esclavitud al pecado, la enfermedad y la muerte.

- Dios te dio libre albedrío. Para poder ser verdaderamente libre, debías conocer la verdad. Para tener un juicio sano era menester estar en posesión de las premisas correctas. Pero eso solo no es suficiente; es el primer paso hacia la libertad, no el último. La libertad lleva consigo responsabilidad hacia quien te la dio. Responsabilidad viene de respuesta. Debes responder, debes responderle al que te la otorgó. Él te ama y espera que le respondas consecuentemente. Adán y Eva no respondieron como Él esperaba.
Para poder responder como se espera de ti, tienes que grabar la ley de Jehová en tu corazón y amar con todo lo que tengas a Dios y al prójimo. Es lo que enseña Jehová en Romanos 13: 8 al 10. Entonces puedes ser libre.
Podríamos estar desnudos uno frente al otro, dormir juntos, pensar en voz alta, contarnos todos los secretos. Nada nos sería prohibido. Pero hoy, aunque fuéramos completamente libres y limpios, algunas cosas todavía no nos resultarían convenientes. Porque hay muchos que no han aprendido lo que es la libertad y les resultaríamos causa de tropiezo. Hay muchos que temen a su propia sombra, aunque conocen la verdad. Pero esa verdad todavía no ha completado el proceso para liberarlos como quiere Dios.

- La maravillosa libertad de los hijos de Dios…

- Es claro. Pero no seremos hijos de Dios hasta que termine el milenio. Sin embargo, Adán era hijo de Dios y pecó a sabiendas. No es la perfección la que garantiza la falta de afrentas a Dios; es el amor, únicamente el amor. Y podemos tenerlo hoy, no hace falta esperar a ser perfectos, puedes amar ahora mismo. Aunque te equivoques, puedes equivocarte amando. Pero difícilmente puedas cometer pecados crasos si amas a todas las partes involucradas, Dios incluido.
Está escrito que la fe va a dejar de ser, que cesarán los milagros, que no habrá más profecías, que lo único que va a quedar es el amor. Dios es amor y creó todo por amor, no por necesidad. No hay nada más importante que el amor, Dios mismo es la personificación del amor.

- Sí, Carlos. Con esos pensamientos, con esos sentimientos en mente y corazón, ¿cómo puedes estar fuera de las reuniones últimamente?
Me duele ver que te deterioras y agonizas en soledad. Porque estás solo aún cuando estoy contigo, me doy cuenta. Percibo que me amas y que te agrada mi compañía. Pero estás solo pese a mí.

- No puedo pedirte que te unas a mí en mi dolor. Es mi amor el que sufre, no el tuyo. Además, no quiero que te equivoques conmigo, si es que estoy equivocado. Creo que no, ellos son los que erraron, los que pecaron en nombre de Dios.

- No amo a Graciela como tú lo haces. Sé muy bien que tampoco tu amor por mí tiene el mismo peso que el que le profesas. No creo que hicieras lo mismo por mí.

- No es cierto. Si me privaran de tu amor y no del de Graciela haría lo mismo. No te amo tanto como a ella, es verdad. Tengo una historia muy larga con ella y raíces muy profundas. Lo nuestro es más nuevo, está creciendo, es una planta joven; ya no un retoño. Te defendería igual, haría lo mismo.
Ellos no pueden ir en contra del amor, del amor limpio, porque ir en contra del amor es ponerse en contra de Dios. En lugar de estar aprendiendo y coleccionando reglas, consejos y órdenes, harían bien en amar. Es más simple y garantiza lo anterior. La mejor manera de obedecer a Dios es amar.

- ¿Qué dices que han hecho mal?

- Lo escribí, le mandé una copia a Osvaldo.

- ¿Puedo leer ese escrito?

- Serías la segunda persona que lo hace. Persona humana, al menos. ¿Estás segura?

- Sí, por favor, si quieres.

- Quiero, toma, léelo.

- « El cuerpo de ancianos de mi congregación ha cometido los siguientes pecados:

1)      Ha pretendido ser más que Jehová.
2)      Me ha robado una amiga.
3)      Hizo a Dios mentiroso e injusto (*).
4)      Se adueñó de una oveja.
5)      Usurpó un lugar que no le corresponde.


1) Jehová es siempre el mismo Jehová: “Yo soy Jehová; no he cambiado”. (Malaquías 3: 6); “Con él no hay la variación del giro de la sombra”. (Santiago 1: 17)
Con Jehová no puede esperarse más que justicia: “la Roca, perfecta es su actividad,
Porque todos sus caminos son justicia.
Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia;
Justo y recto es él.” (Deuteronomio 32: 4)

Jehová es justo, trata a todos por igual, con amor y respeto. Siempre cumple su palabra y aúna el respeto a sí mismo y a su palabra con la consideración a sus creaciones. Cuando le da libre albedrío al hombre, no se lo quita (Isaías 55: 11), siempre lo ha dejado elegir, nunca le impuso una conducta. Siendo el Todopoderoso, pide por favor, aconseja y espera. Dios es humilde.

