No se vende, pero fue comprado

El contenido de este blog no puede ni debe ser vendido, pero ha sido comprado.
El tiempo que uno dedica a las cosas o a las personas es lo que las vuelve valiosas. Cuando doy mi tiempo a algo estoy cediendo mi vida, la vida que transcurre en ese tiempo. El receptor termina teniendo algo mío. Esta es la clave para cumplir con el mandato de Levítico 19: 18: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero Jesús nos dio un nuevo mandamiento: Amar al prójimo más que a uno mismo, hasta dar la vida por él. (Juan 15: 12-13) Salvo para defender la integridad de algún integrante de la familia o de alguien muy amado, nuestro sacrificio no es beneficioso en la forma en que resulta el de Cristo. Perder la vida cruentamente en beneficio de otro no redime porque somos pecadores. Pero sí es posible dedicarle tanta atención a alguien que podamos afirmar que hemos dejado la vida en él o por él. No de manera cruenta o sacrificial, sino en cuanto a entrega y dedicación. Así como le dedicamos nuestra vida a Jehová, también es bueno darla por otro invirtiendo nuestro tiempo en él.
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lunes, 10 de septiembre de 2007

El Tercer Best Seller

Si preguntamos a cualquier persona cuál es el libro más vendido de la historia, seguramente contestará sin equivocarse que es la Biblia. En efecto, en el último siglo se han editado más de dos mil millones de ejemplares y su texto fue traducido total o parcialmente a más de doscientos idiomas. Es incalculable la cantidad de Biblias que deben haberse escrito desde el comienzo; en el Israel antiguo no había analfabetos, pues cada jefe de familia debía copiar para sí y los suyos a la Torá y Los Profetas, que es como se conocían entonces a los textos hebreo-arameos.

Si la encuesta tratara ahora del segundo libro más vendido, no estoy seguro de que todos contestarían correctamente; pero sí una buena cantidad, muy probablemente por motivos ideológicos más que culturales. El segundo libro es “El Capital” de Marx.

Pero no muchos saben cuál es el tercero en la lista. Ese libro es nada más y nada menos que “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, un cuento para niños y un libro de filosofía de la vida para los adultos.

Estos tres libros forman un extraño sándwich: el materialismo o “la carne” en el medio y los dos panes de la espiritualidad abrazándolo.

Hasta el más mínimo detalle de la vida y cuanto nos acontece tiene siempre un misterio encerrado. ¡Curiosa composición la del podio de la palabra escrita!

El Principito ha sido estudiado hasta en algunas universidades. Ciertos expertos piensan que el significado adulto del cuento es autobiográfico y que, por ejemplo, la rosa es su mujer. Todo es posible. A mí me interesa más el contenido en cuanto tenga que ver con las relaciones humanas en general, y dice mucho y bien -al menos- como yo lo entiendo.

Trataré de ensayar una explicación de lo que creo que Antoine quiso contarnos, y, como siempre, esto está abierto al debate y a las opiniones de todos.

Podría comenzar con el viaje que inicia el Principito por el espacio. Él va encontrando asteroides de distintos tamaños, pero habitados por una sola persona. Mi interpretación tiene dos lados: por uno, que cada persona es un pequeño mundo, generalmente desconocido, que debemos descubrir y explorar. La personalidad humana es complicada y puede asemejarse a un pequeño planeta, cada cual con sus peculiaridades. Por otro lado, el hecho que cada uno viva en un planeta en soledad puede querer significar el aislamiento que tenemos cada uno como persona frente a los demás; el trato superficial, distante y no comprometido, cuando no el aislamiento total. Quizás por miedo, quizás por orgullo y egoísmo, quizás por las tres cosas.

Solemos vivir en pequeños planetoides, que constituyen el insignificante y mezquino mundo de cada uno. Todos los defectos humanos o “pecados”, que afectan a los demás por acción o por omisión, se originan en el orgullo y el egoísmo, mezclados en distintas proporciones, según la ocasión y la persona. Esto, a su vez, surge de un desmedido aprecio por uno mismo. El aislamiento surge del miedo. El miedo es lo que nos aísla e impide que nos conozcamos, que “creemos lazos”, que el otro llegue a ser alguien único y especial en el universo. Es lo que siente el zorro cuando el Principito lo invita a jugar: le pide que primero lo domestique. ¿Y qué es domesticar? Crear lazos, explica el zorro.

El Principito practica sin saber lo que el zorro luego le explica y le hace reconocer. Él se dedica a limpiar sus volcanes, cuida a su rosa, invierte tiempo en los demás, cosas o personas. Lo hace porque es niño y le sale sin proponérselo. Después el zorro logra que comprenda que el tiempo que invertimos en los demás es lo que los convierte en importantes, en únicos para nosotros. También se corre el riesgo de llorar cuando se crean lazos, pero un poeta argentino escribió alguna vez "por eso en mi canto digo:/ no es tanta pena llorar;/ que nos duele más que el llanto/ no tener por quién penar". Por eso, ni él ni yo justificamos el miedo.