Con Caín y Balaam, Jehová demostró de qué manera es fiel a su palabra:

Al igual que en el caso de Caín, Jehová expresó su desaprobación, pero al mismo tiempo dejó que la persona hiciera su propia elección, bien para abandonar su mal proceder, bien para precipitarse en un derrotero inicuo. (Gé[nesis] 4:6-8) Balaam, como antes había hecho Caín, se obstinó en no prestar atención a la voluntad de Jehová y se empeñó en alcanzar su propio objetivo egoísta. En el caso de Balaam, fue la codicia por la recompensa lo que no le permitió ver lo equivocado de su derrotero, como da a entender Judas: ‘Balaam se precipitó en el curso erróneo por la paga’. El apóstol Pedro comenta: “Balaam, hijo de Beor, [...] amó la paga de la maldad, pero recibió censura por su propia violación de lo que era correcto. Una bestia de carga sin voz, expresándose con voz de hombre, estorbó el loco proceder del profeta”. (Jud[as] 11; 2Pe[dro] 2:15, 16.)

(Copiado de Perspicacia para Comprender las Escrituras, Volumen 1, “Balaam”, cuarto párrafo, página 278, (it-1-S))

Así como fue la conducta de Jehová con Caín y con Balaam debería ser para conmigo y con Graciela. Dios no es inicuo, le da a todos los mismos derechos. Todos reciben el mismo trato. (*)

Se me ha dicho que: “Para pertenecer a este club las reglas son éstas. Nadie te llamó (1), si no te gusta, sos libre de ir a otra parte”.

Mi libre albedrío, en este caso, no consiste en aceptar “las reglas” o irme. Yo llevé a una amiga de veinticinco años, con una relación consumada, en la que nunca hubo inmoralidad sexual. El proceder teocrático tendría que haber sido aconsejarnos que la intimidad es peligrosa y que podríamos estar en riesgo de caer en inmoralidad sexual, que resultaría conveniente hacer la relación un poco más lejana. La libertad de los dos involucrados, Graciela y yo, consistiría en seguir la relación, atenuarla o interrumpirla, pero por elección propia, no por imposición. Mientras no haya un pecado craso, nadie tiene derecho a intervenir.

Jehová no hace eso, los ancianos no pueden ser más que Jehová.

2) Aquí no hay textos bíblicos, porque no hay más que acciones que son claras por sí mismas.

a)    Nos prohibieron vernos a solas. En realidad no hemos estado realmente a solas, pues siempre hubo un hijo de Graciela en la casa. Simplemente se alejaba lo suficiente como para tener habla confidencial. En mi casa sí estábamos realmente solos, pero fueron pocas veces. (Quizás veinte veces en diez años)
b)   Tampoco quieren que nos veamos en lugares públicos, como una confitería. Apenas admiten que conversemos un poco en el salón y, si ven que la charla dura mucho, viene alguien (generalmente la maestra), interrumpe y se la lleva a otra parte.
c)      No dejan que nos sentemos juntos en el micro que nos lleva a una asamblea.
d)   No le permiten que espere en la misma parada que estoy yo; le asignan una para que no estemos unos minutos cerca, en la calle.
e)     Ella toma un remedio psicotrópico recetado, pero no tiene obra social. Hice arreglos con una médica mía para que me extienda una receta a mi nombre y se lo hago llegar con el descuento de mi servicio. Esto sucede una vez al mes. Suelo entregárselo en la calle, cuando baja del colectivo que la trae de vuelta del trabajo, o bien voy hasta la casa y ella me atiende a través de la reja, sin abrirme. Se oponen a que eso continúe. No quieren que nos veamos ni siquiera en esas condiciones. “Esa relación no puede continuar”

Yo tenía una amiga íntima, con amplia confianza mutua e intimidad sana. Se la llevé a Dios y no la tengo más. La raptó el cuerpo de ancianos y la mataron a la carta exclusivamente para mí. (La amiga que tenía no está más; en su lugar hay un fantasma que se parece mucho a ella)
El anciano que nos coaccionó para que dejáramos de vernos “a solas”, fue removido por no saber gobernar su propia casa. Antes de ello dijo: “Ninguno de los dos va a progresar si se siguen viendo a solas (coacción). Pueden seguir siendo amigos.”

¿De qué manera se puede ser amigo en las condiciones supracitadas?

3) Al no respetar mi libre albedrío ni el de Graciela han hecho a Dios mentiroso, pues las acciones del cuerpo de ancianos han sido realizadas en nombre de Jehová y se me ha pedido que obedezca la voluntad de Jehová; aunque no hay nada escrito en contra de que dos seres de distinto sexo se sienten juntos en una reunión, ni acerca de la amistad profunda entre un hombre y una mujer. No hay registro bíblico. Y, si no hay registro, no dice nada ni bueno ni malo acerca de ello. Es un principio jurídico que lo que no está prohibido está permitido.

Más allá de la buena intención del Cuerpo Gobernante, la prohibición de un acto para evitar un pecado no hace más que postergar el momento. La persona no peca porque se presenten situaciones adecuadas o conducentes. Peca por falta de amor. Falta de amor a Jehová y a la tercera persona involucrada. Se peca por iniquidad; o sea, por no tratar a la víctima y a Dios con la misma importancia que a uno mismo. Justamente, el término inicuo significa literalmente “no igual”; no tratar a otros de la misma manera, no amar al prójimo como a uno mismo, de igual forma que a uno mismo. La balanza del pecador se halla inclinada hacia él mismo. Los motores del pecado son: orgullo y egoísmo. Y estos dos parten de una excesiva valoración personal.

4) Le han impuesto su voluntad y conciencia a una oveja del redil. Graciela está siendo obligada a obedecer bajo amenaza de discontinuar el estudio si nos relacionamos. todas las semanas le preguntan si nos vimos. Una revisión a las órdenes del punto 2 es más que ilustrativo del hecho de que se apropiaron de ella y de su libertad de conciencia.

5) La limpieza de la congregación está a cargo de los serafines. Ningún ser humano está autorizado a intervenir, a no ser que llegue a su conocimiento la comisión de un pecado grave, y esto bajo ciertas reglas teocráticas. No es cristiano estar vigilando a los hermanos, asignarles intenciones de un corazón que no pueden leer, ni anticipar hechos que no pueden predecir. (Podrá ser común y hasta probable que una relación íntima derive en inmoralidad, pero nadie podría jurar que dos seres determinados vayan a hacerlo necesariamente. No son profetas ni pueden leer los corazones) Solamente se puede aconsejar y un consejo no es una orden. El consejo se da a una persona libre que tiene la facultad responsable de poder elegir.

Ocupar el lugar de los serafines consiste en una usurpación y pretender saber las intenciones del corazón es querer igualarse con Jehová. Ni el Hijo Unigénito fue capaz de hacer una cosa así. »

¡Uf! ¡Qué serio es todo esto!

- ¿Me comprendes ahora?

- Comprendo tu dolor y tus motivos. No sé si refrendo todo lo que dices, debería analizarlo mucho y bajo oración. El tema me excede, es serio de verdad.

- No pretendo que lo hagas. Debo luchar solo. No puedo solicitar cómplices ni aliados. No por amor.

- ¿Vas a continuar firme, sin cambios, lejos de las reuniones? Te hace mal. Me duele, temo por ti.

- No puedo ser partícipe de semejante pecado ensuciando la naturaleza y fama de Dios, aún cuando lo hagan sin darse cuenta, con buenas intenciones.
Enseñan la verdad, cumplen con la obra del fin de este sistema, pero están muy equivocados en el aspecto práctico y deshonran a Dios con sus actos.

- Carlos… ¿Qué puedo hacer por ti?

- Los próximos diez segundos… Diez segundos pueden encerrar una eternidad… ¿Podrías estar incondicionalmente conmigo? No en mi lucha, en compañía conmigo.

- Sí, sí quiero. ¿Y después?

- Después podríamos estudiar el artículo de La Atalaya. Si hay dos, Jesús puede estar con nosotros, espero que venga. Solo no es lo mismo.

- ¿Y después?

- Después es mucho tiempo… Solo Dios sabe.


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(1)
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”. (Evangelio según Juan 14: 6, Biblia de Jerusalén)
"Jesús le dijo: «Yo soy el camino y la verdad y la vida, . Nadie viene al Padre sino por mí. 7 [...]»" (Traducción del Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras)
“Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga” (Juan 6: 44 - Traducción del Nuevo Mundo)

"¿Nadie te llamó?"


domingo, 16 de febrero de 2014

9 - Qué esperas



Yo: - Pasaron nueve días desde la última vez. Llegué a pensar que podrías haberte alejado por mis últimas afirmaciones. Ponen a prueba tu amor por mí y por Jehová. Si las consideras compatibles o excluyentes.

Ella: - Lo importante, ahora, es que estoy de nuevo aquí. No importa qué pasó en el medio. Hoy estoy contigo.

- Gracias.

- No me agradezcas, quiero estar aquí, no es un favor.

- Estoy un poco mejor de ánimo. A ver si podemos divertirnos un rato. ¡Pachanga, mi negra!