De todos los seres que visita el Principito, el más importante e interesante me parece el rey. Los demás son útiles para mostrar algunas de las miserias humanas, como la del hombre de negocios avaro que colecciona estrellas sin conocerlas, porque las cosas son del primero que las encuentra. Las guarda como si fueran oro, en un banco. Sin embargo, las estrellas brillan para todos…y pueden ser cascabeles que ríen para llenarnos de felicidad. Volviendo al rey, hay dos formas de interpretación. La primera, que sea realmente un rey humano. De ser así, es un rey muy sabio, pues da órdenes que se pueden cumplir. Cuando el Principito le pide que le ordene al Sol que se ponga, el rey le explica que la autoridad se basa en la razón y que no puede pedir a otro lo que no puede cumplir. Consulta una tabla y le dice que ese atardecer, a una determinada hora, le ordenará al Sol ponerse y verá cómo le obedece instantáneamente. Esto me recuerda lo que dijo Sir Francis Bacon: “Para darle órdenes a la Naturaleza, primero hay que aprender a obedecerla”. La segunda, es la de considerar al rey divino. Si es Dios, hay varias corrientes de pensamiento con respecto a Él entre los hombres, pero este texto será leído principalmente por seres que pertenezcan al Judaísmo, al Islamismo o al Cristianismo. Las tres religiones consideran a Dios Creador y Padre y tienen por sagrada a la Biblia, que comparten parcialmente (El Corán menciona a la Biblia como sagrada, y los musulmanes comparten profetas con los judíos y cristianos). En ese marco, tampoco Dios podría ordenar al Sol que saliera o se pusiera antes de lo que Él mismo fijó como ley cuando lo creó, Dios no gobierna por capricho, sino por razón. Vea en su Biblia Isaías 55: 11 y 1ª a los Corintios 14: 33

La enseñanza del zorro es la clave para la buena relación entre todos los seres. Un cultivador de cinco mil rosas no conoce a ninguna de ellas en especial, ninguna es única, las maneja como mercancía. Por eso puede venderlas o tirarlas. Lo mismo sucedería con un criador de pollos, si conociera a cada uno por nombre, no podría matarlos, sería el fin de su negocio. Otro tanto ocurre con los hombres. Hans Bertram era un aviador que se hizo amigo de Saint-Exupéry, lo amaba entrañablemente y con admiración. Era mucho más joven que él, de manera que cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, fue destinado como piloto de caza de la Luftwaffe. Antoine era mayor y había sufrido un accidente, de modo que los Aliados lo asignaron a un avión de observación militar desarmado. Hans nunca atacó a un avión de observación enemigo por temor de derribar a su amigo. ¿Se imaginan si para cada hombre cualquier otro fuera un ser único e irrepetible, como la rosa para el Principito? ¡Sería el fin de las guerras! Pero no se trata de tener esto en la mente. Cualquier hombre puede afirmar que no hay un ser igual a otro en todo el universo. Hay que tener esto grabado en el corazón.

El saludo más hermoso que conozco es “shalom aleiquem”, de igual significado que este otro: “asalam aleicum”. Ambos significan “que la paz sea contigo”; el último es acompañado por un gesto con la mano derecha, que toca, secuencialmente, el corazón, la boca y la frente. Esto significa que se expresa con el corazón, la palabra y el entendimiento. Sin embargo, estos pueblos se pelean; signo claro de que muchos saludan por costumbre y que no perciben lo esencial, que es invisible a los ojos (Según el Principito, ningún adulto entiende ni ve nada). No han “creado lazos”. No se aman con sus virtudes y defectos. Amar al otro a pesar de sus defectos significa comprender por qué hace lo que nos molesta. En la comprensión de las razones de la conducta de un individuo siempre hay un principio de perdón, comprender da lugar a la piedad y a la tolerancia. Los lazos y la buena voluntad hacen que esas pequeñas molestias puedan eliminarse o, al menos, atenuarse. La convivencia es posible, aunque la rosa tenga espinas.

Solamente los niños ven con el corazón y pueden percibir lo invisible, que es lo principal. Sólo un niño puede ver un cordero dentro de una caja dibujada con orificios de ventilación. Únicamente un niño puede encontrar un tesoro oculto dentro de cualquier cosa. ¿Será por eso que el Maestro dijo: «Aquel que no recibiere el Reino de Dios como un niño, de hecho, no entrará en él»?

Ser como niños… Si los niños fueran los que tomaran las decisiones, seguramente en Israel, en el mundo árabe, en Iraq y en todas partes no se levantarían columnas de humo negro con olor a muerte.

¿Seremos capaces alguna vez de dejar de ser adultos?

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