- No quiero aturdirme ni escuchar a la guitarra sonar jota. No importa si plañe. Estoy invirtiendo en una empresa y mi intuición me dice que voy a ganar mucho, que va a pagar buenos dividendos. Y si no los paga, será la lucha más heroica, la mejor manera de gastar estos días de mi vida. No cambio estas lágrimas por ninguna risa que pueda existir en este mundo.

- Me vas a hacer ronronear a mí.

- Ojala. ¿Qué esperas de una mujer?

- Lo primero: que no tenna [tenga] pitito. (Como un niñito que recién empieza a hablar)

- (Riendo, pegándome y zamarreándome) ¡Noooo! ¡Otra vez noooo! ¡Cochino, puerco, prosaico, carnal, libidinoso! ¡Ja, ja! Te voy a sacudir para que tengas.

- ¡Ay! ¡No sos [eres] mi madre para pegarme!

- Soy tu madre y la bruja Cachavacha, ¡te voy a surtir para que tengas! Te pregunté en serio…

- Y yo contesté en serio también. ¿Pretendes que espere que una mujer tenga pitito? Es fundamental.

- ¡Caaaarrrlooos! ¡Cucha! ¡A la cucha perro! En serio, porfi, ¿qué esperas de una mujer?

- Que quiera estar conmigo, tan solo eso. Y que ese estar conmigo signifique estar en paz.

- Parece simple, muy poco

- No, no es tan simple, ni tan poco. Quiero que mi pareja no me desafíe ni a un concurso, ni a un examen, ni a un torneo. Lo que pretendo es llegar a sus brazos y encontrar un oasis, entrar con la guardia baja a buscar a mi otra mitad. No a una esclava sumisa ni a una amazona desafiante. Simplemente, alguien que quiera ser una conmigo. Diferentes partes de una unidad superior, pero que juntas se fusionen y funcionen como uno solo. Sin luchas ni exigencias. Sin imponer cambios.
No me importa su pasado. Tampoco me importa que me pida algo que recibió en su pasado y que yo no conocía o no supe darle. Si tengo que aprender algo, lo aprendo, no hay problema. Pero no quiero comparaciones, ni facturas posteriores, ni ninguna inconformidad. Que me acepte como soy y quiera estar conmigo con lo que hay, sin expectativas futuras, sin materias que rendir. Si hay algo que cambiar, si hay algo que mejorar, si tenemos que elevarnos: que sea juntos, conversando, de común acuerdo. Pero incondicionalmente uno junto al otro, caminando en igualdad el difícil camino de la convivencia.

- Comprendo. No es tan fácil.

- ¿Sabes por qué?

- Déjame probar:  porque las mujeres somos inherentemente disconformes. Siempre nos falta algo.

- Es uno de los pocos defectos que le conozco a la mujer. A Eva la mató. Lo acepto sin chistar, porque no se puede evitar. Pero busco una mujer que se esfuerce por amortiguarlo lo más que pueda. Que sea consciente, como vos [tú].

- ¿Entiendes qué lo causa?

- Todavía no. Sigo observando. Pero es tan lindo lo demás, que no me importa demasiado. Solo cuando exageran en esa postura.

- Me siento un conejillo de indias.

- ¡Ah, bueno! En cualquier momento empiezo a hacer experimentos contigo…

- ¡Ni que vengas con el séptimo de caballería! Vas a conocer tu Waterloo.

- Disfruto cuando te “enojas”. Es algo que me gusta provocar con todas. También sonrojar a las más inocentes. Es un placer sublime, realmente gozo con ello.

- ¿Qué es lo que gozas?

- Me enternece. Me dan ganas de comerlas a besos. Pero bien, no es nada erótico. Es como cuando ves a un cachorrito hermoso y lo abrazas y llenas de besos. Es como querer empaparse con la belleza, la inocencia. No dejarla ir.

- Una está acostumbrada a que los hombres miren más abajo de la espalda o cosas por el estilo. Tú te fijas en otras cosas.

- Yo también miro más abajo de la espalda, cómo vienen y cómo se van. No soy una excepción.

- Pero hay algo diferente contigo…

- Me parece que es el mismo tipo de diferencia que existe entre el hombre occidental y el hombre oriental. El hombre occidental ve una flor hermosa y la corta, la lleva a su hogar y la pone en un florero. En el mismo momento en que la corta, esa flor comienza a morir. En realidad, está muerta. Continúa “viviendo” por una suerte de inercia de la vida. No respeta, colecciona lo que le gusta, cosifica.
En cambio, el hombre oriental admira a la flor en su lugar y no la agrede. Si quiere disfrutar de nuevo, va hasta ella y la mira otra vez. Colecciona vivencias, no objetos, ni trofeos. No mata lo que le gusta.

- Profundo. Me dejas admirándote, sorprendida.

- No es mío. No lo descubrí yo por mérito propio. Me lo enseñó una mujer hace como treinta años. Lo aprendí de una compañera de trabajo.

- También es un mérito saber escuchar y elegir qué aprender. Parece, además, que las mujeres te han dejado mucho, has capitalizado tus relaciones con ellas.

- Mucho, mucho. De verdad, me dejaron mucho. Amo, respeto y aprendo. Al amar y respetar puedo dejarles algo también. Aunque más no fuera compañía, alguien en quien confiar, contención.

- ¿Tratas a todas de igual manera? ¿No tienes una escala de comportamientos a partir de una escala de valoraciones?

- Las trato a todas de la misma manera. La valoración que tenga de alguna no modifica mi comportamiento en cuanto al trato que recibe. Sí influye en el hecho de acercarme o no a una de ellas. Me acerco a las personalidades que me atraen, pero no maltrato o menosprecio a las que no me interesan. Es la misma cordialidad, pero más distante.

- Cuéntame algún caso que recuerdes.

- Hace unos treinta años fui por un aviso laboral al barrio de Floresta. Era un local comercial que estaba en una esquina del cruce de Concordia con Avellaneda. El dueño había puesto un servicio técnico de aparatos electrónicos, pero no sabía todo lo necesario para poder afrontar el desafío de diagnosticar y reparar; de manera que se fueron acumulando pilas de equipos y los clientes estaban muy impacientes. Fuimos dos por el aviso. Un técnico muy competente, ex profesor de una escuela privada de electrónica, y yo. Nos tomó a ambos. Pagaba una comisión por cada equipo.
El dueño del negocio era un hombre joven separado. Dormía en el sótano del local y le gustaban mucho las prostitutas. Como el barrio está lleno de ellas, no faltaban las que venían a visitar el local cuando estaban libres. Solían venir tres chicas jóvenes, de buenos cuerpos. Una tenía algo así como un retraso mental, de verdad le faltaba un par de jugadores. Era ordinaria, grosera. La segunda era normal, una prostituta “normal”, como uno se imagina a una trotacalles (porque hay algunas finísimas, para servicio VIP, pero no en Floresta). La tercera era una chica muy bonita, agradable, de modales sedosos, buena conversación, buen gusto en la vestimenta. Podías llevarla a cualquier parte y como estaba; no ibas a quedar mal. Realmente encantadora.
Yo le di el mismo trato que a vos [ti] y ella acusó recibo. Venía, estaba con los tres. La invitábamos a tomar y a comer algo, bromeábamos, pero me buscaba para charlar un rato en un rincón algo apartado. Se sentía atraída por el trato diferente que le daba, algo a la que no la tenían acostumbrada.
Los otros dos le pedían repetidamente que les hiciera un favor gratis. Ella sonreía, y les recordaba la tarifa.
Una tarde, yo estaba reparando un televisor y ella como una abeja reina entre dos zánganos. Discutían, entre risas, acerca de la gratuidad de sus favores. De pronto me preguntó: “Decime [dime], Carlos, ¿no lo valgo? ¿Qué tal estoy?”(Al mismo tiempo que se tocaba la cadera). Yo asentí y dije que estaba muy bien. Siguieron su discusión y quise hacer una broma. Dije: “¡Eh! ¡Siempre el vil metal! ¿Nunca por amor?”
Ella hizo un alto, me miró a los ojos y, tiernamente, dijo: “Bueno, Carlitos, para vos es gratis”. Los otros dos se quedaron con sus bocas abiertas. Yo sonreí y metí la cabeza dentro de la caja del televisor, para seguir trabajando y para dejar de ver la belleza que tenía en frente.
El negocio no daba para más. Habíamos sacado todos los equipos atrasados, pero entraban pocos trabajos nuevos porque “se había quemado”.
Ella volvió uno o dos días antes de que la persiana bajara para siempre. Fuimos a un pasillo en penumbras, se respaldó contra una pared y me contó que estaba embarazada, que lo iba a tener, que era del proxeneta y que no era un mal tipo, que se iba a vivir con él.
No nos dijimos adiós, pero fue una despedida. Nos separamos como si nos volviésemos a ver en unos días. Pero no volví a verla, hasta olvidé su nombre. Aunque “veo” su imagen en mi recuerdo. Cada tanto pienso en ella. Me pregunto qué habrá sido de su vida.

- Charly, me dan ganas de llenarte toda la cara de besitos. Me provocas un sentimiento de ternura, por momentos maternal. Me recuerdas a Jesús con María Magdalena.

- Nenita… [Niñita] Me estás comparando con alguien a quien no le llego a la altura de las suelas de sus sandalias. Yo tengo mis miserias, él no.

- ¿Cómo no se iba a acercar a vos después de tratarla con respeto y calidez?

- ¿Por qué habría de tratarla de otra manera? Era una persona, con corazón, con la capacidad de gozar y sufrir. Se debe sufrir siendo prostituta, que te traten como a una mercadería. Lo peor de todo, supongo, debe ser pensar que todo eso es porque ella quiso. Podría haber limpiado casas. Nunca pude explicarme cómo una chica como ella podía haber llegado a ese extremo. Daba la impresión de que venía de una familia de clase media, por la educación que reflejaba su conducta. No me contó y no me atreví a preguntar. En general, no hago preguntas, espero que me cuenten. Tampoco había demasiado tiempo ni entorno como para llegar a un habla tan íntima.
Yo la traté como me gusta que me traten a mí. Vi que era especial, que había un corazón al alcance y me comuniqué con él. Ella respondió porque, casi sin temor a equivocarme, estaba padeciendo esa falta de consideración. Mis compañeros no la trataban mal. Pero negociaban el precio. Se me ofreció gratis y la respeté. Ella sabía que yo era casado. Creo que tiene que haber pensado en que yo la había puesto a la altura de mi esposa. Porque las respeté a las dos.
A veces sueño despierto y pienso encontrarla en una congregación, bien casada, con una vida con propósito. La alegría no tendría límites. Si llegara a descubrirla de esa manera, la partiría en dos del abrazote que le daría. Después le pediría perdón al esposo. Pero después. ¿Qué habrá sido de esa linda y tierna joven que pasó fugaz por mi vida?

- Treinta años después pensás [piensas] en una chica prostituta que conociste apenas unos meses y que no viste más. ¿Te enamorás [enamoras] de todas?

- Si quieres decir enamoras, está bien, hazlo, yo digo que las amo; hay una sutil diferencia. No sufro por ella, no la deseo. Simplemente, le deseo el bien. Pienso en ella a partir de eso, me gustaría enterarme de que está bien y feliz. Y si está en la verdad, mejor.

- ¡Qué bicho raro que sos [eres], Carlos! Reconfortantemente raro. Dame un abrazo.

[…]

No me sueltes, un ratito más, porfi. Shhh, calladito, quietito. Hasta la piel, como me enseñaste.

sábado, 15 de febrero de 2014

La firma de Dios







El gatito está soñando. La madre capta su inquietud y lo consuela.




La tigresa perdió a sus cachorros y entró en una depresión severa. Las autoridades del zoológico decidieron llevarle una camada de huérfanos. Podría explicarse su conducta por la presencia de altos niveles de oxitocina, sustancia que favorece los vínculos. Esto es natural en una hembra que parió.


Pero este chimpancé no es adulto. ¿Por qué hace esto?

¿Hace falta escribir algo? Dios es amor (1ª de Juan 4: 8). Sus creaciones, aún en este mundo maldito por la rebelión, llevan su firma.

martes, 11 de febrero de 2014

8 - Jugarse



Ella: - Muy rica la cena de la otra noche. La próxima te invito yo a mi casa y te cocino algo a la carta.

Yo: - Se te va a chamuscar el papel…

- ¡Ja! A tu gusto, tontín.

- Sípi (1) También me gustaría que cocináramos algo juntos, pero bien de entre casa, “en pantuflas”; algo así como empezar a revisar la alacena a ver qué hay y qué podemos hacer. Que la fiesta sea hacer algo juntos, que nos agasajemos mutuamente en el mismo acto de compartir.

- ¿Un ensayo de matrimonio?

- Nooo. Una función “de gala” que deje claro que el brillo no está en el ajuar ni en el escenario, sino en los protagonistas.

- Quieres que, como en la canción de Serrat, me suelte el pelo y te invite a salir conmigo a escena…

- No estaría mal, nada mal. En la canción hace una alegoría: la vida es una mujer que se le entrega, alguna vez, para hacer el amor y se suelta el cabello.

- ¿Para qué supones que se suelta el cabello la mujer?

- Son más bonitas con el cabello suelto. Pero creo que hay más; un simbolismo: me parece que significa “estoy suelta, no tengo ataduras, soy toda tuya”. Es una manera de desnudarse sin quitarse la ropa. Te deja, además, el placer y el privilegio de sacársela literalmente, con calma y entusiasmo, como quien quita el papel y el moño a un regalo sorpresa. “Una mujer desnuda es un enigma/y siempre es una fiesta descifrarlo.”

- ¡Uf! ¿Pongo el ventilador?

- Si te hace falta, ponlo.

- Fue una metáfora. Aunque ha sido un momento de alta tensión, de mucha adrenalina. Te gusta llegar al fondo de todo; eres todo o nada, de verdad. No es que lo dices, eres así. Me sorprende, me maravilla y me intriga. Especialmente cómo te las arreglas para no extraviarte en mares tempestuosos, siempre hallas tu Norte.

- Ya te lo expliqué: el secreto está en amar. Si amas, siempre encuentras el rumbo correcto, para ti y para el otro. ¡Ay de los dos si no te amara!

- También depende de mí… Y yo también te estoy amando.

- Sí, claro, pichona. Depende de los dos. Pero hablaste de adrenalina…

- Me hiciste vibrar. El cuerpo me hizo “ronron”.

- Te habías puesto en el lugar de la mujer de la canción de Serrat, yo hablé de esa mujer simbólica y lo viviste en carne propia. El “ronron” no significa nada más que sensibilidad, al menos en principio.
Las acciones de una persona no son malas o buenas en sí mismas, sino a través de las intenciones de su corazón. Una misma acción podría ser censurable en un caso y encomiable en otro. Depende de lo que hay detrás o, como en el caso del iceberg, de lo que yace sumergido.

- Cuéntame algún ejemplo.

- La amiga íntima de mi esposa, aquella que se quedaba a veces a dormir, había perdido a un familiar. Estaba destruida, no tenía consuelo. Estábamos ella, Lia y yo en un lugar apartado del velatorio. Lia la abrazaba y yo miraba, unos pasos más atrás, en silencio. No había caso, Liliana no reaccionaba.
Lia se puso de pie, dio media vuelta y caminó dos o tres pasos hasta mí. Sin detener su marcha me dijo: “Abrazala” [abrázala] y nos dejó solos.
Me senté al lado de Liliana y la tomé por su hombro izquierdo, la apreté contra mí y comencé a hablarle al oído, a media voz.
Al principio fue un monólogo pero, luego, ella empezó a contestar y a escuchar lo que le seguí diciendo. Por fin, llegamos a un lugar de acuerdo, coincidimos en una postura emocional, en un punto de vista. Volvimos juntos a encontrarnos con el resto de la gente. Ella se mezcló con otros y yo la miraba, de vez en cuando, a un par de metros atrás, con Lia. Cuando llegó el momento de cerrar el cajón, Liliana se dio vuelta. Sabía el lugar preciso en el que yo estaba; estaba de espaldas, pero no buscó, sabía el lugar en donde yo estaba. Con dolor, pero con paz  y con un esbozo de sonrisa, me dijo: “No está ahí”. Volvió a esbozar otra sonrisa, me abrazó con sus ojos y se dio vuelta para continuar con el rito fúnebre.
Liliana estaba enamorada de un hombre que no le correspondía. Salía con nosotros a bailar, pero ningún hombre la conformaba. Volvía sola, con nosotros. No tenía un hombre suyo que la contuviera. Lia la vio sufrir. Nos amaba a los dos. Se fue y le prestó su hombre por un tiempo.  El amor todo lo cree, el amor todo lo espera… Lia me cedió, por unos minutos fui el hombre que Liliana no tenía, y volví a mi fuente.
Si, en lugar de mandarme mi esposa, lo hubiese hecho por las mías, ¿hubiera traicionado a mi esposa? ¿Hubiese sido pecado apiadarse y darle calor a quien sufre?

- ¡Te voy a cobrar la lavandería de mis pañuelos! (Secándose las  lágrimas) No hay vez que hablemos de cosas íntimas en la que no me lleves a las lágrimas. Debo ser masoquista.

- Somos dos sentimentales, por eso estamos juntos. Dios los cría y ellos se juntan. Dos adictos a las cosas del corazón. El corazón llora siempre que sale un rato a tomar aire. Cuando se asoma, las lágrimas salen, por penas o por alegrías. Pero llora siempre. Llamo a tu corazón y él me responde. El mío conoce tus pasos, abre antes de que llegues. Por eso lloras, por eso lloro, por eso lloramos. Estamos pariendo una amistad. En un parto llora la madre y llora el hijo; la vida cuesta amor y lágrimas. Lo que cuesta vale.

- ¿Por qué te dejó Lia, Carlos? No te dejaría si fueras mi hombre. No entiendo cómo te dejó.

- No me idealices. En todo caso, no dejarías al hombre que soy hoy. ¿Cuánto hace que nos conocemos? ¿Mil días? Pero hace diez mil días no era el mismo hombre. Hay cosas que uno aprende, hay cosas que uno cambia. Pero no siempre lo que aprendemos llega a tiempo para reconstruir lo que derrumbamos, para enmendar los errores cometidos.
Con Lia compartimos catorce mil cuatrocientos ochenta días de nuestras vidas. Más de treinta y nueve años y medio. Hubo muchos errores, muchas lecciones no aprendidas hasta después de haber errado. Cosas que sirvieron para nuevas relaciones, como la de Graciela y la nuestra, la que estamos construyendo, pero que no sirvieron para reflotar un barco herido de muerte, que se fue a pique.
Puedo ser algo mejor de lo que era hace diez mil días, pero todos los seres humanos tenemos un lado oscuro. Todavía no te conté del mío. Cuando me atreva, vas a comprender y, nuevamente, te voy a jugar a cara o cruz.

- ¿Lo subirías al blog?

- No da para tanto. Puedo contarle a algunas personas. Pero no me da el cuero para desnudarme completamente frente a toda la humanidad.

- Estás subiendo partes de nuestras conversaciones al blog. Me doy cuenta que poco de lo que yo te cuento. Algo que te agradezco. ¿Qué pretendes?

- Es tan grande la pena que me provoca la pérdida de Graciela que resulta un consuelo escribir y compartir. Estoy muriendo de pena y hacer esto alarga un poco mis días. Por ahora, prolonga la agonía; debería abandonarme a la muerte y no sufrir tanto. Por otro lado, debo tener más fe de la que creo tener. Hago esto, también, porque no me abandona la idea de que algo puede suceder: justicia, un milagro. No me resigno a perder a mi amiga de tanto tiempo, de tantas vivencias inocentes. La del amor profundo que echó raíces en la tierra fértil de dos corazones heridos que se dieron asistencia; tierra humedecida por lágrimas. El amor del árbol de tronco leñoso y fuerte, producto de años de crecimiento lento y seguro, para durar. Subo mi intimidad al blog, no la tuya. Espero una lágrima del otro lado, que alguien se conmueva, un milagro.

- Me invaden sentimientos encontrados, Carlos. Por un lado, quisiera que alguien me amase como vos a ella. La envidio. Por otro, me provoca un profundo respeto ver el calibre del amor que ha logrado despertar en ti. La admiro.

- Yo la amo tal cual es. Tiene muchos defectos y grandes virtudes. Amo sus defectos, no quiero cambiarle nada. No me niego a que mejore; no necesito que lo haga para amarla.
No es que alguna cualidad de ella, o muchas, despertara mi amor hacia ella. Estaba sola, lastimada, y me dejó entrar a su corazón a darle tenues besitos, para no aumentar su dolor en los desgarros sangrantes. Eso es todo: me dejó entrar, invertí vida en ella, me di, y ya no puedo estar sin su presencia, no aguanto pensar que todavía me necesita y que puedo darle más. Soy suyo. Quiero estar cerca de ella hasta que crezcan flores en su patio trasero y la vea vivir realmente en paz.

- Me gustaría estar en su piel.

- No sabes lo que dices. No querrías sufrir tanto. No te lo deseo, ni siquiera para poder amarte y lamerte las heridas como a ella.  La conocí así y nada hice para que sufriera tanto. No puedo admitir que eligieras una experiencia tal, tan solo para que te amara. Te puedo amar igual sin que sufras tanto. Dame tiempo, el amor se construye. Date tiempo.

- ¿No piensas volver si no te la devuelven?

- No. No negocio el amor. No hay nada sucio ni de qué arrepentirse. No pecamos, no es pecado ser amigos como lo fuimos.

- ¿Abandonaste a Jehová?

- No July, no lo abandoné. No quiero morir sin pelear. Es mi estrategia actual. Una pelea desigual y difícil. No peleo solo por Graciela y por mí, si triunfo, quizás esté peleando por muchos más. Por algo mucho más importante que una amistad, inclusive.

- ¿Por qué no desde adentro de la organización?

- Porque están pecando gravemente y ensuciando a Dios con sus acciones y dichos. No se dan cuenta, pero lo hacen. No puedo participar de ese pecado. Vuelvo cuando lo corrijan. Trato, de alguna manera, de que se den cuenta y enmienden su error.

- Te juegas la vida…

- Sí, amiga, me la juego. Pero me juzga Dios, no ellos. Acepto su juicio como justo, cualquiera sea.

- ¿Y si te juzga digno de muerte?

- Será justicia, Jehová es la garantía, no puede ser de otra forma. Además, no me interesa vivir sin amor. Me privaron del amor más puro que construí en mi vida. No quiero vivir si no puedo ejercer ese amor.
Si es pecado mi amor por Graciela, no quiero vivir. Viviría eternamente en pecado, porque el “amor nunca falla”; la Valera dice: “nunca deja de ser”.

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Una forma “encriptada” de habla. Consiste en separar la palabra en sílabas y agregar a continuación de cada una de ellas una letra “p” y la vocal precedente. Los que tienen práctica y hablan con rapidez pueden lograr que el no entrenado no comprenda de qué están conversando.
Ejemplo:

¿Cómo dices?
¿Copomopo dipicepes?